Fantasmas y pesadillas.
Estaba de nuevo en la cabaña de los Wayland, sentia el aroma a madera y polvo sobre sus fosas nasales. Su corazón latía con intensidad.
—Podemos entregarla a la clave, ellos la mataran a sangre fría, no es pura!— escupió la ultima palabra, el hombre de ojos negros. Su cabello de un tono casi blanco, casi plata.
"Valentine" retumbó en nombre en su cabeza.
— ¿Y que hay del niño?— dijo el otro hombre que traía un bebe en sus brazos.
— Lo criare como mi hijo, Starweather.—
"Hodge" de nuevo las palabras retumbaron en su cabeza. y
Valentine se acerco a Anna y con un cuchillo hizo un corte fino en su mejilla.
El dolor se sentía como si su piel fuese quemada.— Quiero llevarla a ver a su madre.— sonrió a Anna.
"Mamá" susurro ella.
— No creo que sea buena idea Valentine. Es solo una niña.— dijo el hombre del bebe.
El bebé tenía cubierto el rostro, parecía dormido, todos sus rasgos estaban cubiertos por la manta que llevaba.
— Quiero que conozca el dolor.— dijo y en un rápido movimiento, corto la soga de alrededor de ella, la tomó del cuello y la saco arrastrandola, el frío la golpeó, Comenzó a llevarla a través del bosque. Valentine la arrojó ante un camino de sangre sobre la nieve, ella no se giró para mirar a Valentine, sino que siguió el camino de sangre. Su corazón sentía una desperacion intensa.
— Portas la sangre de Lilith en tus venas, igual que todos los brujos y brujas. Pero tu, en especial, portas la de ella verdaderamente.— las palabras que quedaron haciendo eco alrededor de su cabeza.
Se levantó de un tirón, su corazón estaba tan acelererado. Su piel estaba caliente, sintió su pelo pegarsele a la cara y el cuello por el sudor.
"Valentine" habló su mente de nuevo. Se giro al otro lado donde estaba la cama de Steve. Él estaba dormido. Las manos de ella estaban temblando.
Comenzó a hacerce una trenza sobre el cabello, se había quedado dormida con la misma ropa, sus jeans negros y la blusa de tirantes verde botella. Se puso sus botas. Y tomó la hoja de papel que estaba sobre la mesita de noche que separaba su cama de la de Steve. Busco un lápiz sobre el cajón de la mesa pero ahí solo había ropa vieja, encontró en el fondo un pluma de las antiguas de esas que parecían sacadas de el plumaje de un ave. Se pincho el dedo con la punta de su daga, tomó su sangre con la punta de la pluma y comenzó a escribir sobre el papel. Al acabar la nota, dejó el papel donde lo había encontrado. Sigilosamente se ato el cinturón sobre su muslo con las dagas y ahí también guardo su estela Tomó su espada y abrió la puerta sigilosamente. Tal vez Amatis estaría dormida, Anna tomó la capa gris sobre el perchero de la entrada y se la puso. Salió de la casa. La brisa de la noche se sentía fría e hizo sentir a Anna ligera. Pensó en la pesadilla que había tenido, comenzo a caminar sobre el sendero rumbo al bosque de Brocelind. Recordó que en ese bosque se había encontrado a Gwyn y Kieran de la cacería salvaje. Kieran había sido más agradable, pero ese recuerdo le hizo pensar en Lauren, o al menos el fantasma del recuerdo de la mujer que había amado.
No quería recordar nada de eso.
Después de un rato divagando por el bosque entre la oscuridad llegó al lugar de sus pesadillas. La cabaña Wayland se alzaba como una enorme sombra del lugar abandonado, estaba vacía, no había más que solo oscuridad.
Recordó lo que le había contado Clary sobre Valentine.
"Jonathan" se dijo a sí misma, comenzó a caminar por detrás de la casa, el pentagrama del patio trasero estaba cubierto de tierra.
Recordó cuando hizo su promesa, la promesa que le hizo a Valentine para poder ayudar a Jonathan.
" Anna seguía buscando el paradero de Lauren, aún tenía 14 años y se encontraba a unos cuantos metros de la cabaña. Se escucho un grito agudo a través de todo el bosque, un grito de dolor y sufrimiento, ella corrió hacia él, lo persiguió hasta llegar de donde provenía.
Jonathan estaba de pie sobre el pentagrama, parecía estar rodeado de fuego. Valentine estaba a un lado de el mirándolo. Anna vislumbró la piel derritiéndose del cuerpo de Jonathan. Él seguía gritando.
— Valentine, para ya!— le gritó Anna.
Jonathan pareció verla pero seguía gritando. Jonathan era un niño, era menor que ella, lo sabía, estaba viendo a un niño arder, la piel carbonizandose.
— Valentine!— grito de nuevo, los grito de dolor de Jonathan parecían atravesar el corazón de Anna. Sentía como si a ella le estuviera doliendo.
— Obligarme a parar!— respondió él. Parecía tener una sonrisa retorcida en el rostro.
Jonathan seguía gritando cada vez más.
— Que quieres que haga para que lo dejes?— preguntó ella, se plantó frente a él.
— Promete que no le hablaras a nadie sobre mi o sobre Jonathan, jamás le contarás a nadie de que me has visto o tan siquiera de que sabes de nuestra existencia.—
Anna miró a Jonathan, sentía como si su piel se quemará junto a la de él.
— Lo prometo!— dijo Anna, tan bajo que pensó que no lo escucharía él. De repente sintió algo arder en su cuello y al mismo tiempo el pentagrama dejo de sacar fuego, Jonathan se desplomó.
Anna iba a ir con él pero el dolor en su cuello se agudizó, la hizo caer sobre sus rodillas.
— Ahora, si le hablas a alguien de que alguna vez nos viste, esa marca en tu cuello arderá, hasta matarte.—
Anna bajo su mirada hasta su pecho, no podía ver la marca pero la sentía. La carne sobre su clavícula se alzaba como si fuera quemada. Un segundo después el dolor se disolvió y ya no se veía nada sobre su piel, corrió hasta Jonathan. Sus piernas estaban quemadas, y parte de su dorso. Saco su estela y comenzó a trazar runas, Jonathan ya estaba inconsciente."
Ahora el pentagrama estaba lleno de tierra, parecían lineas trazadas sin sentido.
Si había querido contarle a Clary y Jace y todos los demás sobre Valentine pero sabía que no podía, siempre lo había sabido.
Estaba tan furiosa, su promesa había llevado a proteger al hombre que había llevado a sus padres a la muerte.
Un sonido provino del bosque, el aire denso y ramas quebrandose.
Charlotte le dijo a su cuchillo Serafín para que se iluminará. Su corazón estaba palpitando. Sobre este bloque había muchos peligros, manadas de hombres lobo habían por ahí.
Anna preparo su cuchillo. La silueta la hizo sacar un suspiro de alivio y molestía.
— Como me encontraste?— le pregunto Anna. Sus ojos azules se iluminaron con la luz de la luna y las estrellas.
— Te seguí! Use la runa!— dijo él. Sus ojos descansaban sobre ella. Su cabello trenzado caía sobre su hombro.
— Acaso no leiste la nota que te deje?— pregunto Anna irritada.
— ¿Que estas haciendo aquí Anna? Es más de media noche!— dijo el. Su cabello rubio, se movía con el viento.
— Tienes razón! Debemos irnos!— dijo ella mientras caminaba hacia él.
— No!— dijo él, gurú su vista hacia el suelo sobre el pentagrama.
La cabaña se alzaba frente a él, estaba oscura y se veía abandonada. Tomó su luz angelical y comenzó a caminar hacia la parte de enfrente.
— Vámonos!— dijo Anna, lo intento tomar de la mano pero el seguía su paso hasta la puerta.
Sobre la puerta de madera marco una runa pero no abrió la puerta, comenzó a patearla con fuerza para derribarla.—
— Steve, vamonos ahora! No quiero estar aquí.... — pero antes de que Anna terminara el ya había derribado la puerta.
El interior estaba oscuro y olía a ceniza. Con la luz angelical iluminó el interior.
Parecía un lugar tranquilo, había muebles viejos, puertas de madera. Cerca de la ventana había un librero empolvado.
Steve tenía un cuchillo Serafín en su mano y en la otra llevaba su luz angelical. Comenzó a abrir la puertas para ver si no había nada o nadie.
Anna estaba recargada sobre una mesa polvorienta. Tenía un expresión molesta en su rostro. Él se sacudió el polvo de sus manos.
— Nada!— dijo.
— Te pedí que no entraramos!— ella dijo, su tono sonaba tranquilo.
Steve se acercó al librero.
Tomó un libro, era pesado y grande. La portada decía Recetas sencillas para amas de casa.
Steve lo dejo en su mismo lugar. Sus ojos se dirigieron a un pequeño libro de notas. Parecía un diario, lo tomó y comenzó a caminar hacia Anna, ella estaba jugando con su cabello. Comenzó a abrirlo sobre la mitad del contenido.
El chico Herondale cada día se hace más fuerte. Vislumbró sobre la página. Su corazón dió un vuelco.
Herondale
Pensó.
Anna lo estaba mirando, el mantenía la vista en el diario de Valentine. Anna tuvo miedo, tuvo miedo por Steve, no quería mentirle si el le hacía alguna pregunta.
Durante unos minutos él se mantuvo en silencio mientras leía.
— ¿El chico Herondale?— preguntó él aturdido.
— Que no...?—
Anna lo interrumpió — ¿Había muerto?—
Anna estaba mirando el piso de madera.
— Mi hermano murió!— dijo ella.
— Pero Anna, tienes que leer esto!— él le extendió el libro a ella.
Anna se lo arrebato y lo cerró sobre su mano.
Él se quedó mirándola.
El corazón de ella le ardía, no quería mentirle, no a él, no a su Steve.
— Jonathan Christopher Herondale!— susurro ella.
Anna comenzó a atravesar la habitación hasta dejar el diario sobre el librero.
— Jonathan Christopher Morgenstern!— volvió a decir. Su marca sobre el cuello comenzó a dolerle, estaría apunto de arder.
— Valentine no le mintió a Jace cuando le dijo que él era su padre!— Steve estaba mirando y escuchando atentamente a ella.
— ¿Eso no significa que Jace es como tú hermano?— le pregunto dudoso él.
— Lo es!— ella no lo estaba mirando, estaba mirando hacia el exterior sobre la ventana.
— ¿Desde cuándo lo sabías?— le pregunto.
— Hace años también entre aquí. Leí esos diarios, se lo que contienen!— ella le espetó.
— ¿Espera, hay más de uno?— pregunto él atónito.
— De alguna forma Valentine logró separar a Jace de mi madre. Había creído que ella y mi hermano habían muerto, yo vi sus cuerpos destrozados!— un nudo comenzaba a alzarse en su garganta. — Él crío aquí a Jace como su hijo.— fue lo último que dijo.
— Pero si sabes que Jace es tu hermano ¿Por qué no le has dicho nada?— preguntó él.
— ¿La Inquisidora lo sabe?—
Ella respiro profundamente. — Nadie sabe que Jace es un Herondale, nadie solo yo y...—
— ¿Y... Quién?— suplico una respuesta él.
— Valentine, él lo crío desde que era un..... bebé.— dijo ella. La Marca le palpitaba sobre el cuello, estaba comenzando a arder.
— Pero ese diario dice que él es el chico Ángel, él... porta más sangre de Ángel que cualquier nefilim.— le estaba diciendo él.
Ella se acercó a él con rapidez, su cuello le ardía. — Debes prometerme que no le dirás a nadie. —
El aliento de ella era cálido, estaban a una distancia corta. — Por favor!— pidió ella, estaba afinando el rostro de el con su mano izquierda. Lo estaba mirando a los ojos. Seguían iluminados por la luna que se luz se colaba por las ventanas. — Promete que no le dirás...—
Antes de que ella terminara él habló interrumpiendola. — Lo prometo.— Quería decirle si a ella, siempre le diría que si a cualquier cosa que le pidiera.
— Amatis dijo que tus ojos antes eran dorados!— habló él en un tono suave. No se habían dado cuenta de lo cerca que estaban, sus respiraciones chocaban. Ella desbordaba ese aroma a chocolate como siempre.
Ella lo miró, con sus ojos marrones.
Recargo una mano sobre el pecho de él, cerca de su corazón.
— Lo eran!— dijo. — Pero con el pasar del tiempo se oscurecían cada vez más.—
Él le tomo el rostro con sus manos, sus ojos seguían conectados.
— Los hijos de Lilith!— susurro ella. — Así les dicen a los brujos!— los labios de ella se veían suaves. — Creó que la única explicación a eso es que mis ojos se oscurecían por mi sangre demoníaca.—
Él se acercó a ella cortando más la distancia. Sus labios parecieron rozarse pero se separaron cuando un ruido los aturdio.
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