Duelo.
- ¡Creí que ya estabas listo para irnos!- le dijo Violette a Steve.
Ella miró a Steve ponerse nervioso, Anna tenía una expresión como si alguien le hubiese abofeteado.
- ¿Listo para qué?- le pregunto Anna. Sentía su corazón latir pesadamente.
- Saldremos, Steve se ofreció a enseñarme las mejores partes de Londres.- le respondió tan rápido Violette.
- Steve, él considerado.- dijo Anna.
Evelyn también entró en la biblioteca, ciertamente aquella habitación desbordaba tensión.
- ¡Anna!- musitó Evelyn cuando estuvo cerca.
Steve sabía que lo estaba apunto de decir Evelyn no era algo bueno por su expresión.
- La Inquisidora murió, anoche. Será llevada a la Ciudad Silenciosa hoy...- estaba diciendo.
Anna tal vez sintió algún dolor en su corazón, pero se preguntó si era cierto. Parecía un sueño extraño. Apenas hace un par de horas había hablado con su abuela, ella le había dicho que todas las riquezas Herondale eran suyas...
Anna solo salió de la biblioteca sin mirar a nadie.
Steve fue detrás de ella. Parecía ir rápido pero la alcanzó, la tomó de la mano.
- Anna, espera.- le dijo suevemente cuando se detuvo. - Siento lo de tu abuela, iré contigo a Idris para su despedida...- pero Anna lo interrumpió.
- Ciertamente, tienes planes más importantes por hacer.- replicó ella.
- Si me necesitas iré...-
- No te necesito Steve, puedo ir a despedir a mi abuela sola y tú debes ir a tu cita con Violette, no querrás dejarla plantada.- se soltó del agarre de él con fuerza.
- ¡Anna!- la llamó él pero ella ya se estaba llendo.
¿Por qué estar triste por una mujer que jamás la quiso? Se preguntó Anna. No sentía tristeza, más bien pena. Pena por la muerte de Imogen, pena por la única persona que compartía su sangre, la única parte de sus padres que aún seguía con vida y ahora ya no.
Pensó en Jace, pensó en que su abuela jamás supo que el último hijo de sus padres seguía con vida.
Fue hasta su habitación y entre el armario tomó el vestido blanco de satén que tenía puestas lagunas runas doradas de duelo. Cuando sus padres habían muerto, no había podido usar el blanco ya que sus padres no fueron despedidos de la manera correcta por qué la gente decía que eran traidores, los restos de sus padres habían sido puestos en criptas a las que jamás había conocido por miedo a que su corazón se quebrara de nuevo.
Sintió la fina tela sentirse suave contra su piel, por alguna razón acomodo su cabello, acomodo pequeñas flores de tela, blancas sobre el, la mayor parte de su cabello caía en sueves ondas chocolate sobre su espalda. Su llave de oro centellaba en su garganta.
El portal de la cripta había sido autorizado para que pudiera entrar en Idris. Pero Evelyn la estaba viendo irse, y de pronto se dejó llevar por el vértigo que cruzó su cuerpo al pasar el portal.
.
La sábana de seda blanca sobre el cuerpo de su abuela "Seda blanca, cuando nuestros cuerpos arden." Pensó Anna, alzó la vista evitando ver a su abuela pero una silueta casi invisible estaba parada a un lado del cuerpo muerto de Imogen. Anna sintió su corazón tambalear con una fuerza impresionante, sentía que en su corazón empezaba a formarse un agujero negro y estuviera absorbiendo su vida. Entonces la silueta se volvió más clara y Anna se acercó casi intuitivamente, no del todo cerca pero podía ver un poco mejor.
Parecía ser un fantasma, el fantasma de un chico, estaba mirando a Imogen cubierta de seda, tal vez unos años más grande que ella, más mayor que su Steve, pero no parecía verse viejo.
Anna sintio que todo el oxígeno la abandonaba. Lo reconoció, sabía que siempre lo reconocería, jamás podría fallar.
"Padre" musitó ella. El fantasma de su padre pareció verla,
Y él le sonrió, la estaba mirando a ella, ya no a su abuela. Y entonces ella comenzó a caminar hacía su padre, sus pies se sentían tan pesados.
El fantasma comenzó a divagar lejos del lugar donde estaba hace unos segundos, comenzó a perderse entre el bosque, ella lo siguió. Sentía su corazón hundirse, se preguntaba si era real. Pero entonces cuando estuvo tan cerca de él, de su sombra, se desvaneció en la nada.
¿Por qué te estás yendo? Le gritó al bosque, su voz haciendo eco por todos los árboles. Pero no uno respuesta, solo el sonido de las ramas que se movían por la brisa.
— ¡Anna!— era la voz de Alec, con un tono de alivio.
La había seguido hasta aquí.
— ¿Estás bien?— le pregunto él.
Anna seguía mirando las profundidades del bosque, quería gritar hasta que sus pulmones le dolieran, quería llamar a su padre, quería verlo, sentir su presencia. Anhelaba poder llorar por la desesperación pero este no era el lugar y ciertamente no era el momento adecuado.
— Estoy bien, Alec.— le dijo. Alzó su vestido para que no se atorara con alguna rama o se llenará de la tierra del bosque.
Vio a las personas reunidas alrededor de Imogen, los Hermanos Silenciosos se estaban acercando a ella. Estarían a punto de llevársela a la cuidad silenciosa para prenderle llamas hasta que se consumiera en cenizas, y después estás serían esparcidas por toda la ciudad silenciosa.
"Ave Atque Vale, Imogen Herondale" le dijo al viento para que se llevará sus palabras a todos lados.
Todos comenzaban a irse poco a poco, Jace estaba entre la multitud. Se acercó a él, sentía a Alec tras ella. Tomó a Jace de su camisa con fuerza.
"La mansión Wayland" le dijo en tono bajo, su cuello comenzó a dolerle, la marca comenzó a arderle.
No podía, no podía decirle nada. Su promesa la mataría primero antes de que mencionara algo más. Él la estaba mirando confundido, ella lo soltó. Alec también la miraba extraño.
Pero comenzó a sentirse mareada, su cabeza comenzó a dolerle como si le fuera a estallar, entonces por alguna razón perdió el equilibrio, sintió el brazo de Alec sostenerla y miró Jace, se había acercado a ella de preocupación, entonces sintió que la luz comenzaba a apagarse, el cielo comenzó a ponerse oscuros. Sintió la energía rodearla, su magía recorría sus venas, sentía que le quemaba y cerró los ojos con desesperación. Entonces pareció haber sido segada por una luz casi mágica y celestial, tan cegadora y dorada, entonces vislumbró que él una silueta enorme se alzaba frente a ella, con una luz celestial tan resplandeciente como un un ángel, y miro los alrededores, el Ángel parecía salir de un lago. Y vio a Valentine, parado frente a la figura celestial. Los rizos rojizos de Clary destellaron a su lado, estaba sobre el cuerpo de alguien, parecía estar llorando. Entonces sintió algo arrastrar y sintió que había estado conteniendo el aire y tomó una larga bocanada. Parpadeo y el cielo azul se alzaba de nuevo.
Alec la estaba sosteniendo, ella se levantó aturdida ¿Y el Ángel? ¿Y Valentine? Dijo su mente.
— Anna, casi te desmayas...— estaba diciendo Alec
— Solo fue un mareo.— le dijo ella.
Comenzó a irse hacia alacante.
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La noche en Idris había caído, podía ver la luz de la luna sobre el cielo, a través de la ventana de la oficina de la Inquisidora. Había venido solo por él cuadro de su padre. El cuero de su chaqueta rechino al acercarse a tomarlo.
— Me da gusto que estés aquí.— Anna se giró, era el Cónsul Malachi. — Quería hablar contigo.— le dijo.
— ¿Conmigo? ¿Sobre qué...?— replicó ella.
— La ley dice que las pertenencias Herondale te son heredadas, ya que tienes dieciocho. A ti, la última Herondale.— le dijo. — Como la Mansión Herondale en Brocelind, y la riquezas de tu abuela como Inquisidor y el de tus antepasados.— explicó él.
Era como algo que pasaba en las películas, ella jamás había dependido del dinero Herondale, Tessa y Magnus la habían criado, normalmente Tessa siempre aparecía con regalos para ella, vestidos, zapatos y eso. Y durante el último tiempo había vivido en el Instituto de Londres.
Pero ciertamente era inesperado que el cónsul le estuviera diciendo eso.
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