CAPÍTULO SIETE
CAPÍTULO SIETE
Corresponder,
— Oye, oye, calma. — Katsuo rio sorprendido. Su sonrisa desapareció al notar los ojos cristalizados de la pelinegra quien se aferraba a su cuerpo. — Chicos, vuelvo en un momento.
Itō se separó de su grupo de amigos, llevándose consigo a la ojiazul notando sus ojos tristes. ¿Qué había sucedido? Se preguntó el rubio.
— Fumi. — Katsuo tomó sus mejillas, haciendo que la menor le mirase. — ¿Qué sucedió? ¿Por qué estás así?
— Yo... — Katō lo pensó ¿Por qué estaba así? ¿Solo porque una hermosa chica se había declarado al chico del cual gustaba? ¿Por eso se encontraba de esa manera? — No es nada, lo siento, yo...
— No puede no ser nada. — Fumiko bajó la cabeza, Katsuo se inclinó un poco para mirarle, después de todo era increíblemente más alto que la pelinegra. — ¿Es Mitsuya?
Itō lo comprendió cuando la menor no respondió.
Un suspiro escapó de sus labios, rodeando a la menor con sus brazos.
— Oye, no te deprimas por un amor no correspondido. — El rubio notó a cierto oji-violeta aparecer al final del pasillo fijando sus ojos sobre la pelinegra. — ¿Escuchaste su respuesta?
— No, pero realmente parecía querer aceptarla.
— Tonta. — Itō rio. — ¿Cómo puedes saber eso? No sabes lo que siente si no te lo dice él mismo.
— Pero-
— Pero nada. — Katsuo se separó acariciando sus mejillas. — ¿Te gusta mucho no? Habla con él, creo que ya es hora de que confieses tus sentimientos también.
— ¿Y si me rechaza?
— Creo que sería un estúpido por rechazar a una chica tan bonita como tú, pero si te rechaza... Si te rechaza llegará alguien más, para gustos hay colores, si no corresponde acepta su respuesta y úsala para superarlo y continuar. — El más alto miró a Takashi quién ya se encontraba a pasos de ellos, escuchando la conversación. — ¿No lo crees, Mitsuya?
Katō se sorprendió, girando su rostro para encontrarse detrás de ella a Takashi quien sonrió.
— Sí, estoy de acuerdo. — El oji-violeta adentró sus manos en los bolsillos de su pantalón.
— Mitsuya, tú... ¿Escuchaste todo? — El chico asintió. El rostro de Fumiko comenzó a tomar color sintiéndose avergonzada. — Lo siento.
— ¿Por qué te disculpas? — Takashi miró a Itō quien soltó a la pelinegra dejando que el contrario tomara su mano y le acercara a su cuerpo. — No está mal comentar tus sentimientos hacia alguien.
— No quiero que nuestra amistad se arruine por esto, la aprecio mucho y-
— Acepto tus sentimientos. — Las palabras se atoraron en la garganta de Katō al escuchar a Takashi pronunciar aquello. — Espero que tú también aceptes mis sentimientos, Fumiko.
— ¿Hablas en serio? — Mitsuya golpeó suavemente la frente de la menor con dos de sus dedos, Katō sonrió.
— ¿Cuándo te he mentido?
Katsuo observó cómo el chico tomaba la mano de la pelinegra y se alejaban en dirección a su salón. Metiendo sus manos en los bolsillos de su pantalón Itō les observó desaparecer en una esquina.
Una sonrisa llena de tristeza se estiró en su rostro. No, que estuviera tan enamorado de la ojiazul no era sinónimo de quererla solo para él sin importarle sus sentimientos. Que estuviera enamorado de la ojiazul significaba apoyarla en todo y aceptar sus sentimientos, aunque no fueran dirigidos a él, aunque debiera de verla con alguien más.
El tiempo pasaría y con suerte su amor por ella se extinguiría al no ser cuidado y florecería uno nuevo por alguien más.
— Sé feliz con ese idiota, Fumi.
[...]
Las horas de clases acabaron y Fumiko no debió siquiera girarse para ver al oji-violeta aparecer a su lado mirándole con una sonrisa.
— ¿Quieres ir por un helado? — Katō asintió.
Juntos salieron de la gran construcción, caminando en silencio hacia un pequeño puesto de helados. Mitsuya miraba de reojo a Katō quien sorprendentemente parecía muy relajada y tranquila, pero a la vez parecía encontrarse en su mundo.
Takashi estiró su mano, tomando la mano contraria llamando la atención de la ojiazul.
— ¿Quieres hablar de esto?
— Sí, supongo que sí. — Mitsuya asintió, en un rápido movimiento entrelazó sus dedos con los de la menor.
— Me gustas, desde hace unos meses. — Comenzó el mayor. — Me avergüenza decirlo, pero mi orgullo de hombre me impidió confesarme... Si me rechazabas... No sabría qué hacer con nuestra amistad, tenía miedo de arruinar todo.
— También tenía miedo de arruinar nuestra amistad. — Katō hizo una mueca. — Además no pensaba que me vieras como más que una amiga, y tu asistente, claro.
— Creí ser muy obvio.
— Bueno, cuando fuimos a la feria no parecía tan obvio. — Takashi chasqueó la lengua.
— También me odio por eso. — Ambos rieron. — No quería decirlo de esa manera, pero no encontré las palabras correctas para expresar mi emoción en ese momento.
— Creí que corresponderías a los sentimientos de esa chica.
— Para nada. — Mitsuya negó. — No me gusta, además la conocía muy poco.
Sus pies se detuvieron al estar frente al puesto de helados, el más alto pidió dos, pagando por ellos.
— Ten. — Fumiko lo aceptó. — ¿Quieres ir al parque?
— Es un poco tarde ya.
— Te acompañaré a tu casa. — Katō asintió.
Su nuevo destino quedaba cerca, por lo que tras caminar unos cuantos metros ambos se encontraron sentándose en una banca vacía, mirando el sol descender lentamente.
— Fumiko. — La pelinegra le miró. Takashi no supo cómo decirlo. — Soy yo el afortunado, así que ¿Aceptas mis sentimientos? Es decir... ¿Puedo ser tu novio?
El rostro de Katō enrojeció totalmente, Mitsuya rio por lo bajo.
— Uhm, yo... Sí. — Estirando su mano el mayor giro levemente la muñeca de la pelinegra evitando que su helado cayera. — Lo siento.
— No te disculpes. — Mitsuya sonrió. — Me alegro que aceptes.
— ¿Puedes pellizcarme? — El oji-violeta le miró con confusión. — Estoy esperando a que mi alarma suene, debe de ser todo un sueño de nuevo.
— No estás soñando, Fumiko. — Mitsuya tomó el mentón de la menor, haciendo que le mirara a los ojos. — Es real, está pasando ahora.
Fumiko sintió comenzar a entrar en trance al tener los ojos violetas del mayor observándola de esa manera, los orbes contrarios descendieron lentamente hasta mirar los húmedos y suaves labios rosados de la pelinegra.
Mitsuya suspiró sintiéndose hechizado.
Y sin poder esperar más por aquello que llevaba deseando hacer por tanto tiempo, el mayor se inclinó, uniendo sus labios con los contrarios en un suave toque.
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