CAPÍTULO DOS

CAPÍTULO DOS

La asistente,

La campana avisando el finalizar de las clases resonó por todas las instalaciones y pronto una estampida de personas comenzó a retirarse de la preparatoria.

Fumiko recogió sus cosas sin prisa alguna, girándose para encontrarse con unos ojos violeta sobre ella.

— ¿Lista?

— Lista.

Ambos salieron del salón dirigiéndose al club de costura de la preparatoria. Eran pocas las personas que se encontraban allí para esas horas, y usualmente los últimos en salir eran ellos dos quienes se quedaban hasta tarde creando y ayudando en nuevos proyectos.

— Bien, esto es lo que hice. — Fumiko dejó su mochila sobre una gran mesa mirando al mayor dirigirse a unos casilleros y sacar de estos un largo vestido de un tono azul marino.

Los ojos de Katō brillaron al ver la casi finalizada prenda ser extendida sobre la mesa.

— Mitsuya, está hermoso. — Fumiko se inclinó, observando más de cerca cada detalle del vestido. — ¿Crees que me entrará? No tomaste mis medidas para este.

— No es necesario. — Takashi elevó una libreta con una de sus manos. — Tengo tus medidas anotadas.

— Bueno, puede ser que haya adelgazado. — Bromeó la pelinegra. — ¿Quieres que me lo coloque?

— Sería de gran ayuda.

Katō tomó la prenda, mirando a Mitsuya quien sin tener que decir nada se retiró del salón dejándole sola mientras cuidaba la puerta para que nadie fuera a entrar mientras la ojiazul reemplazaba su uniforme por ese bonito vestido que había creado días atrás el mayor.

— ¡Listo!

Pasaron pocos segundos antes de que el chico volviese a entrar, mirando a Fumiko quien ya tenía puesto el vestido.

Una sonrisa se estiró en los labios de Takashi.

— Te queda bien. — El oji-violeta se acercó a su asistente y tomando algunos alfileres comenzó a marcar puntos por ajustar en la prenda. — Da la vuelta.

Katō obedeció, Mitsuya le observó de cerca una última vez.

— ¿Qué tal?

— Le haré unos cuantos arreglos. — Informó el mayor. — Puedes quitártelo.

Fumiko asintió observando al contrario volver a salir del salón cerrando la puerta detrás de él.
Con delicadeza la menor se retiró la prenda de vestir volviendo a colocarse su uniforme al acabar.
Mitsuya tocó dos veces a la puerta, entrando después.

— Solo necesitaba ayuda con esto. — Takashi se sentó frente a su cosedora, comenzando a arreglar cada área del vestido que necesitaba ajustes o retoques. Fumiko se recargó contra una mesa mirando con cuidado las acciones del mayor. — ¿Tienes planes para mañana?

— Sí, lo siento. — Mitsuya le miró con curiosidad. — Oh, Katsuo me pidió que lo ayudara con uno de sus proyectos para Biología, ya sabes, a veces se me da bien el dibujar y necesita que dibuje un par de cosas.

— No le vendría mal tu ayuda. — Takashi sonrió con burla. — Sus dibujos del ADN parecen espermatozoides.

Katō soltó una carcajada al escuchar al mayor, Mitsuya le siguió, uniéndose ambos en risas que no se detuvieron hasta unos minutos después.

— Es una lástima entonces. — Mitsuya se puso de pie, doblando la prenda y guardándola en una bolsa. — Terminaré con unas cosas en mi casa ¿Quieres que te acompañe a la tuya?

— No es necesario.

Fumiko se acercó al mayor, ayudándole a recoger todos los materiales utilizados.

— Lo haré de cualquier manera. — Katō sonrió, ambos tomaron sus cosas y se retiraron del salón. — Gracias por ayudarme, Fumiko.

— No es nada.

Su camino de regreso a casa fue silencioso, en realidad, así solía ser la mayoría de las veces, Mitsuya se encontraba en sus pensamientos al igual que ella, ambos en sus diferentes mundos. Probablemente el mayor estaría pensando en la escuela, su familia y en el club, todo lo contrario a Katō quien sólo podía pensar en el chico a su lado sintiendo pequeñas cosquillas en el vientre cuando sus miradas se encontraban y el mayor le dedicaba una pequeña sonrisa amable.

— ¿Cómo ha estado tu padre? — Takashi rompió con el silencio.

— Él está bien, trabajando como siempre. — Fumiko suspiró. — Me preocupa que se esfuerce tanto.

— ¿Ha estado trabajando más? — Katō asintió.

— Si no deja de trabajar tanto, he pensado en conseguir algún empleo de medio tiempo. — Mitsuya miró a la pelinegra. — Quizá de esa manera pueda ayudarle con los gastos y no deba de volver tan tarde a casa.

— Puedo ayudarte a conseguir algo si quieres. — La menor miró a Mitsuya con curiosidad. — Tengo algunos amigos que pueden ayudarte con eso.

— Te lo agradecería, Mitsuya. — Los pies de ambos se detuvieron frente a la casa de la menor. — Gracias por acompañarme.

— No fue nada. — Fumiko sintió sus mejillas pintarse de un suave rosa al tener los ojos del mayor mirándole fijamente. — Nos vemos mañana, Fumiko.

— Nos vemos.

El chico sonrió, girándose y desapareciendo en la lejanía. Fumiko entró a su hogar, como era común de todos los días, no había nadie en casa para esa hora.

Soltando un suspiro se adentró al sitio y fue a su habitación, cambiando su uniforme por un pijama. Dejándose caer sobre su cama, sus párpados comenzaron a cerrarse lentamente, había sido un día ligeramente agotador y un buen descanso no le vendría mal, aunque probablemente su padre la regañaría al día siguiente por acostarse a dormir sin cenar nada antes.

La oscuridad invadió su ser, y su mente solamente trajo escenarios falsos a su cabeza, escenarios que Katō sabía jamás serían real.
Lo detestaba, detestaba vivir un amor no correspondido, pero aun así amaba cada momento que pasaba con él, cada palabra o alago que el chico le daba, cada vez que le ayudaba con sus tareas o le recibía en la entrada de salón con una sonrisa deseándole los buenos días.

Le tenía a sus pies, y lamentablemente la pelinegra no era la única que se encontraba totalmente enamorada del hombre de ojos violeta, una larga cola de mujeres le seguía por detrás, así como una larga cola de mujeres se le habían adelantado.

Pero de algo Katō podía estar segura.
Ninguna de esas mujeres que estaban detrás del chico había logrado ser lo que ella era.

Ella era su asistente, su asistente personal.

Y eso era lo que la diferenciaba de todo ese grupo.

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Pequeña presentación de los Oc:

Katō Fumiko.


Itō Katsuo.

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