𝐭𝐰𝐞𝐧𝐭𝐲 𝐨𝐧𝐞

El sol ya se había ocultado hace horas en el horizonte, pero, el calor continuaba durante aquella prendida noche de verano. El intenso volumen de la música causaba que las murallas vibraran, aun así, nada parecía suficiente, no cuando el efecto del alcohol y las drogas predominaba en la mayoría de los asistentes a la ferviente fiesta celebrada en una alejada casa en las soñadoras costas de Montauk, a unas considerables tres horas desde Nueva york.

Julian, el cumpleañero, saltaba y bebía eufórico siendo, como de costumbre, el involuntario centro de atención del cuarto. El chico, como era usual cuando así lo deseaba, se permitía perder el control con completa naturalidad; era como si su cuerpo lo ansiara, era para sí casi como una recompensa, ya que, a él nunca se le había dado bien limitarse, ya sea en sus obsesiones, trabajo o afecto. Jules, a pesar de creer que la indiferencia primaba en él, aún permanecía intacta dentro de sí una característica pura de su persona: Julian siempre había sido un chiquillo afectuoso. No importando las dificultades dentro de su familia, de alguna manera, había tenido la gran suerte de ser rodeado por buenas personas, quienes se preocupaban y velaban por él, así que, casi como un instinto, él correspondía el cariño y la lealtad. Su lenguaje de amor era la compañía y el tacto porque, precisamente, eso era lo que muchas veces le hizo falta desde temprana edad al ser enviado tan lejos de su hogar a costosos internados.

Era debido a lo anterior su tan comprometedora cercanía con sus amigos. Él era el tipo de persona que prefería los abrazos a los sacudones de manos, los besos a los distantes ademanes de la cabeza; por lo mismo, quienes no estuviesen acostumbrados a ese tipo de relacionarse con otros, pensarían de Julian como alguien promiscuo y de sexualidad fluida, pero, aunque ello no estaba muy alejado de la realidad, la intención no era lo que realmente primaba, sino que lo era el instinto. Y, aunque él fuese alguien con una debilidad por la lujuria como todo adolescente, no era adicto al acto del sexo, sino que, a su idea, a la compañía, al riesgo. Y en tanto a sus preferencias, a pesar de que durante sus años de internado para varones en Suiza no le importó la idea de ser deseado, ello finalmente quedaba en lo platónico, aunque no menos afectuoso.

―¡ES MEDIANOCHE! ―anuncia Nick cuando acapara el micrófono conectado al sistema de audio―. ¡La canción, Fab! ―el cómplice aludido obedece sonriente y le da play a la canción You Spin Me Round (Like a Record) de Dead or Alive―. Gracias especiales a June por contarnos esa historia durante la mañana, sobre como Jules solía maquillarse y hacer esta completa coreografía frente al espejo. Mírate ahora, hombre, ¡cómo has crecido! Con una peluca y un poco de maquillaje lucirías igual al del video. ¡Feliz cumpleaños, viejo!

El ojiazulado salta desde la silla en donde se mantenía erguido, soltando el micrófono de paso, y se dirige hasta su risueño amigo para brindarle un fraternal abrazo al igual que el resto. Así la fiesta continúa, eventualmente trasladándose hasta la costa en donde un grupo más reducido de personas bailaba y pasaba el rato alrededor de la fogata. Jules, por su parte, quien ahora se encontraba algo sofocado a causa del abarrotado interior de la casa, decide salir hasta el patio, pronto divisando a una ausente June sentada en el borde de la piscina, mientras que alrededor algunos se bañaban y otros bebían.

―¡Oh! Hey... ―le saluda cuando el moreno se sienta en junto y posa su cabeza sobre el hombro de ella.

―¿Por qué tan sola?

―No lo sé, sólo necesitaba algo de aire ―responde inexplicablemente risueña y él, al notarlo, no puede evitar reír con ella, contagiándose una risa que a ambos les cuesta frenar.

―¿También probaste las píldoras rosas?

―¡SI! ―grita de manera involuntaria y él, debido a la impresión, se separa de ella―. ¡Lo siento!

―No. Está bien ―le calma intentando no reír y ella muerde su labio inferior mientras baja su avergonzada mirada. Julian, quien se encontraba bastante próximo, se inclina y choca ligero su cabeza con la de ella―. Nunca se te ve sonreír tanto.

―Es artificial.

―Y luces hermosa.

―¡Cállate! ―reclama la chica cerrando sus ojos con fuerza y empujándolo hacia un lado, pero él insiste e intenta abrazarla por el costado, causando el típico juego de tira y afloje entre ambos, aunque, como siempre, la pelirroja termina cediendo―. El agua se ve tan brillante y atrayente... ―dice luego de un rato, con la mirada perdida sobre la piscina en frente. Jules ríe por lo bajo.

―No saltes, por favor, que creo que me lanzaría con la intención de salvarte, pero terminaría flotando boca abajo contigo. No funciono bien ahora mismo... Mucha luminosidad.

―Tranquilo. Creo que es sólo mi subconsciente: Quiero ir al baño ―confiesa y suelta una risotada fuerte cual contagia de inmediato a su amigo. Y así, a duras penas se alzan de pie.

―¡Me siento como el puto Bambi dando sus primeros pasos...!

Los amigos se sostienen desde las manos durante unos eternos segundos, algo temerosos de caer, pero, pronto notan que podrían caminar sin problemas. De esa manera separan caminos, ella al interior de la casa, él a la costa.

―¡Ahí está el cumpleañero! ―exclama Fab y se lanza a sus brazos―. ¿Qué tal todo?

―Me siento muy amado.

Nick y Kevin se integran con cervezas y así los chicos se unen a Nikolai quien caminaba contemplativo frente a las calmas olas mientras bebía lentamente su cerveza.

―Así que ¿algún día tocarán en vivo o algo? ―consulta Kevin cuando Nick y Fab coreaban "You spin me around" en junto para molestar al Jules.

―Aún falta mucho que practicar. Sobre todo, porque este último tiempo hemos estado ocupados... Pero, si, esa es la meta. Tocar en vivo cuando seamos lo suficientemente buenos.

―Yo estoy pensando en hacer un curso de guitarra ―interviene Nick, posando su brazo sobre los hombros de Fabrizio para sostenerse―. Soy bueno, pero, siempre puedo ser mejor. Ya saben.

―¡Perfecto! ―exclama Jules, genuinamente entusiasta. Kevin observa al silencioso castaño en junto.

―Y tú, Nikolai ¿tocarás en la banda también?

―No. Yo solo soy un observante.

―Es nuestra groupie ―bromea Fab y los chicos se echan a reír. Nikolai alza en alto su cerveza como si se tratase de un brindis.

―¡Oh! Yo pensaba que su groupie lo era la pelirroja... ¡June!

―No, ella entra al grupo por defecto ―le aclara un irónico Nick a su primo, y este mira pícaro a Jules.

―Por supuesto. Te vi con ella junto a la piscina hace un rato. Se ven bien.

―¿Qué...? ―consulta el confundido moreno, casi atorándose con lo que bebía.

―Ya sabes. Siempre parecen no poder sacarse las manos desde encima...

―¡June está saliendo con Fab, hombre! ―alega un alarmado Nick al notar que la siempre inocente sonrisa de Fabrizio se había desvanecido lentamente desde sus facciones. Julian, recién cayendo en cuenta de la situación, también decide intervenir.

―Sólo somos amigos. Lo hemos sido desde que éramos niños.

―¡Oh, mierda! ¡lo siento! ―se disculpa Kevin, ligeramente colorado. Fab suspira profundo y sólo atina a encogerse de hombros.

―Ciertamente necesito emborracharme como tú, Kev.

Así es como Nick crea la perfecta distracción y se lleva a Fab con él a la casa en búsqueda de licor, mientras que Kevin, aun incómodo, parte no mucho después. En tanto, un molesto Julian, pensativo, no puede alzar su vista desde sus Converses cuya negra lona era parcialmente cubierta por la blanca y húmeda arena; casi olvidando que era acompañado.

―Esa es una confusión muy común ¿sabes? Que tú y June son algo más ―dice Nikolai con su siempre solemne y calmo tono―. Todos quienes les conocen sin algún contexto piensan como Kevin. Aún más teniendo en cuenta que June no es una persona de tacto, pero tú sí; sobre todo con ella.

―Pero... Sólo somos amigos.

―Lo sé. Pero ¿no has pensado alguna vez que ese tipo de cercanía física es demasiada y más cuando la otra parte está en una relación con otra persona?

―Y ¿qué quieres que haga?

―Sólo tenlo en mente. Eso es todo.

De esa borrosa manera, cuando el reloj marca las cinco y las cenizas de la fogata eran todo lo que iluminaba la costa, los participantes de la fiesta se habían visto significativamente reducidos y, a pesar de que ahora muchos se mantenían motivados bailando y compartiendo alrededor de la piscina, al interior de la casa era tema diferente; algunos durmiendo sobre el piso, otros sobre muebles o sillas, en tanto, Fab y June se mantenían acurrucados en uno de los sofás grandes de la sala.

―¡Ayuda! ―articula ella con sus labios cuando ve a un tambaleante Jules salir del baño y este no tarda en obedecer, casi instintivamente―. Lleva dormido una hora ―relata como un susurro mientras es ayudada por su amigo a correr a Fab un poco hacia el costado para ella así dejar el sofá―. Creo que bebió demasiado y ahora no puedo despertarlo para subirle a la habitación.

Así es como Jules, con la asistencia de su amiga, logra sentar al inconsciente rizado sobre el sofá y procede a cubrir su hombro con el brazo de él para alzarlo, ella integrándose desde el otro lado. De esa manera suben con cuidado por las escaleras y recorren el largo corredor hasta la habitación que ella compartía con Fab, en cuya cama posan al rizado con poca delicadeza, ya que, ambos estaban realmente cansados a causa del gran esfuerzo de cargarlo hasta el segundo nivel.

Gracias, Jules ―susurra la distraída y adormilada chica cuando le desabrocha y quita las zapatillas a su novio. El moreno, algo conflictuado, contempla la dulce escena mientras la pelirroja cubría al plácidamente dormido Fab con las frazadas, así que pronto se siente ajeno, ya que, la culpa del mal entendido ocurrido en la playa hace unas horas había vuelto a atormentarle.

El chico deja la habitación en silencio y aguarda unos segundos frente a la semiabierta puerta, algo mareado. Había bebido una peligrosa cantidad de alcohol y consumido un coctel de píldoras, aun así, eran casi las seis de la mañana y todavía se mantenía de pie, pero ¿a qué costo? Sólo de una cosa estaba seguro, al día siguiente le esperaba una pesadilla de resaca. Así es como, eventualmente, él se obliga a caminar por el pasillo en dirección a la escalera y de vuelta a la fiesta, no obstante, no alcanza a dar más de tres pasos hasta que June se le una.

―¡Hey! ―dice al alcanzarle, sosteniendo su zurda―. Ten, feliz cumpleaños.

―¿Un libro? ―se queja al sostener lo entregado, adivinando su contenido sin siquiera tener que abrirlo. Ella rueda los ojos―. ¡June! Ahora menos que nunca puedo leer... Sabes que realmente no soy un cerebrito. Soy un hombre de gustos simples.

La pelirroja, entretenida, sonríe brillante en su dirección y pronto se pone de puntillas para así alcanzar la cara de él con sus manos y brindarle un suave beso sobre sus labios.

―¿Mejor?

―Bastante ―confiesa aun algo descolocado por una situación que en otro escenario hubiese causado que él quisiese continuar con el beso sólo para jugar incomodarla.

―... No es literatura clásica.

―¿Qué?

―El libro. No trata sobre literatura clásica ni nada que pueda aburrirte. De hecho, es un álbum de fotos, casi una documentación de lo que era la escena del rock en Nueva York durante los tardíos años sesenta y setenta ―explica abrazándose a sí misma, ya que, el frío de la madrugada se hacía evidente con cada segundo que transcurría―. Supuse que te agradaría tenerlo. A ti te gusta la música de esa época y su estética.

―Gracias.

June sonríe cerrado por última vez en su dirección y pronto vuelve algo tambaleante a la habitación. Jules, en tanto, contemplativo de su regalo, sólo atina a romper el verde envoltorio con una muy poco característica calma, pronto dejando a la vista la portada: Una foto de un concierto de The velvet underground retratada por Andy Warhold en 1967.

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