𝐭𝐰𝐞𝐧𝐭𝐲 𝐟𝐢𝐯𝐞
―¡SOLO HAZLO, MALDITA SEA! ―grita Lana, irónica e histriónica. La pálida rubia bebe un largo sorbo desde la botella de él. Ambos se encontraban en un concurrido bar en Brooklyn durante aquel frío jueves por la tarde―. La única manera de saber la opinión de terceros es logrando que esos "terceros" de verdad escuchen lo que tienes para ellos.
―Pero lo que tengo no es para ellos. Es para mí.
―Bueno, entonces confórmate con mantener tus putas melodías y letras en tu imaginación ―bufa rodando los ojos e inclinándose hacia él, dejando que parte de su lacio y corto cabello cayese en frente para así darle más dramatismo a lo que ella decía.
Jules, pensativo, tensa su mandíbula y baja su mirada bastante frustrado. Sin embargo, la rubia no tarda en distraerlo como ahora acostumbraba a hacerlo. Desde hace un par de semanas que habían retomado contacto luego de la fiesta de Halloween, ello gracias a que él se había dedicado a buscarla, preguntando casualmente por ella entre sus compañeros en Five Towns hasta que uno le dio un más claro indicio de sus orígenes; la chica era la vocalista de su propia banda y si llevaba un par de años en la escena, siendo ya estudiante musical de tercer año en NYU. Originaria de Los Ángeles, California, Lana no tenía tiempo que perder y desde su arribo a la costa este que se había hecho de su propia banda y ahora escribía prolíficamente sus simples, pero, impactantes y potentes canciones. Aun así, las chicas de "Three milestones" eran más conocidas por su salvaje actitud más que por su ruidosa música, alimentada de sobremanera por la naturalidad de su líder para causar caos donde fuese que pisara, lo cual era precisamente lo que a Jules le atraía como nada.
De pronto, luego de que el indie y calmo solista dejase el escenario bajo la igualmente dopada respuesta y agradecimiento del público, Lana se alza sin más desde la mesa que compartía con Jules, le brinda un feroz beso sobre los labios y emprende confiado camino hacia el escenario sin importar que no era su turno o que no tuviese partituras o instrumento. Así, los anonadados músicos que seguían no interfieren, de hecho, alguien le entrega su guitarra y la rubia, sin decir alguna introductoria palabra, comienza a cantar a vista y paciencia de todos. No era como lo que ella acostumbraba a tocar en su banda, de hecho, era un ritmo acústico y relajado de letra introspectiva, lo cual lograba hacer brillar aquella particular característica de su sedosa y rasposa voz; Lana tenía un coraje de aquellos.
El moreno contiene su respiración durante unos segundos. Aquello era bueno, pero, no lograba recordar donde lo había escuchado, ya que, parecía tan familiar que su mente luchaba por encontrar alguna salvadora coincidencia que explicase aquel sentir, aquel molesto deja vu. Jules exhala pesado cuando ella deja el escenario bajo los elogios de varios ebrios observantes; él ni siquiera podía escucharse a sí mismo cantando sus propias canciones sin arrugarse debido a la vergüenza ajena a causa de algún error notado o inconformidad... Era casi imposible que él lograse igualar semejante nivel de confianza como el recientemente demostrado por Lana.
―¿Te gustó la canción?
―Lo hiciste bien.
―Me refiero a si te gustó la canción ―insiste impaciente mientras vuelve a tomar puesto en junto―. La letra, la melodía.
―Oh... Si. Era una narración bastante introspectiva. Me gustó el uso de las rimas porque no eran directas, aun así, hacían sentido.
―Gracias.
―¿Qué canción es? Me suena muy familiar.
―No es un cover, Jules. Yo la compuse ―él, sorprendido, alza ambas cejas en su dirección, con sus siempre adormilados ojos encendidos como nunca―. Si le temes a la complacencia, entonces finge confianza. Yo sólo quería salir corriendo, pero no lo notaste ¿o si? Esa es la única manera de saber la verdad, ya que, sólo los honestos y los envidiosos son los que se esmerarán en dar una "basada opinión". Luego depende de ti filtrar lo útil e ignorar el veneno innecesario. Una vez que te acostumbras al vértigo, ya nada es imposible.
Julian sonríe ladino, ella le había dado una genial idea cual comenzaría a testear desde aquel día en adelante... Pero, no antes de irse de parranda con su nueva chica. Bueno, llevaban tres semanas saliendo y sólo pasaban el rato. Julian no solía salir con chicas de su misma edad y menos tener relaciones serias, por lo tanto, su casual jugueteo con Lana no debería ser diferente, aun así, la intensidad con la que interactuaban causaba que todo se moviese tan rápido entre ambos que no había tiempo más que para festejar su pasión por la música y la lujuria de la que sus cuerpos eran presas donde fuera que se encontrasen a solas. El moreno no recordaba era en donde hubiese estado tan perdido en los pecados y placeres de una vida desenfrenada como esa. Claro, él había comenzado a beber desde muy temprano, de hecho, siempre bromeaba de que él había prometido a los once beber todo lo que se le brindara sin discriminar; no obstante, a pesar de su corto periodo en rehabilitación a los doce, cual eventualmente, a los catorce, causó su destierro al internado en Suiza hasta sus dieciséis, él al volver a Nueva York había decidido a consciencia echar todo progreso por la borda y continuar por el camino más fácil para sí y ahora, como nunca, entre el humo, el sudor y la desorientadora lentitud de una realidad que muchas veces se derretía frente a sus ojos cuando el sol se alzaba, él estaba considerando que tal vez, sólo tal vez, lo estaba pasando demasiado bien como para funcionar como era debido.
Desde que había retomado contacto con Lana luego de haberla conocido, Jules había comenzado a asistir de manera intermitente a clases y, de alguna manera, olvidado sus compromisos de ensayo y estudio con sus amigos. Y, durante esa última semana, no se había aparecido por Five towns o respondido llamados, prácticamente vivía en el piso de estudiantes que Lana compartía con Gia, su guitarrista y exnovia, con la cual tenía una tensa y algo explosiva relación que se alimentaba de discusiones, bromas homoeróticas y comentarios pasivo-agresivos. Aun así, el dopado moreno usualmente apagaba su mente cuando estaba en ese lugar, ya que, las drogas que su nueva amiga suministraba eran lo mejor que había probado en años.
Así, tambaleante y mojado de pies a cabeza debido a la inesperada lluvia, el moreno se abre paso dentro de su hogar en donde, para su sorpresa, su madre le esperaba vistiendo su abrigada bata de cachemir. Ella lucía genuinamente molesta, su bella cara con ojeras oscurecidas a causa de su nueva rutina laboral en la galería y su actual "monumental" esfuerzo de mantenerse en pie hasta las dos de la mañana durante esa madrugada de viernes.
―¿Cómo va la universidad, Julian? ―su hijo, estático en el recibidor, se encoge de hombros y alza su bolso en junto, ello, al menos, como prueba de que las intenciones de estudiar estaban―. Al principio me dije a mí misma «Tal vez sólo sale porque lo necesita. Es lo normal para cualquier joven...» Luego recordé que no tienes el mismo historial que cualquier joven ―la voz de ella se vuelve grave mientras se acerca para observarle con mayor atención, logrando olfatear el prominente aroma a alcohol, tabaco y cannabis que impregnaba a su desaliñado hijo―. No deberías continuar por ese camino, Julian. Esta vez podría ser peor y yo y tu padre...
―Detente, Jeannette...
―¡NO ME LLAMES JEANNETTE, SOY TU MADRE! ―exclama la mujer perdiendo los estribos como raramente lo hacía. Ella nunca solía alzar su voz―. Sólo me preocupo por ti.
―Bueno. No lo hagas. No es necesario.
Ella, conteniendo sus ardientes intenciones de continuar discutiendo, se limita sólo debido a que cree oír un ligero click provenir desde el final del corredor hacia donde observa por sobre su hombro. Jeannette no quería despertar a Sam, pero, sabía muy bien que él de igual manera lo haría. La madre llevaba semanas angustiada por el nuevo descenso en el ánimo y hábitos de su inestable hijo.
―¿Sabes? Si. Tienes razón, Julian. Tú eres mayor y tienes todo el derecho de arruinar tu vida si eso deseas ―musita suave, rencorosa. Su herido hijo intenta mantener su respiración a raya―. Pero, eso no sucederá dentro de mi hogar ―sentencia dejando caer sus verdes ojos con intensidad sobre los vidriosos de él―. Si no tienes intenciones de cambiar tus tóxicos hábitos... Creo, Julian, que sería mejor que abandones este apartamento de una vez por todas.
La mujer se marcha sin decir otra palabra y su hijo queda estático sobre su posición durante unos segundos. Él estaba furioso y temía explotar de ira si se movía, por lo tanto, sólo atina a apretar sus puños con tal intensidad que sus uñas se clavan, dejando una roja y uniforme marca sobre su piel, pero eso no era suficiente. Julian al fin se da el ánimo de caminar hasta su habitación y se encierra ahí, agitado, iracundo, incontrolable. El moreno se abofetea con fuerza a sí mismo y, cuando el gratificante calor del golpe auto infringido comienza a desvanecerse y transformarse simplemente en un satisfactorio hormigueo, él pretende hacerlo nuevamente, sin embargo, su vista pronto recae en un grueso sobre amarillo en su mesita de noche, en cuya superficie reposaba una nota.
El ebrio chico, tambaleante, despega su espalda desde la cerrada puerta y se deja caer sobre su cama, alcanzando flojamente desde su mueble el sobre y su escrito, sonriendo melancólicamente al notar que se trataba de la siempre pulcra manuscrita de June «Supongo que tus capacidades en cálculo ahora son demasiado buenas como para que continuases recibiendo instrucción de mi parte, aun así, decidí intentar encontrarte, pero, después de una hora de espera tuve que marcharme. Como sea, al menos esperaba verte esta semana para entregarte algunas copias de estas fotos. La mayoría son tomadas por mí, pero, hay varias cuyo crédito se los debo a Fab, Nick, Nikolai y tú. Están etiquetadas de todas maneras. Hasta la próxima, Einstein.»
Jules abre el sobre y revisa dichas fotografías con detalle, sorprendiéndose de sobremanera al reconocer varios momentos, pero, no entendiendo cómo fueron capturados tan prolijamente. Imagen tras imagen causa que se le forme un nudo en la garganta. A pesar de que usualmente se sentía irónicamente solo, él no lo estaba. Y, tal vez no merecía esa suerte. El resto parecía apreciarlo de una manera que él no hacía nada para reciprocar y, de pronto, durante esa noche luego de haberse aislado por semanas desde sus seres queridos sólo debido al tentador poder de un instantáneo placer... Él extrañaba a sus amigos.
El moreno contempla las fotografías de la fiesta de Halloween y los ridículos disfraces de sus compañeros, pronto viéndose totalmente inmerso en una fotografía en donde únicamente June y él posaban, riendo, abrazados, él besando su mejilla, ella arrugando el ceño como de costumbre.
―Hey...
―Hey, soy Jules.
―Lo supuse ―responde la chica con voz suave y algo ronca debido al sueño―. Son las dos y treinta de la madrugada ¿estás bien? ¿con vida aun?
―Eso creo... Te extraño.
―Oh, Jules...
―Si. Sé que me reprocharás todo el tiempo ausente, pero, June... ―musita amargo y ella pronto entiende que debe continuar escuchando atenta―. Me he dejado llevar... Estoy tan arriba ahora mismo... ¡En las putas nubes! y Jeannette me dijo que si continuaba así debía marcharme y sabes que no puedo simplemente detenerme... No es mi intención joderles la vida a todos... Yo...
―Julian ―suspira su amiga al notar que él sonaba cada vez más desesperado y distorsionado al otro lado de la línea―. Tranquilo. Todo estará bien. Es solo una mala noche, respira, por la mañana verás todo diferente. Podrás ver alternativas. Sólo intenta dormir un poco.
―No puedo... Mi mente no se detiene... No puedo... ―se queja casi balbuceando sus palabras―. ¿Podemos vernos? Te necesito. Veo estas fotografías y... ¡Oh, June, por favor...!
―No, Julian ―sentencia firme, aunque el profundo y entrecortado suspiro de su amigo la obliga a continuar―. Pero haremos esto ¿bien? Yo me quedaré en la línea hasta que te duermas. Así que puedes hablarme sobre lo que sea para comprobarlo. Te acompañaré.
Él, acostado en posición fetal sobre su cama y aferrado con fuerza al teléfono, asiente para sí mismo y despeja su garganta antes de responder lo más calmado posible.
―¿Lo prometes?
―Lo prometo.
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