𝐭𝐰𝐞𝐥𝐯𝐞
Ya para la segunda semana de febrero Julian cumplía un mes sin asistir a la preparatoria. Era definitivo en su mente, él había renunciado; aun así, más a causa de necesidad en donde refugiarse sin ser notado más que genuinas ganas de estudiar, el joven pasaba la totalidad del día en el apartamento de la familia de June. Los Kelly, debido a la escuela o trabajo, usualmente dejaban la casa temprano por las mañanas hasta que la mayor de los hermanos arribaba al hogar para preparar la cena y así esperar a los menores llegar desde sus respectivas escuelas y lecciones, siendo el patriarca siempre el último en volver a casa debido a su carga laboral por la abultada agenda de John Casablancas.
De esa manera, Julian, vistiendo su desordenado uniforme que conservaba para mantener apariencias, agita el nudo de su corbata y lo afloja para quitársela. Él se lanza sobre la cama de su amiga y se recuesta agotado sobre el colchón. Antes de que ella arribara y comenzaran sus "lecciones", él sólo debía completar algunos quizzes y después tenía libertad de hacer lo que se le diera la gana durante la mañana, por lo tanto, usualmente siempre tomaba una larga siesta; aquel día no siendo la excepción. Ya al despertar, debido al hambre, el chico simplemente se preparaba un sándwich y comenzaba a trabajar en lo suyo, lo que le motivaba a levantarse todas las mañanas y fingir normalidad: su música.
Cada rasgada a las cuerdas de su guitarra era un nuevo camino y él lo sabía muy bien. De hecho, motivado por June para fomentar aún más su hábito lector y así mejorar en el área de literatura, el moreno había decidido leer sobre técnicas musicales, teorías y grandes compositores; historia del rock y experiencias. Jules deseaba ser inspirado. Él se había obsesionado con la idea de finalizar aquella canción. Él, en efecto, finalizaría aquella canción, y así ese tiempo libre no habría sido en vano.
―Creo que debo pedir un deseo ¡esto es un milagro! ―bromea June al notar que él se mantenía concentrado y leyendo un grueso libro, sentado sobre la cama de ella, afirmando su espalda contra la pared.
Julian le observa con poca gracia y contempla como ella deja su bolso sobre el escritorio, pronto quitándose los zapatos y el blazer del uniforme, lo último causando que entorne los ojos con malicia.
―Puedo ver tu brasier. Es rosa.
―Calla o te golpearé.
La chica recupera la carpeta con lo correspondiente a la lección del día desde su repisa y camina hacia él para tomar puesto en junto sobre la cama, no tardando en encontrar las páginas que buscaba. Jules continúa observándole en junto, pero, no sólo porque deseaba fastidiarla como era usual, sino que debido a que ella nuevamente parecía llevar algo de maquillaje, sin mencionar que su dulce perfume con aroma a fresas parecía casi tan intenso como si ella se lo hubiese aplicado hace sólo un momento. La característica complexión de su amiga era coloreada por un sutil toque de rosa coral al igual que sus definidos labios. June incluso llevaba el cabello suelto, sedoso y liso cayendo con gracia sobre su hombro. Parecía una eternidad desde que la había visto pulcramente arreglada para la escuela con la clásica trenza o cola de caballo. Ahora ella lucía como alguien quien se esmeraba en su apariencia, pero, que no deseaba admitirlo. Y Julian, de alguna manera, pensaba que merecía algo de crédito por ello.
―... Luces bien.
La pelirroja se detiene y le observa ceñuda. Él sonríe con picardía.
―Te preguntaba si hiciste el quiz que te entregué ayer.
―Y yo digo que luces bien. El cabello suelto y el rubor son una buena combinación ―comenta casual. Ella mantiene su neutro semblante y él se regodea en ello―. Si no fueses una buena amiga, de seguro haría una movida ahora mismo.
―¡Gracias al cielo que somos buenos amigos! ―replica June, ácida y Julian, bromista, se recuesta sobre el regazo de ella, mirándole con inocencia desde abajo.
―No tengo nada en contra de tu cara, pero, desde esta perspectiva, ¡es tan sensual que no pueda verla!
La chica sacude sus piernas, ligeramente molesta y le obliga a enderezarse. Jules ríe malévolo.
―¡Concéntrate de una vez! Mis hermanos llegarán en una hora. Sabes que debes estar fuera antes de las seis ―el risueño moreno obedece esta vez y así completan el correspondiente trabajo en menos tiempo de lo acostumbrado―. Estás avanzando mejor de lo que esperaba ―comenta ella, conforme mientras revisa uno de los quizzes de Jules en tanto él toca la guitarra vagamente―. Si continuamos así, aprobarás tu GED con excelente puntaje.
―¿Quién lo diría? Soy un cerebrito ―agrega irónico. June suspira profundo y ordena el material, pronto dejándolo de lado y permitiéndose ser distraída por la melodía en la que él trabajaba―. Eso suena excelente.
―Gracias ―musita pensativo y pronto muerde su labio inferior durante unos segundos―. Tu retroalimentación esa vez... Cuando te mostré lo que escribía... Fue de gran ayuda.
―¡Oh! Es bueno saberlo.
―La melodía en la que trabajo ahora es para otra canción, de la cual sólo tengo un par de versos, pero... Creo que va bien ―dice algo inseguro, aunque pronto se motiva a entregarle su libreta a la chica y esta lee en voz baja, sonriendo para sí misma al finalizar.
«Arriba en una colina, aquí es donde comenzamos
Esta pequeña historia, hace mucho tiempo.
Comienza a fingir, deja de fingir
Al parecer este juego es simplemente infinito.
Marchándose justo a tiempo, quedándose por un rato
Frecuentando el océano, intentando captar la atención de ella.
Trabaja duro y di que es fácil, hazlo sólo para complacerme.
Mañana será diferente, así que fingiré que me estoy marchando. »
―Aún falta mucho que trabajar, pero suena bien... ¿no? ―dice luego de notar que su amiga deja de leer, ello sin poder alzar la vista, fijándola sobre la roja alfombra.
―Vaya... ―musita complacida―. Tienes una manera con la retórica... Esto es... Es como si contaras una historia ¿en qué te inspiraste?
Él, pensativo, se encoge de hombros.
―La vida.
―Esto es muy bueno, Jules ―insiste la pelirroja entregándole la libreta.
―Detente, me sonrojo.
Él se alza y comienza a ordenar sus cosas. Se sentía tan bien la positiva retroalimentación de June, porque sabía que ella no endulzaba las cosas; la chica era una de las únicas personas que conocía quien, debido a su mente crítica, no podía permitirse mentir ante una directa pregunta. Desde que eran pequeños él había podido notar aquella áspera, pero, genuina característica en ella y, a pesar de que para muchos esta podía ser algo frívola, Julian entendía que las críticas de June eran motivadas por su ansiedad de perfección y no mala sangre; ella era el tipo de persona que representaba la esencia neoyorkina es su más puro estado; a pesar del duro exterior y la falta de sutileza, la honestidad del pensar e incondicionalidad estaban ahí, inamovibles sin importar el paso del tiempo. June era una de las pocas almas con las que podía contar de verdad.
―Supongo que, con esa buena canción y puntaje en el quiz, ganas tu libertad el día de mañana. No es necesario que me esperes ―dice la chica cuando le acompaña hasta la puerta.
―Y yo que te quería recompensar cocinando para ti mañana ―comenta irónico y ella bufa incrédula, decidiendo seguirle el juego.
―¿Qué rayos podrías cocinar tú cuando con suerte sabes cómo hervir agua?
―No me subestimes. Te sorprendería.
―Seguro ―responde con sarcasmo en el recibidor, correspondiendo el ligero abrazo de despedida por parte de él―. Como digas.
Jules deja el edificio aun sonriendo sutilmente. El moreno se aferra a la correa de su guitarra y así camina relajado por la gran avenida, viéndose distraído durante un segundo por las decoraciones alrededor; al día siguiente sería San Valentín, el rojo que adornaba la ciudad le alertaba con forzada urgencia sobre ello. Corazones, cupidos, flores y osos de felpa intentaban darle algo de dulzura a aquella gris postal que era Nueva york en febrero, es así como él finalmente se convence a sí mismo de hacer algo en nombre de June para así recompensarla por la gran ayuda que había sido durante esas semanas al haberle acogido en su hogar y guiado para estudiar; era también el día de la amistad después de todo y ella era su mejor amiga, su única mejor amiga.
―¿Qué tal la escuela, Julian? ―consulta Sam, el novio de su madre, quien últimamente pasaba más tiempo en casa, ya que, él y su novia trabajaban en un proyecto para la galería de ella. El chico suspira agotado y saca una lata de Coca-Cola desde el frigorífico.
―Un desperdicio de mi tiempo, como siempre.
Sara, la encargada de la limpieza del gran apartamento, en completo silencio finge que no oye y continúa aseando los platos, tensa. Jules por su parte, extrañado nota el poco común distante semblante de ella y pronto devuelve su mirada hacia Sam, quien, cabizbajo, ahora observaba sus zapatos, conflictuado. Julian parece internamente sacudido así que decide arrancar hasta su habitación y ahí se encierra, pronto decidiendo practicar en su bajo con el objetivo de complementar las melodías de guitarra que había creado durante esa semana. No quería pensar en nada más. No podía pensar en nada más, ya que se sentía culpable y paranoico; sus padres aun no tenían la menor idea de que él ya no iba a la escuela... O eso creía.
Al día siguiente, el moreno se levanta más temprano que de costumbre y abandona el apartamento a gran prisa, no dándole si quiera la oportunidad a Sara de despedirlo con el cariño que tanto le caracterizaba. Él aguardaría en las cercanías del hogar de June hasta asegurarse de que todos se había marchado, fumaría el primero de sus tantos cigarrillos al día y luego escribiría, sí, eso haría. Su amiga no le había encomendado algo que hacer para sus lecciones, así que él ocuparía todo el tiempo posible para estimular su lado creativo, logrando manifestar de esa forma el tercer verso de su canción y una muy buena idea para su puente.
Así es como Jules, ya para cuando sólo faltaba una hora hasta que June arribara, decide ir a comprar un par de botanas y prepara lo único que había aprendido a hacer pos sí mismo aparte de sándwiches: Macarrones con queso, y no de aquellos caseros, sino que de la clásica marca Kraft. Su amiga merecía una pequeña muestra de su casi inexistente habilidad culinaria, y, sobre todo, agradecerle no verbalmente su generosidad y buena voluntad para refugiarle de manera tan confidencial en su casa mientras él devoraba su alacena.
Pero, el tiempo pasa y, ya para cuando eran las cinco y treinta, ella aun no arribaba, al contrario, son sus pequeños hermanos los primeros en cruzar el umbral de la puerta para su gran sorpresa; Ian y Marcus.
―Hola ―dice el mayor de los chicos, extrañado. Jules alza ambas cejas, anonadado, y luego frunce los labios.
―¡Macarrones con queso! ―grita el pequeño y siempre energético Ian mientras se apresura hasta la cocina americana y observa con ansias al moreno―. ¡GENIAL!
Julian pronto decide que no tenía otra alternativa más que ceder su improvisada cena y les sirve a los pequeños lo cocinado originalmente para él y June. El menor comiendo feliz y el mayor, aunque extrañado de ver al hijo del jefe de su padre descalzo y a solas en su hogar, decide no hacer preguntas, limitándose sin más a comer en compañía de su hermanito. De esa manera, al cabo de media hora, el mayor decide marcharse, pero, al abrir la puerta se encuentra de frente con el padre de su amiga.
―¿Julian? ―consulta él extrañamente sorprendido, casi asustado―. ¿Qué haces aquí?
―Señor Kelly... ―responde este, rápidamente recordando la excusa que él y su amiga habían planeado en vista de esa eventualidad―. Sólo vine a estudiar con June, pero, ella no llega a casa aún. Así que, debido a que Marcus e Ian llegaron primero, les preparé la cena.
―Oh, claro... Eso fue muy considerado de tu parte ―el pelirrojo conductor asiente agradecido, aunque, luce ligeramente conflictuado mientras pierde su mirada sobre el piso durante unos segundos―. Julian, creo que será mejor que vuelvas a casa ―dice finalmente mirándole a los ojos y posando su mano sobre el hombro de él en un reconfortante agarre―. Muchas gracias por todo y... Buena suerte, muchacho.
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