𝐭𝐡𝐢𝐫𝐭𝐲 𝐭𝐰𝐨
June anda a paso apresurado a través de las siempre ajetreadas calles de Manhattan. La pelirroja, de camino a la librería para presentarse en su turno, había recientemente ido a retirar su nueva colección de fotografías retratadas durante el último tiempo, sin copias, sólo inmortalizado simbolismo. Y, por supuesto, para algunos podría parecer una locura la cantidad que ella gastaba cada mes al revelar fotografías, no obstante, June no podía evitar disfrutar de cada detalle de ellas cuando al fin les tenía en sus manos, cuando tenía el tiempo suficiente de examinarles y sentir otra vez lo que le instigó a retratar.
La chica abre el amarillo sobre y revisa las fotografías correspondientes al tiempo de diciembre y enero; sus hermanos en el nevado central park, su agotado padre viendo televisión en la sala el domingo, inmensos árboles cubiertos de nieve, Fab sonriendo adorable, Fab junto a una antigua escultura en una galería del centro, Fab estudiando en la escuela, Fab practicando con la batería, Fab y ella en Coney Island... Luego de ello, era Julian quien tomaba el protagonismo y, para su gran sorpresa, había fotos que no recordaba por completo. Él la había capturado en diversos momentos; leyendo, semidormida sobre el sofá, acurrucada con Fab, riendo espontáneamente debido a alguna tontería e intentando tocar en guitarra lo que él le había pedido durante ese tiempo en que se alojó con ella a fines de año. Jules podría no tener técnica para lograr una nítida fotografía, pero, de alguna forma ese casual toque lograba que lo capturado no pareciera una mala pose, sino que solo un vestigio de sus ojos.
Y, por supuesto, la chica recordaba la última fotografía de diciembre, aquella en blanco y negro que él había insistido en tomar para probar aquella novedosa configuración de la cámara, ello antes de emprender camino hacia el bar en donde eran esperados por Nick y Nikolai durante la víspera de año nuevo. Ella se había negado hasta el cansancio y, luego de una espontánea broma, él logra que su amiga se distraiga lo suficiente en la televisión para alcanzar a tomarle una fotografía sin que ella bloqueara el lente con su palma.
―¡Hey! ―saluda a Niko luego de ingresar a la librería. El castaño despedía a un conforme cliente.
―¿Qué tal?
―Agotada ―confiesa uniéndose a él tras el mesón de caja, aun llevando las fotografías―. ¿Tú?
―Sosteniéndome ―sonríe ladino, pronto no pudiendo evitar observar las instantáneas también―. ¿Puedo?
Los amigos, en cómodo silencio como cada vez que pasaban el rato, contemplan con atención cada fotografía, a momentos riendo para sí mismos o compartiendo lo que veían con el otro sólo alarmados por un ligero codazo, ello hasta que la pelirroja nota que el castaño bufa con obviedad.
―Crees que luzco mal ¿no? ―consulta de inmediato, insegura porque él sostenía aquella foto en blanco y negro de ella misma―. Es la sombra y... Bueno, mi cara. Detesto que me tomen fotografías y más cuando son improvisadas.
―No luces mal. Al contrario.
―Oh...
―¿Quién la tomó?
―Jules.
Nikolai vuelve a sonreír para sí mismo.
―Lo sabía.
En ese momento, ambos son alarmados por la tintineante campanita de la puerta principal; era Fab.
―¡Ehhhhh! ―celebra el rizado mientras se integra―. Cancelaron mi clase de esta tarde, así que soy libre.
―Suerte de ambos ―agrega una irónica pelirroja luego de que su novio la abrazara acaparado desde el cuello, ya que, continuaba sentada. Nikolai comienza a colocarse su chaqueta.
―No tanto mía. Debo terminar el Quijote. Estoy exhausto... A veces creo que no entiendo nada.
―Pensé que te gustaba leer.
―Me gusta, sí ―le asegura a Fab, resignado―. Pero, aparentemente, sólo lo que me apetece. El resto ha sido tortura, como ahora.
Nikolai se despide de sus amigos y deja la librería en donde se integran un par de nuevos clientes, mientras tanto, la chica continúa con su trabajo de inventario y Fab se distrae a sí mismo con las nuevas fotografías reveladas por su novia, no tardando en sumergirse en la nostalgia de lo que se venía durante esos próximos meses. Él continuaba contemplando diversas posibilidades para su futuro, pero, de una cosa estaba seguro, al igual que sus amigos: Fab no pensaba dejar Nueva york. Sin embargo, no podía decir lo mismo de June con quien, a pesar de haber hecho el esfuerzo últimamente de pasar la mayor cantidad de tiempo posible a su lado, poco parecía querer compartir sobre sí misma; su plan futuro, sus aspiraciones, deseos.
―Estoy pensando en definitivamente estudiar escultura en SUNY ―comenta luego de que el último cliente dejara la librería. Su novia, sorprendida, se voltea hacia él.
―¡Vaya! Por supuesto, si eres bastante bueno.
―Así que me quedaré en Nueva york ―sonríe ladino para sí mismo, inseguro de cómo continuar, raramente sin palabras―. ¿Y tú?
―Oh, bueno... Ya sabes que mi meta es finanzas en Columbia, pero, de no ser así, quizá considere fotografía Five Towns.
―SUNY también tiene un buen programa de fotografía ―agrega inclinándose hacia ella de manera cómplice y tentadora. Su novia suspira y asiente entretenida.
―Lo tomaré en consideración entonces.
La pelirroja vuelve a su trabajo, pero, su novio, aun algo intranquilo golpeteando rítmicamente sus dedos contra la madera, como siempre le sucedía en esos casos, comienza a hablar sin parar, ya que, no podía contenerse.
―En realidad, preguntaba porque, hace un tiempo, durante la semana que pasé en tu apartamento, vi sobre tu escritorio muchos comprobantes y copias de fichas de postulación a varias universidades, muchas siendo Ivy leage, lo cual es fantástico, pero, otras de la costa oeste... Y, bueno, de alguna manera eso me hace sentir algo temeroso de lo que se viene.
June, sorprendida por lo que oía, vuelve a girarse sobre su silla de escritorio y observa fijamente a su cabizbajo novio quien, aun ansioso, intentaba distraerse con las fotografías.
―La consejera vocacional de Dwight fue quien hizo todo ello por mí, según ella misma, no debo limitarme... Así que supuse que no sería mala idea.
―Pero... Si eres admitida en una universidad de... No lo sé, Idaho ¿te irás sin más?
―¿Idaho?
―No se me ocurre nada más... ―sonríe derrotado y triste―. No quiero pensar en separarnos así.
―Pero, Fab... ―musita ella con tono reconfortante―. A pesar de que ese no es mi plan, el querer dejar Nueva York; debes ser realista y entender que sólo somos adolescentes. Debemos velar por nuestro futuro más que cualquier cosa.
―Oh... Eso es frío.
―¿Qué?
―Nos llamaste "cualquier cosa".
―¡Claro que no!
Inesperadamente, debido a un bruto abrir, la campanilla de la puerta suena estridente y ambos se ven alarmados; Julian y Nick, algo tambaleantes y risueños, se integraban como tromba en la librería.
―¡Aquí estabas pequeño renacuajo escurridizo! ―gruñe el ojiazulado, indicando acusatoriamente a su rizado amigo tras la caja registradora―. ¡Ya no podrás escapar de nosotros! ¡debemos ensayar!
―Llamamos a tu casa y tu mamá dijo que tenías la tarde libre ―aclara Jules mientras se apretuja entre sus amigos tras el aparador y besa brusco la mejilla de Fab, pronto alcanzando a June, abrazándola desde la cintura con semblante conforme.
El rizado camina hacia Nick y ambos discuten, el ojiazulado reprochándole su ausencia y el haber tenido que hacer un proyecto de arte por sí mismo, Fabrizio explicándole que ya no tomaba esa clase porque le habían eximido en vista de sus privadas tutorías y talento. Por su parte, Jules es pronto echado hacia un lado por June, causando así que él dejara caer su vista en el amarillo sobre de fotografías reveladas, aunque, después de unos segundos, decide interrogar a su amiga.
―Sí, sí, sí. Eres muy talentosa con una cámara. Lo sabemos. Pero ¿dónde está la fotografía que tomé de ti? La que saqué en blanco y negro. Me pertenece y lo sabes.
Ella entorna sus ojos, aun con la mirada sobre la pantalla que reflejaba un interminable listado de libros y sus autores; así, de manera disimulada, le entrega a un sonriente Jules dicha fotografía, arrastrándola sutil por lo bajo.
―Un secreto.
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