𝐭𝐡𝐢𝐫𝐭𝐲 𝐬𝐞𝐯𝐞𝐧

Ya a las puertas de marzo, Julian y los chicos ensayaban como de costumbre en el garaje de los Valensi; el moreno, inspirado por la única interesante clase que había tenido durante esa semana, llegaba con nuevas ideas para sus compañeros. De igual manera, el siempre ágil Nick le ayudaba a dominar con mayor precisión su guitarra eléctrica, ya que, Jules debido que no poseía tanta experiencia con el instrumento como su amigo, muchas veces encontraba algo difícil sostener las notas.

―¡Oh, vamos, Fab, anima esa cara! ―le motiva Nick al notar que el rizado parecía algo ausente, sentado por sí mismo sobre el sofá doble mientras leía una y otra vez la misma hoja que Julian le había entregado con aquella nueva canción casi terminada―. Finalmente eres libre.

―¿Libre de qué, Nick? ―suspira resignado―. No me jodas.

―Hey, solo quiero que estés bien, hombre ¡salgamos hoy! ―propone caminando hacia su amigo―. ¿Qué dices?

―¿Y tú no tienes que salir por ahí con Nina?

―Me dijo esta mañana que estaría ocupada.

―Así que soy tu segunda opción.

―Yo fui la tuya por todo un maldito año.

―Y yo he sido la tuya por cinco.

Los amigos continúan discutiendo como acostumbraban, Jules por su parte, intenta pasar desapercibido mientras recupera sus cosas y guarda su guitarra dentro de su funda. Había pasado una semana desde que se había encontrado con June durante la madrugada en el pub Summer haze. De esa forma, luego de que ella le confesara sobre la ruptura de su relación con Fab, había decidido obedecerle y, de la manera más disimulada posible, abandonaron el lugar; aun así, se encontraron de frente con Nikolai quien fumaba un cigarrillo a las afueras en compañía de una amiga, este sólo frunciendo sus labios en la dirección de ambos con un dejo de desaprobación, ya que, ninguno de los dos podía frenar la risa de la que eran contagiadas presas mientras se encaminaban por la vereda en dirección a Lower Manhattan.

Así, a causa del frío, ambos deciden aguardar un rato en una casi vacía estación de metro, devorando un par de hot dogs que compraron de un furtivo carrito en las cercanías de NYU, ello hasta que dan las siete de la mañana y el apartamento que June habitaba con su familia se encuentra sin sus otros ocupados habitantes. Y, a pesar de que cualquier humano común y corriente estaría devastado luego de una tan inesperada ruptura, la pelirroja parecía estar viviendo el mejor tiempo de su vida. Y él, por su parte, a pesar de también disfrutar de la química alegría, muy en el fondo no podía evitar sentirse profundamente consternado por el errático comportamiento de su siempre estoica amiga.

Así es como gran parte de la mañana pasa, entre ilógicas risas e intentos de preparar desayuno, él casi incendiando la cocina porque ella estaba demasiado agotada como para mantenerse de pie; y cuando ya eran las diez, June había caído dormida y no habían tenido tiempo alguno para hablar serio, igualmente él decide partir a casa, no antes de esconder las píldoras regaladas por Gia dentro de la guitarra que la chica colgaba en la pared y que raramente usaba con la intención de evitar algún involuntario accidente de salud; y él, aunque tenía la suficiente resiliencia, no las llevaría consigo porque no arriesgaría a consumirlas por ansiedad o aburrimiento, no cuando por ahora trabajaba en un interesante proyecto musical para su clase favorita en la universidad, él no quería verse totalmente distraído.

―Quiero ir a casa. Sólo eso.

―¡Viejo, no puedes continuar así...! ¡No es natural! ―insiste el ojiazulado, señalando la lúgubre silueta de su, anteriormente, siempre alegre amigo―. Un par de cervezas... Tengo una nueva raza de hierba. Está buenísima.

Fabrizio niega cabizbajo a pesar de que Nick se había sentado en junto y le abrazaba con bruta fuerza desde el costado, zamarreándolo como si intentase trasmitirle así su entusiasta energía. El indiferente rizado pronto alza su mirada hacia Jules, quien ya cargaba su guitarra al hombro.

―¿Puedo caminar contigo?

―Oh... No iré directamente a casa.

―Da igual.

A pesar de la frustración de Nick al ser ignorado, sus amigos dejan el garaje y emprenden silencioso camino. El sol de las seis iluminaba las ajetreadas calles, aun así, apoyado de la fría brisa de un testarudo invierno, los pómulos de ambos pálidos chicos se vuelven ligeramente rosas, al igual que las puntas de sus narices. De esa manera, los dos taciturnos e inmersos en sus propias cavilaciones, tardan al menos dos cuadras en dejar escapar una palabra.

―¿Quieres fumarlo? Se lo robé a Nick mientras me abrazaba ―sonríe leve mientras alza un contundente porro ya enrolado―. No le digas o me partirá la cabeza ―Julian sonríe malévolo y acepta la oferta. Así ambos caminan hasta el pequeño parque de Moon square cual se encontraba más próximo y vacío que cualquier otro lugar que usualmente frecuentaran―. No en esa banca ―suplica cuando nota que su amigo pretendía sentarse―. Sobre el pasto.

―¿Por qué?

―Ahí es donde... Bueno... June y yo... ―se encoge de hombros agotado―. Ya sabes. Es triste, no quiero recordar ese preciso momento.

Jules asiente y le sigue en silencio. A pesar de que había pasado tiempo con June esa semana, a solas durante un par de horas en la mañana, llenando sus periodos libres de clases o durante la tarde cuando ella ya estaba con Lana en el campus de NYU, él no creía saber mucho sobre su ruptura con Fab o cómo se sentía ella al respecto. Julian siempre había respetado la confidencialidad de June y, a pesar de que a veces la interrogaba sin más hasta obtener lo que le interesaba saber, esta vez se sentía diferente, casi como culpabilidad en cierto grado; de hacerle sentir mal o de haber influido de alguna manera en su distanciamiento emocional desde Fab. Por lo mismo, había decidido no intervenir de ninguna manera, manteniéndose neutral y casi a ciegas por el bien de la amistad de todos y la banda.

El rizado se sienta en posición de loto, dándole la espalda a dicha banca de madera a pesar de estar ya a unos diez considerables metros de distancia sobre el césped. Fab enciende el porro y fuma un par de caladas, contemplativo de una enamorada pareja besándose apasionadamente bajo un árbol a no más de una cuadra desde ambos.

―¡Maldición! ―se lamenta nostálgico y su amigo sigue con la mirada el objeto de su triste frustración, pronto volviéndose hacia Fab para recibir el porro―. ¿Cómo está June? ―consulta luego de un profundo suspiro. Julian sólo alza ambas cejas, inexpresivo―. ¡Oh, vamos! Por supuesto que la has visto. No lo niegues... Sólo quiero saber cómo está... Me preocupa que aún no quiera volver a la preparatoria.

―Está enferma ¿no?

―Claro que no lo está ―murmura algo resentido, comenzando así a golpetear sus siempre inquietos dedos de la diestra sobre su rodilla mientras recibe el porro con la izquierda―. Nina le contó a Nick que ella y Lana se han vuelto muy cercanas, que han pasado mucho tiempo juntas últimamente y que a veces tú estás con ellas.

―Sabes cómo es June. Se guarda todo. Y créeme que no hemos hablado sobre ustedes, en absoluto. Lo único que sé es que tú rompiste con ella.

―Y yo no quería hacerlo, de verdad, pero... Se sintió correcto en ese momento ―se encoge de hombros, desanimado―. Pensé que, al menos, vería una nueva faceta de ella, quizá un nuevo motivo para volver a juntarnos, pero ni siquiera hemos cruzado camino en casi dos semanas. Y es tan bizarro como extraño tanto su compañía a pesar de que yo era el que hablaba todo el tiempo. Me refiero a que, a pesar de que June no es la persona más afectuosa, si me hacía sentir escuchado por cualquiera fuera el tema que yo le planteara, le interesase o no. Lo poco que demostraba era realmente sincero a mi parecer...

―Lo sé ―los amigos se mantienen en silencio durante unos segundos, distraídos nuevamente con la pareja a la distancia, quienes ahora parecían estar discutiendo enardecidamente―. He ahí la naturaleza manifestándose.

―¿Puedo preguntarte algo?

―Adelante, pequeño Fab.

―¿Tú y June nunca...?

―No ―le interrumpe de inmediato, ceñudo y ligeramente ofendido al notar que a su amigo le resultaba difícil escoger sus palabras para terminar aquella pregunta―. Pensé que eso estaba implícito... Ambos hemos sido amigos desde que éramos niños.

―Pregunto porque nunca me había atrevido a hacerlo de manera directa y, bueno, también porque, desde hace algunos meses, que ciertas cosas que solías decir al principio, cuando ella llegó a Dwight, rondaban mi mente.

―Sabes que siempre hablo mierda, sobre todo porque estoy usualmente ebrio o en las nubes.

―Dijiste que fuiste su primer beso.

―Éramos niños. Es una tontería.

―No lo pareció así durante año nuevo. Los vi besarse ―interviene resignado y cabizbajo―. Pero decidí ignorarlo porque es una "tradición", aun así, tu no pareciste muy feliz conmigo llegando al bar. No me dirigiste la palabra en toda la noche.

―¡Fab! ¡estaba borracho! ¡era medianoche y poco recuerdo! ―niega ligero para sí mismo―. Lo único que recuerdo es que pasé la noche con Lana, porque al día después desperté en su dormitorio en el edificio de estudiantes de NYU.

El rizado, ahora cortando algo de césped para distraerse, continúa sin alzar la vista.

―Siempre pareces tan protector y posesivo con June...

―Es porque ella es mi mejor amiga ―se defiende―. Hemos vivido mucha mierda juntos. Es parte esencial de mi vida, pero, no en un sentido romántico o sexual, al menos ―continúa y el solemne chico asiente comprensivo, fumando la última calada del porro antes de compartirlo otra vez―. Soy bastante afectuoso con la gente que valoro. Tú lo sabes. Eres como un hermano, bueno, como un hijo para mí.

Fabrizio no puede evitar sonreír para sí mismo, aún pendiente del césped que deshacía en trocitos entre sus ansiosos dedos.

―¡Oh, padre, guía mi camino! ―bromea instintivamente en un teatral lamento, alzando sus brazos y mirando al cielo―. ¡Toma el volante por mí que no sé qué mierda estoy haciendo con mi vida amorosa!

Sólo dale tiempo, hijo mío. Sólo dale tiempo.

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