𝐭𝐡𝐢𝐫𝐭𝐲 𝐧𝐢𝐧𝐞

Los amigos hacían una larga fila mientras esperaban ser admitidos dentro del gran recinto para un concierto de Jane's Addiction. Jules y Nick compartían un cigarrillo, pero Fab se había negado; el chico hacía su mejor esfuerzo y pretendía dejar el hábito una vez más.

―La he visto y hemos hablado breve. De hecho, tuvimos que hacer un proyecto de química con Nick. El profesor al vernos antes juntos pensó que sería buena idea que fuéramos un grupo en su clase.

―Y fue incómodo ―añade el ceñudo ojiazulado―. Ella luce diferente, pero actúa como si nada hubiese sucedido. Es fría.

―No es fría ―le defiende Fab con urgencia―. Pero eso no está bien ¿verdad?

―No lo está... Pero ya la conoces, Fab.

―¡Pero yo lloré por dos semanas seguidas, Jules! No es sano que alguien reprima tanto o que desaparezca porque si...

―No estoy seguro cuánto ha expresado o no ―confiesa el aludido, exhalando lo fumado y pasándole el cigarrillo a Nick―. Pero, lo único que sé es que ha lidiado con la ruptura y sus presiones académicas de la peor manera posible, casi como yo. De igual forma, cuando pensé que debía intervenir, ella sola volvió en sí.

―Y se ve tan hermosa... ―suspira el nostálgico rizado―. ¡Su cabello! También usa delineador negro ahora y un nuevo perfume que...

―¡NO! ―exclama Nick casi atorándose con el humo al notar la progresivamente embobada silueta de su amigo al recordar a su ex―. ¡No lo permitiré! ¡debes superarla, hombre! No lidiaré con tu depresivo trasero por culpa de ella otra vez ¡ME NIEGO A HACERLO!

―Nadie pidió que lo hicieras ―reclama Fab, aunque pronto no puede evitar rendir su fingida dura fachada y deja caer su cabeza sobre el hombro de su alto amigo―. Pero, gracias por siempre estar ahí para mí.

―Fue bastante difícil contener la risa al ver tu cara de culo al llorar.

Jules sonríe para sí mismo debido a la fraternal escena en junto, contemplativo de las entradas que sostenía en sus manos. Nikolai aún no llegaba. El chico debía esperar a June en la librería para hacer el cambio de turno, no obstante, ya eran las siete y treinta y él aun no aparecía, así que pronto el chico comienza a impacientarse. De esa manera, media hora más transcurre y, cuando la fila comenzaba a moverse, el castaño llega algo agitado.

―¡Lo siento!

―¿¡Dónde mierda estabas!? ―reclama Julian, algo ansioso porque sólo restaban diez personas a ingresar antes de ellos. Nikolai limpia algo de sudor desde su frente y recibe su ticket de entrada.

―Después te explico.

Los amigos son admitidos en el recinto y así se integran a la gran masa de fans de la banda cuya presentación, por supuesto, deja a todos satisfechos. La energía, la calidad y el clásico rock con influencias ochenteras además de grunge logran desatar un agradable frenesí entre sus oyentes, el cual perdura incluso hasta cuando muchos de ellos ya caminaban de vuelta a casa a través de las iluminadas calles de Manhattan durante esa templada noche de otoño. Y, cuando los amigos aguardaban por el verde para cruzar, de pronto, Julian cae en cuenta de que era observado por alguien quien se le hacía bastante familiar.

―¿Albert?

―¡VIEJO! ―exclama el rizado aludido al comprobar que se trataba, en efecto, de su antiguo camarada de internado en Suiza. Los chicos se hacen a un lado y se abrazan con fuerza, obviando que el resto de los peatones ya cruzaban la calle, ambos siendo abandonados por sus respectivos grupos.

―¿¡Qué rayos!? ¿Qué haces aquí? ¡han pasado años!

―Vine a pasear porque durante el verano quiero mudarme para estudiar cinematografía en NYU ―confiesa con su típica y brillante sonrisa algo dopada; el chico tenía los ojos evidentemente rojos y con suerte podía mantenerlos lo suficientemente abiertos para ver con claridad, sin embargo, aquello añadía bastante a su sincero alegre semblante―. Me graduaré en mayo, así que pensé en adelantar ciertos temas. Ya sabes. Me gusta siempre estar preparado.

―¡Luces genial! ―añade Julian, distraído con el bien elegido conjunto de casual blazer negro y camisa roja, complementado con jeans oscuros y botines de cuerina que combinaban con su caoba cinturón. El rizado le hace un ademán de agradecida humildad y abraza a su amigo por sobre los hombros para cruzar la calle.

―Para conseguir lo que quieres, debes lucir bien. Nadie te contradecirá ―comenta señalando la guitarra que cargaba en su funda tras de sí―. Entré gratis al concierto, sólo haciéndome pasar por un ayudante de la banda.

―¿¡Cómo diablos!?

―Confianza, amigo, al final del día todo se reduce a confianza en ti mismo.

Los chicos alcanzan el otro lado de la calle y Julian es pronto en introducir a sus pacientes amigos, quienes le saludan con simpatía, aunque algo suspicaces del estilo personal de ese nuevo personaje.

―Ah, claro. Tiene sentido que seas de Los Ángeles ―comenta Nick, aun con la mirada fija en la guitarra que el nuevo rizado cargaba con él.

―Albert me contaba que ingresó gratis al concierto al hacerse pasar por miembro asistente de la banda.

―¡¿QUÉ?! Y yo que me acabé la mesada de un mes en ese ticket... ―se sorprende un abatido Fab.

―Bueno, ahora estás soltero. No tienes tantos gastos innecesarios.

―Jódete, Nick.

De esa manera, los cinco deciden ir por unas cervezas al pub más cercano en donde fuesen libertinos con la necesidad de identificación. En tanto, Julian y Albert parecen tan entusiasmados con reconectarse después de dos años sin verse, que los demás, curiosos, prefieren mantenerse al pendiente de la conversación que ellos llevaban, sobre todo Nick.

―... Y así fue como convencí a mi papá de dejarme abandonar la ciudad. O sea, se supone que debo encontrar un empleo por mí mismo, ya que, la tarjeta de crédito que me dará será sólo para emergencias porque será monitoreada por el banco, aun así, soy malditamente libre de hacer mía esta puta ciudad ―sonríe casi ingenuo, mirando cada una de las caras de los oyentes―. Bueno, ya suficiente sobre mí. Siento que no he dejado hablar a nadie ¿qué hay de ustedes?

―Tenemos una banda ―dice Fab y un sorprendido Albert observa a Jules, incrédulo.

―¿Cómo pudiste omitir eso? ¡Es genial!

―Bueno, te hubiese contado si cerraras la boca por un maldito segundo ―reclama un irónico Julian luego de darle un sorbo a su cerveza, pronto abrazando a su amigo por sobre los hombros―. Te extrañé, viejo. Eras una de las pocas razones por la cual no perdí mi cabeza en Suiza.

Así, entre recuerdos de tiempos pasados y bromas, ya daba la medianoche de aquel jueves y pronto los amigos deciden emprender camino a casa, Nick y Fab siendo los primeros en marcharse, seguidos de Albert quien, algo ebrio, sube a un taxi sin más. Nikolai y Jules, por su lado, deciden caminar tranquilos, ya que, no restaban más de cinco cuadras hasta el punto más cercano a sus respectivos hogares.

―Es increíble que nos hayamos encontrado así por así ―comenta Julian, pensativo e inevitablemente entusiasmado―. Él llevaba su guitarra, Nikolai, y se mudará durante el verano. Albert puede que sea lo que la banda necesita.

―Tal vez.

El moreno continúa hablando sin parar sobre sus ideas y las nuevas canciones que tenía en mente, como también aquel proyecto de música clásica en la universidad había salido mejor de lo esperado y que veía con muy buenos ojos la futura retroalimentación de su profesor. De alguna increíble manera, durante aquel último tiempo todo marchaba de maravilla para él. Sus demonios estaban a raya debido a que su pasión musical y dedicación al arte eran más poderosos, sin embargo, no todos tenían la misma suerte.

―¡Oh! ―se lamenta al notar que Nikolai poco había hablado durante aquellos quince minutos―. Lo siento, hombre, tenías algo que decirme hace un rato ¿no? Sabes que, si no me callas, seguiré dando vuelta en mi mierda.

El castaño, solemne como siempre, sonríe cabizbajo para sí mismo, resignado.

―Deberías intentar contagiarle esa mágica positividad a June. Realmente creo que le vendría de maravilla.

―¿De qué hablas?

―Bueno... Sabes que usualmente nos vemos sólo cuando hacemos sobretiempo o debemos relevar turnos. Pero, después de que ella tomara esa larga licencia médica, se volvió tremendamente impuntual e incluso muchas veces llegaba algo dopada ―comenta conflictuado―. En un principio no quise intervenir o decirle algo al respecto porque ella es su propia persona y yo no tengo derecho alguno sobre sus decisiones. Aun así, fue empeorando y Mark, nuestro jefe, lo notó y le dio un ultimátum ―Jules, confundido por lo que escuchaba, se detiene junto a Nikolai a la espera del verde para cruzar―. Sin embargo, hoy, en vista de que June no llegaba para relevar el turno, debí llamar a Mark y aguardar por él en la tienda hasta que me liberara de la responsabilidad de cerrar el local aquel día, porque obviamente no me correspondía. Así, cuando él llegó me explicó que June renunció por teléfono no mucho después de que yo le avisara que ella no estaba en Three lives.

―Pensé que le estaba yendo bien... ―musita el moreno, evidentemente contrariado―. Fab y Nick me dijeron que volvió a la prepa y que actúa como si nada hubiese sucedido.

―Bueno. Quizá así sea sólo para la escuela. De todas formas, Julian, creo que deberías hablar con ella ―agrega―. Sólo restan seis semanas hasta la graduación y, por lo que sé, los procesos de admisión a universidades ya comienzan a dar sus resultados. Ella siempre me pareció alguien bastante preocupada por su futuro y el de su familia ―Nikolai niega cabizbajo―. Aunque ahora sus metas, quizá, no sean tan ambiciosas como antes, no me parece bien que desperdicie su potencial por un enjambre de súbitas y malas decisiones.

Jules asiente lento, aun procesando la gran cantidad de inquietante información que su lúgubre amigo le confiaba. De esa manera, luego de separarse, el moreno se apresura hasta su hogar y se encierra en su habitación en penumbras, inseguro de cómo contactar a su amiga porque ya casi eran las una de la mañana del viernes y sabía que si intentaba llamar podría despertar al padre además de hermanos de ella, no obstante, pronto recuerda una manera más sutil de intentar contactarse con su amiga.

Hey... ―escribe luego de conectarse al salón de chat en AOL que June le había habilitado hace un tiempo. Él se mantiene al pendiente de la pantalla de su computadora y veinte minutos pasan en sepulcral silencio, aun así, el chico se mantiene sobre su puesto, adormilado, frío y, cuando finalmente se rendía, alzándose flojo sobre sus pies, una pequeña notificación le avisa que su mensaje había sido respondido.

Hey...

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