𝐭𝐡𝐢𝐫𝐭𝐲
Julian se mantenía acostado de espaldas en su cama con la cabeza colgando desde el colchón y reposando su guitarra sobre el vientre. El moreno había tenido una buena racha creativa las semanas anteriores, pero, luego de navidad, gracias a su continuo hábito de bebida, se había quedado momentáneamente en blanco, irónicamente seco. Por lo mismo, Jules había decidido dejar de beber dos días antes de la víspera de año nuevo, ello luego de decidir abandonar el apartamento de su amiga de manera momentánea, ya que, aquel remordimiento que lo invadió durante el fin del verano, cual insistía en sobre-analizar cada interacción de él con ella cada vez que Fab estaba cerca, lo atormentaba otra vez. Y ahora este se había visto exponencialmente al descubierto debido a su compatible convivencia con June durante gran parte de esa semana, cual logró dejar florecer la nostalgia de infancia. Como usualmente interactuaban; a peleas, risotadas, bromas de tiempos pasados, abrazos forzados por parte de él, cercanía que de pequeños eran tema de sólo ambos y, a veces Nikolai, pero ahora se veían muchas veces expuestos al escrutinio de terceros, incluyendo a quienes no entendían el contexto de su mutuo afecto que sólo reposaba en ello o el debido interés romántico de la pelirroja y uno de sus mejores amigos. Él daba un paso al lado, por el bien de todos y de su música.
Ausente y a ojos cerrados, Jules continúa jugando con los acordes de su guitarra, ello hasta que un rítmico golpeteo a su puerta le alerta; era Sam.
―¿Qué tal marcha todo? ―consulta el moreno luego de ser llamado―. ¿Saldrás hoy?
―Saldré en un rato ―confirma Julian cuando se endereza sobre su puesto―. Y, bueno, mi música no marcha del todo bien.
―¿Por qué lo dices?
―Perdí la inspiración que acarreaba desde semanas. No puedo lograr concentrarme en algo nuevo... Es como si hubiese mucho que decir, pero nuevamente no sé por dónde diablos comenzar.
Sam, contemplativo, asiente lento mientras toma puesto sobre la esquina del escritorio de Jules, cruzando sus brazos con aire meditabundo.
―Para un artista, cuando se trata de crear, no existe la magia o el milagro, sino que la disciplina y el esfuerzo ―el escuchante suspira profundo y baja la vista, culpable. Sam sonríe ladino―. Suena horrible, lo sé. Pero ¿qué es mero cansancio ante la pasión que despierta el arte? Cuando se tiene tanto que ofrecer, como tú lo tienes, Julian, sólo debes quererlo. Y parte de quererlo es dar lo mejor de ti para ser un alquimista de tu visión, debes estudiar, trabajar duro, respirar tu arte.
―Para alguien como tú es fácil decirlo ―replica cabizbajo―. Eres la persona más talentosa que conozco, Sam.
―La única diferencia entre ambos es que yo sí creo en mis capacidades ―el moreno se acerca al chico y posa su firme mano sobre el hombro de él para sacudirlo con ligereza, como figurativamente intentando despertarle―. ¡Tienes pasión! ¡Si tan solo te dieras la posibilidad de confiar en ti, en lo que eres capaz...! ―Jules no puede evitar sonreír ladino para sí mismo. La positividad de Sam era legendaria―. Créeme que lograrías todas y cada una de las metas que te propusieras respecto a tu música.
La gélida oscuridad llama, y el chico deja el apartamento luego de la cena. Con sus amigos habían quedado de acuerdo para juntarse a las diez en un bar en las cercanías del nevado Central Park, sin embargo, aun siendo las nueve, él había abandonado el hogar con el objetivo de probar suerte y ver si June estaba sola en casa.
―¿Cómo supiste que estaría aquí?
―Porque evitas las interacciones sociales innecesarias tanto o más que yo ―responde el sarcástico moreno mientras ingresa al recibidor y ella, visiblemente aproblemada, cierra la puerta en silencio uniéndose a Julian en la sala, en cuyo sofá se había desplomado cómodo para hacer zapping en el televisor―. ¡Oh, si! ¡The Clash! ―se alegra al sintonizar VH1. June toma puesto en el asiento individual de junto y él tarda en notar el ausente semblante de ella―. ¿Todo bien?
―Si.
La automática y rápida respuesta por parte de June causa que Jules entrecierre sus ojos con suspicacia y se enderece sobre su puesto.
―Habla.
―¿Qué?
―¿Qué sucedió? Luces más pálida que de costumbre y usualmente eres silenciosa, aun así, siempre te preocupas de, al menos, preguntarme sobre mi día. Algo te tiene ausente.
―Bueno... ―duda insegura―. Creo que Fab y yo tuvimos nuestra primera discusión anoche.
―¿El pequeño Fab?
―Si ―Julian parece tan sorprendido que deja caer su mandíbula de manera evidente―. Y, puede que esté enojado contigo también ―continúa algo temerosa y su ahora ceñudo amigo le observa confundido―. Él insistió tanto en que fuera con su familia a cenar. Que era más que bienvenida y que sería genial porque, según él, yo les agrado bastante, pero me negué con la excusa de que me había comprometido contigo a cenar con tu familia. Aun así, él continuó insistiendo y yo negándome. Estábamos algo ebrios y drogados con un no sé qué traído por Nick esa tarde y, bueno... Después de tanto tiempo discutiendo nos mareamos, y él parecía algo resentido de nuestra cercanía.
―¡POR SUPUESTO QUE LO ESTARÍA! ―reclama con obviedad―. ¿Por qué me arrastraste a esto, June? ¡Un malentendido así era precisamente lo que intentaba evitar al marcharme hace unos días!
―Oh... Yo... Soy una tonta ―se lamenta avergonzada―. ¡Lo siento!
Julian bufa exasperado y deja caer sus antebrazos sobre sus rodillas, inclinado y cabizbajo junta sus manos en un gran puño, pronto suspirando resignado y negando leve.
―Y todo esto porque eres una maldita ermitaña... Oh, June ―ríe adormilado y con resignación―. Debes ser sincera con él. No quiero tener que elegir. Sobre todo, porque tú no sabes mierda sobre cómo tocar la batería, así que es probable que tenga que dejarte ir.
―¡Oh! ¡Qué amable! ¡siempre tan considerado! ―alega la pelirroja lanzándole un cojín decorativo a la cabeza y él lo recibe contundente, pero, no puede parar de reír.
Y ya para cuando eran las diez, los amigos se reúnen con Nick y Nikolai en un céntrico pub cual era bien conocido por la joven comunidad neoyorquina al no solicitar identificación durante grandes eventos: High Wolf.
―Espero que Fab pueda venir después de todo ―comenta el ojiazulado mientras se abren paso dentro del abarrotado local―. Dijo que quizá sería liberado de casa más tarde, pero que no podía asegurar nada.
Julian y June comparten una conflictuada mirada, ello mientras sus amigos compraban cervezas en la barra. Así, luego de un rato, los ánimos ya comenzaban a alborotarse gracias a la gran energía alrededor. Serpentinas, antifaces, gorros y glitter empezaron a surgir por todas partes; el local regalaba materiales para que todos alteraran e iluminaran sus apariencias por aquella noche, y los amigos no eran la excepción. Nikolai vestía grandes gafas de marco dorado, Nick una brillante y plateada bufanda peluda y un antifaz de forajido, Jules una colorida corbata de plástico y un sombrero azul eléctrico, mientras que June había echado glitter sobre sus ojos además de nariz y llevaba puestas falsas orejas de conejo.
―Sólo un poco más... ―dice mientras maquilla a Jules, a quien le había delineado los ojos con su lápiz Maybelline negro, también aprovechando de aplicarle algo de glitter sobre los párpados―. ¡Hermoso!
―Mucha clase ―coincide Nikolai, entretenido y, cuando nota que la chica se movía en su dirección, alza ambas manos frente a sí―. ¡No! ¡No gracias!
―¡Yo quiero delineador! ―pide Nick―. Estoy seguro de que luciría como Bowie.
No mucho después, la pelirroja se excusa para ir al baño, ello luego de notar que eran ya pasada las once y Fab aún no aparecía por el pub. June se sentía como una tonta, una egoísta tonta. Había mentido por mero capricho, debido a su comodidad, a su constante deseo de estar sola a causa de una eterna ansiedad social, y había herido a su novio de paso. A su gentil, amable y siempre emocionalmente dispuesto novio... Pero, ¿cómo explicarle algo así? Algo tan infantil como sentirse abrumada por la energía de su positiva y maravillosa familia, al sentirse como un pez fuera del agua al no poder mantener plasmada en su cara una de las tan típicas amplias y brillantes sonrisas de la familia Moretti. Lo más trágico de aquella situación era que ella misma era el problema, no él, en absoluto.
El bar, con el paso de las horas, había comenzado a repletarse y el viaje hasta el baño de chicas, también gracias al alcohol, en su opinión se había hecho considerable y extenso, sin embargo, no tarda en ser distraída desde sus pensamientos.
―¡Sabía que eras tú! ―exclama Lana Roche al integrarse junto a ella en el baño de chicas―. ¿Qué onda tu vida?
―Bien...
―No lo parece ―la rubia se acerca a la pelirroja y le ofrece una pequeña píldora en forma de corazón antes de encerrarse en un cubículo―. Para curar males de amor.
June titubea sobre sus pies, pero acepta el regalo antes de encerrarse en su propio cubículo. Así, cuando vuelve se observa a sí misma en el gran espejo, cual gracias notable bajo de la fuerte música en el local causaba que vibrara sobre sí mismo, logrando un efecto casi psicodélico en la imagen reflejada. La chica, triste, suspira suave y decide consumir la píldora sin más, bebiendo un sorbo de agua desde la llave atraído con su fría mano. De esa manera, la pelirroja no tarda en dejar el baño, casi chocando con Nikolai de paso.
―¡Lo siento! ―se disculpan al unísono, pero, pronto realizan que se conocían y así ambos deciden caminar juntos devuelta a la mesa en donde sus amigos se encontraban, aunque pronto ella nota que el castaño le observaba de soslayo, pensativo―. Sé que lo sabes todo de alguna mística manera como siempre lo haces y sí. Me siento como una idiota y sólo quiero una oportunidad para disculparme con Fab ―dice rápido, conflictuada y frenando la caminata de ambos un par de metros de sus distraídos amigos.
―Si es así, entonces espero que la tengas.
El solemne castaño la abraza por sobre los hombros de manera reconfortante y la chica suspira resignada mientras vuelven con los demás. Julián, en tanto, bebe un largo sorbo de su cerveza, algo contemplativo del lúgubre semblante de su amiga. Y ya para cuando quedaban solo cinco minutos para medianoche, los chicos bailaban junto a otros alegres asistentes a la energizada fiesta, no obstante, una sedienta June no tarda en necesitar una cerveza, finalmente decidiéndose a tomar puesto sobre uno de los largos sofás de cuerina roja apostados en cada muralla del lugar, optando por el rincón más vacío. De pronto, la píldora dada por Lana comienza a hacer de las suyas y su visión se vuelve ultrasensible a la luminosidad, sin mencionar que una placentera sensación de serenidad comenzaba a invadirla poco a poco, de pies a cabeza.
―¡Hey! ―exclama un alegre y ebrio Jules al dejarse caer estrepitosamente junto a ella―. ¿Todo bien?
La pelirroja le observa en junto, no pudiendo evitar sonreír para sí misma. A sus ojos el sudoroso moreno lucía bello, suave, ligeramente borroso, pero, aun así, fascinante. Era como si pudiese notar armonía en cada detalle de su silueta, era como si aquella píldora le hubiese hecho aprisionar todo conflicto bajo un idealizado manto de belleza. La estridente música no parecía dañar sus tímpanos, sus ajustados jeans no le aprisionaban la cintura de manera agonizante como deberían y ya no se sentía tan sedienta a pesar de sólo haber bebido alcohol durante esas horas. De alguna química manera, todo se sentía bien. Todo saldría bien. Aquel próximo año sería uno lleno de nuevas experiencias y sólo debía desearlo, ya que, su intoxicada mente predecía que así lo sería.
June baja su vaga mirada, cuyas grandes pupilas logran que Julian note de inmediato el motivo del lacio actuar de June. La chica enlaza su suave mano con la de él y este se aferra a ella con seguridad.
―Eres una de mis personas favoritas de la vida, Jules.
Él, genuinamente sorprendido por la dulce sinceridad de la siempre reservada chica, no puede evitar sonreír brillante, conmovido.
―También lo eres para mí, June.
―Debemos hacer una promesa ―se apresura en agregar la pelirroja, casi balbuceando. Él asiente conforme y dulcemente entretenido con el errático actuar de ella―. Pase lo que pase, debemos vernos o, aunque sea, contactarnos de alguna forma cada víspera de año nuevo...
―Por supuesto. Pero, bueno, espero que nos mantengamos presentes en la vida del otro mucho más que eso.
―Tenemos que hacer lo posible. Sin expectativas, sólo realidad.
―¡Tienes mi palabra por toda la eternidad! ―dice alzándose de manera teatral y haciendo una reverencia hacia ella. La pelirroja ríe encantada, aunque, su expresión pronto cambia a una asqueada luego de que él escupiera la palma de su mano y ahora se la ofreciera―. ¿Qué? ¡Debemos sellar el pacto!
―¡Sabes que nunca me ha agradado eso! ¡detesto la humedad al tacto!
Ambos continúan discutiendo por unos segundos, ello hasta que comienza la cuenta regresiva a su alrededor. Y, debido a que una gran cantidad de personas se integraban a la pista de baile para recibir el nuevo año entre vitoreos entusiastas y saltos, ellos deciden quedarse en su puesto junto a la muralla.
―¡Feliz 98'! ―desea ella y besa con ternura a Julian sobre los labios, extendiendo el beso lo suficiente como para que él intentara atraerle a sí de manera posesiva desde la cintura, pero, la chica al separarse leve para respirar, sonriendo al igual que su amigo cuando él sostenía su frente sobre la de ella, ve a distancia a Fabrizio integrarse a los demás y abrazar a Nikolai.
Esperanzada, June se aparta del moreno y camina rápido hacia su rizado novio quien, al verle, nostálgico se apresura a su encuentro y la abraza fuerte, girándola consigo sobre sus pies; era una emotiva y eufórica escena, entre besos y sonrisas ambos se disculpan con el otro y juran amor sincero frente a todos. Jules, en tanto, con sentimientos encontrados, no puede evitar sentirse algo rencoroso al ser dejado ahí por sí mismo, era una instintiva y nueva amargura que le invadía, aunque pronto se recrimina severo porque los celos no correspondían en su relación con ella, así que intenta distraerse con su cerveza y desvía su cristalina mirada hacia el gran grupo de personas que bailaban a un extremo a la derecha; una sorprendida Lana Roche sonríe cómplice y atractiva en su dirección. La temeraria rubia era justo lo que él necesitaba para acallar su mente y liberar su repentinamente prisionera alegría esa noche.
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