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Durante el veintiocho de diciembre los amigos se reunieron en el garaje del hogar de la familia de Nick; sus padres y hermanas irían de paseo por el día, es debido a ello que el joven no pierde el tiempo y corre la voz para así ensayar y embriagarse sin supervisión alguna. Fab y Claudia serían los primeros en unirse, seguidos últimamente por Julian quien no parece nada a gusto con la presencia de la chica en el lugar.

Este no es un ensayo... ―comenta resentido y en voz baja dándole un sorbo a su botella, observando con ojos entornados a Nick y Claudia al otro lado del garaje, casi acurrucados y hablando bajo. Fab frunce sus labios.

―Al menos llegamos más lejos esta vez. Yo nunca había sacado mi set de batería desde casa, y ahora lo dejaré aquí con la intención de volver más veces para ensayar ―comenta relajado mientras gira una baqueta entre sus ágiles dedos―. Eso debe contar en algo.

El moreno deja de lado su cerveza y comienza a afinar su guitarra, no tardando mucho, procediendo así con el bajo, cual pronto comienza a tocar con la intención de retomar aquella melodía que creía haber comenzado a maquinear desde la noche buena. Era increíble cómo podía llegar a obsesionarse con una simple melodía y como la trabajaba, la volteaba sobre su cabeza y la cortaba, la alargaba y la sacudía; le encantaba la idea de un mar de infinitas posibilidades auditivas, como los recuerdos y los sentires se alineaban perfectamente para ayudarle a crear algo nuevo con un justo dejo de nostalgia. Él se sentía revigorizado cada vez que realizaba la naturalidad de sus dedos en las cuerdas y la fluidez ansiosa de palabras que se aprisionaban en su mente a la espera de ser ordenadas en tinta. Es debido a eso que lo mínimo que esperaba era que quienes deseasen unirse a su cruzada musical, tuviesen si quiera respeto por el proceso creativo.

―Entonces ¿cómo empezamos? ―consulta Nick cuando Claudia va al baño. Jules suspira pesado al notar que, como era usual, algo de labial manchaba el mentón de su amigo.

―Me iré a casa.

―¿Qué? ―replica el ojiazulado aun sosteniendo la guitarra en el aire con la anterior intención de colgársela. Fab abre ambos ojos con enormidad, incómodo, porque con sólo haberle echado una ligera mirada de soslayo a Julian sabía que este tenía un ánimo del demonio.

―Para la próxima impongo esta regla: No chicas en los ensayos.

Julian se abriga, carga su guitarra al hombro y guarda el bajo en su funda, no tardando en dejar el lugar. Fab termina de beber su cerveza, silencioso, contemplando a un conflictuado Nick dejar su guitarra de lado; él realmente deseaba practicar.

―No es mi culpa ―se queja tomando puesto junto a su amigo―. Claudia insiste en pasar cada segundo conmigo y, bueno, ya sabes: No soy de piedra.

―Entonces esa es señal de que también debo partir ―responde Fab poniéndose rápidamente su abrigo, despidiéndose desde lejos haciéndole juguetones ademanes con sus dedos, simulando pistolas.

El rizado trota por la nevada vereda, no tardando en divisar a Julian a una cuadra más adelante, esperando para cruzar la calle. Fabrizzio se le une y así ambos caminan hasta sus hogares a unos veinte minutos de distancia.

―Nick sólo busca tener suerte con Claudia. Él si está comprometido con este proyecto.

Jules bufa aun enojado, pateando sin delicadeza un pequeño montículo de nieve en junto.

―No podemos vernos distraídos así por así, no al menos que tengamos algo que ofrecer primero.

―Tenemos algo que ofrecer: Ganas.

―No es suficiente. No hay que perder tiempo.

Fab arruga el ceño, algo desconcertado mientras se abraza a sí mismo debido al frío.

―¿Por qué la repentina prisa?

El aludido decide no responder, ya que, habían arribado hasta la entrada a su apartamento, así que sólo se limita a despedirse de su amigo para así subir en el vacío ascensor hasta su piso. Julian entra en el recibidor y quita el húmedo abrigo para pronto caminar hasta su habitación cuya puerta estaba abierta como nunca. Él arruga el ceño, molesto, y se integra, sorprendiéndose al divisar a June distraída con la colección de mixes de música grabada desde la radio que él exponía en su repisa.

―¡Oh! ¡Lo siento! ―se disculpa luego de dar un ligero respingo al realizar que Jules se integraba. Él deja la guitarra sobre su atril y saca el bajo desde su húmeda funda―. Hola.

―Hola ―responde entretenido y con un dejo de ironía debido a la incomodidad de ella.

―Tu mamá me extorsionó emocionalmente para quedarme a cenar ―explica rápido―. Me presentó a Sam. Él es muy agradable.

―Lo es. Tiene buenos gustos musicales.

Ella asiente y pierde su mirada sobre el piso durante unos segundos. Jules le observa en silencio, pero, pronto decide caminar hasta su cama aun sosteniendo el bajo, sentándose y acomodando el instrumento sobre sus piernas con las intenciones de tocar.

―Vine porque tengo algo para ti ―la pelirroja busca dentro del bolsillo de su chaqueta trench y se acerca a él para entregarle un kit de uñetas de brillantes colores―. Les vi en una tienda y me recordaron a ti. Como les pierdes con tanta frecuencia, supuse que te sería más fácil encontrarles porque también brillan en la oscuridad.

―Gracias ―se sorprende recibiendo lo ofrecido―. ¡Maldición! ―regaña para sí mismo―. No tengo nada para ti...

―No hay problema. Fue cosa del momento ―se excusa encogiéndose de hombros, decidiendo tomar asiento junto a él sobre la cama, curiosa del instrumento que él sostenía―. No sabía que tocabas el bajo.

―Nikolai me lo regaló.

―¡Vaya! ―musita recibiendo el bajo para contemplarlo―. ¿Entonces serás el bajista también?

―Intento. Ello hasta que encontremos a alguien quien pueda tomar el puesto.

―¿Por qué no Nikolai?

―Dice que la música no es lo suyo. Y, ya lo conoces, prefiere enterrar su cabeza dentro de un libro de fantasía a cualquier cosa.

La pelirroja frunce sus labios, meditabunda.

―Y ¿tienes algo? ―él asiente y recibe devuelta el instrumento, pronto eligiendo la verde de sus nuevas uñetas para así proceder a demostrar aquella nueva melodía que traía en su mente desde hace días. June sonríe para sí misma, ensimismada, alegre y conforme, con la mirada perdida sobre un punto lejano de la habitación mientras oye a su amigo repetir los acordes una y otra vez―. ¡Esto es genial! ¡se siente tan familiar, pero no sé qué es!

―Tampoco yo. Es por eso que me trae tan entusiasmado.

―Es cierto... ―coincide no pudiendo evitar sonreír para sí misma―. Desde un tiempo a esta parte he notado que luces más enfocado en la música que en el alcohol. Eso es bueno. Ojalá esa pasión también se tradujera en la escuela.

―No pidas tanto. Sabes que soy hombre de un solo foco. No puedo concentrarme en más de dos cosas ―refuta irónico entregándole el bajo a ella nuevamente y la chica no duda en recibirlo para intentar imitar los acordes previamente tocados por él. Jules hace un puchero conforme al oírla―. A veces olvido que si aprendiste a dominar las cuerdas.

―Fueron meses de tortura contigo como profesor, pero lo valió. Obtuve una A+ en mi clase de música ―recuerda ella con satisfacción.

―¿Qué edad teníamos?

―Creo que yo doce o trece, así que tú ¿catorce?...

―¡Oh, claro! ¡ya recuerdo! ―exclama con genuina sorpresa―. Fue el mismo verano en que me robaste un beso.

June abre ambos ojos con enormidad, pero, no se atreve a dejar de tocar, sin embargo, acelera el tempo de la misma manera que lo hace su circulación.

―Siempre bromeabas al respecto, así que tomé la oferta. No era una cobarde ―replica ligeramente molesta y sonrojada, aunque satisfecha con su nivel de defensa. Él arruga el ceño, suspicaz.

―¿Y ahora lo eres? ―bromea sarcástico. La pelirroja alza ambas casi imperceptibles rubias cejas y le observa neutra, también decidiendo entregarle el bajo.

―No. Ahora simplemente no eres mi tipo.

―¿Por qué no?

―Porque no soy una idiota ―replica con disgusto y él entorna sus ojos, ofendido, pero, sobre todo resentido cuando deja de lado el bajo, pronto picando a la chica con su índice sobre el costado de su cadera un par de veces, logrando que ella se rindiera debido a las cosquillas. Julian se aprovecha de la situación y se sitúa más cerca.

―Puedo ser el tipo de todos ¿sabes?

―¡Detente o te golpearé! ¡lo juro! ―suplica retorciéndose y él obedece, aunque se mantiene recostado junto a ella sobre la cama. De alguna manera, aquella familiaridad era revitalizante, casi como volver a ser niños otra vez; sin preocupaciones o incertidumbre sobre el futuro.

―¿Qué pasó con nosotros? ―pregunta de pronto, estirado en el colchón, hombro a hombro con la pelirroja mientras ambos observan hacia el techo.

―¿A qué te refieres?

―Solíamos ser así de unidos.

―Bueno, el tiempo pasó rápido y... ―responde June con el mismo grado de nostalgia en su voz―. Crecimos sseparados.

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