𝐟𝐨𝐫𝐭𝐲 𝐬𝐞𝐯𝐞𝐧
―¡Dame un shot de lo mejor que tengas, por favor, que ya no puedo má! ―se queja Jules en la barra. Él cumpliría una semana trabajando como mesero en un concurrido y fino restaurant, mientras que June le sobrepasaba sólo por ocho días, ella integrándose primero al ser contratada como bartender gracias a su tiempo de experiencia ganada en el Catalyst.
―No está permitido, además, es irresponsable y aún ni siquiera terminas tu turno.
―¡Oh, vamos! ―se queja como un niño―. Nadie está viendo.
June suspira profundo y mira en todas direcciones para comprobar que lo que decía él era cierto, así sirviéndole un shot de Jack Daniels. Julian bebe rápido, sacude su cabeza revigorizado y le dirige una malévola sonrisa a su amiga, pronto decidiendo caminar de vuelta a su trabajo. La chica suspira profundo y le observa conflictuada. Por un lado, no le gustaba arriesgarles a ambos con aquellas pequeñas transgresiones en su lugar de bien remunerado trabajo, sin embargo, no podía evitar siempre ceder a los deseos de él, era como si su sonrisa y compañía le alimentaran de sobremanera últimamente.
De pronto, la culpa resurgía; «estúpida» se dice a sí misma. La pelirroja continúa secando aquel pequeño vaso ocupado por Jules, contemplativa de sus propias frías manos, perdida en lo repetitiva de aquella satisfactoria acción al eliminar todo rastro de humedad del cristal. Desde hace algunas semanas que unos involuntarios pensamientos intrusivos estaban comenzando a ganar terreno en su mente y, debido a que en un principio no comprendió lo peligroso de ellos, simplemente se dejó llevar por la satisfacción que representaba la siempre entusiasta atención de Jules sobre ella cual, según lo que había analizado en una de sus tantas noches de desvelo, había cambiado considerablemente luego de la relación que mantuvo con Fab. Julian ya no bromeaba de manera explícita o lasciva respecto a ella, había un nuevo nivel de respeto cuando se trataba de su fisionomía, aun así, él parecía interesado, pero, lo manifestaba a través de oportunas bromas y aquello era ciertamente parte de su forma de ser... Aunque, la chica no podía evitar sentirse igualmente valorada. No había nadie más que se dirigiera así a ella y, aunque sonara infantil y ligeramente estúpido, aquella atención, el tacto, la infalible compañía de Julian no hacían más que confundirla a pesar de que su lógica luchara en contra con férrea fuerza. Lo que había hablado con Marcus hace un tiempo le hizo caer en un espiral de contradicciones respecto a sí misma, encontrándose así con un nuevo tipo de ansiedad que no sabía cómo tratar con naturalidad.
―¿Entonces? ¿irás a mi apartamento hoy? ―consulta el moreno mientras ambos se quitaban sus manteles junto a los casilleros de empleados―. Sólo serán los chicos y Serena, la "amiga" de Fab, ella siempre trae algo nuevo para escuchar.
―No...
―¡June...!
―De hecho, hoy me juntaré con Lana ―confiesa mientras intenta decidir si usar su ligera chaqueta o no. Él le quita la prenda desde las manos para llamar su atención.
―No es necesaria. Hay casi treinta grados afuera ―dice ceñudo―. Y, si quieres, lleva a Lana contigo. No la he visto hace un rato y sería bueno saber en qué está... Ya sabes.
La pelirroja finge una cerrada sonrisa y se sorprende por la amargura que la invade tan súbitamente, así que sólo se limita a encogerse de hombros y recuperar sus cosas para así dejar el restaurante sin siquiera molestarse en esperar a su amigo quien, desorientado por su ligera distracción, la busca hasta resignarse.
―¡APARECIÓ! ¡APARECIÓ! ―exclama Lana con sorna al abrir la puerta de su habitación, aun dolida con June debido a que la chica había pasado tanto tiempo distanciada de ella―. Ahora que estudiarás en NYU necesitas que te adopte nuevamente ¿no? ―bromea mientras la abraza por sobre los hombros y la pelirroja no puede evitar sonreír para sí misma―. ¿Qué tal la vida, pequeña?
―Caótica... Mucho que hacer.
―Oh ¿y sigues saliendo con ese bombón?
―¿Derek? Nunca salí con él, en realidad, sólo somos amigos.
―¿Segura? Parecía que a él le gustabas ―continúa la rubia mientras enrolla un porro, sentada en posición de flor de loto sobre su cama. June niega cabizbaja, acomodando su ya más largo cabello tras su oreja para apartarlo desde su cara mientras toma puesto cerca de ella―. Bueno, como sea ¿aún no encuentras un candidato decente?
―No creo que eso sea lo que yo quiera. Me refiero a que el cambio ya es suficiente por sí mismo, incluso tentador buscar entenderlo... Pero dudo que lo que desee ahora sea buscar a alguien nuevo.
―Bien... Muy, bien, June. Eso es todo lo que quería escuchar.
―¿Si?
―¿Para qué buscar un trasero nuevo si puedes reinventarte a ti misma? ―consulta Lana de manera retórica mientras enciende el verde cigarrillo―. ¡Todo se verá mejor luego de un nuevo estilo!
―Bueno, si tú lo dices...
―Desde que te conocí y vi esas naturales cejas pensé «ella definitivamente debe ser rubia» y luego de que Gia te hiciera ese corte de capas fue aún más prueba de ello. No es que tenga nada en contra de tu hermoso cabello rojo, pero las rubias siempre nos divertimos más y ese no es un mito.
En tanto, un par de horas después, en Hells kitchen, Julian y sus amigos se reunían al interior del apartamento del moreno cual, gracias a la ayuda de Jeannette y Sam, ahora lucía más amoblado y acogedor, ello sin perder la esencia juvenil de la cual el habitante se había encargado de brindar al decorar las paredes con diversos posters de bandas, fotografías, dibujos y pinturas regalados por sus seres queridos.
―Entonces, si dibujo un retrato de mi trasero y te lo regalo ¿lo expondrías también en tu sala? ―consulta un maravillado Fab al realizar que su amigo exponía el bello dibujo que él le había regalado hace un año para su cumpleaños.
―Por supuesto. Tú eres arte, pequeño Fab, y tu trasero sería un faro de luz en mi hogar.
―¡Pues manos a la obra entonces! ―bromea el rizado alzando una cerveza en alto tal como un brindis.
Los amigos continúan bebiendo y fumando en la sala, Serena había traído un CD de Foo fighters como regalo a Julian y este, agradecido por el gesto, lo tocaba en su estéreo. La morena, sarcástica y bien informada en el ámbito musical, no del lado compositor o instrumental, pero de la escena, ahora calzaba casi a la perfección con el grupo, constantemente informándoles sobre nuevas bandas, presentaciones y concursos en los alrededores de Manhattan; lo que le hacía una valiosa adición al círculo.
De pronto, un golpeteo constante a la puerta atrae la atención del moreno y este se aproxima para averiguar de quién se trataba, sorprendiéndose al divisar a Lana acompañada de... Una rubia June. Las risueñas chicas, evidentemente drogadas, se integran en el recibidor, pero Lana ingresa sin más a la sala.
―¡Buenas noches! ―dice haciendo una tambaleante y teatral reverencia, atrayendo la atención de todos―. Estoy en una banda y haremos una presentación hoy en el pub Paper bag, a dos cuadras de aquí ¡y están invitados! ―exclama lo último mientras se aproxima a los observantes y les entrega un pequeño folleto a cada uno, ello sin importar que casi la mitad de su largo abrigo de leopardo le colgase desde el antebrazo derecho, dejando al descubierto todo su hombro.
Serena observa con atención el folleto y se sorprende.
―Ya las he visto ¡Me gusta tu banda!
En tanto, Julian y June aún se mantenían en la entrada, él sin poder dejar de observarle, inseguro de qué decir mientras le daba un nuevo sorbo a su cerveza. La chica, distraída sobre la siempre burbujeante silueta de Lana, ignora que no era solo el foco de atención de Jules, sino que también el de un impresionado Fab a distancia.
―Te queda bien ese color de cabello ―comenta Nikolai cuando se acerca a saludarla―. ¿Por qué el cambio?
―¿Por qué no?
―Eso es válido.
De esa manera, los amigos no tardan en vestir sus abrigos y seguir a las chicas por la avenida hasta el gran pub «Paper bag», un nuevo local de moda cual se había vuelto un gran figurativo trampolín para nuevas bandas en la escena neoyorkina. Julian, expectante de aquel nuevo e interesante descubrimiento, se mantiene contemplativo de los alrededores, de los jóvenes que andaban por el lugar, del moderado, pero cómodo escenario y del futuro de su banda; su primer objetivo era ser tan bueno como para lograr llenar un lugar como ese.
Lana se despide de June entregándole su cerveza y pronto parte tras el escenario. Así, el taciturno Jules aprovecha de acercarse al fin a su amiga, con quien no había podido hablar desde que la saludó en el recibidor de su apartamento.
―¿Te había dicho lo hermosa que luces?
―No, pero gracias ―dice sin más, aun sintiendo sus mejillas algo dormidas debido a los efectos de la felicidad química. Jules continúa observándole, pero, pronto no puede evitar bajar su mirada y sonreír para sí mismo.
―Hablo en serio.
―Te creo. Te gustan las rubias ¿no? ―el chico arruga el entrecejo y le observa confundido―. No me teñí o corté el cabello por ti, tonto ―ríe la rubia y Julian suspira profundo, sonriendo ladino ante la vista del relajado y alegre semblante de la bella chica―. Lana propuso un cambio de imagen y yo acepté.
―Esto es tan malvado... ―se lamenta―. No puedes esperar vestir una corta playera blanca y ajustada falda, siendo rubia, y no esperar que todo esto sea peligroso para ambos ¡Sobre todo para mí! ―dice con tono bromista para ocultar su verdadera connotación; el alcohol acallando su siempre estridente consciencia cuando se trataba de June y sus adormilados pero sagaces ojos devorándola―. Hoy no dejarás mi lado.
―¿Tengo derecho de opinar al respecto?
―Claro que no.
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