𝐟𝐨𝐫𝐭𝐲 𝐟𝐢𝐯𝐞

La primera semana de junio recibía a los neoyorkinos con una inesperada ola de calor. Los exagerados treinta y dos grados de temperatura en la famosa ciudad dominada por el asfalto le hacían la vida imposible a todos aquellos quienes tuviesen la mala fortuna de verse obligados a andar por las calles, alejados del privilegio de un buen sistema de aire acondicionado. Sin embargo, algunos no parecían verse amedrentados por incomodidades que con ingeniosas ocurrencias podían ser mitigadas; Julian, orgulloso de su descubrimiento hecho hace algunas semanas, hoy finalmente se proponía revelárselo a una persona.

―¿Qué...?

―Dije que: ¡Bienvenida a mi apartamento! ―exclama el orgulloso moreno y su amiga, anonadada, lo mira a él durante unos segundos, para pronto decidirse a entrar y recorrer el lugar.

El pequeño, pero, iluminado apartamento consistía en tres habitaciones: Un gran living y cocina sólo divididos por un aparador, que cumpliría también la función de ser mesa para cuatro, la cocina estando amueblada a diferencia del resto de interior; así, no dejando mucho espacio para adivinanzas, ya que, la puerta hacia el pequeño baño con ducha estaba abierta, a diferencia de la perteneciente a la mediana habitación cual, cuando June se integra, realiza que también estaba desamoblada, solo habiendo un nuevo y grande colchón sobre el piso con un abultado bolso de viaje encima, y cuya gran ventana al otro lado daba a la escalera de emergencias hacia el callejón del complejo de apartamentos; su amigo habitando ahora el cuarto piso.

―¿Hablas en serio?

―Si. Luego de que me confirmaras que no podías mudarte conmigo se me rompió el corazón, pero pronto me decidí por este apartamento. Ya lo había recorrido y cotizado, y, a pesar de que no tiene aire acondicionado, debido a su posición, sólo recibe el sol del atardecer con fuerza y no el de la mañana, así que supuse que sería una elección inteligente ―se encoge de hombros con suficiencia―. Sin mencionar el precio de renta fija con gastos comunes incluídos, ubicación céntrica y, sobre todo, porque el arrendatario al adivinar que estudio música ―indica su guitarra y bajo con un ademán de la cabeza mientras les dejaba en un rincón de la alcoba―, me recomendó averiguar un trato de arriendo temporal para una sala de ensayo en un local a solo dos cuadras de aquí ¡Es fantástico! Así, supongo, que quizá durante septiembre veré la posibilidad de ello con los chicos. Si queremos hacer de la banda una real prioridad, debemos ser serios. En tanto, sólo me enfocaré en armar poco a poco mi cuchitril.

―Vaya... Pareces tener todo resuelto ―musita June, impresionada, ahora siguiéndole al interior de la habitación, contemplativa de la vista desde la gran ventana, cual sólo le permitía divisar la concurrida décima avenida en Hell's kitchen―. Es una lástima que no eligieses Lower Manhattan. Hubiese sido agradable tenerte cerca.

―Créeme que busqué sitio por ese sector, pero estaba algo fuera de mi presupuesto ―hace un puchero, resignado―. Así que me limité a reducir mis opciones y esta me pareció perfecta. Ahora sólo necesito ayuda para traer el resto de mis cosas.

―¿Tu mamá sabe sobre esto?

―Lo sabe. Me mudaré con su consentimiento ―comenta mientras se quita su abultado bolso de cuero y desde él saca un enrollado canvas, revelando una hermosa pintura―. Sam hizo este retrato de mí hace un tiempo y quiso dármelo como el primer regalo para mi nuevo hogar.

―¡Oh...! ―la maravillada pelirroja no puede evitar perder su mirada sobre el nostálgico retrato; un cabizbajo Julian, aparentemente conflictuado, se mantenía acurrucado, contemplativo de sus más personales frustraciones en la sala del hogar que compartía con su madre―. Es una pintura hermosa...

―Si. Sam es muy talentoso y yo una perfecta musa.

Los amigos, eventualmente, deciden ir por algo para comer al McDonald's más cercano y compran alcohol en la tienda de la esquina, apresurándose de vuelta al apartamento ya que, a pesar de que casi eran las cinco, el sol continuaba alumbrando con exagerado ímpetu el exterior con una intensidad similar al mediodía.

―¿No tienes platos, vasos o utensilios?

―No aún. En algún momento compraré lo que necesite ―ríe para sí mismo mientras abre su bolsa de papel pronto sacando su hamburguesa y dándole una entusiasta mordida. June, sentada junto a él en el nuevo colchón sobre el piso, le imita en menor grado de efusividad y come pensativa, observando taciturna sus alrededores e imaginando lo solitario que sería para él acostumbrarse a ese nivel de aislamiento―. ¿Puedes pasar la noche aquí hoy? ―consulta Julian de pronto, trayendo súbitamente a su amiga de vuelta en sí―. Será mi primera noche a solas en este lugar y... No lo sé, me siento algo nostálgico. No porque extrañe necesariamente mi antiguo hogar, sino que debido a... El vacío. Sólo tendría mis instrumentos y colección de Bob Marley para evitar volverme loco.

―Ni siquiera tienes frazadas.

―¡Hay treinta grados afuera! Esta será una noche cálida. Tengo un par de mantas y almohadas en mi bolso, sin mencionar que también alcohol y cannabis ―dice pícaro, inclinándose hacia el frente―. Tenemos muchas tiendas cerca... De hecho, no sé si notaste que en el primer piso de este edificio hay dos locales de comida asiática, así que, de sentir hambre, podemos comprar lo que queramos.

―¿No preferirías traer a los chicos para hacerte compañía?

―Vendrán mañana a ayudarme a traer cosas desde el apartamento de mi mamá. Ella me regalará un antiguo sofá y algunas cosas para este lugar que guarda en el subterráneo del edificio ―comenta luego de beber un sorbo de cerveza―. Así que esta noche sería realmente deprimente si no te quedas conmigo.

―Bien, me quedaré, pero debo marcharme durante la mañana.

Es así como ambos se limitan a cenar y beber cerveza en mutua compañía, teniendo que abandonar nuevamente el apartamento para comprar algunos productos básicos para el lugar como dentífrico, papel higiénico y agua embotellada. De esa manera, al regresar, el sol ya se había ocultado en el horizonte y, a diferencia de hace un rato, ahora el frío comenzaba a apoderarse de cada rincón de aquel vacío apartamento. Los amigos deciden refugiarse en la habitación del moreno y se sientan sobre la metálica escalera a las afueras de la ventana, acomodándose uno frente a otro mientras compartían una botella de vodka de fresas y un verde cigarrillo.

―He vuelto a ponerme en contacto con Lana últimamente ―confiesa Jules, pensativo―. Pero ahora es diferente. Sólo hablamos sobre música.

―No es que yo sepa mucho, ya que, no nos vemos tanto como solíamos hacerlo, pero si sé que ella está viendo a alguien. Creo que es serio...

―Oh. Eso lo explica entonces.

―¿Te sientes decepcionado? ―la chica entrecierra sus ojos para enfocar su mirada, su amigo permanecía ceñudo, con la vista fija sobre la botella de cuyo contenido restaba un cuarto.

―Mentiría si dijera que no, pero, en realidad no es para deprimirme o algo. Si no que es decepcionante que ella no me hubiese considerado de esa forma a mi alguna vez.

―¿Quieres una novia?

―No... No es eso. Es que... No quiero estar solo ¿sabes? Busco conexión.

―Decidiste mudarte por ti mismo justo ahora que tienes esa monumental crisis existencial... ―agrega la pelirroja, irónica mientras intercambia el porro por la botella con él.

―Lo sé. Pero, supongo que de eso se trata crecer ¿no? A medida que comprendes más sobre la vida te vas quedando solo porque aprendes a filtrar entre lo bueno y lo malo, lo que te satisface y lo que no, lo tentador y lo drenante.

―Eso creo... Si.

―Tú eres una de las únicas personas con la que realmente conecto a un nivel místico ―asegura casi enredando su lengua e inclinándose hacia el frente. Ella, algo mareada, también se inclina y asiente segura para así intentar seguir el tren de pensamiento de su igualmente ebrio amigo―. Por favor no vuelvas a dejarme, juro que daré lo mejor de mí para no ser un idiota.

June pestaña con un ojo y luego con el otro, tardando en recordar, pero no con menor rencor.

―Me abandonaste a los catorce por mí misma en una fiesta llena de desconocidos en Florida a las tres de la mañana sólo por dormir con mi prima ¡Tuve que arrancar de tantos idiotas acosadores! ¡caminé durante horas por la costa hasta reconocer por donde debía ir para volver al hotel!

―¡Intentamos encontrarte! ¡No desaparecimos por mucho!

―Si. Claire me dijo que no fueron más de cinco minutos. Cinco decepcionantes minutos.

―¡Hey! ―exclama ofendido, aunque no puede evitar verse contagiado por la inesperada carcajada de su amiga―. Ya te he pedido disculpas miles de veces por eso... E, incluso, te perdoné cuando me delataste con John. Me metiste en muchos problemas por eso.

―Fue una amarga vendetta. Pero me arrepentí de inmediato.

―Como sea. Es tema del pasado. Si vuelves a dejarme yo soy comida para los buitres.

―¡No juegues con eso!

―¿Qué? ¡Es cierto! ¡Te necesito! ―llora bromista y dramático. Su amiga revuelve su largo cabello, entretenida―. Te amo tanto como a mi música y eso es decir demasiado...

June, internamente sacudida por lo que oía y la honestidad en los marrones ojos que somnolientos le observaban, no puede evitar sonreír soñadora para sí misma, decidiendo quitarle la botella a él desde sus manos y beber un largo sorbo; ella había tomado una silenciosa decisión hace unas semanas cual sólo había comentado con su afable padre.

―Tengo que mostrarte algo ―dice devolviéndole la botella, así ingresando a la habitación de su amigo desde la ventana. Jules, curioso, la sigue algo tambaleante, aun fumando y sosteniendo la botella desde el cuello.

―Estoy intrigado. Diría que ese sweater es demasiado grueso para este clima, pero lo dejo a tu juicio ―el bromista chico se sienta junto a ella sobre el colchón y recibe un pequeño portafolio cual contenía una colección de fotos tomadas por ella impresas con profesional definición―. Esto es realmente bueno ―musita un conforme Jules mientras ojea las instantáneas, pronto deteniéndose en una que ella había tomado de ambos frente al reflejo de un espejo en la casa de los Hamptons. En la fotografía los dos lucían húmedos, colorados y desastrosos, sin embargo, la iluminación, el caótico escenario, la arena sobre ellos, todo hacía perfecta alegoría al estado mental de ambos; arrollados por todo lo que les había enviado el destino, aun así, juntos en su propio mundo. June deja caer un sobre y el moreno se ve inmediatamente distraído al ser la imagen bloqueada―. ¿Qué es esto?

NYU ―dice encogiéndose de hombros. Él abre la gruesa carta y comienza a leer atento―. Me fue concedida una beca completa de cuatro años para estudiar fotografía en la Universidad de Nueva York luego de hacer una demostración de mi trabajo.

―¿¡Entonces!? ―consulta entusiasta.

―No es el único lugar en donde he sido admitida, pero es la oferta más tentadora... Bueno, es una beca que paga absolutamente todo. Así que ya he tomado mi decisión ―asiente para sí misma, desviando su mirada al piso, como avergonzada de lo mucho que le emocionaba la idea de estudiar lo que realmente le apasionaba―. Estudiaré fotografía en NYU.

Julian lanza hacia un lado el portafolio y su carta para así abalanzarse sobre ella y apretujarla, feliz de que su amiga por alguna vez en su vida decidiese pensar sólo en sí misma y no en terceros para tomar una decisión. Él se sentía orgulloso de June, pero, no podía negar que el saber que la tendría consigo en Nueva york era lo que más le aliviaba de todo, ya que, sinceramente no se podía imaginar sobrevivir esta nueva era, la de la joven adultez, sin ella. De esa manera, los amigos continúan bebiendo, ahora en nombre de June, celebrando aquella vocacional decisión y su inquebrantable amistad hasta que no pueden más y caen dormidos sobre el colchón sin siquiera cubrirse.

A la mañana siguiente, una deshidratada pelirroja se levanta a tientas y, cuando al fin abre los ojos, realiza que a pesar del imponente sol a las afueras, su temperatura corporal continuaba baja, pero no había sufrido debido al siempre acaparador abrazo de su amigo, este aun durmiendo plácidamente. June busca una manta en el bolso de Julian y le cubre hasta el cuello, pronto dirigiéndose al baño, intentando arreglar su apariencia y enjuagando su boca con dentífrico antes de apoderarse de una botella de agua e ir a comprar el desayuno.

Durante la madrugada, entre risotadas y sentimentales discursos, de alguna extraña manera ambos habían llegado a la conclusión de que deseaban bagels, así que la pelirroja había soñado con ellos. June compra lo necesario en la tienda más cercana y pronto retoma su camino de vuelta al apartamento, constantemente viéndose distraída por las vitrinas en junto y deteniéndose cuando algo le interesa de sobremanera.

―Ya era hora ―sonríe para sí misma al ver a Julian abandonar su habitación. Ella partía los bagels y les untaba queso crema. Su amigo le observa agradecido, posando su palma sobre el pecho con dramatismo.

―¡Vive conmigo, por favor!

―Claro. Después te acostumbrarías demasiado a mi buena voluntad ―replica irónica y él se desvía al baño.

June eventualmente sirve el desayuno sobre servilletas en el aparador que separaba la cocina desde la sala, para pronto ir por el retrato que Sam había hecho de su amigo con el objetivo de ponerlo dentro de un hermoso marco que había comprado de camino al apartamento.

Oh... ―musita el moreno al contemplar el sutil, pero, bello marco cual protegía y potenciaba los colores del sincero retrato hecho por Sam―. Gracias.

―¿Dónde lo colgarás?

―Por el momento, en mi habitación. Luego, no lo sé...

Ella asiente comprensiva y comienza a comer su desayuno en compañía de Jules. Él observándole pensativo durante un rato, al notar que la chica igualmente parecía perdida en sus pensamientos, contemplativa de las semillas de sésamo que caían desde su bagel y adornaban la servilleta.

―Hoy por la noche celebraremos el cumpleaños de Fab. Ya sabes, el gran dieciocho ¿qué dices?

―No. Lo siento.

Él frunce sus labios y asiente para sí mismo. La chica suspira profundo.

―No sé si lo hablaron, pero Fab no tiene ningún tipo de rencor en tu contra ―June sonríe nostálgica, cabizbaja―. De hecho, él luce mejor que nunca y... Bueno, ahora sale con alguien.

―¿Lo hace?

―Si. Y es extraño por decir lo menos.

―¿Por qué?

―Serena, la chica con quien sale, es el total opuesto a ti ―asegura no pudiendo evitar sonreír irónico―. Es de baja estatura, cabello negro, obsesionada con las perforaciones y algo antipática, pero parecen entenderse a la perfección.

―Dicen que los opuestos se atraen. Bien por él.

―¿Y tú?

―¿Yo qué?

―¿Está viendo a alguien? ¿aun sales con el idiota de Derek?

―Nunca he "salido" con él de esa forma, pero sí. Nos vemos a veces. Hablamos por AOL... ―Julian finge una arcada―. No seas así.

―No caigas en su red, June, por favor no lo hagas. No tendré tanta fuerza bruta como él, pero soy más grande. Podré pelear de necesitar hacerlo.

―¿Por qué pelearías con él?

―No lo sé ―se encoge de hombros y continúa aun con la boca llena―. Nunca me ha agradado y ahora menos al saber que podrías salir con él.

―Con Fab no te nació el lado protector.

―Porque sabía que Fab era un buen muchacho. Pero, en vista que cada día luces más hermosa, creo que tendré que aprender a espantar idiotas.

June no puede evitar sonreír para sí misma, algo sonrojada. No era que Jules nunca dijera ese tipo de cosas, pero, eso no lo hacía menos impactante para alguien quien no recibía cumplidos tan directos con frecuencia como otras chicas más convencionalmente atractivas. El moreno se distrae yendo por su estéreo y colocando algo de música de Bob Marley para así continuar desayunando. La pelirroja, por su parte, conforme con la siempre estimulante y fraternal compañía de él, una vez más parece perdida en las palabras de su amigo, sus grandes manos, fluida silueta dispuesta a la música y siempre adormilados ojos, cuales profundos ahora amenazaban con ver mucho más allá de lo que ella creía saber de sí misma y sus deseos.

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