𝐟𝐢𝐯𝐞
Julian suspira profundo y cierra los ojos durante unos eternos segundos. Él solía detestar mucho en la vida, pero, las "reuniones familiares", sobre todo aquellas que giraban en torno a su padre, les tenía un especial desprecio. Por razones obvias, su madre ya no solía asistir a las fiestas de cumpleaños celebradas en el pent-house de John, eso más que nada porque ella seguía asqueada y resentida con las continuas relaciones amorosas de él con chicas demasiado jóvenes, por lo mismo, ahora menos se creía capaz de querer lidiar con la nueva esposa de su ex, quien recientemente le había dado la bienvenida a un nuevo bebé a la familia. El moreno niega lento con su cabeza. Era realmente retorcido como la pareja de su padre era tan solo dos años mayor que él. Julian a veces no se sentía capaz de dirigirle una palabra a ella debido a la vergüenza que le causaba la situación. Aunque, por otro lado, sus pequeños hermanos no tenían culpa alguna en aquella desagradable realidad, es por lo que su cariño con los pequeños nunca tuvo real filtro, ello a su propia desapegada manera, claro.
―Hey ¿quieres emborracharte? ―le susurra el moreno a June quien se mantenía apartada en un solitario rincón viendo a distancia como todos los invitados, incluidos su padre y hermanos, conversaban, bebían y comían en la amplia y moderna sala. Ella suspira resignada y asiente sin siquiera molestarse en mirar hacia arriba a quien le sacaba fácilmente unos veinte centímetros de ventaja.
Él sujeta a la pelirroja desde su muñeca y la lleva consigo a través del largo corredor del apartamento. Así, durante el breve recorrido, las adornadas paredes parecen crear una serie de repentinos flashbacks para June, quien inexplicablemente podía recordar cada una de aquellas obras además de enmarcadas portadas de revistas y otras fotos cuales retrataban todas las "proezas" de John en la infame industria del modelaje de Elite. Julian, en tanto, suelta a la chica y se escabulle sin cuidado dentro de la oficina de su padre, no mucho después volviendo con una evidentemente cara botella de licor importado y ella pronto se une a él dentro de su antigua habitación.
―No puedo creer que todo continúe igual... ―comenta ella, genuinamente sorprendida, ya que, no entraba a esa habitación desde que él y su madre, luego de haber intentado una intervención familiar, se mudasen de manera definitiva de vuelta a su original y actual hogar durante un gélido invierno.
―Aline insistió en mantener todo como está. Ello como un intento de posible reconciliación entre John y yo ―bufa desganado―. Lo cual es irónico, porque él nunca me ha invitado a pasar más de una celebración de cumpleaños propio aquí desde que elegí marcharme con Jeannette. Durante las fiestas de fin de año simplemente me envía un cheque y arranca a Brasil.
June asiente pensativa y continúa paseando su mirada sobre los juguetes perfectamente ordenados en las superficies de las empolvadas repisas, el escritorio y alfeizar de la ventana. Ella sonríe para sí misma al encontrar un GI Joe con el que solía jugar a golpear a Julian cada vez que se comportaba como un egoísta idiota y acaparaba la totalidad de los LEGOS para crear feos edificios de bizarras combinaciones de colores.
―Esta habitación es una cápsula en el tiempo... ―musita cuando continúa con su recorrido del lugar y él, sentado sobre su cama, bebe sin ánimo un largo sorbo de whisky.
―Ten ―dice alzando la botella en dirección a ella para que se acercase―. Irlandés, como tus ancestros.
La delicada chica obedece y toma puesto junto a su amigo para beber con moderada calma. Él, como de costumbre, aventura su curiosa mirada sobre el abultado busto de ella durante unos segundos, pero, desvía su vista cuando la pelirroja le da fuerte con el GI Joe sobre el brazo. Julian no era del clásico tipo romántico, al contrario, con los años ella había aprendido que, si deseaban mantener su amistad, debía guardar cierta distancia desde él y sus lascivas costumbres; su siempre fisgona mirada siendo la primera bandera roja anunciando peligro al acecho.
―No querrás que te pegue otro puñetazo como el que te di la última vez que estuvimos a solas aquí ¿verdad?
Julian ríe con malicia, para pronto darle otro largo sorbo a la botella.
―No es mi culpa que llenaras tan rápido tu sujetador. Estaba curioso entonces y aun lo estoy.
―¡Me manoseaste con la excusa de que me hacías cosquillas!
―¡Era un puberto! ―se excusa―. Tranquila. Ahora sé sobre el consentimiento. Así que solo me limito a aplaudir mentalmente cada vez que vistes un sweater ajustado como el que hoy llevas puesto ―dice con un dejo de ironía y alza reiteradamente sus pícaras cejas en dirección a la irritada pelirroja. Ella pretende darle con el GI Joe otra vez, pero él la esquiva parándose en dirección a su escritorio desde donde recupera su polvoriento tocadiscos y lo posa sobre la cama entre ellos, pronto también dejando a los pies de la cama una moderada caja con una colección de diferentes vinilos que solían ser de su madre.
Así es como Julian le permite a The Doors ocultar el bullicio de genérica música que se colaba desde el corredor y así ambos continúan bebiendo en contemplativo silencio hasta que, sin notarlo, ya habían logrado bajar más de la mitad de la botella; y esa era una característica bastante común cuando ambos se juntaban fuera de la escuela. Sus primeras buenas y malas experiencias con el alcohol habían ocurrido en mutua compañía y, a pesar de que ella también le había tomado el gusto al momentáneo descontrol, todo descansaba en lo fugaz. Jules, por su parte, era otra historia. Él le había tomado cierto gusto a alcohol como nadie que ella conociera, al punto en que el moreno había logrado una resiliencia casi mítica entre sus amigos, llegando al extremo de ser ingresado a un programa de rehabilitación a los doce años. Y, actualmente, en ese cuarto los dos parecían más sumergidos en sus propios pensamientos que abatidos por los estragos del fino licor en sus sentidos.
―Así que continúas escribiendo ―comenta ella al notar que su amigo sacaba aquella abultada y pequeña libreta desde su bolsillo para leer y rayar un par de palabras. Él, ensimismado en lo que hacía, no responde de inmediato―. ¿Alguna vez podré leer lo que escribes?
―Levántate el sweater y lo pensaré ―contesta cuando va en búsqueda de la acústica y vieja guitarra que adornaba el rincón inferior de la habitación, pronto volviendo a sentarse junto a la poco entretenida chica―. Muéstrame las tetas y te escribo una canción.
―Eso no va a pasar.
Él sonríe divertido con sus propias ocurrencias y baja el volumen del tocadiscos para así afinar el instrumento. June se recuesta sobre la cama, relajada, y pierde su vista sobre el estrellado techo, cuyos fluorescentes adornos ya comenzaban a brillar debido a la penumbra que invadía progresivamente la habitación durante aquella fría tarde de mediados de diciembre. Julian, en tanto, afirma su espalda en contra de la pared, aun sentado al lado inferior de la cama, y comienza a tocar una vaga melodía.
―Creo que ya sé que haré luego de la preparatoria ―comenta de pronto, no deteniendo su ameno toque a las cuerdas. Ella, algo sorprendida y aun hipnotizada por la ficticia vía láctea sobre sus cabezas, asiente lento.
―¿Qué harás?
―Haré música y fundaré la mejor puta banda de la ciudad.
―Eso suena razonable. Por esa autoconfianza iría a verlos, ello, aunque fueran una real pérdida de tiempo.
Jules sonríe para sí mismo y se detiene sólo para beber un nuevo sorbo desde la botella de whisky en junto.
―¿Qué harás tú?
―Iré a la universidad más prestigiosa que me admita becada y... ―ella se frena de pronto. A pesar de que tenía uno de los mejores promedios de su generación, aun no podía si quiera pensar en que podría hacer con su vida―. Bueno, aun no lo sé en realidad.
―No lo sabes aun porque insistes en vivir de las expectativas de otros.
―Fácil para ti decir eso. Yo tengo que mediar entre vocación y deber.
―¿Deber?
―Mi padre está cercano a cumplir sesenta y mis hermanos aún son niños. Debo encontrar la forma de balancear lo que me gusta y lo que me dé el dinero suficiente para ayudar a brindarles un seguro futuro a ellos. No soy mi mamá. No les dejaré sin nada ―comenta lúgubre cuando se endereza contra el respaldo de la cama y recibe la botella. Julian frunce los labios.
―Eres buena con la fotografía. John te contrataría sin pensarlo ―dice al definitivamente dejar su guitarra de lado―. De hecho, no entiendo cómo prefieres trabajar durante las madrugadas del fin de semana en un bar de Brooklyn cuando podrías hacerlo para John en la agencia.
―No todos nos sentimos cómodos aceptando tanta ayuda de terceros, Julian ―responde con una poca característica resignación dejándose notar a través de un prolongado suspiro y ronca voz―. Supongo que la independencia forja el carácter a través de la inconformidad. El deseo y la satisfacción son sólo pasajeros, fugaces y peligrosos de seguir persistentemente... No lo vale después de todo.
El moreno pierde su mirada sobre un punto lejano de la habitación y pronto niega incrédulo, algo intranquilo con la desesperanzadora visión que ella planteaba.
―¿Eso es todo? ¿esa será la vida para ti?
―Supongo ―admite sincera cuando decide conectar su verde mirada con la oscura de él―. ¿Qué tan diferente crees que lo será para ti?
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