𝐟𝐢𝐟𝐭𝐲 𝐭𝐰𝐨

―¡June! ―le llama Albert desde el final del corredor de la facultad de artes en NYU. El rizado pronto se despide de su compañero de clase y corre hacia la chica para así hablarle.

―¡Hey!

―¿Qué tal? ―la saluda igual de animado que siempre―. ¿Vas a la fiesta de bienvenida? Es en un rato.

―¿Qué ya no había sido?

―Esa fue la que dio la rectoría de NYU. Hablo de la verdadera fiesta. La organizada por los de segundo para darnos la bienvenida.

―Oh... No lo sé.

―Entonces ¿de casualidad irás a Hells Kitchen hoy? ―consulta mirando por sobre su hombro y saludando a una chica, galante. June sonríe para sí misma al notar que él parece perdido en su encanto durante unos segundos antes de retomar el hilo de lo que quería decir―. Lo que sucede es que Jules me pidió conseguir un bajo para él y mi amigo lo trajo hoy, pero yo quiero pasar directo a la fiesta porque haremos una junta previa, ya sabes, y...

―Yo se lo llevo.

―¡ERES LA MEJOR! ―exclama feliz, entregándole el instrumento en su funda cual ella cuelga al hombro―. Si vas hoy a la fiesta, la alegría instantánea va por mi parte.

―Bien, bien...

De pronto, Lana se integra súbitamente junto a Gia, ambas casi tacleando a la chica frente a Albert. El rizado sonríe embobado como acostumbra, aunque su sagaz mirada pronto recae sobre Lana, manteniéndose ahí por más de lo esperado.

―Alberto ¿verdad? ―consulta la rubia y él, seguro, sonríe ladino.

―Puedes llamarme como quieras.

El rizado le cierra un ojo a Lana y pronto se despide de June con un ligero beso sobre la mejilla antes de continuar por el corredor.

―¿Por qué ambas son un imán de hombres adinerados y heterosexuales? ―se queja Gia algo asqueada mientras las rubias caminaban hacia la banca más cercana en el jardín interior del campus.

―No lo sé. Pero me agrada Alberto. Es un idiota que si sabe pasar un buen rato.

―Albert.

―¿Qué?

―Se llama Albert ―le corrige June, negándose a tomar puesto debido a que deseaba ya emprender camino a Hells kitchen.

―Da igual. Lo conocí hace un par de semanas en el cumpleaños de pie grande y desde entonces siempre me lo encuentro en cada fiesta a la que voy... ¿Qué estudia?

―Cinematografía.

―Oh, con razón está tan jodido de la mente ―se burla la chica―. Aunque, creo que yo también...

―Tu y yo ―agrega Gia, encendiendo un cigarrillo de etiqueta roja, observando con curiosidad a June―. ¿Qué llevas ahí? ¿Es un bajo?

―Oh, si... Debo entregárselo a Jules. De hecho, ahora...

―¿Qué? Supongo que irás con nosotras a la fiesta de novatos ¿no?

―No creo que...

―¡NO! ―exclama Lana, ofendida―. ¡No permitiré que pie grande te robe la experiencia de ser una novata como corresponde!

―Sólo debo dejar esto en su apartamento. Luego volveré.

―Debes hacerlo ―insiste Gia―. Tengo la perfecta tenida para ti hoy.

―Lo haré...

La rubia deja a sus amigas y emprende apresurada marcha hasta la estación de metro más cercana, ello con el objetivo de llegar lo antes posible al apartamento que Jules y Albert compartían. Al arribar, la rubia golpea a la puerta del dieciséis y espera paciente, pero, al no ser abierta, pronto vuelve a golpear con algo más de insistencia y puede escuchar un repentino alboroto al interior, ello acompañado de un quejido.

―¡Hey! ―se alegra Jules al verle, no pudiendo evitar sobarse la pierna cuando se hace a un lado, permitiéndole a ella entrar. June le observa preocupada, y luego nota el teclado sobre el piso y que su amigo aun llevaba sus grandes audífonos puestos, pero, obviamente desconectados. La chica ríe para sí misma al deducir qué había sucedido―. Soy un idiota. Lo sé.

―Albert te envió esto.

―¡Oh, gracias! ―sonríe conforme cuando recibe el bajo y se encamina hacia la sala para recoger su teclado―. Estoy trabajando en una nueva canción, y necesitaba un real bajo para solucionar una encrucijada que no he podido resolver ―la chica asiente y deja su bolso a un lado, tomando puesto sobre el sofá doble de en frente. Julian, con su mirada fija sobre el nuevo instrumento a su merced, le examina y pronto intenta tocar algunas notas―. ¿Qué tal tus clases esta semana?

―Bien... Los profesores son inspiradores ¿mis compañeros? No tanto.

―¿Por qué lo dices?

―Muchos de ellos son realmente unos snobs.

Julian se detiene y rueda los ojos de manera exagerada.

―¡Como te entiendo! La gente en el conservatorio tiene una manera tan condescendiente de tratar que no los soporto. Si no fuese porque realmente quiero aprender lo que pueda respecto a estructuras musicales, ya me hubiese dado por vencido.

―Debemos ser fuertes.

―Lo somos. No nos hemos visto desde el lunes ―sonríe ladino, pendiente de sus propios dedos mientras tocaba el bajo. June muerde su labio inferior y desvía su vista sobre el teclado.

―Entonces te ha sido de ayuda.

―Como siempre, me has salvado la vida de alguna manera ―asegura dejando de lado el bajo y acaparando el teclado con expresión lastimera.

―¿Cuántas veces se te ha caído ya?

―Sólo dos veces. Una desde mi cama por culpa de ambos... ―dice inclinándose sobre su puesto con semblante seductor y ella arruga el entrecejo para no reír.

―Fue tu culpa. Tú me empujaste sobre el colchón y el teclado saltó al suelo.

―¡No estabas usando un brasier! ¡Sabes que soy débil, June! ―exclama dramático y su amiga ríe resignada, sentada en posición de loto sobre el sofá―. Como sea... Creo que es hora de que te dé esto ―el moreno se alza y va hasta el recibidor de cuyo pequeño colgador saca un par de llaves unidas por un metálico aro―. La dorada es la llave de la puerta de abajo y la plateada es la de acá.

―¿Albert está de acuerdo?

―No le he preguntado, pero lo estará.

―Oh, bien... Gracias ―ella se encoge de hombros mientras observa pensativa aquellas llaves. Julian se sienta en junto y estira su brazo por sobre el respaldo del sofá para observarle con atención; la rubia lucía algo ausente.

―Eso significa que eres bienvenida aquí cuando quieras ―intenta aclarar y ella asiente leve con una sonrisa cerrada.

Dos semanas habían transcurrido desde el cumpleaños de Julian y, a causa de sus ajetreados horarios universitarios, trabajo de fin de semana, turno en el cual Jules y Albert se habían integrado, además de variadas eventualidades, los amigos habían tenido escasos momentos para estar físicamente a solas y, por razones obvias, ese tiempo lo ocupaban en su mayoría para devorarse a escondidas, ya que, el compañero de piso del moreno usualmente tenía las mismas ventanas de tiempo que ellos. Es debido a lo anterior que "la charla" se había visto convenientemente pospuesta de manera no verbal, lo cual había parecido funcionar a la perfección, pero ahora, cuando Julian le regalaba una llave de su hogar, la chica no puede evitar sentirse ansiosa respecto a la connotación de esa "aventura"; era difícil de explicar, sabía que quizá lo de ellos no era precisamente correcto o necesariamente serio en el ámbito romántico, pero, mientras ambos decidieran no exponer los peligros de apostar por ese tipo de relación, los dos podrían simplemente limitarse a disfrutar de la compañía del otro.

―Albert me envió con el bajo porque dijo que iría a una fiesta previa a la de esta noche en NYU ―su amigo alza automáticamente ambas interesadas cejas y ladea su cabeza unos centímetros a la derecha―. Yo debo juntarme con Lana y Gia en un rato, porque ellas insisten en llevarme a la fiesta de novatos. Así que eso significa que aquí estaríamos solos por un par de horas...

―¡Que no se diga más! ―exclama entusiasta y se quita su verde camiseta de Bob Marley. June le observa atónita―. Lo siento. Es que... Creo que nunca hemos estado solos en este apartamento desde que... Ya sabes. Y realmente me he estado conteniendo para mantener las apariencias.

―¿Debería temer por mi vida?

―Absolutamente. No te había tenido para mí desde hace cuatro putos días.

La chica no puede evitar reír algo cohibida, pero aquello no tarda en evaporarse de su mente, ya que, Julian la acechaba acaparador sobre el sofá, pronto recostándole junto a él para besarla con desvergonzada dedicación. Así, June no tarda en perderse en el calor y el aroma del moreno, logrando que su subconsciente no hiciera más que desear de sobre manera la más completa proximidad, él sobre ella; no obstante, las manos de Jules se movían por sí mismas y estas tenían una férrea voluntad propia cual, inamovible, no sabía de recato o pudor. La rubia se estremece debido al roce de sus cálidas manos bajo su falda, reduciéndole a ella a suaves gemidos y súplicas, dejándole vulnerable ante él y su seguro, pero, frenético ritmo.

No creo que aguante hasta mi cuarto ―susurra grave cuando logra apartarse unos segundos desde ella. June, agitada, no parece procesar lo dicho por él, aún así, intenta desesperadamente quitarle el cinturón, obstrucción de la cual Julian se encarga de resolver en un parpadeo, tan fugazmente como para sorprenderla de súbito; ambos ahogados por el placer.

De esa manera se mantienen sobre el sofá, deseosos del otro, incapaces de quitarse las manos desde encima; acalorados, excitados, en las nubes...

―¡Oh...! ¡Lo siento! ¡Ignórenme! ¡sólo vine por mi identificación falsa! ―exclama Albert tapándose el costado de la cara mientras retoma su apresurado camino hacia su habitación.

Julian y June, petrificados, comparten una mirada que desbordaba interno pánico, así pronto comienzan a vestirse y ella recupera sus pertenencias, siendo interceptada junto a la puerta por el moreno quien le besa hasta que la mortificada y pálida chica le pica el costado con un dedo para lograr arrancar del apartamento. Jules suspira profundo mientras observa a la rubia bajar aceleradamente las escaleras, no tardando en darse el valor de volver al interior del hogar que compartía con Albert.

―¡Adelante! ―exclama el rizado desde su alcoba, ello luego de oír que tocaban a su puerta. El moreno se integra y observa como el chico andaba de allá para acá en búsqueda de su identificación falsa.

―Albert... ―comienza incómodo, pero el aludido le interrumpe, ahora observando bajo su cama, intentando alcanzar algo luego de apartar un par de botas.

―No te preocupes por mí, viejo, yo no vi nada. Al igual que he sido sordo durante estas semanas, ahora resulta que también soy ciego ―Jules frunce sus labios, sorprendido e inseguro de qué más decir, pronto cayendo en cuenta de dónde estaba la identificación falsa de su amigo y entregándosela; el chico la tenía sobresaliendo desde el bolsillo trasero de sus vaqueros―. ¡Oh...! ―se sorprende―. Siempre olvido revisar ahí.

El dopado chico sonríe embobado y nuevamente se echa a caminar con rapidez fuera del apartamento, pero, antes de que pudiera dejarle, Jules le llama.

―¡Albert...! ¿Puede esto quedar solo entre nosotros? ―consulta resignado―. June y yo... Bueno, ni siquiera hemos hablado al respecto...

―Claro ¿Quién querría hablar cuándo se puede utilizar el "lenguaje carnal"?

No es solo eso... ―niega por lo bajo, aun conflictuado, intentando no reír debido al pícaro y relajado semblante de Albert. Su rizado amigo observa sus zapatos y pronto le dirige una cómplice mirada.

―No tengo ni la menor idea de a qué te refieres, viejo. Por lo que a mí respecta, aquí no ha pasado absolutamente nada.

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