𝐟𝐢𝐟𝐭𝐲 𝐟𝐢𝐯𝐞

―¡ME ESTÁS ACABANDO! ―alega el dopado Albert mientras da lo mejor de sí para enfrentar a June en una digna pelea mientras juegan Street fighter por tercera vez esa semana. El rizado había comprado recientemente un Nintendo 64 y, a pesar de que le había podido ganar al Ryu de Jules varias veces, de alguna increíble manera su Mr. Bison no podía en contra de la Chun-Li controlada por la neófita rubia.

―¡AMO ESTO!

El moreno, sentado en el sofá doble frente a sus entusiastas amigos, sonríe para sí mismo mientras repasa una y otra vez las cinco canciones que tenía completamente listas; y no se trataba de que fuesen pocas, porque en realidad podría vanagloriarse en los dos dígitos si eso quisiera, no obstante, él era un perfeccionista de aquellos y sólo cuatro de estas había trabajado durante meses para perfeccionarlas, siendo la última adición la que le parecía tan prometedora como posible punto de tensión en la banda. Julian sólo esperaba que las aguas continuasen en calma.

Después del concierto de Lou Reed, los amigos habían cortado contacto durante una completa semana. No obstante, cuando Julian les citó para un último ensayo con la aprobación de Fab en su hogar, sus amigos respondieron de manera favorable. Así practicaron e integraron a Nikolai con su bajo quien por vez primera se unía como miembro y no tan solo un espectador de la banda, aquello siendo el mayoritario punto a favor ese día para mantener el resentimiento de Nick y los poco comunes silencios de Fab a raya. Por lo mismo, luego de finalizada la junta, Julian le pide un momento a solas al rizado para conversar como era debido sobre "el elefante en la habitación".

Mi lado orgulloso me hace sentir como un idiota al querer decir esto, Fab, así que sólo lo diré y ya ―confesó el moreno, afirmando su espalda contra la muralla del poco transitado callejón cerca del hogar de su amigo, ello para pronto darle una profunda calada a su cigarrillo antes de continuar―. No lo siento en absoluto al haberme involucrado con June. Nadie me entiende como ella, es mi mejor amiga y nunca me había sentido tan feliz debido a una chica. Simplemente hace sentido... Aun así, debo admitir que si lo siento por nosotros. Por nuestra amistad... Quiero que sepas que durante la relación que ustedes tuvieron nunca me sentí de la forma en que me siento ahora por ella ―Julian se mantenía cabizbajo, casi agotado, mirando sus sucias zapatillas blancas. Fabrizio asentía lento, observándole fijo―. Es jodido pensarlo... La puta felicidad siempre estuvo al alcance...

Lo entiendo ―musitó cuando su amigo parece quedarse sin palabras, sólo concentrándose en su cigarrillo casi acabado por las ansias. Fab suspiró profundo―. Ustedes parecían destinados a estar en una relación. Siempre me pareció curioso que ninguno de los dos tomara la iniciativa.

Fue realmente extraño, hombre, lo juro, fue como si de pronto todo hiciese sentido durante el verano.

Fabrizio frunce sus labios y suspira profundo.

June y yo terminamos hace casi nueve meses después de todo... Así que mi real problema es que no quisieras decirme que salías con ella, Jules. Somos amigos ¿no? Estamos en la misma banda ¡Eres mi hermano! ―exclamó resignado―. Definitivamente no puedo pelear a golpes en tu contra porque esa ni siquiera es una opción en mi mente, y tampoco lo iba a ser que te odiase, porque, bueno... Este desenlace lo esperaba, hubiera sido inocente de mi parte no hacerlo. Pero que tuviese que enterarme por Nick, quien se las ingenió tipo Sherlock Holmes para sacarle la información a Albert...

Para ser justos, Albert te confesaría cualquier cosa si lo distraes con nieve...

Aun así, heriste nuestra amistad y no solo mi "orgullo de macho".

¿Tienes orgullo de macho? ―interviene instintivamente bromista, aunque conteniéndose debido al respeto por los sentimientos de su amigo.

Supongo que lo tengo... Soy hombre ―se encoge de hombros―. Pero no me importan esas cosas. Realmente me importa tener a buenas personas conmigo. Y tú eres mi hermano, Jules.

El aludido sonrió nostálgico y asintió para sí mismo, al fin dándose el valor de alzar su mirada.

Fab... Prometo siempre ser transparente contigo. Lo que sea te lo diré. Tienes mi palabra de honor de macho, amigo, padre, hermano y compañero de banda.

Muy bien ―asintió suave mirando sus ya casi rotas Converse rojas―. Puedo vivir tranquilo con esa promesa.

Julian deja de lado sus partituras y guitarra, pronto viendo la hora en el verde reloj de Heineken que colgaba sobre la puerta principal. A las cinco de ese viernes se juntarían en el "Edificio de la música" en la octava avenida para hacer uso por primera vez de la sala de ensayo cual Julian había asegurado ya hasta diciembre, ello con el objetivo de continuar arrendándola por mucho más si sus finanzas se lo permitían.

―¿Volverás mañana? ―consulta el moreno, con sus siempre adormilados ojos fijos sobre los de ella mientras abrazaba su cintura de manera acaparadora, él aun sentado sobre el sofá. La chica se inclina y besa la cabeza de su novio.

―Mi tía viene de visita este fin de semana, así que es muy probable que no tenga mucho tiempo. Ello, a menos que venga con Claire, ahí me tendrías aquí a todas horas para huir de ella.

―¿Claire? ―se queja y la rubia se separa de él, suspicaz.

―No parecías tan disgustado la última vez que te dije que ella vendría.

―¡Fue hace veinticinco años, June! ¿Podemos olvidarnos de toda esa historia con tu prima? ¡Por favor!

La chica suspira agotada y le deposita un ligero beso sobre los labios al moreno antes de ir hasta la habitación de él por sus cosas. Albert, quien fingía mantenerse aun concentrado en el Nintendo, le observa curioso.

¿La Claire que me contaste hace años en Suiza? ―susurra y su amigo asiente agotado mientras viste sus zapatillas. El chismoso rizado abre los ojos con enormidad mientras fuma de su porro.

―¿Qué harás durante esta tarde?

―Debería comenzar a redactar un informe para una clase de técnicas de cinematografía, pero, si tienes un mejor panorama, soy todo oídos.

Así, cuando June vuelve a la sala con sus pertenencias, los amigos visten ligeros abrigos, cargan sus guitarras al hombro y emprenden camino a la estación de metro más cercana en donde abordan el mismo vagón cual iba a Lower Manhattan, pero, también pasaba por las cercanías de la avenida ocho a tan solo quince minutos de caminata desde Hells kitchen.

―No tomes en serio sus palabras. Son buenísimos como banda ―le asegura June a Albert, ya que, este comentaba estar ansioso de escuchar a los chicos tocar, pero, Julian intentaba como siempre bajarle el perfil al asunto―. Y ahora con Nikolai al bajo supongo que serán aún mejor. Espero poder verlos pronto.

―La próxima semana para ti. Necesito al menos unas tres sesiones antes de que me sienta seguro de que nos escuches. Estamos oxidados y Nikolai necesita habituarse.

―Está siendo bastante humilde ―le explica la rubia al pendiente y embobado rizado―. Te volarán la cabeza. Imagina que The Velvet Underground conoce a The clash en una mezcla de Soma y éxtasis.

―Eso suena tan bien...

―¡No pongas tanta presión sobre mis hombros, mujer! ―se queja Julian y la interrumpe acompañado de un desvergonzado beso casi botándola sobre el asiento, ello también al notar que su estación ya estaba cercana.

Los amigos pronto se despiden y bajan del vagón para así emerger en la avenida ocho, a sólo unos metros del famoso Edificio de la música en Nueva York. Julian y Albert se hacen a un lado para fumar cigarrillos, Nikolai uniéndoseles con su bajo no mucho después.

―¿Listo para un real ensayo, Niko, mi amor? ―le pregunta un bromista Julian mientras le sujeta la cara con ambas palmas sobre sus mejillas. El siempre solemne castaño pestañea lento.

―Por supuesto ―su amigo le abraza por los hombros―. ¿Cómo costeaste esto?

―Digamos que tuve que ser ingenioso con mis finanzas durante estos últimos dos meses y bajarle al alcohol, la chatarra además de otros placeres que no fueran los carnales. Pero, si somos lo suficientemente buenos, espero que dividamos los gastos en partes iguales desde enero.

Nick y Fab se unen últimos habiendo sido traídos por un taxi debido al peso del set de batería del rizado, así los amigos ayudan a entrar el gran instrumento por partes y en el interior del edificio les guían hasta su sala casi al final de un gris y estéril corredor. Los chicos pronto entran al mediano cuarto cual, de paredes a prueba de sonido, consistía sólo de una mesa, futon, un par de sillas y un baño.

―¡Nuestro nuevo hogar! ―exclama Nick alzando sus brazos estirados hacia los costados―. Ya quiero leer lo que tienes, Julian.

―No tengo copias porque estoy ahorrando. Así que ustedes anoten las partituras para así aprendérselas.

El moreno lanza las hojas sobre la mesa y camina contemplativo alrededor del lugar. Era amplio, tenía buena acústica, bastaría; sobre todo teniendo en cuenta que ellos habían comenzado en un simple garaje. Julian continúa su recorrido, con su curiosa mirada fija sobre los diversos grafitis hechos con plumones sobre las paredes, aquello siendo un vestigio de pasadas esperanzas de éxito, nostálgicos recuerdos de tiempos creativos... Ahora él y sus amigos tendrían lo mismo, sólo se trataba de compromiso y disciplina, pero, más de deseo que estructura.

―¿Casi ilegal? ―consulta Nick, ceñudo. Julian pestañea repetido para volver en sí, volteándose pronto.

―Es la última canción que escribí. La terminé la semana pasada.

―Pude haberlo deducido yo mismo ―musita el irónico ojiazulado, contemplativo de la partitura. Albert, curioso, se inclina hacia él para leer también y abre ambos ojos con asombro.

―¡El solo de guitarra sonaría de puta madre!

Nick asiente resignado y observa al entusiasta rizado en junto, pronto desviando su mirada hacia Jules.

―¿Qué tal si tocamos una de las que ya nos sabemos cómo para calentar motores?

―No podría estar más de acuerdo ―asiente el moreno con una sonrisa ladina y Fab comienza a estirar sus brazos, elongándolos mientras se dirige a terminar de armar su set de batería―. Nikolai ¿qué tal se te da "Soma"?

―No es mi droga favorita, pero si puedo con la canción.

Los amigos pronto se integran al rizado y conectan debidamente sus instrumentos, ajustando así el volumen y la pequeña caja de control de Nick. Albert, en tanto, perdido en la genialidad de lo que leía, aun sentado sobre el sofá, repasaba con suma atención "Barely legal" y sonreía para sí mismo al entender a la perfección sobre quien trataba.

«Las cosas que hicimos, las cosas que ocultas; que conste, son sólo entre tú y yo» ―lee Albert cuando Julian se acerca―. ¡Esto es genial, viejo!

―Preferiría que nos escucharas antes de hacerte una opinión sobre nuestra música ―se encoge de hombros para intentar relajarse―. Pero, gracias de todas formas.

El rizado, como nunca, deja de lado su porro y se sienta lo suficientemente alejado para escuchar a sus amigos con claridad, sintiéndose atraído de inmediato con la melodiosa guitarra, prominente bajo y aparatosa batería, sin mencionar la profunda e indiferente voz barítono de Julian, cuyas letras pintaban un nihilista, pero real panorama de una desenfrenada juventud en Nueva York. Albert, en ese preciso momento, mientras observaba cautivado el talento a flor de piel de aquel grupo de amigos, supo dentro de sí que ellos serían grandes en la industria musical; aquel anonimato era sólo una bomba de tiempo porque ya comenzaban a dejar atrás su era músicos aficionados sólo confinados en garajes.

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