┇𝟰𝟰

Jisung se terminó de colocar la pijama, dejando que la tela algodonada cayese, protegiendo suavemente la superficie de su cuerpo recién duchado. Las gotas de agua siguieron moviéndose sobre su sedoso cabello, escondiéndose entre las diferentes hebras y se movió prontamente hacia su asiento, abriendo el cuaderno en la última página utilizada, mientras le echaba un vistazo a uno de sus libros.

Tomó un lapicero y empezó a moverlo encima de la hoja cuadriculada del cuaderno, que estaba perfectamente recostado sobre la mesa de noche de su habitación. Logró escribir unas cuantas palabras, marcando cada una de estas con pulcra caligrafía, mientras los pensamientos y recuerdos del día anterior lo invadían y su cuerpo reaccionaba con un estremecimiento rápido y un encogimiento directo en su pecho.

Y entonces, un grito lo dejó quieto.

¡Rayando el sol, rayando por ti!

La gruesa voz resonó contra las paredes de sus oídos y sus ojos se abrieron enormemente. Colocó sus manos sobre ambos lados del asiento y se levantó de inmediato, saliendo hacia la sala con su corazón latiendo a mil por hora. Su mirada se paseó por sus alrededores, sin embargo, no encontró nada más que silencio y oscuridad.

¡Rayando el sol, rayando por ti!

La voz continuó sonando y su pecho se oprimió, al tiempo que entendía que el sonido no provenía exactamente de la casa, sino de algún lugar cercano. Subió las escaleras con toda la prisa posible, temeroso de dar algún paso en falso, y se recargó sobre una de las ventanas más cercanas, abriendo con cuidado las cortinas azules.

Y sintió que algo golpeó exactamente sobre el punto de concentración de las cuatros cavidades de su corazón cuando vio lo que se encontraba allí, en la calle, bajo sus ojos.

— ¡Minho...!

Minho se encontraba exactamente en medio de la oscuridad de la noche, con la camisa desabotonada, balanceándose de un lado hacia otro e intentando no dejar caer el enorme ramo de diferentes flores, que se encontraba al borde de estrellarse contra el suelo en cualquier momento. Su rostro se avivó de inmediato cuando sus miradas se encontraron en medio de la penumbra y sacudió el ramo con mucha energía, rompiendo en carcajadas ruidosas y satisfechas, mientras abría la boca hacia él.

- ¡Esta pena me duele, me quema, sin tu amor! ¡No me has llamado, estoy desesperado, son muchas lunas las que te he llorado!  –gritó con toda la potencia que pudo y casi tropezó, pero logró mantener el equilibro al último instante-. ¡Rayando el sol, desesperación! ¡Es más fácil llegar al sol que a tu corazón!

Las manos de Jisung se posaron de inmediato sobre el cristal de la ventana, al mismo tiempo que sentía la forma en que su apresurado corazón, incapaz de concentrarse en lo que no sea el modo en que Minho se movía peligrosamente, casi desplomándose. La preocupación lo invadió desde la primera hasta la última de sus vértebras y estuvo al borde de abrir los labios, pero un sonido seco y atropellado se lo impidió.

— ¿Qué es todo este alboroto? ¿Ahora no se puede dormir?

Su cuerpo se sacudió y se volvió instantáneamente, encontrándose con la figura de la hermana de Minho, que se quitó los auriculares y echó una mirada despreocupada hacia él para luego caminar hasta la ventana y exhalar, negando con la cabeza.

— Ah, cielos, lo que faltaba.

¡Me muero por ti, viviendo sin ti y no aguanto, me duele tanto estar así, rayando el sol!

Las luces de los edificios cercanos empezaron a encenderse y Jisung tragó en seco.

¡A tu casa yo fui y no te encontré! ¡En el parque, en la plaza, en el cine te busqué! ¡Te tengo atrapado entre mi piel y mi alma, mas ya no puedo tanto y quiero estar junto a ti! –Minho agitó nuevamente el ramo y se alejó un poco hasta llegar a estar en medio de la pista vehicular, ignorando los rostros que se asomaban a verlo con distintas expresiones-. ¡Rayando el sol, desesperación! ¡Es más fácil llegar al sol que a tu corazón!

Nayeon arqueó una ceja y su semblante se colmó de cansancio y desagrado.

— No entiendo cómo algo así puede llevar mi sangre, es tan vergonzoso.

— ¡Me muero por ti, viviendo sin ti, Han Jisung! ¡Y no aguanto, me duele tanto estar así, rayando el sol! ¡Ven conmigo, Jisung, ven acá conmigo!

Jisung se ruborizó precipitadamente y la respiración se le desvaneció al escuchar su voz; sus músculos se paralizaron y apenas alcanzó a retroceder un par de pasos, mientras su nervioso corazón bombeaba la sangre con toda fuerza restante hasta estallar en pedazos, esparciendo el sentimiento de por todas sus venas. La muchacha frunció el ceño y se ahogó en una carcajada nada divertida.

— ¿Qué? ¿Ahora es gay? Lo que hace el alcohol...

— ¡Rayando el sol, desesperación! ¡Es más fácil llegar al sol que a tu corazón, joder! ¡Ven a mí, no me dejes aquí! ¡Perdóname, Jisung, perdóname! ¡Voy a seguir cantando hasta que me hagas caso y vengas acá a mi lado!

Los ojos de Jisung se abrieron totalmente y sus pulmones se detuvieron, sintiendo cómo la hermana de Minho abría la ventana con urgencia y lo atrapaba por los hombros, casi empujándolo hacia el cristal.

— Anda, ven acá, dile que le amas y que le vas a dar muchos hijos, pero que cierre la boca o llamo a la policía. Díselo, ¿qué esperas? –lo zarandeó, pero no obtuvo más respuesta que el sonido de la voz de Minho-. Aunque creo que verlo encerrado no daría tanta risa, tal vez, ¿deberíamos grabarlo y dejarlo en la calle el resto de la noche?

Jisung negó rápidamente con la cabeza y abrió sus empalidecidos labios.

— Hace demasiado frío afuera y Minho puede coger un resfriado. Además, no se encuentra bien y puede tropezarse en la calle o pueden ocurrirle muchas cosas peligrosas. Yo pienso que debería entrar...

— ¿Piensas que debería entrar? –la muchacha sacó la cabeza por la ventana y adoptó una media sonrisa de rebeldía–. No, tú te vas a quedar ahí por perro.

Más luces se unieron y los gritos de los diversos vecinos empezaron a escucharse. Sus miradas se mezclaban con sus susurros fastidiados y escandalizados.

— Está bien, voy a dejarlo entrar solo porque no quiero que se arme otro escándalo y quiero dormirme de una vez por todas. Pero, ven, ayúdame, que mientras antes sea, mejor para todos.

Bajaron las escaleras y no tardaron nada en llegar hasta la puerta. Nayeon rebuscó las llaves en sus bolsillos y abrió la puerta con prisa, retrocediendo bruscamente al observar a Minho ingresar balanceándose hasta recargarse en la pared, mientras Jisung se acercaba prontamente y hacía un esfuerzo por sostenerlo de los brazos.

— Mira todo lo que te traje, como no quisiste decirme cuál te gusta más, las compré todas, ¿te gustan?

Levantó el ramo, pero su hermana se lo arrebató, lo agarró del brazo y tiró con fuerza.

— Muévete, Minho y más te vale que no te hagas el difícil, porque te dejo en la calle –la muchacha avanzó algunos pasos y gruñó ante el primer peldaño-. Sostenlo bien y ayúdame a llevarlo arriba.

Subieron los nueve peldaños siguientes y se detuvieron de golpe cuando Minho impulsó sus manos alrededor del brazo de Jisung, buscando el contacto de sus miradas.

— Sé que todavía me amas, así como yo te amo a ti, Jisunggie.

— ¿Jisunggie? Oh, santos cielos... –Nayeon tironeó de él y estalló en carcajadas, siguiendo con el camino hacia su dormitorio-. Si tan solo te dieses cuenta de todas las estupideces que estás diciendo ahora, serías el hazmerreír todo el resto de la noche.

Jisung empujó la puerta, sosteniendo el brazo de Minho alrededor de su cuello, todavía con el rostro sonrosado, mientras su hermana intentaba hacer camino en su cama y ambos lo ayudaban a acomodarse sobre el colchón.

— Perdóname, por favor, perdóname, nunca quise lastimarte.

— Shhh, descansa ya, Minho, hablamos mañana... -dijo en un susurro apenas audible, encargándose de acomodar la almohada bajo su cabeza y subir un poco la frazada–. Solo cierra los ojos y descansa. Si te sientes mal, solo avísame...

Retrocedió unos cuantos pasos hasta las afueras de la habitación y su corazón se estrechó al verlo reincorporarse en la cama y mirarlo con aquellos ojos.

— No te vayas, Jisung, quédate conmigo, no me dejes.

Sus latidos se apresuraron, pero permaneció quieto, solo observando cómo su hermana cerraba la puerta de la habitación y continuaba riéndose. La muchacha caminó un metro de distancia y luego se volvió para mirarlo a los ojos, colocándose los delgados auriculares y sosteniendo el ramo despreocupadamente.

— ¿Qué haces acá? Ve a tu habitación de una vez y déjalo ahí –elevó una ceja con una sonrisa entretenida y siguió inmersa en sus risas–. Tu nuevo pretendiente no se va a morir, porque lo dejes solo un rato.

Sus ojos se deslizaron hasta el ramo entre sus manos y se mordió el labio.

—Toma, ¿no eran para ti? –regresó y se las lanzó sobre el pecho, colocando una expresión divertida antes de marcharse-. ¿Estás llorando o me parece?

Jisung negó con la cabeza y tras observarla caminar hasta su habitación y cerrar la puerta, se encargó de hacer lo mismo, descendiendo las escaleras con cuidado y cerrando el cuaderno para luego instalarse bajo las mantas suaves y algodonadas de su cama, enredándose en ellas y pegando el ramo de flores a su pecho.

Incluso así, continuaba escuchando la voz que provenía desde el piso superior.

¡Rayando, rayando, rayando por ti! ¡Rayando, rayando, rayando, rayando el sol!

Sonrió entre lágrimas y abrazó las flores y su almohada entre sus brazos con todas las fuerzas posibles, rodando en el colchón con el corazón al borde de salir de flote.

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