☆ VEINTISIETE

Habia perdido la cuenta de cuantas veces entro en la casa del rubio, pero sin dudas, esta vez tue una diferente, como si hubiese otra vibra, una más calida. O tal vez era por la estufa que estaba pegado a él por lo congelado que estaba, así que sacudió su cabeza para borrar todos esos pensamientos y se centró en volver a recuperar tanto la articulación como la sensibilidad en su cuerpo, que por culpa del frío se había ido.

Aún así, se levantó del sofá sin importarle que su mochila caiga al suelo y se dirigió a la cocina, observando atentamente como el rubio movia sus labios y sonreía, o cómo los abría cuando pensaba, o cómo los mordia cuando el vendedor, a través de la línea telefónica, le decía las pizzas que tenía ya hechas para no esperar tanto, al parecer su madre y él eran conocidos. Dejó aquello de lado y se centró en cómo sus deditos pasaban delicadamente por la zona antes mordida, quizás limpiando un poco de saliva. Su respiración se volvió un poco errática y su corazón comenzó a palpitar, no sabía por qué estaba nervioso, solo sabía que quería correr y besarlo.

Besarlo hasta quitar todo el brillo labial que tenía. Besarlo hasta que sus labios queden más rojos e hinchados que la otra vez. Besarlo hasta que quede sin aire y escucharlo jadear en su oido. Besarlo hasta poder acariciar cada rincón de su cuerpo y tenerlo debajo de el mientras se volvía un mar de gemidos.

Quería tantas cosas que pensaba que el tiempo no le alcanzaria.

Jisung colgó el teléfono y dio unos saltitos de felicidad, pidió la pizza favorita de su hyung, la cual pregunto con anterioridad, lástima que esta tardaría unos largos minutos en venir

—Pancita, tú deberías tener más aguante —palmeo su estómago, la cual va estaba gruñendo.

Y eso fue el colmo. Avanzó rápidamente hacia el menor y se detuvo una vez delante de él.

—Hyung, me asustó.

Dejó sus manos a los costados de la cintura adversa y ejerció fuerza sobre ella para alzarlo y depositarlo sobre la mesada.

—¡Hyung! —el menor estaba sorprendido, sabia que Minho tenía cambios graves de actitud, pero no sabía que tantas.

Y acto seguido, el pelinegro estampó sus labios sobre los ajenos, comenzando a lamerlos de forma necesaria para luego morderlos y degustarlo a su gusto.

Y luego se sumiría en su propio infierno porque esto se le estaba volviendo adictivo.

—No es tan tarde, así que pensé que podríamos seguir con el trabajo, ¿qué le parece?

Jisung preguntó subiendo la escalera, rumbo a las habitaciones de arriba. Habían comido y bebido lo suficiente, su pancita ya estaba bastante satisfecha, hasta la sentía un poquito hinchada debido a la soda, eso le indicaba que no tenía que comer más y eso lo entristecía porque quería probar los ricos dulces que Minho le regaló en compensación por haberle quitado su bolsita, lástima que no podría hacerlo.

—¿Quieres dejar de ser responsable por un día? Además, mañana vendré y lo terminaremos.

—Pe-Pero me dijo que se quedaría a dormir, ¿o era una broma?

—Tu madre vendrá, no creo que sea lindo que nos encuentre durmiendo en la misma habitación.

Jisung abrió su boca para decir algo, pero enseguida selló sus labios y abrió la puerta de su cuarto. Prendió la luz, la cual dejó al descubierto la decoración infantil que hace tanto no veía, lo raro era que no le encontraba nada de divertido para reírse y eso lo volvía loco.

—Mamá esta de viaje, no vendrá hasta el lunes. ¿Puede creer que un vuelo dure más de dieciocho horas? Me lo estaba contando ayer, es increíble. Yo no aguantaría tanto, ¿y usted?

Minho recorrió toda la habitación con sus ojos y se adentró un poco más en ella, centrándose de nuevo en esa foto en donde las mejillas del rubio, en ese entonces castaño, le ocupaba el sesenta cinco porciento de la cara.

—Tampoco —musitó, totalmente concentrado en las letras de colores que adornaban los muebles, stickers, si no estaba equivocado.

—¿Es lindo tener cosas en común con una persona?

Minho escuchó sus palabras, pero estaba leyendo los títulos de los libros que estaban en el mueble para después de los dos minutos darse cuenta que eran álbumes de música, y en su mayoría de grupos de chicas.

—Depende.

Pasó su dedo índice, tratando de sentir el material frío de los álbumes de distintos tamaños: algunos eran como una revista, otros parecían cajas grandes y había unos que eran muy pequeñitos.

—¿Depende de qué?

—De la persona —dijo, dándose la vuelta, no sabía que Jisung estaba tan cerca—. Sin embargo, creo que tener muchas cosas en común con alguien, puede llegar a ser aburrido, por eso considero que es mejor que cada uno tenga lo suyo.

—Ya veo, lo entiendo perfectamente, ¿así cada uno puede meterse ene mundo del otro y conocer cosas que jamás vio?

—¿Por qué me lo preguntas?

—Porque creo que tiene miedo.

—¿Miedo de qué o a qué?

—A qué alguien lo saque de su monotonía.

Jisung avanzó unos cuantos pasos para cortar la distancia. Alzó sus brazos en busca de las manos ajenas que estaban escondidas en los bolsillos y las tomó con suma delicadeza que logró derretir el corazón de Minho. Acarició con su dedo pulgar el dorso de ellas mientras las miraba con cariño y una preciosa sonrisa en su rostro, para luego susurrar:

—No tenga miedo hyung... sé que es difícil... afrontar una verdad que no quieres o te niegas a sentir, pero no le tema a eso, confíe en mi, que yo lo ayudaré.

—Confiaría, pero acabo de ver que prefieres a los perros antes que a los gatos —espetó con un tono de voz enojado.

Estaba fingiendo. Estaba evadiendo las palabras del menor para que no se diera cuenta que provocaron algo en él.

—¡No sea así, los perritos también son lindos! Pero como no puedo tener animales en casa, decoro las fotitos que más me gustan.

—No veo gatos, así que no puedo creerte.

—¡Ya tengo un gato!

—¿Donde está?

—¡Es usted! —sonrió con felicidad y dio unos saltitos, entrelazando sus dedos con los adversos, aún no quería soltar las manos del mayor—. ¡Minho hyung es mi gatito!

—¿Me estás diciendo que soy un animal?

—Oh... —Jisung desvaneció su sonrisa y toda la felicidad del momento se esfumó—. A veces... sí, pareces un gatito rabioso —el rubio seguía sin conseguir una sonrisa por parte del pelinegro, así que supuso que había metido la pata—. Pero sigue siendo bonito, a pesar de ser bruto, terco y... mejor me callo —sus ojos se encontraron con el suelo cuando se dio cuenta que no podía aguantar la seriedad que transmitía el más alto.

—¿Entonces no te molesta que me quede a dormir?

—Nopi. Pero hay un problema, o dos: mamá cierra con llave su habitación para que nadie entre. Una vez invité Félix y a Jeongin a dormir, y jugamos a las escondidas, pasó que, sin querer yo por esconderme ahí, le rompí un frasco de perfume, por eso ahora tomó medidas... Además, el cuarto de huéspedes que tenemos no tiene calefacción, así que si duerme ahí se enfermará y...

Minho no aguantó más y se tiró arriba de sus labios, apresando el belfo inferior con sus dientes con escasa fuerza, sintiendo como el sabor a sandía se escabullía por cada rincon de su boca, por ende, metió su lengua en la cavidad bucal del menor, encontrándose con la ajena para acariciarla. No solo sus labios sabian a sandia, todo él olía de la misma manera, y al darse cuenta de ello, las ganas de acariciar todo su cuerpo con su boca aparecieron.

Lo estaba admitiendo.

—Hablas tan rápido que a veces me confundes. Necesitas respuestas más cortas, hace más fácil tu vida.

—Prefiero tener respuestas largas y lindas, a que sean cortas y frías. Inténtelo, hyung, quizás su vida sea un poco más feliz.

—Mi vida está bien como está.

—Pues la mía también.

—Solo era una sugerencia.

—Lo mio también.

—Bien.

Jisung bufó y enseguida mordió sus labios para inflar sus mejillas, logrando que Minho sonría por primera vez en el día.

—Tiene una sonrisa muy bonita, ¿por qué no trata de mostrarla más seguido?

—Porque nadie me hace reír —pasó una mano por su cabello, despeinándolo de esta manera pero al menos no lo tendría sobre sus ojos.

—Eso es imposible...

—Si, si es posible.

—¡Pero si la acabo de ver! —el menor volvió a tomar la mano de Minho, sin soltar la otra, acariciándola a ambas como si fuera la joya más apreciada en el mundo—. No sea tan reservado, reír es lindo. No huya de lo lindo.

El pelinegro sentía las caricias en su dorso, era algo tan patético pero a la vez lo hacia sentir bien, y eso era raro, que algo tan simple como unas caricias en un lugar insignificante, sea algo... no sabia describirlo, pero aguantable se acercaba bastante a lo que estaba tratando de pensar.

—Yo no huyo... ¿o acaso me ves corriendo en este momento?

Bien, definitivamente esas no eran las palabras que quería decir, más bien no quiera exponer amientos delante de aquel niño que quién sabe como iría a reaccionar ante ello: primero, estaba cansado como para seguir aguantando hasta su propia existencia, y segundo, quería cortar con esa conversación, aún no estaba listo. No para que sus pensamientos salgan a la luz sin su autorización ni tampoco para aceptar lo que ya estaba más que claro.

No lo diría, no ahora.

—Ignóralo, lo dije sin pensar. ¿Dónde dormiré? —preguntó para cambiar de tema, siguiendo sus propias palabras.

O sea, ignoró el hecho que Jisung esfumó su sonrisa.

—Uhm... hay un colchón debajo de la cama, se lo prepararé para que pueda dormir cómodamente el rubio se apartó y enseguida Lee sintió un vacío, o prácticamente el aire frío chocando de nuevo contra su cuerpo. También pensé en prestarle algún pijama, pero no creo que le entre, mi ropa es muy chiquita para usted.

—Esta bien, niño, tengo ropa cómoda como para dormir.

Jisung comenzó a sacar el colchón debajo de su cama para dejarlo a un lado. Buscó en su armario un par de sábanas y también muchas mantas, haría mucho frio esa noche.

—¿Tiene mucho sueñito o quiere ver televisión? Porque puedo prenderla si quiere mirar algo, pero tendrá que ser a bajo volumen,

—Estoy cansado.

—¿El entrenamiento lo agotó? ¿Hicieron muchas cosas?

—Ajá, además tú también me cansas un poco.

—Idiota —espetó en un susurro.

—Te escuché —el pelinegro sonrió a espaldas del menor, sentándose en la silla del escritorio.

—Pues que bueno —bufó—. ¿Quiere que se lo repita?

—Atrévete y verás lo que te pasa —alzó una ceja y relajó su espalda al ver como el rubio había cerrado su boca.

Comenzó a balancearse de un lado a otro con la silla, viendo atentamente a como Jisung se agachaba para cubrir las puntas del colchón con la sábana. Podría decirse que quería... bueno, ayudarlo, al fin y al cabo él dormiria ahí, pero estaba sumido en sus pensamientos y en como se sentiría que ese culo encajara perfectamente en sus manos. Apartó la vista y se dió la vuelta para observar el escritorio, donde antes ya había estado. Lo que primero vió fue la computadora y las imágenes que llegaron a su mente emitían el momento en el que cerró el word a propósito solo para hacerlo enojar. Esbozó una sonrisa, definitivamente lo volvería a hacer.

—Ya está, puede dormir tranquilamente. Si no le gusta le ofrezco mi cama y yo puedo dormir en el suelo —dijo con entusiasmo, acomodando la almohada y dejando algunas extras para que estuviera más cómodo.

—Hace frío, es mejor que duermas en la cama.

Seguía balanceándose de un lado a otro, esta vez observando algunas fotografías que el rubio tenía con sus amigos hasta también lapiceros organizados por colores fuertes y otros con colores pasteles, sin contar los fibrones y crayones de distintos tamaños y grosor. Pero lo que no observó fue la sonrisa que Jisung tenia plasmada en el rostro.

—Está bien. Iré al baño y me quitaré el maquillaje, si quiere puede prender la televisión para entretenerse o acostarse a dormir... o no lo sé, mi casa es su casa.

Se metió en el baño de su habitación, donde estaba todo lo necesario para su cuidado de piel. Primero puso una diadema en su cabello, la cual tenía orejitas y que con el tiempo se convirtió en su favorita, por lo que le daba un poco de penita las demás porque no las usaba. Aplicó agua micelar en un paño y comenzó a pasarsela por el rostro, sacando cada rastro de maquillaje.

Mientras tanto, Minho no dejaba de dar vueltas en la silla, yendo de allá para acá, totalmente aburrido. Las palabras del rubio resonaron en su cabeza, por lo que decidió levantarse y buscar el control remoto. Aunque no sabría decir si el aburrimiento estaba adueñándose de su cuerpo, no queria admitir que eran las ganas de verlo sin el maquillaje. Sabía que no sería una gran diferencia, ya que el menor no se aplicaba mucho maquillaje, distinto a las mujeres que, le tocó observar en una ocasión, como se sacaba una cinta de los ojos para disimular que tenía papada.

El pelinegro borró sus pensamientos al encontrar el control remoto sobre la mesa de luz, pero también se quedo quieto al observar como el colchón preparado lucia jodidamente infantil. Tenía sábanas de color amarillas pasteles, almohada del mismo color sumándole el detalle de las nubes. Las mantas ya eran celestes y tenía ositos.

Infantil pero lindo.

La puerta del baño se abrió y un completo diferente Jisung se dejó ver. Bueno, no tan diferente, como lo suponía Minho, no habia cambiado nada, solo que su rostro lucía mas natural y su cabello también, ya que estaba algo despeinado y sin el broche. El pelinegro tragó saliva, quería lanzarse de nuevo a sus labios.

—Me voy a dormir, no hagas ruido —advirtió, pasando por su lado para ir directo al colchón y taparse hasta la cabeza.

Jisung hizo una mueca, no debería estar sorprendido por su comportamiento, pero esta vez parecía raro, como acelerado. No le dió importancia y caminó hacia el otro lado de la cama para no molestarlo, y así prender la lucecita que estaba pegada a la pared, con forma de estrella e ir a apagar la luz que iluminaba toda la habitación. Aquella mini lámpara, que emanaba una luz blanca tenue, le ayudaba a leer sus cuentos por la noche y a que la oscuridad no sea tan mala como pensaba. No podía dormir sin ella, una vez lo intentó, pero su cuerpo se quedo inmóvil y sus ojitos no podían cerrarse para dormir en paz, comenzo a transpirar, hacía calor en ese entonces, la sábana lo cubria de todos los males. Así supo que no podia confrontar la oscuridad.

Minho apagó su celular, quitándole todas las alarmas para poder dormir hasta tarde, aún así sabía que se despertaria antes de las diez porque su cerebro y cuerpo ya estaban acostumbrados a levantarse temprano. Cerró sus ojos y bajó un poco la manta para poder respirar, percatandose de la luz en la habitación. Se dió la vuelta, encontrándose con una lamparita en forma de estrella, a lo que frunció su ceño, algo extrañado porque era la primera vez que veía algo así, y como estaba a su alcance, decidió fijarse si Jisung no la estaba utilizande para hacer sabe Dios qué, y como no era así, la apagó, volviendo a acomodarse.

Sin embargo, el rubio volvió a prenderla rápidamente, con un poco de miedo en el proceso. Bufando enseguida y con ganas de llorar, cuando Minho la volvió a apagar.

—Minho hyung, por favor, déjela prendida —su voz se había escuchado en un susurro, el miedo le había ganado por completo, por ende, subió la manta hasta su cabecita—. Por favor, préndala —suplicó.

—Acabas de decir que tu casa es mi casa, por eso quiero dormir con la luz apagada —respondió sin más.

—Po-Por favor hyung... préndala... usted no sabe, usted no sabe.

Las lágrimas comenzaron a desprenderse de sus ojitos, y eso causaba que no pueda respirar muy bien, por ende, debía sacar todas las mantas para que el aire entrara, pero no quería, hacía frío y estaba muy oscuro. Era lo único que odiaba de las noches.

Minho escuchó un espasmo salir por parte del más pequeño, y eso hizo que se preocupara. Se levantó del colchón al prender la luz notó como Jisung estaba en el medio de la cama, por lo tanto, tomó las mantas y se metió debajo de ellas. Pasó un brazo por debajo del cuello del ajeno, de esta manera atrayéndolo para dejarlo sobre su pecho.

—Quita tus manos de tu rostro y abre los ojos, la luz está prendida —trató de calmarlo, pero el menor seguía largando algunos espasmos, agregándole el temblor por el frío, ya que no estaba tapado completamente. Ya está, Ji... niño, ya está prendida, deja de llorar... por favor,

Jisung estaba a punto de apartar las manos de su rostro y sintió las de Minho tomarlas, ayudándole. Sus ojitos se encontraron con la habitación iluminada quiso sonreír, la oscuridad ya no estaba, pero no podía por el susto.

—M-malo —tartamudeó por culpa de los espasmos—. No la a-apague por favor. Sé que e-es molesto, pe-pero por favor, n-no lo haga.

—No lo haré, tranquilo.

Recibió esa respuesta por su parte, queriendo cerrar sus ojos y olvidar el sentimiento del miedo que abarcó su cuerpo por largos minutos.

Sin embargo, nuevas sensaciones habían llegado hasta hacer latir su corazón: Minho pasó lentamente su brazo por su cintura, para unirse con su mano en la espalda baja.

Lo estaba abrazando para que pueda dormir.

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