☆ SETENTA Y UNO

—¿Qué está haciendo, hyung? —preguntó el rubio en cuánto miro al mayor, acostado boca abajo en el suelo. 

Jisung frunció su ceño y se quitó las mantas de encima, eran las dos de la tarde y no tenía sueño como para dormir, así que vería un ratito televisión y luego saldrían a dar una vuelta, no muy tarde, porque hacía mucho frio en cuanto la noche se acentuaba. 

—Flexiones, ¿quieres hacer ejercicio conmigo? —se sentó en el piso de repente, esperando a que el rubio diga que sí, quizás así se divertían. 

—Oh... Bueno... Estoy gordito, ¿no es así? 

Bajó sus ojos y tomó su pancita, observándola detenidamente. Minho no supo qué responder, entre lo que decía que le produjo una ternura indescifrable, más la imagen que estaba viendo, definitivamente, Jisung lo iba a matar por lo lindo que se veía. 

—Ahí es cuando usted tiene que decir que no estoy gordito, que solo es aire —Minho largó una carcajada y se acercó a la cama para dejarle un casto beso en los belfos llenos de labial sabor a sandia. 

—No estás gordito. Y aunque lo estuvieras, sigues siendo precioso ante mis ojos. Jisung se tapó el rostro con sus manos, totalmente sonrojado por aquello. 

—Quizás, si vas al baño, te darás cuenta que no estás gordito y que solo estás hinchado —Lee, corrió un pequeño mechoncito de cabello y aprovechó para acariciar su mejilla totalmente roja—. No lo dije para que pensaras así... No quiero que te pongas mal. 

—¡No hyungcito! No me puse mal, solo pregunto si es que estoy más gordito...He comido muchas cosas y me ha dolido la pancita bastantes veces... 

—¿Te duele ahora? 

—Nop... Aunque por ahí ruge, pero no se si es de hambre, porque ya comí... A veces no me entiendo. 

—Ah, eres tan lindo —dijo, tirándose arriba de él para hacerle cosquillas en la panza y darle varios besitos por todo su rostro. 

—Ba-Basta, hyung... 

Trataba de recuperar el aire, pero mientras más reía, creía que era imposible respirar, así que optó por dejarle un beso en su frente, algo que logró paralizar el corazón de Lee y a sus movimientos. 

—Avisa, así me preparo -le sonrió y lo ayudo a levantarse, peinando su cabello una vez sentado sobre el colchón. 

—Así me siento yo cuando me secuestra... —se cruzó de brazos y le sacó la lengua, dándose cuenta que la pantalla de la televisión seguía prendida, es decir, jamás pausó el capítulo y no sabía muy bien en qué minuto había quedado—. ¡No, Song Kang! 

—¿Y ese qué? —rodó sus ojos, como lo hacía siempre que aparecía aquel chico en la televisión, o repentinamente en su conversación. 

—No pausé el capitulo y no sé cuantos minutos me perdí... ¡Ah, ¿Por qué?! 

—Se la pasa desnudo en esa serie, no sé que atractivo tiene... —se quejó para sí mismo, pero no se dio cuenta que dijo aquel pensamiento en voz alta. 

Trató de ignorarlo, de pensar que Jisung no lo escuchó, y en cuanto notó en latelevisión como el menor retrocedía los minutos, escuchó un leve susurro de su parte. 

—Tiene muchos... 

Minho lo miró, de arriba a abajo, como solía mirarlo Hyunjin a veces, luego Jeongin y después aprendió también Jisung. No le sorprendería si en el día de mañana Changbin o Felix lo mirase así. Aún así, le daba gracia. Solo si venía de Jisung, de los demás solo planteaba su semblante serio. 

—¿Ah, sí? Mira, tienes un novio con los mejores abdominales de todo Seúl...Puede que la cicatriz lo arruine un poco, pero... 

Jisung se sintió mal por lo que dijo, así que solo lo abrazó y apoyó la cabeza del mayor sobre su pecho, para acariciar su cabello que ya estaba bastante largo. 

—¡Su pancita es perfecta! No se debe sentir mal por una cicatriz o lo que sea, no lo arruina... Para nada. No piense así, hyungcito. 

—¿Te gusta mi pancita? 

—¡Claro! Cuando le duela, prometo hacerle caricias. Muchas y con mucho amor. 

—¿Por la pinky promise? —lejos de querer separarse, Minho levantó como pudo su mano para dejar a la vista su dedo meñique. 

Jisung sonrió y unió ambos dedos, sellando así una promesa. 

—¿Puede prometer otra cosa, hyungcito? 

—No saldremos a hacer angelitos en la nieve hasta que te recuperes del todo. 

—Oh, bueno... Pero no era eso. Este... Su cabello, muy lindo, sedoso, largo...¡No lo corte por ahora! —confesó rápidamente, con miedo a su respuesta. 

Además, si no se lo cortaba, podría ir concretando su plan de hacerle colitas y trencitas, mientras veían una película y comían palomitas. Minho notó una extraña desesperación en los ojos de Jisung, así que  se apresuró en responder lo que el menor quería escuchar. 

—No, bebé, no lo haré. ¿Por qué te gusta tanto? 

—No lo sé... Le queda muy bonito y... 

—¿Piensas hacerme algo? —aventuró Lee, con al ver la una cierta sonrisa traviesa en los labios del menor, una que conocía a la perfección. 

—¿No se va a enojar? Porque... O sea... Yo... Quiero... 

—¿Ponerme de esos broches de colores y formas o hacerme cosas en el cabello? 

—Si... —bajó la mirada, un poquito apenado por ello. 

Quizás a él no le gustaban esas cosas y estaba en todo su derecho a decirle que no, sin embargo, sintió como Minho lo tomó del rostro y logró levantar su mirada. 

—Puedes hacer cualquier cosa, menos tintes y eso, me gusta el color de mi cabello —la sonrisa de Jisung se intensificó y abrazó a Minho fuertemente, desbordando de alegría. 

Lee le devolvió el abrazo con ganas, queriendo que aquel contacto no se acabara nunca. Sin embargo, el momento llegó y pudo ver unos preciosos ojitos llenos de dulzura e inocencia. Lo amaba demasiado. 

—Entonces, iré a ducharme. ¿Quieres ir a dar un paseo, no? —Jisung asintió energéticamente—. Ve a aprontarte entonces, y eso me refiero a que te abrigues bien. 

—Lo dice la persona que estuvo en el balcón de medianoche, teniendo solo una sudadera —el rubio se cruzó de brazos, enojado porque Minho no se enfermó con eso. 

O sea, estaba feliz y agradecido porque su hyungcito no tuvo un resfriado, pero a la vez envidia porque él andaba dos segundos descalzo, y ya andaba estornudando. Ah, odiaba completamente sus defensas inexistentes. 

—Exacto. No tienes por qué tener mis hábitos, bebé. 

—¿Usted también se abrigará? Porque puede llamarme egoísta, pero le daré el jarabe de naranja, porque el de frutilla, jamás. 

—Antes que gruñosito, eres malosito —dijo, logrando que el menor estallara en risas. 

—Oh, está bien. Si se enferma, le daré un poquitito del jarabe de frutilla. 

—Te tomo la palabra, niño. 

Jisung colocó una sonrisa en sus labios y asintió varias veces, tratando de salir de la cama para poder calzarse lo antes posible. También dejó un gorro de lana con orejitas que iba a usar y una bufanda a juego. Escuchó como el agua caía y supo que Minho ya se entró a bañar. Por ende, le quedaban cinco minutos. 

Un minuto para bajar las escaleras y abrir la puerta del patio lentamente. Dos minutos para poder hacer angelitos en la nieve, y dos minutos para limpiarse. Manos a la obra. Bajó como pudo las escaleras y dejó la bufanda y el gorro sobre una silla, para luego salir al patio. Se acostó en la nieve sintiendo el frío en su cuerpo. 

Dejo sus brazos y piernas a los costados y comenzó a abrir y cerrar, riendo de la felicidad. Sabía que no estaba bien, pero hacer eso le daba tanta felicidad. Era su estación preferida en el año y no podía dejarla ir, sin hacer angelitos en la nieve, aunque estos se iban muy rápido. 

¿Estaba desilusionando a Minho? Puede ser... Pero él podía comprender, ¿no?¿Se enojaría mucho si se enterase? 

Jisung pensaba que no, que solo pondría un semblante serio y le daría un pequeño sermón, entonces...Paró sus movimientos en seco y pensó, pensó y pensó... ¿Qué tan mala persona estaba siendo? Jamás desobedeció a nadie, y allí estaba. 

Minho se preocupaba por él y solo le estaba dando más problemas con enfermarse. ¿Y si tan solo se cansaba de él por ser así? No quería que Minho se vaya de su lado. Lo amaba mucho como para espantarlo por ser cómo es... pero... 

—Jisung, se te va a congelar el culo si sigues sentado ahí. Ven adentro. 

Minho apareció en la puerta, con su cabello largo y mojado, oh, era tan guapo... ¿Tan rápido había pasado esos cinco minutos? Jisung hizo caso y fue con un ligero miedo hacia adentro. Pero todo resultó completamente diferente a lo que pensó. 

Minho pasó una toalla seca por todo su cuerpo, para sacar la nieve que le quedó y finalmente, poder secar su cabello. 

—Mi niño travieso... —dejó un pequeño beso en su mejilla—. Tendrás que cambiarte de ropa, está mojada. 

—Lo... Siento -dijo, apenado—. Fue un impulso, yo... Realmente no pensé loque podía ocasionar cuando estaba en la nieve... Por favor, no se enoje conmigo. 

—¿Sabes algo? No puedo enojarme contigo, además, no hay por qué. A veces suelo ser duro, porque estoy aprendiendo a cuidarte, cuando ni siquiera sé cuidarme a mi mismo. No quiero que me tengas miedo, ¿si? Pero avísame cuando vas a hacer estás cosas, y si lo vas a hacer a escondidas, hazlo mejor, te vi desde el momento cero por la ventana del baño. Creo que se te olvidó ese detalle, bebé. 

—No quiero ser una carga para ti. 

Aquello salió en un susurro, pero sabía que los oídos del ajeno lo captaron y mucho más por la expresión de Minho: uno descolocado. Los labios de Jisung temblaron y las lágrimas comenzaron a brotar de sus ojos como cascadas. Lee notó como la dulzura y extrema felicidad, cambió a una de tristeza y con un extraño sentimiento oculto. 

—No lo eres, no pienses así —dejó la toalla y colocó sus manos en el rostro ajeno, acunándolo—. Eres la persona que más amo en el mundo, ¿cómo no te cuidaría? Eres especial para mí. Eres mi niño, mi bebé, y la única persona que logró que tenga metas en la vida. Como querer terminar la escuela y estudiar algo que nos de futuro. A los dos, porque quiero estar contigo. 

—¿Piensa en un futuro conmigo? —los ojitos de Jisung brillaron por las palabras de Minho, las cuales su corazón las recibió como un abrazo cálido y reconfortador. 

—En muchos. Bueno, en todos. 

Jisung formó un pucherito que fue desarmado enseguida por los labios de Minho. 

—Hyungcito, lo amo mucho. 

Fue lo que dijo Jisung antes de sumirse en un abrazo que duró largos minutos, antes de recibir una llamada que lo sacaría de su burbuja de amor y sobre todo, confort.

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