☆ SESENTA Y CUATRO

La noche había caído y consigo un muy cansado Minho. 

El entrenamiento lo agotó demasiado y ver una película con Jisung en su pecho, con la excusa de" me quedo porque no quiero que estés solo", fueron suficientes para que toda su energía se drenara. Más porque descubrió que aquel enano gruñón le daba demasiada paz. 

Estando con él sentía como el humor mejoraba y era alguien distinto. Que los problemas con sus padres y estos mismos no existían. Que nada a su alrededor existía; solo eran ellos dos, y eso le gustaba. 

Le encantaba. 

Sin embargo, el sueño se había esfumado como el pastel de chocolate que le comió a Jisung, cosa que recibió un pequeño golpe y luego un puchero, para después decir tiernamente "haré más". Y así fue, aprendió como se hace el  pastel, pero no tenía nada de divertido hacerlo, pero sí ver como lo hacía el pequeño rubio. 

El mismo, estaba durmiendo plácidamente o eso pretendía hacer. Jisung abrió sus ojitos, totalmente abrumado por el sueño que tuvo, aún así no emitió ruido, pero en cuanto vio el cuerpo de Lee dado vuelta, no dudó en abrazarlo. Pasó su brazo alrededor de su torso y dejó su mano junto a la de Lee. Disimuladamente comenzó a dejar el dorso dentro de la palma, sintiendo como el calorcito de la mano ajena, abrazaba a la suya. Aún así, tampoco pudo evitar comenzar a jugar con los dedos del mayor.

 Apretaba delicadamente sus uñas, quería despertarlo o mínimo que de la vuelta para así quedar sobre su pecho, pero a la vez no quería interrumpir sus sueños. ¿Quién sabía lo que quería? Minho sonrió, estaba enternecido por la manera en que los deditos del rubio se colaban por sus manos y las acariciaban. Pero frunció su ceño al darse cuenta que debía estar dormido, o balbuceando, o algo, pero totalmente dormido. 

—¿Qué haces despierto, Jisung? Es tarde —dijo, sintiendo como la voz le raspaba la garganta y en como los movimientos del menor se detenían. 

—¿Usted también lo está? ¿Tuvo un sueño feo, hyungcito? —hizo un puchero, esperando que el mayor le diera un besito como solía hacer, pero se enojó consigo mismo porque sabía que no lo podía ver. 

Aún así, Minho se dio la vuelta y se acomodó para poder ver a Jisung con su rostro totalmente dormido. Lindo. 

—¿Tuviste una pesadilla? 

—Algo así... No sé como llamarlo, fue desesperante... Fue realmente feo. 

—Oh, bebé, ¿qué fue? —preguntó, acariciando las mejillas y dándose cuenta que estas estaban calientes y sonrió, aunque, debido a la luz tenue,  no podía ver su rostro totalmente rojo. 

—Recuerdo que... —dijo pensativo—. Me desperté como un día normal, pero no estaba mamá, ni siquiera Felix o Jeongin en su casa. Fui a la escuela, tampoco había nadie. Las calles estaban vacías... ¡Nunca pensé que podía soñar con un apocalipsis zombie, ni que yo fuese el último sobreviviente!¿Pero, sabes cual fue lo peor? 

—¿Qué cosa? —largó una risita mientras le corría un pequeño mechón de pelo, así no le molestaba al contar su sueño. 

—Me puse un poco triste, y cuando me pongo triste, como dulces y fui a la confitería... ¡Había muchos dulces y me puse feliz! Pero busqué por todas partes los de sandia... ¡Y no había! —lloriqueó—. No había, hyung... ¡Los zombies se los comieron! No se vale, no me dejaron ni uno solo. 

Se sentó en la cama y cruzó sus brazos, totalmente enojado por el sueño y por las risotadas que Minho largaba. 

—Lo siento, bebé, pensé que ibas a decir que te comieron o algo, pero sí, comerse los dulces de sandia es un crimen imperdonable —dijo, mientras se ponía en la misma posición que el menor—. Ven acá, y no me frunzas así el ceño que te ves tierno. 

—Estoy enojado, debo darte miedo —espetó. 

—Uy, niño, cómo me asustas —bromeó, pero recibió un pequeño golpe de su parte—. Ven acá —repitió y atrajo sus labios para hundirse en un dulce beso. 

Jisung pasó sus brazos alrededor del cuello ajeno y el beso se transformó en un abrazo totalmente confortador. 

—Me haré un té, ¿quieres uno? 

—Sip, ¿me trae un pedacito, pero chiquitito de pastel? Mamá dice que no debo comer azúcar por las mañanas, pero tengo hambre —hizo un pucherito que Minho besó enseguida. 

—Chiquitito entonces. 

—Muy chiquitito —hizo una seña con sus dedos indicando que tan pequeño debe ser. Aquello enterneció a Minho más de lo que ya estaba. 

—Chiquitito —volvió a repetir Lee, riendo al ver el asentimiento energético que hizo Jisung, afirmando lo pedido. 

El pelinegro salió de la cama y se abrigó, en cuanto cruzó la puerta, encendió la luz de la habitación, por si a Jisung le daba miedo estar solo alas cuatro y treinta de la mañana. Aún así, escuchó enseguida el ruido de la televisión y de alguna manera, se quedó tranquilo. 

Mientras tanto, Jisung, quien estaba feliz por encontrar en su canal favorito a los "Ositos Cariñositos" reía incontables veces, tanto que Minho se preguntó qué estaba viendo que era tan divertido. En cuanto cruzó de nuevo la puerta, con la bandeja, lo vio allí, sentado, riendo, totalmente feliz. Y era eso lo que quería para él: que todo fuese alegría, que ya no hubiese más idiotas molestándolo solo por ser quien era. 

Y si él tenía que desaparecer para que eso sucediera, lo iba a hacer sin quejarse. 

Dejó la bandeja en el medio de la cama y notó como la sonrisa del menor decayó. 

—Era un pedacito chiquitito, no uno grandote, hyung, se trajo la mitad del pastel... 

—Te escuché, sí, pero me dio hambre, así que lo compartiremos. Saca un pedazo si quieres —indicó mientras se colocaba debajo de la mantas—. ¿Qué es eso? —preguntó al ver unos ositos de colores con dibujos raros en sus panzas. 

—¡Los Ositos Cariñositos! ¡Adivine como se llama la ciudad! 

Jisung sonrió. Estaba tan feliz y Minho pudo notar como la felicidad se le desbordaba por algo tan simple. Vio a sus ojitos brillar con cariño y en como su respiración era agitada por la emoción y la desesperación ante la espera de la respuesta. 

Minho en serio quería adivinar, pero solo dejó que sus sentimientos le ganaran. 

—Te amo mucho. 

Por primera vez, su cabeza y corazón estaban de acuerdo en algo. Y estaba tan feliz de que eso fuese así, de que siendo él un completo error, haya encontrado algo perfecto en su vida. 

—¡No, hyungcito! No se llama así, pero cerca, ¿quiere saber cuál es? —Minho, sonrió porque Jisung no entendió y asintió, sin perder su felicidad al haberse confesado—. ¡Quiéreme mucho! ¿Ya lo sabía? —preguntó curioso por la cercanía que tuvo al adivinar. 

—No, pero lo supuse. Mucho cariño, así que me imaginé —dijo, sintiendo como la desilusión golpeaba un poco su cuerpo. 

Pero no le dio importancia, quizás no era el día, ni la hora para decir esas palabras, que aunque sean fáciles de pronunciar, tenían un sentimiento enorme de su parte. Se lo diría de nuevo, solo que no ahora, ya encontraría el día y el lugar para hacerlo. 

Luego de beber el té y de comer el pastel, Minho se concentró en ver la caricatura y saber qué era lo que estaba pasando. A veces preguntaba cosas, no porque le interesaba, sino porque amaba ver lo entusiasmado que estaba Jisung al hablar al respecto y eso le gustaba. 

—¿Como se llama el oso rosa? 

—Amorosita —respondió con una sonrisa. 

—¿Y el naranja? 

—Amigosito. Y ese que parece un robot, se llama Tuerca. 

Minho sonrió, pensando si de esta salía en una pieza o dos, aunque eso sería un milagro. 

—Mira, la que te falta. 

—¡Hyung! —reprendió con su ceño fruncido y Minho estalló en risas. 

—Oh, te pareces a... ¡Gruñosito! —aquello logró que Jisung abriera la boca, totalmente indignado. 

—¡Mentiroso! 

Minho rió mientras dejaba la bandeja sobre la mesa de luz y se colocó delante de Jisung para acunar su rostro. 

—No miento, por algo eres mi enano gruñón, en este caso, osito. 

—Malo —dijo en un susurro y dejó que Minho le diera un pequeño beso. 

—Eres una mezcla de todos los ositos, pero el gruñón gana —Jisung rió. 

Lo abrazó con ganas y sintió como el sueño inundaba su cuerpito de nuevo. Por ende, apagaron la televisión y volvieron a acomodarse sobre la cama. Minho abrazaba por la espalda al más pequeño, hasta que se dio la vuelta y se refugió en el pecho fornido, para luego susurrar: 

—Lamento no haberlo dicho antes, pero... Yo también te amo, Min. 

El nombrado sonrió, sin temor a que Jisung pudiese sentir cuan rápido palpitaba su corazón. Lo abrazó un poco más y le dejó un pequeño beso en su frente, para luego sumirse en un sueño profundo y bonito. 

Fue la primera vez que Minho se sintió amado, y percibía que sería así por el resto de su vida. 

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