☆ OCHENTA Y SEIS
Minho observó en silencio aún como la expresión decaída seguía en el rostro de Jisung, ya no sabía que decir o hacer para que una preciosa sonrisa apareciera. Sin embargo, pensó en darle un poco de tiempo y espacio, él volvería a sonreír tan grande que parecía que sus mejillas iban a explotar.
Ya dentro de la casa, Lee dejó los ingredientes en la mesada para sacarlos y comenzar a leer la receta, pero notó que el rubio no venía, a pesar de que momentos atrás estaba entusiasmado. Fue de nuevo hacia la sala, pero el no estaba allí. Frunció su ceño ya que no lo escuchó subir las escaleras, sin embargo, las subió para ir hasta su habitación, tan solo quería saber si él se encontraba bien. Y al entrar en la habitación, notó como Jisung estaba sentado al borde de la cama, cabizbajo, acariciando su brazo.
—¿Qué pasa, bebé? —preguntó a la vez que se sentaba a su lado.
—Estoy triste y con sueño, ¡y mi bracito duele! —Jisung sintió como las lágrimas se deslizaban por su rostro y en como el mayor trataba de limpiarlas con suaves caricias.
—¿Quieres que te traiga un poco de hielo? Te acuestas en la cama y duermes algo, es temprano aún, puedo despertarte para la merienda.
—Pero yo quiero hacer galletitas con usted... —dijo en un susurro, mirando con sus ojos un poco hinchados por el llanto—. Pero no dejo de llorar y eso me da más sueñito... ¡Ah ¿por qué Yunho tuvo que arruinar mi día?!
Minho esbozó una sonrisa un poco triste, sintiendo como las ganas de golpear a ese chico crecían cada vez más, pero solo tomó al menor de la cintura y lo levantó como si fuese una pluma, para depositarlo sobre sus piernas. Apoyó su mentón en el hombro de Jisung, sin darse cuenta que comenzó a dejar caricias sobre su pancita.
—¿No crees que es hora de probar los dotes culinarios de tu novio? —preguntó Minho mientras alzaba sus cejas.
Aquello llamó por completo la atención del rubio, que cuando terminó delimpiar las ultimas lagrimas, lo miró sin comprender.
—Yo hago las galletas y tú descansas, ¿aceptas?
Lee alzó sus cejas y soltó una sonrisa, luego solo llevó sus manos al rostro contrario, para apretar sus mejillas y reír ante la queja del menor. Jisung veía una sonrisa llena de amor por parte del mayor, pero no sabía que Lee se estaba conteniendo para no salir corriendo y matar a Yunho a golpes.
—¿Ah...? ¿Sabe cocinar? Pensé que solo sabia hacer la chocolatada y tecito... ¡No piense que lo juzgo, hyungcito! Solo que...
—Bebé, te traeré algo de hielo para tu bracito y luego vendré aquí con deliciosas galletas, ¿qué dices? —trató de convencerlo nuevamente.
El rubio lo pensó. Aún sentía como la mano de Yunho apretaba su brazo, en como la fuerza extrema que él imponía, aún seguía allí, y sobre todo, el miedo que le generó en cuanto lo vio fuera del supermercado. Aún tenía miedo de que apareciera en su casa, como si nada hubiese pasado.
—¿Me perdonas por no hacerlas contigo, Min?
—Aw, me llamaste Min —sonrió, acomodando un par de cabellos que se colaban sobre los preciosos ojos que el menor poseía.
—¿Quiere que lo llame así? —la sonrisa de Minho cayó por completo y Jisung frunció su ceño.
—No —espetó.
—Oh... ¿Hyungcito entonces? —ladeó de cabecita y le sonrió.
—Así es, me encanta —acarició su rostro, limpiando alguna que otra lágrima—. Descansa, ¿si? —Jisung asintió—. Si necesitas algo, me llamas.
Minho trató de depositarlo de nuevo sobre la cama, pero Jisung lo detuvo. Negó, tomando las manos ajenas para apartarlas de su cintura y poder levantarse, no sin antes, decirle que se quede allí por un momento.
—No es un buen momento... Ni siquiera es el día... Pero necesito dárselo. Lo terminé ayer, mientras estaba en su entrenamiento.
—¿Luego de llamarme como cinco veces para decirme que Kango va a estar en una nueva serie?
Jisung se dio la vuelta inmediatamente y contestó, no sin antes colocar esa expresión enojona que a Minho tanto le gustaba.
—¡Le dije que me confundí de número!
—Eso fue en la tercer llamada... ¿Luego llamaste a Jeongin, no?
—Sipi... —su expresión cambió a una triste, pero enseguida elevó su tono de voz para que Minho lo escuchara, ya que necesitaba una respuesta a su pregunta—. ¿Cómo es que me contestó las cinco llamadas, si estaba ocupado?
—Me atrapaste justo en el descanso y no pensaba no contestarte. Bebé, si me extrañas, solo dilo, no hace falta excusas —y esbozó una de esas sonrisas que a Jisung le recordaban sus inicios.
Cuando era algo terco, idiota y no conectaba dos neuronas. Sin embargo, siempre le gustó esa sonrisa, porque las mariposas que sentía cuando eso sucedía, sabía que nadie podía igualar esa sensación.
—¡Engreido! —espetó.
—Ajá, cómo digas, niño.
—Ahora no le daré nada, va a tener que esperar —se cruzó de brazos y formó un pucherito con sus labios, notando como mayor se acercaba, esta vez, con una sonrisa que irradiaba cariño.
—Vamos, bebé, sabes qué tanto ansío un dibujito tuyo.
—Lamento si lo molesto con mis llamadas, a veces no me doy cuenta queesta en su entrenamiento o estudiando, o haciendo otras cosas...
—No me molesta, al contrario, me gusta. Solo que a veces no puedo responderte, pero sabes que si eso pasa, te devuelvo la llamada en cuanto pueda.
—Lo sé, pero lamento haberlo llamado ayer, y más con algo tan irrelevante.
—Jisung, me gusta escucharte hablar de lo que te pone feliz... Si bien me pongo un poco celoso que sea de Kango, pero luego recuerdo que dijiste que hablas de mí con tus amigos, así que se me pasa —le guiñó el ojo—. Ahora, quiero mi dibujito.
Jisung no pudo objetar ante eso, porque de tener razón, la tenía. Evadió los ojos del mayor y comenzó a buscar en su carpeta azul, el último dibujo que había guardado. Escondió la hoja cuando notó que Minho trató de ver sin su permiso.
—No haga trampa —avisó, pegando la hoja a su pecho.
Lee hizo un puchero y alzó sus manos, retrocediendo para sentarse en la cama. En cuanto pudo, tomó una de las manos del menor y lo atrajo a él, para que se sentara nuevamente en su regazo.
—A ver, precioso, que no lo veo —trató de tomar la hoja, que poco a poco Jisung iba soltando.
Y cuando por fin lo tuvo en sus manos, Minho quedó maravillado: en la parte superior de la hoja había un atardecer, pintado con colores que llamaban la atención fácilmente. Y un poco más abajo, el mar estaba allí, junto con su solas, mientras que una pareja observaba la esplendorosa vista.
Era tan hermoso, así cómo él. Todo lo que venía de él era hermoso, o simplemente perfecto, salvo algún que otro berrinche, pero eso era controlable.
Minho sonrió, le encantaba saber que podía recibir esta clases de dibujitos a diario, solo por y para él.
—¿No le gustó? —preguntó en un susurro, poniéndose triste ante tanto silencio.
—Bebé, no tengo palabras para describir cuánto amo tus dibujitos. Te amo, ¿sabes? Y esto es simplemente perfecto —dijo, sin poder quitar la vista dela hoja, pero aún así, miró los ojitos del menor—. ¿Cuándo pensabas dármelo?
Jisung sintió como los brazos de Minho volvían a abrazarlo desde la cintura y rio ante las cosquillas que aquello le causó.
—Faltan dos semanas para que cumplamos tres meses de noviazgo, así que lo iba a preparar para esa fecha... Pero hoy... Solo necesitaba decirle cuánto lo amo.
—Con que me lo digas es...
—No... —negó con su cabeza, a la vez que sus ojitos brillantes miraban los de Minho—. A veces es muy importante demostrarlo pero... No sé cómo demostrarte que te amo y no quiero producirte inseguridades... porque no se demostrarlo como tú lo haces —agachó su cabecita, para poder seguir hablando—. Y hoy, simplemente sentí la necesidad de decirte que te amo mucho.
El rubio abrazó al mayor por encima de los hombros y lo estrechó contra su pecho fuertemente.
—¡Hyungcito, lo amo mucho!
Minho cerro sus ojos y respiró: él también había encontrado su lugar seguro.
No había maltrato, no había alcohol, ni golpes, ni vidrios rotos en los que puedas caer sobre ellos y lastimarte. No había pesadillas. Aquí solo había felicidad: risas infinitas, caricias, besos, dibujitos que podías guardar, hasta enmarcarlos por lo preciosos que eran.
Estar con Jisung era lo mejor que le pasó. Aquel niño, rubio y vestía ridículamente, se convirtió en la persona que amaba, un lugar del que nunca querría alejarse. Un lugar del amor más puro e inocente.
—¿Por qué llora, hyungcito? No era mi intención —la voz de Jisung sonó preocupada.
Tomó el rostro del mayor y notó como algunas lágrimas salían de sus ojos, las cuales limpió enseguida.
—Lo sé, sé que no fue tu intención, pero no me pude contener, y esto de llorar es nuevo, creo que lo hice cuando te dije todas esas cosas... Y desde ahí, solo... solo comprendí que te amo más que a mi mismo. O bueno, eso es limitar mi amor por ti... Mi amor por ti no tiene limites. No tiene fin.
—M-me está ha-haciendo llorar de vuelta —dijo, sacando todo su llantonuevamente.
—Bebé llorón —señaló Minho riendo.
—No se vale, tú también lloraste. Tú eres un grandulón llorón —afirmó, mientras se limpiaba los ojos para poder ver el rostro de Minho.
—Está bien, enano, soy un llorón igual que tú —Jisung asintió, estaba de acuerdo—. Me has cambiado en todos los sentidos —confesó y el menor volvió a asentir—. Estando contigo, pude madurar, aprendí a pensar en lo que digo y... —a cada palabra que decía, él asentía—. ¿Quién es el egocéntrico ahora?
—¡Pero Hyungcito! Si es verdad, antes era un idiota con patas.
—Sí, pero me ofende.
Y ambos rieron, formando una burbuja de amor que nadie, ni nada, la explotaría.
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