☆ OCHENTA

—¡Hyungcito, hoy es sábado! 

Gritó a penas pudo abrir sus ojos, asustando por completo a Lee, que pudo cerrar los suyos para dormir al menos un rato. 

—¿Y que pasa los sábados? —preguntó totalmente perdido ante el entusiasmo. Jisung no respondió. 

Ya que saltó de la cama para ir al baño y arreglarse allí. Minho quedó totalmente recalculando, pero en vez de darse la vuelta y taparse con las mantas, tomó su celular para ver qué hora era, y pensó seriamente cómo diablos tenía tanta energía a las nueve de la mañana. Sin haber desayunado. 

Bostezó mientras sus ojos se costumbraban a la luz del día, a la vez calculaba cuántas horas había dormido y llegó a la conclusión de que fueron tres horas. Un récord. Se acomodó de nuevo en la cama, pegando sus ojos a la puerta del baño, para que ni bien salga, le haría acuerdo que le preguntó algo. Pero, ni bien salió, solo sonrió, ¿cómo diablos se veía tan bonito? 

—Oye, niño, te pregunté algo —espetó cuando se dio cuenta que quedó babeando. 

—Oh, hyung malhumorado —dijo sentándose en el escritorio para poder maquillarse mejor, ya que la luz natural entraba mejor allí que en el baño—.Es día de parque, ¿no se acuerda? 

Y sus neuronas hicieron contacto: recordó que hace unos dias le prometióque lo llevaría al parque, pero solo para ir a la feria. Nada de juegos conaltura. 

—Ajá, lo recordé... 

—Pues... hay algo que no te conté... Y es algo que organicé a tus espaldas...—hizo un pequeño pucherito, mientras se aplicaba un poquito de base en su rostro. ¡Estaba mal, pero no tan mal! 

—A ver, pequeño bandido, ¿qué es eso que hiciste? Mientras no tenga nada que ver con Yunho, no habría problema. 

—Es como una cita en parejas... —susurró. Minho lo escuchó perfectamente y eso logró que la poca energía que tenia su cuerpo, la usara para sentarse sobre la cama y poder prestarle mejor atención a lo que decía—. Pues, tú y yo, Chanbin y felix, Hyunjin y Jeongin. Ellos irán con nosotros, ¿no está molesto, no? 

Lee largó un suspiro. No le causaba nada, pero algo en él se hallaba y era que por primera vez, daría otra imagen delante de sus amigos, con respecto a Jisung y su "nuevo yo". Le gustaba. 

—No... No estoy molesto, al contrario, me parece genial —se acomodó los cabellos a la vez que bostezaba de nuevo—. Me molesta que sigas pregúntame si estoy molesto... Aunque a la vez no, porque sé que te preocupa como me siento, por eso, pregúntame si estoy molesto cuando tenga que ver con cosas ajenas a los que nos rodean, ¿me explico, bebé? 

Jisung se giró y lo miró, anotando sus palabras mentalmente para tenerlo en cuenta más adelante. Se levanto de la silla y fue directo a Lee, para poder abrazarlo. Y, como supuso, el mayor logro sentarlo sobre sus piernas. 

—Entiendo, hyungcito. ¿Pudo dormir bien? Después de que me desperté, pude sentir que usted no fue a dormir hasta muy altas horas en la noche, ¿por qué? —preguntó con algo de tristeza. 

Pero aquel sentimiento aumentó cuando notó los ojos tristes de Minho y no sabía muy bien a qué se debía. El pelinegro sintió su corazón palpitar con desespero, con miedo a que Jisung supiera. No, tenía miedo en la reacción y en lo que podía causar esto en Jisung. 

—Mmh, bueno... 

—¿No fue a beber agua, verdad? 

Minho negó y por fin su corazón se detuvo, ¿así de doloroso se sentía mentirle a la única persona que ama?

—¡Hyung, no debe fumar a altas horas de la noche! 

—Lo siento bebé, no volverá a ocurrir —dijo, a pesar de que no sabía si se refería a no volver a fumar, o, a no mentirle respecto a lo que en verdad pasaba. 

—¡Hyung, es muy joven para que muera tan pronto! —el nombrado frunció su ceño. 

—¿Por qué supones que me voy a morir? —indagó el mayor. O sea, las probabilidades eran altas, pero era mejor que no pensara en aquello. 

—Porque el que fuma por mucho tiempo, tiene altas probabilidades de tener enfermedades cardiacas, cáncer y entre otras cosas más. ¡Y así no viviremos cien años, hyungcito! 

—¿Te parece vivir noventa y cinco? 

—¡No! ¡Las promesas no se rompen! —los ojitos de Jisung almacenaron algunas lágrimas pero las contuvo—. No diga algo para luego cambiarlo, noes justo. 

Jisung colocó su típica cara de enojo, pero esta vez, Minho no sonrió, sino que se dio cuenta de lo que había causado, entonces trató de arreglarlo. 

—Era broma, bebé, era broma —tomó el rostro de Jisung con sus manos, pero el menor no le permitió aquello, sino que escondió el rostro en la curvatura del cuello ajeno, convirtiéndolo en un abrazo—. Viviremos muchos más. 

—No rompa promesas, hyungcito. Yo lo amo mucho como para vivir tan solo noventa y cinco años... ¡Me rehúso a vivir menos! 

Minho sonrió y lo abrazó con la misma intensidad. 

Ambos se aferraban al otro.

Las tres parejas ya estaban en el parque, alegres ante la idea de lo que se estaba por venir en ese día. Bueno, al menos Jisung, Felix y Jeongin. Minho, Changbin y Hyunjin solo estaban merodeando detrás de ello, preguntándose seriamente si sus novios se habían olvidado de ellos a tan solo pisar la entrada al parque. 

—No está tan mal —dijo con su ceño fruncido Seo, notando como su novio lo había ignorado en cuanto el señor que vendía el algodón de azúcar apareció. 

—Así son, mientras no los perdamos de vista genial. Leí que no es bueno para Jisung, puede asustarse y provocar un ataque de... —notó las miradas de sus amigos, totalmente sorprendidos, a lo que el se retractó un poco—. Solo no los perdamos de vista. 

—Aw, Minhonnie —chilló Changbin, golpeando su hombro—. Eres una ternura, ya no eres tan inoperante como antes. 

—Llámame así de nuevo y verás cómo terminas —amenazó, esperando a que su niño no lo escuchara aunque eso era imposible, ya que estaba con sus amigos saltando de la alegría. 

—Ah, claro, pero si fuese Jisung, babeas —se unió Hyunjin y sonrió cuando Changbin le dio la razón. 

—No te podría decir porque no me llama así. Igualmente, sí. 

Sus amigos se carcajearon mientras paraban para ver a donde iban sus novios, quienes estaban discutiendo sobre a qué juego ir. Y los tres, miraron a sus parejas en busca de una opinión. Sin embargo, Minho rió al ver la cara de Jisung, ya que a él le daba igual a donde ir, porque le gustaban todos, la discusión era más entre los hermanos. 

—Te ves bonito, ¿si sabes eso? —preguntó en cuanto Jisung se acercó a él. 

—¡Usted también es muy bonito! —exclamo, antes de llevarse un pedazo de algodón de azúcar que se disipara enseguida en su boca. 

Se iba a quejar, pero recordó que quien compro el dulce fue Minho, así que le dio un pedazo grande para que pueda disfrutar, pero el mayor negó. 

—Es tuyo, disfrútalo tú. 

—Pero fue usted quien lo compró, debe comer al menos la mitad, no es justo—hizo un pucherito—. Si todo esto es para mi, tendré mucha azúcar en mi cuerpito, entonces, no me podré dormir a horario y eso no es bueno para mi... —pensó seriamente, calculando cuánto debía comer—. ¡Ah, hyungcito, compró el más grande, con razón! —sacó un gran trozo para entregárselo—.¡Coma, no hace bien, pero disfrutará! Aunque, hablando, así... Los dulces tampoco son buenos para la salud... —pensó otro poco, sin poder ver la sonrisa de Minho ante tanto disparate—. ¡A quién le importa, porque a mi no! 

Minho se carcajeó enseguida, muriendo por la ternura que irradiaba, ya que estaba tan abrigado que parecía una bolita y sus mejillas resaltaban. Jisung escuchó como Felix lo llamó, a lo que después de comer el último pedacito, se dio la vuelta para prestarle atención. Sin embargo Minho le tomo la mano, para que no se fuera y pegó su boca con la ajena, dejando un pequeño beso. 

—Mi besito —pidió Lee. 

—Eso fue besote —corrigió—. ¡Pero si quiere besitos avíseme! 

Fue gritando a medida que se alejaba de Minho, ya que Felix lo fue a buscar para tirarle del brazo, ya que no lo escuchaba. Minho nuevamente se carcajeó, viendo como sus amigos estaban comprando palomitas, pero en vez de ir, pegó sus ojos a una máquina de peluches y había uno que resaltaba entre la multitud. Un osito gruñosito. Perfecto para Jisung. Sin embargo, se quedó en el lugar, esperando a que la fila de niños se acabara y deseando fuertemente a que nadie sacará algún peluche, en especial el que sería de su niño. 

—¿Qué te pasa Lee? —preguntó Hwang. 

—¿Quieres jugar a la máquina de peluches? —preguntó Changbin, tratando de saber porque no despegaba sus ojos desde allí. 

—Sí, hay un oso que Jisung no tiene... 

—¡Awww! —chillaron sus amigos. 

—Cállense. Si Jisung pregunta, estoy alli. 

En realidad, no era mucho la diferencia de distancia, tan solo estaba a unos centímetros. Cuando vio que un niño estaba a punto de ir, se apresuró para llegar y así fue, teniendo que escuchar la queja del mocoso. 

Minho observó el panorama, sabiendo enseguida donde tenia que insertar la tarjeta que había comprado anteriormente y la insertó en el lector, de esta manera una música y varias luces iluminaron su rostro. 

Falló, falló y falló. 

Ya iba como cinco veces y en todas, había fallado. No lo podía creer, subestimó demasiado a la máquina. Tan solo pensó que era demasiado fácil, que solo era atrapar el peluche y depositarlo en donde se indicaba. Pero no, cinco intentos demostraba que solo alardeó lo imposible. 

Largó un suspiro, ya que también se le acabó el monto en la tarjeta. No era un problema ir cargarle mas, pero el hecho de que el mismo niño estaba esperando su turno, decidió no ir, ¿qué pasa si ese niño se ganaba el osito que le quería regalar a Jisung? Jamás. 

—Hazte más para atrás, haré magia —mintió y el niño no le hizo caso—. ¿Es en serio? ¿Te quedarás parado ahí? —le dijo mientras el pequeño fruncia su ceño, a la vez que jugaba con su tarjeta—. Bien, pero no aprendas. 

Le dio un último vistazo al panorama y a la pequeña existencia detrás de él y deshizo la traba que abría la cabina de la maquina, para así sacar el peluche azul. Una vez entre sus manos, lo tomó tan rápidamente, que el niño que no era su niño, se quedó asombrado. 

—¡Eso es trampa! —chillo—. ¡Eres un tramposo! ¡Yo quería ese! 

—Eh, chiquillo, más respeto. Esto es obtener las cosas con inteligencia. Nada de trampas. 

—¿Hyung? —preguntó Jisung en cuánto se unió—. ¿Qué hace? Y en cuanto lo escuchó, Minho escondió el peluche detrás de sí, pero no pudo callar al mocoso. 

—¡Es un tramposo! ¡No siguió las reglas del juego y sacó el peluche desde la ventana! ¡tramposo, tramposo! 

Jisung se quedó boquiabierto y se puso del lado de Lee y miró al niño para luego decirle: 

—¡Mi hyungcito no es ningún tramposo! Puede que le queden pocas neuronas, pero sabe usarlas cuando quiere, lo sabrás cuando crezcas —dijo, en un tono enojón, antes de tomar la mano del mayor e irse del lugar. Una vez lejos de allí, detuvo el paso y lo miró con su ceño fruncido y sus mejillas rojas. 

—¡Hyungcito! 

—No me grites... yo soy el ofendido, me llamo tramposo —hizo un pequeño puchero para que Jisung no lo rete. 

—Obviamente que sí, es un niño, ¿porque hizo eso? 

—Porque... le quería regalar esto a mí niño —dejó el peluche en medio de ambos y notó como a Jisung le brillaron los ojitos—. De un osito gruñón, a otro osito gruñón. 

—¡Minho hyung! 

El menor, totalmente asombrado y contento, lo tomó entre sus manos y lo abrazó por varios segundos, mientras mecía su cuerpo de un lado a otro, totalmente feliz. Segundos, en los que Lee fue totalmente rápido para tomar su celular y sacarle varias fotos. 

—¿Te gusta? —preguntó—. Me enfrenté a un mocoso... 

—Ay hyungcito, no le diga así, es un niño... 

Minho lo tomó de la cintura y plantó un dulce beso en sus labios. 

—Es que tú eres mi único niño. 

Las mejillas de Jisung se incendiaron enseguida, pero pudo ocultarlas en cuanto abrazó al mayor. 

—Te amo —confesó Jisung. 

—Y yo a ti, bebé. Te amo. 

Y ambos se quedaron allí abrazados, aferrados el uno al otro, hasta que sus amigos por fin los encontraron, para seguir disfrutando de lo que quedaba del día.

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