☆ NOVENTA Y UNO

—¿Estás seguro? —preguntó Lee, algo preocupado por el menor, quien estaba entusiasmado por la idea de ir a un parque de atracciones un poco lejos. 

Minho sabía cuál era, y decir que es muy famoso era poco. Muchas personas iban, hasta de otras partes del mundo, y la idea de llevar a Jisung allí, le helaba un poco la sangre, ya que recordaba el ataque de pánico que tuvo en el partido aquella vez y, pensando que en aquel parque, podría haber hasta más que el triple de personas, podía causarle nuevamente un ataque, y era lo menos que quería en estos momentos. Jisung asintió, aunque Lee podía notar que sus ojitos no acompañaban su respuesta. 

—Es que... tengo muchas ganas de salir, y no quiero que cambien el plan por mi culpa. 

El rubio se sentó en el borde de la cama, al fin estaban solos y podían hablar tranquilamente de estos temas, ya que los demás se fueron a aprontarse. 

—No será así, podemos ir al parque de la otra vez, no está tan lejos y es casi igual. 

El mayor se colocó de cuclillas delante del ajeno, buscando sus ojitos que por casualidad, los encontró un poco tristes. 

—Mentiras —murmuró—. Todo el mundo se ha adaptado a mi, ¿por qué yo no puedo adaptarme al mundo? 

—Porque no todo el mundo tiene paciencia, comprensión y empatía —llevó una de sus manos para alzar su mirada, porque Jisung había agachado su cabeza—. Tengo miedo de que te pase algo, es todo. Pero si tú dices que puedes, entonces es así —Jisung asintió, dándole la razón—. Si te sientes incómodo o algo, nos volvemos enseguida, ¿de acuerdo? 

—Sí, hyungcito. 

Minho se puso de pie, siendo observado atentamente por el menor, que de repente, una pregunta había aparecido por su cabeza, sin saber cómo apareció por allí, pero aún así, dejó salir las palabras. 

—¿Nos tomaremos de la manito? —Minho volvió a posar sus ojos sobre el  menor, pero no le dio tiempo a responder—. Cómo estaremos en público, pregunto por eso. Si me dice que no, entenderé. 

Jisung volvió a agachar la mirada, pero esta vez con un pucherito que Minho fácilmente lo notó. Sin embargo, el mayor se quedó en su lugar y contestó rápidamente, ya que no había nada en qué pensar. 

—Hey, enano, pienso darte besotes en cada rincón. Lo de la manito es de menos. Aún así, si hay alguien que se atreva a decir algo... ¿puedo golp...?Digo, lo golpearé —se corrigió a sí mismo, esperando que Jisung no lo haya notado. 

—Seria mejor que no lo haga, no quiero a mi hyungcito en prisión, ¡tiene toda una vida por delante, como para arruinarla así! Porque no sabemos como la persona va a reaccionar y pueden pasar dos cosas: o te devuelve el golpe, o va al hospital y te denuncia, ¡y yo no quiero eso, porque hoy es su turno de abrazarme al dormir! —exclamó, levantándose de la cama y  haciéndole frente a Minho. 

—Buen punto —afirmó el mayor, mientras acercaba su rostro al de Jisung para dejar algo en claro—. Pero no pienso que alguien nos falte el respeto, menos a ti. ¿Entendido, enano? 

—Está bien, entiendo —susurró, apurándose en tomar la mano del ajeno para acariciarla, en especial, los nudillos—. Es que no quiero que lo lastimen. Su manito a penas está sanando del corte... No quiero que sienta dolor. 

Minho pudo sentir que moría allí mismo, ¿por qué diablos aquella ternura lograba alborotar todo su cuerpo? Sin soltar sus manos, Lee atrajo el cuerpo del menor para abrazarlo fuertemente, a la vez que dejaba un beso sobre su cabeza. 

—No me pasará nada. Todo sana, bebé. 

—Lo sé, pero aún así, no me gusta verlo sufrir... Desde muy pequeño vive con golpes, y quisiera que ahora viva con amor, solo eso. 

El pelinegro cerró sus ojos al sentir que su corazón se alteró porque, de nuevo, volvió a disparatarse con la ternura que le provocaba. Sonrió y lo abrazó un poco más fuerte. 

—¿Ve cómo late su corazoncito? Debe dejar de fumar, puede tener un ataque cardiaco o algo en algún momento. 

—No empieces, niño. Para empezar, tú deberías dejar de decir cosas que me hagan morir de ternura y ahí te vas a dar cuenta que no son los cigarrillos. 

Jisung pudo despegar la cabeza del pecho ajeno y logró mirarlo a los ojos, notando la bonita sonrisa que estaba en su rostro. 

—¿Quiere que ya no le diga esas cositas? —Minho negó. Llevó sus manos hasta su rostro y acarició las suaves mejillas. 

—No, porque así eres tú y me gusta cómo eres. 

Los ojos de Jisung brillaron y la sonrisa que este le proporcionó, quedará en la cabeza de Lee por el resto de su vida. Jisung iba a decir algo pero el timbre resonando, lo asustó por completo. 

—No hice la chocolatada y ya están aquí... —su voz sonó totalmente triste—. ¿Me hace el favor de hacerla? Me falta aprontar la mantita, los calmantes por si las dudas y llevaré el peluche por si me duermo... Si... —asintió a todo lo que decía. 

—Claro que puedo, ¿dónde está el vaso no sé qué, que me dijiste? 

—¡Vaso térmico que mide la temperatura exacta! Pero por las dudas, hay que dejar más tiempo la leche, así está tibia para las cinco. Está en el mueble de la cocina, es uno azul pastel. 

—De acuerdo. ¿Algo más? —Jisung negó, doblando la mantita que llevaría por si se dormía a la hora de volver, ya que no dormiría siesta—. Estaré en la cocina, entonces —le dejó rápidamente un beso en su mejilla. 

—No se olvide de abrirles, hyungcito —avisó, notando como estaban tocando varias veces el timbre. 

—Ese debe ser Changbin, dentro de poco lo mataré. 

Susurró al salir de la habitación, esperando que Jisung no lo haya escuchado. Pero en efecto, el rubio abrió en grandes sus ojos, asustado, pero no le dio importancia, ya que esperaba que fuese broma.

El parque era inmenso, música fuerte y alegre, en cada rincón. Juegos por donde quieras ver y una infinita lista para elegir, pero a Minho no le llamaba la atención casi ninguno. Sin embargo, Jisung parecía estar feliz, al menos sonreía y no estaba tan asustado, aunque de vez en cuando se aferraba a Lee cuando alguien gritaba eufórico. Justamente, por estas cosas no quería traerlo, pero notaba que Jisung disfrutaba con sus amigos, así que él también estaba feliz y menos preocupado. 

Todos se subieron a distintos juegos, aunque, en los que Lee no quería, ya que la mayoría eran de alturas, Jisung se quedaba con él en algunos, siendo ambos una clase de perchero, donde todas las pertenencias de los demás iban a parar arriba de ellos. Ni siquiera en sus manos, ya que Jisung no podía agarrar todos los bolsos por lo pequeñas que eran las suyas. Fue Lee, quien se los arrebató y los dejó en el suelo, en algún lugar en donde no estuviese tan sucio. El rubio se quejó, claro que sí, pero Lee supo excusarse. 

—Si estoy tomando todos estos bolsos, ¿cómo quieres que te tome la manito? 

El rubio sonrió. Sus mejillas se incendiaron y la timidez hizo acto de presencia. 

—Tiene razón... —dijo cabizbajo. Jisung se acercó un poco más y enlazó sus manos—. Aunque no es justo, sabe qué decir en estas situaciones y más cuando quiere ponerme tímido. 

—Mmh... Puede ser, pero si no es ahora, ¿cuándo será? Si te la pasas al lado de tus amigos. Pudiste tomarme de la mano al principio cuando te estabas adaptando al lugar, pero ni eso —soltó en un tono de broma. 

—¿Me está reprochando? 

—Por supuesto que no —se colocó en una posición firme, soltando el bolso de Changbin, el cual cayó como plomo sobre el césped—. Solo creí que me ibas a tomar de la mano todo el tiempo, pero parece que te has olvidado —miró hacia otro lado, tratando de no reír por la expresión indignada deJisung. 

—¡Tú tampoco hiciste nada para tomarme de la manito! —le sacó la lengua. 

Quería cruzarse de brazos, pero tenia que soltar su mano y era algo que no tenía pensado hacer. Las manos de Lee eran suaves, y le encantaba acariciarlas, hasta jugar con sus anillos. No sabía el por qué, pero sentir el tacto de ellas lo tranquilizaba. 

—No me estés sacando la lengua, enano. 

—¡Enano tu abuela! —exclamó sin pensarlo. 

Debería pedirle disculpas a la abuelita de Minho... 

—Oh, mi abuela se sentirá muy defraudada de ti. Ya la estoy llamando.

Lee sacó su celular y fingió teclear algo, para luego llevárselo al oído y esperar al tercer tono inexistente. 

—¡Hola, abuela...! 

—¡Está bien, está bien! —lo abrazó repentinamente, arrepentido de lo que dijo—. No le diga, hyungcito, no lo haga. Cuando la conozca le pediré disculpas, lo juro. 

Lee sonrió y volvió a guardar su celular, correspondiendo al abrazo de Jisung. Le dejó un tierno beso en su cabeza, además de unas caricias en su espalda. 

—Te amo, ¿lo sabes? 

—Sipi. ¡Yo también lo amo! 

Minho se sintió tan bien, como si una tranquilidad, en vuelta en calidez y amor, hubiesen entrado en su cuerpo. Sí, así fue, así que solo recostó su cabeza sobre la del menor, quedándose así hasta que sus amigos llegaron. La tarde iba pasando y conforme a ello, la panza de Minho literalmente gritaba: comida. 

El grupo se instaló en una cafetería, que era parte del parque. Todos pidieron sus respectivas meriendas, las cuales estaban a la espera de que llegaran, sin embargo, Jisung quien jugaba con su vaso térmico, no quería empezar él solito, además de que estaba esperando su pastel de chocolate, que pidió junto a Minho. Aunque, comería muy poquito, ya que quería un helado que desde que entró en el parque, se le hizo agua la boca. Agradecía tanto haber traído un poco de su dinero, ya que si quería, podía comprar un kilo, pero no, compraría dos. 

—¿Por qué sonríes de esa manera? Parece que estás ideando algo —habló Lee, quien estaba sentado frente a él. Jisung hizo un gesto, indiferente ante lo que insinuaba. 

Negó por completo, sabia que a Minho le gustaba el helado y la idea de comprarlo en secreto  aumentaba. ¿Eso no es ser egoísta? Pensó de repente, pero la voz de Minho evitó que se pusiera triste. 

—¿Tienes ganas de comprar helado? 

Jisung alzó sus cejas y abrió en grande su boca, totalmente sorprendido. 

—Atrapado, enano —sonrió, llevando su mano hasta la barbilla ajena, para cerrar su boca. 

—¿Co-como supo? 

—Porque te quedaste viéndolo mientras comprábamos las entradas, entonces supe que te gustó. No dije nada porque apenas terminábamos de comer, pero si quieres, podemos ir luego de merendar. 

Jisung fingió pensar y le sonrió en grande, asintiendo a las palabras de su novio. Iba a decir algo, pero el pastel de chocolate fue puesto delante de sus ojos y el mundo dejó de existir. Levantó el tenedor para sacar un bocado, pero Minho le quitó el plato. 

—Hyungcito —se quejó.

—Lo partiremos a la mitad, porque si lo comemos así, comerás muy poco, y el helado no te llenará —el rubio lo miraba sorprendido, frunciendo su entrecejo—. Ahora sí, o comes por las buenas, o por las malas, bebé. Si note terminas el pedazo, te obligaré —le sonrió mientras dejaba un pedazo en su plato y le abría el vaso para que pueda beber. 

Changbin y Hyunjin presenciaron la escena y quedaron boquiabiertos, mientras se miraban el uno al otro, pero los dos terminaron por sonreír con burla cuando Minho los miró. Lee volvió a prestar atención a Jisung, notando como comía el pastel. No quiso sonar brusco, pero conocía a al menor: comía menos de esto, para disfrutar de aquello, y así no era. No cuando notó que se veía un poco más delgado. 

Largó un suspiro cuando devoró el pastel y consumió por completo la chocolatada. Pero por estar al pendiente de él, no le había dado importancia a lo que tenía en su plato, hasta que Jisung tomó un poco con su tenedor y se lo acercó a la boca. 

—O come por las buenas o por las malas. Hyungcito, diga "aaah" —Jisung abrió la boca para demostrar lo que tenía que hacer. 

Lee le siguió la corriente y recibió gustoso el bocado, para luego recibir una preciosa sonrisa por parte de Jisung. El grupo se quedó allí por un rato, nadie tenia prisa, menos el trio arcoíris que estaban ansiosos por ir por unos helados en cuanto Jisung mencionó aquello. 

Y no solo Changbin tuvo que comer rápidamente, pero eso no importaba, porque, aunque esté atragantado por la comida, comería helado junto a su pequeño sol, quien fue que lo apuró de primera, pero eso era lo de menos. 

Ahora, el grupo estaba en el puesto de helado, y por más que Jisung quisiese el que vio a penas entró en el parque, había uno especial para niños. Uno que era de todos colores y venia con una galleta de algún personaje animado, y como nunca creyó que alguna comida lo atrajera más que el pastel de chocolate o el cheescake lo hacen, se quedó babeando al ver que había galletas de los Ositos Cariñositos, pero a su vez, había una fila de niños pidiendo por distintos dibujos, incluyendo su favorito. 

Minho lo notó. Pudo ver esos preciosos ojos brillando y su boca levemente abierta. Además de acariciar su mejilla para llamarle la atención, pasó su mano sobre la cintura ajena. 

—¿No irás por uno? Te quedarás sin helado —avisó, notando como el semblante de Jisung cambiaba a uno triste—. ¿Qué sucede, bebé? Estabas entusiasmado por tu helado... 

—Prefiero que esos niños pidan primero y luego iré, preguntaré si queda, y si no, iré por el que quería antes. 

Lee volteó su cuerpo un poco y colocó ambas manos en su mejilla, impidiendo que apartara la vista. 

—¿Y eso por qué? Quieres ese, no el otro. No quiero verte triste si es que no consigues para cuando termina la fila. 

—Esperaré aquí a que terminen esos niños. Si ya no hay, no queda otra que aceptar e ir a casita. No quiero que piensen que estoy enfermito... —volvió a repetir en un tono triste, agachando un poco la cabeza. 

—¿Por qué pensarían eso? 

—Porque seguro piensan que ya estoy grande... Y sí, pero seguro les preguntarán a sus padres y ellos responderán que es porque estoy enfermo...Como esa señora en el supermercado. 

Nunca tuvo tantas ganas de matar a alguien, y si era Yunho, mejor. 

—Oye —espetó, colocando una de sus manos sobre su barbilla—. Levanta tus ojitos y mírame. Tú no estás enfermo, solo te gusta un helado y ya. Si tú no vas, quédate aquí, voy a pedirte uno. 

—Pero hyungcito... 

—Entonces ve tú. No tienes por qué pensar en esos comentarios, pero si un niño o algún adulto, te dice algo, defiéndete, sino los mando a volar yo. 

Amagó con ir a la fila, esperando poder colarse para que Jisung tenga una galleta de Gruñosito, porque ya veía pocas. Sin embargo, fue el rubio quien lo detuvo. 

—Son niños... 

—Y tú eres mi niño. No dejaré que algo te ponga triste, ¿sí, bebé? Iré por uno —nuevamente, Jisung lo detuvo, pero Minho habló de repente—. Iré por dos, me dieron ganas de comer una galleta. Tú pides a Gruñosito y yo a Tuerca. 

Minho pudo escapar del agarre del menor y llegar antes que un grupito de niños malenseñados porque se comenzaron a quejar. Lee tan solo los miró y les dijo que ahora se iba a pedir todos, dejándolos sin helado. 

—La tuerca que le falta hyungcito —espetó Jisung—. ¿Cómo les va a decireso? 

—Te dije que los mandaría a volar... O asustar, al menos se callaron —Minho le sonrió y pasó su brazo alrededor de sus hombros—. ¿Quieres que compre todos? Porque no es problema. 

—¡Me dolerá la pancita! —exclamó el rubio. 

—¿Quién dijo que eran para ti? —preguntó, alzando una ceja. 

—Debería pedir la galletita de payaso, le queda bien el personaje —contraatacó el menor. 

—Que lástima que no hay una de enano, sino te la pediría.

Jisung se cruzó de brazos, frunció su ceño e hizo un pucherito, en su imaginación eso daba miedo. Sin embargo, Minho no pudo apreciar la imagen, porque fue atendido por el heladero. Y con una sonrisa, pudo entregarle a Jisung las dos galletitas y él helado que quería, deseando solo una cosa por el resto de su vida: 

Qué nadie le quitase esa sonrisa a su niño. 

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