☆ DOCE

Jisung miró los ojos brillosos de su hyung, sin poder creer lo que acaba de decir, a pesar de que estuviese haciendo todo para que lo odie.

Pero Minho tenía razón: él no podía odiar a una persona. Ese sentimiento era muy fuerte y feo, y a Jisung no le gustaba para nada esas cosas. Él tenía suficiente amor como para cambiarlas por algo bonito.

Muy bonito.

Jisung sonrió. Hace unos minutos el agarre en su antebrazo se había trasladado hacía su cintura, cosa que le comenzaba a gustar y eso que no le gusta que toquen más allá de sus mejillas, manos o brazos.

—Si aprendes a guardar un word...

—No empieces.

El rubio rió por aquello, sintiendo nuevamente como los ojos de Minho lo atravesaban con palabras que no se darían a la luz en el día de hoy, y es por eso que intervino primero.

—¿Sabe algo, hyung?

—¿Qué? —hizo una seña con su cabeza para que hablara y que no perdiera tiempo.

—Fue mi primer beso. Jamás pensé que pasaría como uno de esos dramas. Así que gracias por inventar el pretexto de que fue solo para callarme —Lee se mordió su labio.

—Escúchame bien, niño. No inventé nada, lo hice porque no dejabas de chillar y tu voz me estaba taladrando la cabeza, ¿entendido? —Jisung asintió.

—Claro que si, hyung. Pero si usted hubiera apagado el cigarrillo, nos hubiéramos ahorrado el beso, así que si, si fue pretexto.

Lee tragó saliva y rió con sorna.

—¿Por que sacas este tema ahora? Pensé que había quedado en el olvido —vio como Han frunció sus labios, pensando en sus palabras—. Lo que me faltaba, que tu mente infantil creara escenarios de dramas clichés. Olvida el beso, porque...

—¿Usted ya lo olvidó? Lamento mucho si fue feito, supongo que usted tiene mucha experiencia... —agachó su cabeza, sintiéndose un poco tímido y celoso—. También lamento haberlo mordido, ¿le dolió mucho?

—Casi me arrancas un pedazo —bromeó.

—¡Lo siento! —el rubio alzó sus brazos y colocó sus pequeños dedos en la marcada mandíbula de Lee, observando detenidamente los belfos—. No veo marcas... aún así, lo siento —Minho reprimió una carcajada al ver lo ridículo que se veía—. ¿Sabe otra cosa hyung? Debería usar un bálsamo labial, están muy resecos... —el menor alejó sus manos y volvió a mirarlo a los ojos—. Si quiere yo le presto, pero muy poquito por que es mi favorito. Lo tengo... por... —comenzó a palpar sus manos por todos los bolsillos de sus pantalones y de su camiseta colorida—. ¡Aquí! —y sonrió con felicidad.

Abrió el producto y un ligero olor a sandía inundó las fosas nasales de ambos, por lo cerca que estaban. Minho miró el bálsamo y frunció su ceño, quitando las manos de la cintura contraria, preguntándose también como carajos llegaron ahí. Retrocedió un poco, viendo atento como Jisung se acercaba a su rostro, hasta impactar el bálsamo en sus labios y pasarlos suavemente.

—Ahora, haga asi —Jisung rozó sus labios entre si, mostrándole como debe hacer para que el labial llegue a toda la extensión y grosor de los labios ajenos—. Si se pone seguido, sus labios se pondrán muy lindos. Le recomiendo mucho el sabor a sandía, es el mej...

—Me voy.

Espetó y se fue rápidamente.

Jisung lo miró con un pucherito mientras bajaba el bálsamo labial lentamente, sin comprender aún. Largó un suspiro y miro sus pies.

—Primero es un malhumorado, luego un idiota y muy, muy después es lindo, para luego, volver a ser un completo idiota malhumorado. Quién lo entiende Minho hyung, es el verdadero niño aquí.

Volvió a fruncir sus labios y le restó importancia a aquello. Salió del salón con todas las dudas y sobre todo, una que lo hizo sonreír.

Minho hyung de cerca era hermoso.

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