☆ CIENTO TREINTA Y NUEVE
Pasaron solo dos días del acontecimiento.
Lo primero que se planteó fue volver a Seúl, pero Jisung se negó rotundamente a interrumpir las vacaciones de sus amigos, además de que la policía de Jeju dijo claramente que no se podían ir hasta que todos estén absueltos. Y se aclaró también, para que todos estén tranquilos, sobre todo Jisung, que eso se trataba de investigar las grabaciones, lo cual se tomaban un par de días hacerlo, siempre y cuando, sea todo acorde a la declaración de todos lo que estuvieron en la escena, sobre todo, el rubio.
Todos estaban en casa, ya era demasiado tarde, por ende, cada pareja estaba en su habitación, durmiendo como no podía hacer Minho. No era por insomnio, ya que lograba dormirse, pero se despertaba de la nada, por el llanto de Jisung y sus pesadillas. Al menos no gritaba como aquella vez, solo murmuraba cosas como "duele" o "suéltame" dejando en evidencia, que soñaba con lo mismo, varias veces.
Y ni siquiera estar arriba suyo lo ayudaba, a la vez que abrazaba a Gruñosito como podía. Pero nada servía para que la paz inunde su cuerpo, sobre todo, su mente y sueños.
Hasta se despertó para cambiar de oso, murmurando en un aviso, para que no viera toda la escena confundido, que si ahora abrazaba a Revoltosito, capaz soñaba algo totalmente distinto. Algo que no le funcionaba, y eso que cambio de oso unas tres veces, hasta lo abrazo a él, su lugar seguro, pero no.
Su miedo era mas poderoso que cualquier lugar seguro. Y Minho lo supo luego de la segunda vez en que se despertó llorando.
La sed se hizo presente y maldijo por no llenar la jarra de agua antes de acostarse a dormir, sabiendo que Jisung se levantaba a tomar agua de vez en cuando, también le sorprendió el hecho de que no la haya llenado.
Trató de dejar al rubio lo mas suave y cuidadoso posible a su lado, así él podía bajar rápidamente en busca de agua. Una vez logrado, le acercó todos los osos que busco, para que no sintiera su ausencia por estos minutos. Fueron algunos de los que trajo a escondidas, dato que se enteró en la primer noche que estuvieron allí, aún así, no le dijo nada, porque no había nada para decir, y conforme fueron pasando los días, se olvidó de eso, hasta el menor dejaba esos osos a la vista, por ende, ambos sabían que esos se trajeron a escondidas.
Minho rio al recordar su expresión cuando los vio, su niño quería sus peluches, ¿cómo se iba a oponer?
Bajo la escalera con cuidado y prendió las luces del pasillo y de la sala, para luego entrar a la cocina. Tomó el vaso azul de su novio y le colocó un par de hielos y luego sirvió agua fresca hasta el borde, para luego colocarle la tapa y beber un largo trago que se sintió como si se hubiese bebido todo el agua, por ende, volvió a llenar el vaso.
Con su sed abastecida, se giro para volver a la cama, sin embargo, la presencia de Jisung lo asustó levemente. Al recomponerse, lo pudo observar con detenimiento unos segundos, estaba refregándose sus ojos junto a unas lágrimas, mientras que de todos los osos que tenia, abrazaba a Gruñosito. Nunca supo porqué le tomó tanto afecto a ese en particular, pero creía a haber escuchado que porque fue un regalo de Minho y porque le costó un poco en esa máquina de peluches.
—Pe-pensé que se había ido —murmuró con su voz completamente rota.
—¿A donde me iría si son las cinco de la mañana? —el tono usado era algo sumamente suave para el rubio, algo que lo calmó por completo. Minho se acercó a él y lo abrazó de la cintura—. ¿Volviste a tener una pesadilla? —condujo una de sus manos hasta el rostro ajeno, subiendo lentamente hasta la altura de la frente y corrió su cabello, notando que estaba algo sudado.
—No... pero sentí que me dejaba... y ahora no quiero estar solo. En la mañana y en la tarde puede ser, pero justamente ahora, quiero estar contigo.
—Bajé a tomar agua y a llevar un poco también, iba a regresar. No tienes porqué sentir que me iré.
—Lo siento, no quise sonar muy controlador... es que... —sus ojos se llenaron del doble de lágrimas que cayeron por su rostro, a la vez que su cuerpo temblaba y su voz quedaba atrapada debajo del nudo en su garganta—. Tengo miedo —dijo luego de unos segundos.
Minho lo abrazó y el rubio le correspondió con una fuerza indescifrable.
—Lo sé, bebé. Tranquilo, aquí estoy. ¿Quieres que te cargue para ir de vuelta a la cama? —Jisung asintió.
Una vez acomodado la cabeza del menor en la curvatura del cuello ajeno, susurró como pudo.
—Casi me caigo al bajar —Minho rio levemente—. No se ría, hyungcito, es serio.
—Lo siento, no esperé a que me digas eso —susurró de igual manera, casi largando una carcajada, pero cuando sintió algo húmedo tocar su piel, se dio cuenta que Jisung seguía llorando.
Al llegar al lugar que querían, y sobre todo al dejarlo sobre la cama, Lee percibió la mirada de su novio como una que no volvería a pegar el ojo, así que solo largó un suspiro y colocó en su mesa de noche el vaso, indicándole que era agua fría.
Al momento de acomodarse también en la cama, sin saber que si iba a volver a dormir o no, observó al menor sentarse y buscar algo en el cajón de la mesa de noche.
—Se lo iba a dar cuando regresara de la plaza, pero pasaron cosas... —aquello hizo que una sonrisa apareciera en su rostro.
No quería parecer malo, o como si no le preocupara la situación que ahora estaban atravesando, pero sentía tanto desprecio por Yunho, que su muerte no le provocó nada, por ende, no iba a fingir estar mal por esa persona cuando no era asi, y solo el estado de Jisung era lo único que le preocupaba.
Sonrió por él, por lo lindo que era a las cinco de la mañana, dormido y despeinado.
—¿Es lo que yo creo que es? —preguntó, ya que cuando el rubio volteó, había ocultado aquello que tenia para darle, por ende, no vio nada.
—Parece un niño de cinco años cuando le dan el regalo de navidad —inclino su cabeza, gustándole cada vez mas esa adoración que el mayor tenia hacia sus dibujos.
—Claro, si tus dibujos me ponen feliz.
Jisung sonrió, con sus mejillas totalmente rojas, las cuales señalaban lo cuan enamorado que estaba.
—Hice bien en no rendirme cuando me di cuenta que me gustaba...
Dijo aquello con una sonrisa, mientras agachaba su cabecita. Sin embargo, cuando se dio cuenta que lo dijo con un tono de voz elevado y no en un susurro, lo miró de inmediato, notando la sonrisa que su novio tenia, por ende, se apresuró a abrazarlo, para que no notara que le dio vergüenza. Minho lo recibió mas que complacido, correspondiéndole enseguida.
—Y siempre te lo voy a agradecer, mi vida —musitó, acariciando su cabello, evadiendo la zona vendada.
—¿Está agradecido? —esbozó una sonrisa que Lee no pudo ver, pero sí imaginar.
—Sí, porque confiaste en mi cuando lo único que hacia era lastimarte, ¿cómo no voy a estarlo? si también pusiste a prueba tu amor, paciencia y empatía con alguien que no valía la pena.
Un poco molesto con la ultima parte, el menor decidió salir de su escondite. Condujo sus manos hasta el rostro ajeno para acunarlo y dejarle tiernas caricias, como si de ese modo, le prestara mas atención, entonces dijo:
—Minho, no me gusta que hables así de ti. Sí valías la pena, por eso me enamoré. Yo lo único que vi fue un chico duro, pero frágil, que no conocía lo que es el amor y que solo necesitaba ser amado para expresar todo lo que tenia reprimido desde que era pequeño. Pero eso no lo supe hasta que dimos el primer paso, los dos, juntos. Ahora, solo nos queda... tener planes para el futuro.
—Te amo, ¿puedo ir al balcón a gritarlo? —el rubio ladeó su cabeza, con una sonrisa que enamoró completamente a Minho, logrando que se sintiese un poco mal al negar.
—Hyungcito loco, eso no se puede, al menos no a esta hora. También te amo.
Los dos sonrientes, indicándose al otro que ambos estaban en un estado mas que feliz en ese momento, Lee unió ambas bocas en un beso dulce e inocente.
—Basta de cursilerías, quiero mi dibujo.
—Pensé que iba a decir algo con respecto a... a...
—¿A qué, niño?
—Ya sabe...
—Sí lo sé, pero me gusta cuando lo dices tú. ¿O ya se te olvidó las veces en las que lo dijiste sin problema alguno?
—Es que cuando lo pienso, sí me da vergüenza.
—Entonces dilo sin pensar, pero... no tienes que tener vergüenza al hablar de eso y menos conmigo, que cuando lo estamos haciendo, hasta pides mas.
—¡Minho! ¡Ahora no te daré nada! —exclamó para luego guardarse el papel en el bolsillo del short.
—Ya, ya, no diré mas. Si no me lo quieres dar... al menos permíteme verlo.
—No hyungcito... si te lo daré. Por favor, no llore, porque si lo hace, yo también, y ya llore mucho —Lee largo una carcajada.
—Eres tan lindo... gracias por el aviso.
Jisung buscó de nuevo el papel y se lo entregó a su novio. El pelinegro lo desdobló y ni siquiera tuvo que verlo bien, para reconocer la escena: eran ellos besándose, entre un montón de golosinas. Miro al rubio quien sonreía levemente, y no bastaron ni dos segundos para que todos los recuerdos golpearan su mente.
Aquella vez había sido como su primera cita, a pesar de que fue de todo, menos eso. Jisung tuvo un ataque de pánico, y logró calmarlo por primera vez. Luego entraron a la confitería y probaron todos los dulces que habían, incluso, los que aún no sacaban al mercado y solo estaban allí. Se besaron, probaron los labios del otro como nunca lo hicieron antes, y se dejaron caer en los brazos del otro, así mismo, como se dejaron caer en los brazos del lobo, quien luego estropeó todo.
Sin embargo, no siempre iba a echarle la cupa a su padre, él actuó mal también, todo por no pensar en lo que hacía, y por creer que lo primero que se le vino a la cabeza, era lo mejor para todos, a pesar desde que un principio sabia que lo iba a condenar a un dolor que no sabia que existía.
—No importa lo que pasó después de eso, solo me centré en recordar lo que sentía en ese momento, estando allí, contigo. No fue una cita formal, ni siquiera normal, pero solo se que no sabíamos que estábamos enamorados del otro. Teníamos que pasar por eso, para darnos cuenta de nuestro amor... no me arrepiento de nada, porque sino, no seriamos lo que somos hoy en dia: yo soy su niño y tú eres mi hyungcito —sonrió, frunciendo sus hombros y dando un pequeño salto lleno de felicidad.
—¿Y ahora qué se supone que diga...? Quiero muchos dibujos tuyos, pero siempre logras dejarme sin palabras por la explicación que le das... —Jisung negó.
—No hace falta decir nada, solo quiero que me abraces, hasta ya no tener miedo.
Dicho eso, el menor lo volvió a abrazar. El ambiente se había vuelto un poco triste para ambos, sin pensaban que nunca se habían alejado del mismo, por mas que se hayan sentido felices por un momento.
Jisung lo supo desde la primera vez: Minho era su escape a la felicidad. No importaba lo que pasase fuera de su burbuja, cuando estaban juntos nada mas existía.
—¿Miedo de qué? —preguntó, sacándolo de sus pensamientos.
—No me quiero separar de ti, ni de mi familia, para tener que ir a prisión...
Se sorprendió al escuchar eso, ya que no habían hablado del tema, no del todo. Lee pensó que era bueno darle su tiempo y cuando él quisiese hablar en profundidad, lo harían.
Lo alejó levemente y condujo sus manos hasta su rostro, para acunarlo y mirarlo a los ojos, obligándolo a que lo mire también.
—Así que ese es tu miedo... lo mas lejos que te irás de mi y de tu familia, es a una salida con tus amigos —ladeó su cabeza y alzo sus cejas por unos segundos—. No pienses en eso, ¿si? porque todos sabemos lo que pasó aquí, en Jeju, y sobre todo, en Seúl. En unos días aparecerán los policías y dirán que no tienes la culpa de nada, porque es así. Se que Yunho tuvo un final que nadie anhelaba, y solo quiero decir, que él solo se provocó eso, no tú. ¿De acuerdo, bebé?
Jisung asintió, volviendo a abrazarlo y Minho tragó saliva, junto a las palabras que nunca salieron, porque en cierto sentido, le daba miedo decirlo.
Muy en lo profundo, quería que ese final, hubiese aparecido mucho antes.
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