Los pollos lloran
❇ La continuación de una mala película, y sus repercusiones en un solo día ❇
HANTA:
Su cama era calida y bastante apetecible. La temperatura que las sabanas le brindaban daba un toque natural que embriagaba, la pose que había adquirido - Desparramado por todo el colchón a lo que sus extremidades dieran - era la indicada, y aunque estuviera en un estado semi consciente de su alrededor, estaba apunto de cruzar esa linea delgada al mundo de los sueños.
Si alguien viera su casa desde afuera lo primero que vería serian una puerta que correspondía a la entrada y salida, junto a dos ventanas en cada extremo superior de la fachada. Su habitación correspondía a la ubicación de la ventana izquierda, y la de su padre correspondía a la de la ventana derecha. Por lo que escuchar pequeños golpes contra el vidrio, uno tras otro, formando una sinfonía irritante, había logrado que su buena mañana se transformará a un enojo creciente en su pecho, y que expreso a modo de gruñido.
Miro de reojo su reloj en su mesa de noche, y notó como eran las 9:24 a.m., logrando que su irritación ahora se le agregara una pizca de duda. ¿Quién era el idiota que golpeaba su ventana a las nueve de la mañana?
- ¡SHINSOUUU! - Se escucho del exterior.
Oh claro.
Con pereza logró levantarse de sus cálidas sabanas, que al tener contacto con el exterior se volvieron frías, y tomó sus pantuflas para avanzar a su ventana esquivando diferentes objetos desparramados por el piso.
Cuando abrió su ventana a la vez que corría la cortina, una pequeña piedra impactando en su tabique fue el recibimiento al nuevo día.
- ¡Auch! ¡¿Qué quieres?! - Sobo su tabique bajando la mirada, encontrando a un chico de cabello cenizo y una cara de molestia en toda su persona.
- ¡Llama a tu primo! - Bakugou había puesto sus manos a modo de megáfono al rededor de su boca, soltando de paso la roca gigante que seguramente había pensado en lanzar.
- ¡¿Para qué o que?!
- ¡Solo llamalo!
- ¡Deja de molestar!
- ¡¿QUIEREN CALLARSE?! - De la ventana de al lado, un Aizawa en su pijama rosada miro furioso a ambos jóvenes que interrumpían su sueño.
- ¡LLAME A SHINSOU ANCIANO!
- ¡A MI NO ME DICES ANCIANO, MALDITO MOCOSO MALEDUCADO! - Su padre volteo a verlo con sus ojos inyectados de sangre, causándole un brinco del susto - ¡Trae a tu primo, maldición!
- Agghhhh - Aún con su queja, volvió a integrarse en su habitación para ir a su puerta y pasar por el pasillo a la puerta de invitados, que desde hace mucho tiempo ya era catalogada como la habitación de Hitoshi.
No se molestó en tocar al momento de estar frente a la puerta, simplemente abrió de golpe causándole un susto al menor que de manera rápida cerro la computadora y se quitó sus audífonos.
Arqueo una ceja al ver la situación - ¿Qué veías?
- Porno. ¿Qué no sabes tocar? - El ojeroso se levanto de su cama, empezando a acomodar mejor las sabanas y tomando del suelo un paquete de frituras que no había visto antes. Ahora con una postura más calmada.
- Mentiroso, estabas viendo las Kardashians. Yo lo sé - Sonrió al solo pensar el escenario de su primo viendo aquel reallity. Un gusto culposo que nunca admitiría.
- Ajá si. ¿Qué quieres? - Hitoshi volvió a abrir su computadora, empezando a comer sus frituras con los audífonos ya puestos. Acostado de lado.
- Te buscan
- ¿Quién? - Dijo sin mirarle.
- Tu amigo ese. Bakugou, el vecino.
De manera inmediata, su primo levanto la mirada delatando su confusión, y Hanta en el fondo se pregunto también la razón por la que lo llamaría a esa hora. No es que fuera tan temprano, pero era miércoles por la mañana. Algo un tanto sospechoso.
- Que extraño. Creí que estaría en clases - Aunque el menor lo hubiera dicho para si mismo, logro escucharle, incrementando su curiosidad.
Vio como Hitoshi se levantaba de su cama mostrando en totalidad su pijama de Hello Kitty, sacada de una promoción de alguna tienda que venía en combo con una pijama de Bob Esponja, y que él había tomado como suya. De alguna forma ambos se pusieron de acuerdo de usarlas esa misma mañana.
Aunque le llevará a Hitoshi cerca de tres años por delante, la verdad era que su primo y él no diferenciaban mucho en sus estaturas. Él solo era más alto por unos cinco centimetros, pero la contextura de Hitoshi le hacía parecer más grande que él a la distancia. Por lo que no se molesto en ayudarlo a alcanzar una de las pelucas encima del armario. Notando como luego de ponerse la malla, el color morado tomaba lugar como el cabello del ojeroso.
Viendo como se calazaba sus tenis negros y tomaba una gafas de lente color celeste, lo siguió por el pasillo a las escaleras hasta donde él creía a la entrada de la casa. Durante el camino pudo encontrar a su padre viendo la televisión en la sala, y fue una mirada de reojo para ambos que el azabache mayor decidió por hablar.
- ¿Otro color?
- Hace mucho no pruebo morado - Hitoshi empezó a buscar en el llavero su replica de las llaves y, debido a una regla general de su padre, tomó su teléfono que se encontraba en la mesa cerca de la puerta. Esto porque según Shouta, los celulares fundían peor la mente en la noche.
- ¿Y los lentes?
- No lo sé - Ya cuando Hitoshi pareció tener todo, abrió la puerta de la casa - Adiós
- Adiós - Dijo él junto a su padre, quien ahora volvía su vista a la televisión mientras él solo quedaba observando la puerta de la entrada por donde acababa de salir el menor.
- Nunca me dejabas salir así
- No era necesario darte permiso, te escapabas de todas formas
Luego de eso se unió a su padre a ver la televisión, y la duda de a donde iría su primo fue constante en su cabeza por varios minutos de la mañana.
Había sido de manera tan rápida, que ninguno sabría con seguridad como exactamente sucedieron los hechos.
Al momento en que aquella chica se presento en su puerta, Bakugou, Kaminari y Jirou no supieron como reaccionar. Los tres habían optado por tomar una pose de shock y desconcierto, y la mirada seca que le dirigía la contraria al dueño de la casa no los sacaba de dudas. Se podría decir que, de hecho, aquel pequeño bebé había sido el héroe que impidió que siguieran en esas posturas de congelamiento.
El llanto había incrementado a los oídos de Jirou que se encontraba desorientada, y el vómito que había provenido de su interior termino por quemarle la garganta y empeorar un poco el estado de todos. Aún con sus mareos, y Kaminari aún con la incomodidad de la suciedad entre sus piernas y trasero, ambos jóvenes halaron al interior de la casa a la azabache junto al bebé. Jirou la guiaba al sofá tomando su antebrazo izquierdo, y Kaminari había tomado la maleta de ruedas para cerrar de manera rápida la puerta.
El sonido de la puerta cerrarse fue lo que despertó a Bakugou del shock, quién al analizar de manera rápida la situación subió al segundo piso en dirección a los baños, tomando todas las toallas que pudiera encontrar. Y luego yendo a un armario en el cuarto de su padre por sabanas sueltas que hubieran por ahí.
El pánico en los tres parecía incrementar con cada segundo en el que el bebé seguía llorando, y la chica no hacía nada para calmarlo. Quedando solo mirando directo al piso sin expresión alguna que delatará, al menos, algún indicio del que hacia en la calle a las tres de la mañana.
Cuando Bakugou llego con las mantas, Kaminari y Jirou pudieron apreciar un aspecto preocupado del rubio, intentando hablarle a las desconocida con insistencia.
"¿Cómo estas?" "¿Qué pasa?" "¿Puedes entenderme?" Algunos dirían que eran preguntas fuera de lugar. Demasiado obvias para la situación, y que no merecían ser respondidas. Pero la cabeza de Katsuki no parecía funcionar bien - las manos temblando no ayudaban mucho -, así que no se le puede culpar mucho.
El tiempo parecía cada vez más lento, y el aire más pesado. Quizás fue un milagro de los cielos, o alguna fuerza misteriosa, lo que había hecho que el bebé parará de llorar, brindando un poco de tranquilidad al trío maravilla. A pesar de eso, Bakugou seguía inconforme por no recibir respuesta de la joven misteriosa, y las preguntas parecían acabarse con cada charla que intentaba plantear.
Fue cuando el ojo rubí volteó hacía atrás, que percibió el desastre que también eran sus amigos.
Debido al estado de mareo, su poca tolerancia al alcohol, y demás cosas fuera de su sistema, Jirou había perdido toda su energía, terminando recostada contra la pared mirando al techo sin animo alguno. Por otro lado, la situación reciente, más la situación que vivió hace poco tiempo atrás, hicieron que Kaminari tomará esa misma pose pero mirando en dirección al suelo. Ambos estaban agotados, una más despierta que el otro, pero sin energías o motivación para querer seguir en lo que sea que estuvieran haciendo.
Al final Bakugou se rindió, e intento calmarse ante todo lo que pasaba.
Sin esperar una respuesta, o si quiera preguntar, hizo que la chica se levantara del sofá para llevarla directo a su habitación. Le indicó que podría dormir ahí si lo deseaba, y al pensarlo un poco decidió por correr su cama contra la pared. Al menos así la chica podría poner al bebé entre ella y la pared, y evitar que cayera al suelo.
Le brindo una de sus camisas negras y un pantalón de tela, y la dejo dentro para que pudiera descansar. O al menos eso esperaba él.
Al bajar el escenario que lo recibía no lo motivaba a pensar que todo estaría bien.
Solo sacudió a Kaminari, levanto a Jirou, y los tres fueron unos pasos a la sala. Con el rubio acomodándose a nada de dormir, y Jirou viéndole mientras la arropaba. Ella solo apretó su mano antes de que soltará la sabana, y fue correspondida en esa pequeña muestra de cariño y apoyo que duró algunos segundos. En cuanto a Kaminari, no tardo mucho en caer ante el sueño.
Dejándolos atrás, el rubio cenizo subió a la habitación de su padre, y decidió dormir un poco en las pocas horas que quedaban.
Pero no pudo pegar el ojo en toda esa madrugada.
JIROU :
Al momento de abrir los ojos, la punzada en su cabeza fue la que le hizo acordar las palabras de su madre; "Recibes lo que cosechas".
A pesar de que en las historias, luego de una noche de alcohol, la amnesia era la protagonista al siguiente día, ella no había sido tan bendecida en ese aspecto. Recordaba fragmentos de la noche anterior, y como al final había terminado ser un poco de lo mismo. Shindo enojado con ella, y ella cagándola como siempre. ¿Qué mejor opción que, para desahogar la frustración, usar la credencial falsa que te dio tu novio y emborracharte como despechada?
Oh si damas y caballeros. La gran Jirou vuelve a entrar en escena.
Le tomo unos segundos enfocar la vista, e intentar saber donde se encontraba. Luego de unos segundos, por fin dio conque había quedado en la casa de Bakugou junto a Kaminari a unos centímetros suyo.
Por un momento se asusto al pensar en sus padres, pero aquel susto duro poco al recordar como le pago a Hagakure para que dijera que se quedaba en su casa. A cambio de tres días de hacerle los deberes.
Miro a Kaminari quien roncaba profundo, y decidió estirar sus brazos sintiendo como, mínimamente, se despabilaba.
Abrió y cerro la boca varias veces sintiéndola reseca, y luego de flojear un poco se levanto dejando la sabana a un lado para ir a la cocina. Había ido varias veces a la casa de Bakugou, por lo que conocía donde estaba.
Al llegar lo primero que vio fue una hoja amarilla en la isla de la cocina, con una caligrafía cursiva que se lograba distinguir de lejos. Ya al tomarla, empezó a leer e intentar entender lo que decía.
"Ya saben donde hay huevos y demás. Iré con el viejo a pedir ayuda, así que no me verán si se llegan a despertar par de desquiciados.
Por ahora solo quedense ahí en lo que vuelvo, e intenten sacar información a la desconocida. Y alimenten a Riot inútiles.
Bakugou"
Era bueno saber que los quería.
Miro por el ventanal hacía el jardín, encontrando a Riot durmiendo sobre el césped mojado. Bakugou debió haberla sacado antes de salir, ya que si mal no recuerda al momento de llover la entró a la casa directo al estudio, antes de sermonearlos.
Aun se pregunta quien le pudo haber dicho de su paradero, o si debía preocuparse porque alguien más supiera que no estaba en la casa de Hagakure.
Sacudió su cabeza lado a lado, intentando despejar su mente un poco e intentar relajarse. Sólo tomaría el agua, despertaría a Kaminari, y... Y no sabia que más hacer.
Por ahora no pensar parecía ser la mejor opción para su persona. Y quizás para todos los que estuvieran en esa casa.
El recuerdo de la chica volvió a ella. Una visión borrosa que parecía tan lejana que llegaba a ser irreal. Pero la nota en la mesa, y el recuerdo de los gritos del bebé le confirmaban que todo había sido verdad.
¿Qué se hacía en esos casos? No lo sabía, y por ahora no quería saber nada.
Ya sirviéndose su vaso de agua, fue de nuevo camino a la sala con la intención de levantar a Kaminari y arreglar un poco el desorden de sábanas y toallas desparramadas en el suelo. Pero sólo fue un pequeño inconveniente el que hizo frenar su paso. Y era una de las sábanas, del sillón de la derecha, moviéndose sola.
Sintió miedo en su interior con cada paso que daba hacia la sabana, porque su instinto de supervivencia no funcionaba como para decirle que no se acercara.
Fue cuando movió un poco la sabana, que la cara de un bebé se presentó ante ella. Con cabello negro, y sus ojos cerrados junto al ceño fruncido. Moviéndose incómodo entre tanta manta rodeando.
No gritó o se alejó, solo se quedó mirándolo sorprendida. Creía que Bakugou lo había subido con la desconocida.
De manera lenta, y aún anonada, se dirigió a Kaminari sacudiendolo para que despertara. Y al ver que eso no funcionaba, decidió por lanzarle un chorro de agua a la cara haciendo que se sentara de manera espontánea, alterado.
— ¡Kyouka! ¡¿Que ra- — Le dio un golpe en el pecho que funcionó para que el rubio guardara silencio, y a la vez que pronunciaba un Shh con su boca, señalaba con los ojos al sillón detrás suyo.
Kaminari no parecía comprender del todo, por lo que solo dio un suspiro agotado en lo que avanzaba de nuevo hacia las mantas, seguida del rubio quien parecía inmerso en su curiosidad. Ya cuando llegaron, fue que presenció el pequeño inconveniente que los acompañaba en la sala.
Agradeció internamente porque Denki no hiciera un escándalo, y en vez de eso solo frotara su cara cansado como pidiendo una pausa.
— Dios... Entonces si paso. Carajo... — Las manos de Kaminari se dedicaron a cubrir su rostro, y el aura pesada que transmitía le empezaba a llegar a los costados de su cuello, contagiandola. Por lo que solo dio un suspiro, y le ofreció su agua para intentar aligerar el ambiente — ¿Donde está Katsubro? — Pregunto el otro, antes de tomar un gran trago del líquido transparente, que le hacía recordar un poco al Vodka.
— Dijo que iría con Masaru por ayuda — Eso suponía, pero quien era ella para predecir las acciones de su explosivo amigo. Bakugou podía llegar a ser tan inesperado como un huracán dentro de una habitación.
— ¿Y dónde está? Ella
Hizo una mueca al escuchar la pregunta, que delataba la obviedad del asunto. No sentía un nerviosismo tan fuerte como el de ayer, por lo que podría decir se estaba manteniendo bajo control.
— Supongo que arriba
El rubio se dispuso a oler el aire luego de otro trago de agua, haciendo una mueca de desagrado y aferrándose más al vaso en sus manos — Huele horrible enana
Nunca había tenido un buen sentido del olfato, pero se esforzó en oler el aire para comprender a lo que se refería su amigo, y pudo sentirlo. Una piquiña que se adentraba a sus fosas, quemandolas de manera inmediata dando una sensación de revoltijo a su estomago: Vomito. Olía a vomito. Su vomito.
Fruncio el ceño siendo ahora ella la que maseajaba su rostro, sintiendo el cansancio — Yo limpiare. Tú ve arriba a buscar a... Bueno, a ella.
Kaminari solo asintió la cabeza a la vez que daba un sonido de aprobación, y se alejaba rumbo a las escaleras haciendo resonar sus pies contra la madera, generandole un leve dolor de cabeza.
Cuando ya no estuvo, se dirigió nuevamente a la cocina buscando el trepador y un balde junto al jabón, ya teniendo todo eso se dedicó a llenar de agua el balde, y mientras esperaba, decidió pensar un poco en lo que estaba pasando. Tener a un bebé, y refugiar a una mujer desconocida en la casa de uno de sus mejores amigos, no había sido el plan más ideal para su momento de desahogo por su extraña situación amorosa.
Recordar aquello solo le hacía sentir más pesada, apagada. Y con un fuerza demasiado floja, cerro el grifo poniendo su mejilla contra el mesón, terminando tumbada en el suelo contra los cajones. Suponía que a eso se referían las personas cuando decían "Te dio la palida".
Kaminari ya había tardado en bajar, pero no tenía energías para siquiera gritar su nombre. Se sentía derrotada, pero para hacerlo más agradable se imaginaba la palabra llena de brillos e imágenes de Piolín, así su melancolía podía ser más decorada.
El timbre sonando por toda la casa fue la condena de todo. Porque al solo escuchar ese sonido, su cabeza empezó a transmitirle un pitido insufrible, pitido que aumentaba con más fuerza al escuchar el llanto del bebé recién levantado.
Aferro su cabeza posicionándose de manera fetal, intentando de manera muy irreal ocultarse del mundo y todo lo que sucedía. Del llanto imparable, y la insistencia del timbre que parecía a nada de explotar.
Escucho los pasos por las escaleras llegar a ella, no a su lado, pero si pasar algo cerca de donde estaba. Luego de eso fue la puerta siendo abierta, y lo que parecía ser una conversación que solo le hizo fruncir más el ceño. ¿Con quién hablaba Kaminari?
Ahora más pasos parecían aproximarse, y fue solo levantar un poco la mirada para encontrarse con una torre de cabello morado, cargando unas bolsas plásticas en sus manos mirándola sin expresión alguna. Era Shinsou, el vecino aquel que estaba preñado de Kaminari.
— Dios. ¿Que les pasó? — Su voz era gruesa, y ella solo emitió un sonido de queja como respuesta — Pobre. Kaminari, traele una Coca que se le bajo la presión.
— No seas tonto — Una risa leve fue lo que pudo escuchar de Denki, y su imagen sonriendo le ánimo un poco al ser muy contagioso aquel pensamiento.
Como pudo, logró pararse llevándose consigo cabellos por su rostro y boca, y tuvo que correrlos haciendo muecas con tal de lograr ver lo que pasaba.
Visualizo a Shinsou dejando las bolsas de manera rápida sobre la isla de la cocina, y dirigiéndose hacia la sala dejando de lado a Kaminari quien se acercaba a ella a paso apresurado. Con su ayuda, pudo levantarse del suelo sintiendo un ligero mareo, y agradeció que sus cables no parecían tan averiados como para lograr pensar con algo de coherencia.
— ¿Donde está? — Dijo refiriéndose a la desconocida.
— Bueno... Esta arriba, eso es bueno — El optimismo sacado de la manga de Kaminari a veces le irritaba.
— ¿Y? — Si estaba arriba debía de poder bajar, ¿No?
— No quiere bajar. Ni siquiera volteó a mirarme — Empezaron a avanzar hacia la sala, con ella llevando sus manos a su corto cabello, y el rubio con una mueca de inconformidad cargada en el rostro.
Al llegar a la sala, lo primero que vieron fue a Shinsou de pie frente al bebé aún llorando. No sé movia o hacia intentos de acercarse, solo se quedaba estático, como si le analizara.
— ¿Shinsou? — La voz de Denki parecía que quería medir sus intenciones, insegura de tocar aquel terreno turbulento.
El, ahora, lavanda no respondió, en vez de eso, solo sacó al bebé llorón de las sábanas, alzandolo alto. Su cara era redonda y regordeta, y al estar tan roja podía llegar a parecer un tomate, traía un gorrito algo escurrido de franjas blancas y azules, y lo que ella podía ver como una pijama entera de esas que siempre usaban los bebés, y ahora los adolescentes y adultos. El más alto camino en dirección a ellos, les dio una mirada a cada uno de la misma forma que con el bebé que no paraba de moverse entre los brazos del ojeroso, y luego de que diera un suspiro, Shinsou habló.
— Vayan a bañarse, apestan a alcohol y sexo. Y no quiero saber de quién es cual — Luego de eso pasó por el medio de ambos hacia la cocina, dejandolos estáticos por unos instantes.
Se miraron mutuamente, y Kaminari solo optó por alzar los hombros dando respuesta a lo que pasaba. Y luego de otro suspiro, ella también optó por la resignación de todo eso.
Ambos se veían mal, y Shinsou parecía ser lo único estable en toda esa mañana.
Se preguntaba cómo estaría Bakugou después de esto, y de lo que haría en ese tiempo que llevaba ausente de su hogar.
BAKUGOU;
El barullo que se presentaba en la estación de policía era algo, que él sabía por experiencia, muy cotidiano día a día en el lugar.
Hace mucho que no pisaba aquel terreno luego de dejar de acompañar al viejo, pero las cosas no parecían cambiar mucho a decir verdad. Todo era casi lo mismo; cubículos individuales para cada policía que los necesitará, la recepción con esa espantosa taza colorida de mandalas que, aunque no lo admitieran, se encontraba permanentemente fija a la mesa gracias a él, los arrestos mañaneros, y las caras cansadas de las personas.
Quedo de pie unos instantes en medio de todo, buscando en donde podría estar el cubículo del viejo para hablar con el, cuando una mano tocó su hombro haciendo que volteara de manera rápido hacia la persona desconocida.
Una morena alta, de cabello Albino y ojos tan rojos como los suyos fue quien le recibió. Sonriendo de lado, y agitando sus pestañas con gracia a causa de la sorpresa que sería verle ahí. O eso suponía.
— ¡Katsuki! ¡Cuanto tiempo! Estas tan grande. ¡Dios, tu piel! ¿Usas alguna crema acaso? — Las manos de Rumi se movían de manera insistente sobre sus cachetes, y no se molestó siquiera en ser delicado cuando paró el agarre alejándose y empujando a la contraria. Recibiendo solo una risa alegre de parte de la mayor.
— ¡No me toques estúpida! — Recibio una fuerte zape luego de eso, pero aún quejándose de su cabeza no dio el brazo a torcer. Venia por algo — ¿Haz visto al viejo?
— ¿A Masaru? Mmm, creo que esta en su puesto. Acaba de hacer un arresto a unos chicos, quizás lo encuentres ahí — la albina llevo sus manos hacia la cadera, satisfecha de su respuesta dada — ¿Te llevo?
— Pero que sea rápido, maldita sea
— Cuidado chico, te confundirán con un vándalo si sigues hablando así aquí — Con una fuerte palmada directo a su espalda, que solo hizo que su incomodidad aumentara, avanzaron juntos por la comisaria.
Se sentía muy tensionado. Había venido lo más rápido que pudo apenas vio que se asomaba el sol. No pudo pegar el ojo en toda la noche, si quiera pudo meterse entre las sábanas del revoltijo en el que estaba en su cabeza. No eran pensamientos concretos, solo una punzada al cuello desgarrandole más los nervios que sentía.
Cuando estuvo apunto de salir, pensó en las cosas que podían suceder en su ausencia; La comisaria estaba algo lejos de su casa, y eso se podía ver claramente al ser más fácil tomar autobús que ir a pie, y no sabia que tan ocupado estaría el viejo, por lo que no sabía cuando es que volvería a su casa y si todo seguiría en orden.
Se había planteado la idea de quedarse solo hasta que los otros se despertaran, pero al final optó por hacer las cosas más pronto posible, y jugó una carta un tanto arriesgada que le salió bien en lo que quería creer. Pedir ayuda a Shinsou fue una de las primeras soluciones que pudo formular, era un rarito y más de una ocasión le ponía los pelos de punta con si actitud taciturna, pero estaba cerca de su casa y era de los pocos que conocía que podría brindarle ayuda. Le dio dinero para algunas cosas en específico, cosas que ahora se sentía como un tonto por haber pedido — Como biberones o pañales —, ya que eso de seguro la extraña ya lo tenía.
Fue una suerte que el lavanda, por lo que alcanzaba a recordar, si estuviera en casa esa mañana. Al menos esperaba que no todo estuviera tan de patas arriba cuando volviera.
No sabia como empezar a contar los sucesos al viejo, si empezar por como se escapo por la madrugada al ser informado del estado de la plana, de como una desconocida entro a la casa, o que quizás el estado de aquel bebé y sus amigos resultaba tan caótico que le daban ganas de huir.
Definitivamente no sabia como reaccionar.
— Bueno, ahí está — Desperto de su ensoñación volteando hacia Rumi que solo sonreía tranquila — Hablale despacito, le esta dando duro en el trabajo y parece más putrefacción que persona.
— De acuerdo — Luego de eso, y de una palmada en su espalda que casi le hace caer de cara, la morena devolvió sus pasos por donde habían llegado.
Respiro de manera profunda, y miro hacia el enfrente logrando enfocar al viejo, con su mirada cansada, su horrible raza de café estampada, y su barba de quien sabe cuántos días asomándose en su rostro blanquecino. O si, el viejo se estaba pudriendo después de todo.
— Oye — Los ojos verdes, aún brillantes con el cansancio en la nuca, se dirigieron a verle. Después de eso, solo es castaño pudo ofrecerle una gran sonrisa.
— Katsuki. Hola — El mayor parecía con intensiones de levantarse, pero luego le vio fruncir el ceño mientras se acomodaba mejor en su silla, causándole un escalofrío en la nuca — ¿No deberías estar en clases?
— Hoy no tenemos. Algo sobre verificar el nivel académico o algo así. — No es que faltara mucho a clases apropósito, pero nunca estaba de más planear mentiras anticipadas para cuando momentos específicos lo requieran. Como este, por ejemplo.
— Oh, ya veo. Me hubieras avisado
— Lo olvide — Noto como el hombre se relajaba en su asiento, ahora retomando su trabajo en el papeleo.
— Esta bien, solo recuerda decirme esas cosas con anticipación. Dime hijo, ¿A qué debo tu visita? — El castaño dio un suspiro mientras empezaba a teclear y a mirar los papeles, ignorando los insultos de los cuatro chicos detrás suyo en la pequeña celda.
— Bueno, surgió algo y me preguntaba si podrías hacer algo para solucionarlo
— ¿De qué trata? — Masaru llevo una mano a su rostro restragandola, buscando despabilarse. Aunque eso solo le puso más nervioso.
— Ocurrio algo, y necesito información de una persona — Intentaba no declararse de manera tan fuerte, y decir lo necesario para convencer al hombre.
— ¿Y eso? ¿Vas a hacer de sicario acaso? — Una ceja castaña se arqueo mirándole con burla, solo unos instantes antes de volver a teclear.
— Tch, no seas ridículo. Una chica se perdió y quería saber si podrías decirme dónde vive, o algo — Metió las manos en los bolsillos de su pantalón, intentando manejar su nerviosismo.
— ¿Una chica? ¿Donde se perdió? — Masaru le miraba con la intriga que un padre, con el cansancio de por medio, fuera capaz de dar.
— Cerca de la casa. Esta quedándose con Jirou y Kaminari en el parque mientras estoy aquí — Esa mañana se había levantado bastante mentirosito.
Masaru fruncio el ceño como intentando averiguar toda la situación en concreto con tan pocos detalles, y en el fondo Bakugou temía de que pudiera lograrlo. Después de todo no era por nada que querían nombrarlo comandante del recinto. O bueno, estaba en los candidatos.
— Bueno no es que pueda hacer mucho, pero dame el nombre y veré si alguien me puede hacer el favor — Dio un suspiro de alivio al escuchar al viejo, pero no duró mucho al analizar la petición.
— No tengo su nombre
— ¿Qué?
— No tengo su nombre
— ¿Número?
— No
— ¿Identificación?
— No
— ¿Antecedentes?
— Demonios viejo, si tuviera todo eso no habría venido aquí, ¿No crees? — Apretó con fuerza la tela de sus bolsillos, cansado de todo en general.
— Bueno no se que esperabas al venir acá sin al menos el nombre de la chica. No hago maravillas hijo — Nuevamente Masaru empezó a teclear, enervandolo.
— ¿Y si la traigo aquí? — Insistio al ver que su plan parecía desmoronarse poco a poco.
— ¿Quieres dejar a esa chica al lado de los que están detrás mío? — Resalto con obviedad el mayor, y sin vergüenza señalandolos con su pulgar de espaldas.
Dio un vistazo hacia el grupo de imbeciles, encontrando caras repugnantes y cubiertas de malicia por donde se viera. Empezando a reír al haber escuchado la conversación, y haciendo señas y frases obscenas sobre una chica a la que ni siquiera habían visto.
Asco.
— Agh. A la mierda, yo me encargo — Dijo frustrado al ver que aquella visita no había funcionado para nada.
— Lenguaje — Le reprocho el viejo — Solo trae su nombre y vuelve. O espera a que llegue a la casa con ella, y hablamos sobre su paradero.
— Eres un confianzudo anciano
— Es curioso. Algo me dice que, de hecho, tú ya te me adelantarte. Pero bueno, deben ser alucinaciones de este anciano ¿No? — Y ver esa sonrisa de burla, de como si lo supiera todo, solo le hizo esfuercer más.
— ¡AGGGH! — Decidio por solo salir de aquel lugar a pasa agigantado, lanzando malas miradas a cualquiera que se dignara ponerle atención.
— ¡Adiós Katsuki! ¡¿Para cuando la novia?! — Y el comentario de Rumi a la salida, junto a las risas de los extras sin nada que hacer, solo empeoró su estado terminando por tirar un bote de basura al suelo. Acto que asusto a la mayoría, pero que a la albina solo había hecho reír.
Puta mañana de mierda.
Las cosas en la casa de los Bakugou se podrían decir que estaban... Bueno, en lo que entrará como normal en esa situación.
Kaminari y Jirou habían terminado de arreglarse, y con unas cuantas llamadas lograron convencer a varios de generar una cuartada a la escapada de la noche anterior, y la ausencia de su presencia en la escuela.
Tendrían que llegar antes a la casa de Hagakure por un uniforme extra para Jirou, y luego de eso irían a la casa de la más baja para convencer a sus padres de que fue acompañada por el buen Kaminari, quien con solo decir que estaría esa tarde con Bakugou lograba tener todo cubierto.
Shinsou y el bebé eran otro mundo aparte.
Al momento de haber llegado a la cocina, el.lavanda dispuso de hervir agua para bañar a la cría en brazos que no se callaba. No exclama en contra de los gritos del bebé, y lo ignoraba con una indiferencia admirable para los ojos de los adolescentes.
Lo baño como pudo dentro del fregadero, y aunque siguiera llorando al menos ya no tenía el culo lleno de popó por todas partes. Quien sabe hace cuánto le habían cambiado el pañal.
En esos momentos los códigos morales no importaban mucho a la mente del ojeroso, por lo que no se molestó en sentir culpa ni un poco al escarbar en la maleta ajena, pasando de lado las bragas y prendas femeninas esparcidas sin orden alguno. Fue una osadía encontrar algo para el bebé, que al final terminó siendo otra pijama más.
Aún mantenía su gorrito de rayas, y ya todos bañados y algo recompuestos, con el vomito ya limpiado y la sala ordenada. Continuaron contemplando en primera fila el show auditivo rompe tímpanos que les brindaba el más pequeño de todos.
Se retorcía en el suelo sobre la sabana que se le había sido puesta, rojo nuevamente y con lágrimas gruesas cayendo por sus mejillas.
Mientras Jirou lo miraba cansada, y Kaminari estrellaba una y otra vez su cabeza contra la pared pidiendo que se callara, Shinsou solo se mantuvo viéndolo aburrido, de nuevo, en una pose que expresaba concentración.
— Tiene hambre — Hablo por fin el lavanda.
— ¿En serio, genio? — Kaminari dejo de golpearse para mirarlo de mala gana.
— Si tanto sabes, ven y dale de comer — El humor de todos estaba del asco, y luego de la respuesta de Shinsou el rubio roto por hacer lo que mejor sabia hacer. Seguir golpeándose contra la pared, sacándoles un suspiro cansado a todos.
Aún con el llanto, el lavanda volteo hacia la única mujer de la sala — ¿Donde está ella?
— Arriba — Dijo Jirou cansada del llanto interminable.
Shinsou no esperó mucho, y tomó al bebé en brazos sin decir nada caminando en dirección a las escaleras. Dejandolos atrás con miles dudas, como porque Shinsou estába ahí en primer lugar, parte de Jirou, o en donde había estado las últimas dos semanas, de parte de Kaminari.
Al momento en que el lavanda llegó al segundo piso, se dejó guiar por su instinto hacia la habitación con la única puerta entre abierta. Al abrirla, vio como todo en ella gritaba Bakugou, y como un bulto bajo las sábanas, con cabellos negros asomándose, se hacía dueño de la cama ajena.
No sé molesto mucho, y solo hablo con resequedad llamándola.
— Oye — Nada, ni aún con el llanto del bebé, la extraña parecía moverse — Oye parate — Nada — Carajo. Vas a terminar matándolo tonta — Nada — ¡Oye! — Aún cuando empezó a moverla con insistencia con su pie, sacudiendola con fuerza, ella no volteo.
Él no era un hombre de paciencia, por lo que solo bajo con el ceño fruncido, y el tomate llorando.
Fue una visión divina cuando Kaminari se asomó corriendo frente a las escaleras, antes de que llegara, con una sonrisa y un frasco pequeño en su mano.
— ¡Tenemos papilla! — ¡Estaban salvados!
Pronto el tiempo transcurrió normal, ahora con el bebé comiendo tranquilo el frasco de papilla, sumido en el silencio que los mayores podían brindar.
— Como muy raro — Aporto Kaminari, sentado de cabeza en un sillón.
— ¿A que te refieres? — Jirou lo miró desde su posición en el suelo.
— No saboreaba o hace como si fuera masticar. Pasa entero, da miedo — Las cejas rubias de Kaminari se fruncian extrañadas. ¿Que clase de bebé era ese?
— Parece un pollo. Come como pollo — Ese fue el aporte de Shinsou, quien le daba la comida al bebé sentado en la mitad del sofá.
— ¿Los pollos lloran?
— Este si — Jirou solo dio un suspiro, luego de responder la incógnita de su amigo.
La puerta se abrió con brusquedad, y vieron cómo el rubio cenizo entraba hecho humo, agotado, y seguramente con ganas de destruirlo todo.
— Bienvenido a casa corazón. ¿Que tal el trabajo? — Menciono el lavanda concentrado en el, ahora nombrado por el mismo, pollo.
— De puta madre mi vida. Pedazo de imbecil — Kaminari solo optó por reírse ante la escena, mientras Jirou solo intentaba ocultar la sonrisa de su rostro con su mano izquierda — ¿Donde está la maldita?
— Arriba mi amor. Solo ten cuidado, está algo ida. Quien sabe, el mundo de las drogas o el shock de darte cuenta que tienes un hijo. Pueden ser ambas — Los dos mosqueteros restantes solo se preguntaban cuántos huevos podía poseer Shinsou para hablar de esa forma a Bakugou. Pero lo más gracioso, era ver como el otro solo enfurecia al ver el don comedia que se creía el lavanda.
— Estupida — Luego de eso solo vieron a Bakugou subir, y sintieron pánico al escuchar la cuchara dentro del envase vacío, y los ojos azules del pollo esperando ansiosos.
No otra vez, por favor.
Estaban a punto de cubrir sus oídos, cuando Bakugou bajó apurado con su aura destructiva hacia el mundo. Tan destructiva, que incluso había dejado callado a pollo, que había amenazado con gritar a llanto herido otra vez.
— Ya váyanse a sus casas. Yo me quedo con el mocoso este
Como buenos samaritanos, Jirou y Kaminari intentaron negarse para al final terminar siendo echados a patadas, mientras que Shinsou solo había corrido rápido hacia la salida en una clara señal de "Adiosito, se me cuidan".
Querían volver y ayudar a Bakugou, aunque sea encontrando más papilla oculta en la nevera, pero ya era hora de ir donde a casa sí no querían sus cuerpos bajo tierra.
Se despidieron de Shinsou de manera dramática, con el otro haciendo una escena de lo mucho que los extrañaría y evadiendo las preguntas de Kaminari sobre su paradero anterior.
Luego de hacer todo su plan, Jirou fue dejada en su casa y Kaminari pensaba en un lugar para quedarse en la tarde mientras tanto.
Al pasar por la entrada de su casa, la azabache pudo respirar co tranquilidad creyendo que todo volvería a la normalidad. Pero ver a su madre sentada en el sofá, que su rostro rojo de ira y su ceño fruncido, con los ojos llorosos, le hizo querer correr.
— ¿Donde mierda estabas Kyouka?
Y mientras Jirou pedía clemencia en su interior, Kaminari ignoraba las llamadas constantes de su madre luego de leer los mensajes de WhatsApp, Shinsou se quedaba con lo sobrado del dinero de Bakugou, en su casa, Katsuki solo observaba atento al despierto bebé.
Tenia unos ojos azules, afilados y fríos que le incomodan. Que dictaban peligro, pero aún así no se movió de su lugar.
Preferiría ver a ese niño todo el tiempo, que tener que enfrentar lo que sea que el universo había arrojado a su puerta.
Maldita sea. Ojalá esto no fuera la continuación de una muy, muy, mala película.
Una pequeña notita.
- No estoy segura de que color sean los ojos de Masaru. Creo que son marrones, pero aún así siento que el verde le queda bien. Así que serán verdes.
Muchas gracias por leer, cuídense mucho, y sin nada más que decir se despide CrowBlast.
Adiooos <3
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