Capítulo cuarenta y ocho
Capítulo cuarenta y ocho: Encontrar
Oikawa terminó de vestirse encontrándose casi listo para salir a su trabajo. Ese día acordó entrar un par de horas antes para tener la oportunidad de salir temprano, pues, junto a Iwaizumi, acordaron tener una cita esa tarde y parte de la noche.
Sus pies lo llevaron a la puerta, dispuesto a retirarse de allí para esperar por su pareja en la sala de estar quien se ofreció a llevarle, como hacía regularmente.
Habían pasado varias semanas desde que Tōru había sabido algo de su mejor amigo, y después de darse por vencido, no volvió a intentar contactar con él a menos de que el albino lo hiciera primero. El castaño entendió que quizá lo que su amigo necesitaba para recuperarse emocionalmente de aquel desastre en el que había terminado involucrado era aislarse de todos aquellos que lo rodeaban para tener un espacio íntimo consigo mismo y poder reflexionar sobre ello.
Oikawa observaba sus redes sociales para matar el tiempo, hasta que un vehículo sonó fuera de su casa. Esa fue la señal para el castaño de ponerse en pie y salir de aquella construcción, encontrándose a Iwaizumi sentado sobre el capó del auto como solía hacer siempre que esperaba por él.
— Buenos días, Iwa-chan. — El moreno suspiró antes de sonreír y acercarse a su pareja depositando un corto beso en su frente. — ¿Dormiste bien?
— Te soñé toda la noche. — Tōru dio un golpecito en el hombro ajeno haciendo reír al moreno. — ¿Todo listo?
Oikawa asintió siguiendo a su pareja hasta la puerta del copiloto siendo ayudado a entrar al vehículo.
Una vez se pusieron en marcha, iniciaron una conversación que duró todo el transcurso del viaje, su principal tema de conversación giraba en torno a la próxima boda de los amigos de Oikawa: Akaashi y Bokuto.
Iwaizumi se había sentido agradecido al observar que había sido invitado a aquella celebración, pues, a pesar de no conocer desde hacía mucho tiempo a la pareja, habían creado un vínculo amistoso entre ellos gracias a la persona en común que los tres tenían, el cual era el castaño.
Iwaizumi incluso se vio en la dificultad de no pensar en su futuro, viéndose a sí mismo contrayendo matrimonio con el más alto, analizando todas las posibilidades para que su boda fuera casi perfecta.
Sin embargo, el ojiverde era consciente de que antes de eso debía fortalecer su relación con Tōru, además de conseguir que ambos vieran en la misma casa, situación que no veía tan alejada de la realidad actual que vivían.
Lograr cumplir sus deseos era un proceso que llevaría más tiempo del que quería, pero era un hombre paciente, al menos cuando de Tōru se trataba.
El vehículo se estacionó a un lado de la calle, frente al local en el que el castaño trabajaba. Oikawa tomó sus cosas y se inclinó a depositar un beso en la mejilla de Iwaizumi, quien giró su rostro dándole una sonrisa al más alto.
— Avísame cuando-
— Cuando salga, y sí, te llamaré si sucede cualquier cosa. — Tōru rio. — Nos vemos, Iwa-chan ¡Cuídate!
Oikawa bajó del vehículo dejando al moreno con una sonrisa en su rostro, ¿acaso todo ese tiempo había sonado como una grabadora en repetición diciendo lo mismo cada vez que se despedía de su pareja?
De todas formas, no dejaría de hacerlo.
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Un sonido logró hacer que los ojos marrones del albino se abrieran, sacándole de su sueño. Sugawara frotó sus párpados antes de ponerse en pie y caminar hacia la puerta de aquella casa y abrirla.
Desde que decidió abandonar su anterior departamento para darse un tiempo a sí mismo había estado pasando los días en la casa de sus padres, los cuales, por supuesto, no se negaron a recibir a su hijo. Había sido difícil para Kōshi tener que alejarse de sus conocidos, especialmente de su mejor amigo, a quien más de una vez deseó tener a su lado para poder desahogarse y recibir las típicas palabras de aliento que el castaño le daría.
Había sido un proceso difícil que apenas acababa de comenzar, pero para mala suerte suya, empezaría a acabar en el momento en que decidió abrir la puerta de aquella residencia.
Los ojos de Sugawara se quedaron fijos en la persona que se encontró frente a él. Aunque deseó darse la vuelta y cerrar la puerta con todas sus fuerzas, sus pies parecían haber quedado encadenados al suelo, al igual que todo su cuerpo.
— Suga... — Un enorme suspiro salió de la boca del contrario, quien se abalanzó sobre el albino dándole un fuerte abrazo. — No sabes cuanto tiempo llevo buscándote.
Sugawara no emitió sonido alguno, incluso su respiración amenazó con detenerse por unos segundos antes de poder retroceder con rapidez encarando a aquel invitado no deseado.
— ¿Qué haces tú aquí? — Preguntó Kōshi con voz temblorosa.
— Yo... Te he buscado, desde que Tōru dijo que te habías ido, yo... — Una pausa inundó el sitio de un silencio sepulcral por unos segundos. — No podía dejarte ir de esa forma... No sin antes darte una explicación y pedir tu perdón.
— No quiero. Por favor, vete, Daichi.
El moreno mostró una expresión de dolor, sus pies le hicieron avanzar hasta el albino, quien intentó retroceder de nuevo, pero fue detenido por el agarre en sus hombros.
— Suga... Aún te amo, como el primer día en que nos vimos.
— No vengas con cuentos, deberías volver a tu casa y cuidar de tu prometida, eres un idiota si crees que estás haciendo bien.
El albino señaló la puerta, invitando al moreno a retirarse. Sin embargo, Daichi no se movió de su sitio, se quedó allí, observándole con una mirada que suplicaba una oportunidad para expresar aquello que le había hecho ir hasta ese sitio tan remoto en el que Sugawara había decidido esconderse del mundo.
— Te debo una explicación a ti, al igual que a Michimiya, y yo... No me iré hasta que me escuches.
Kōshi se cruzó de brazos, intentó ocultar su inquietud inicial con una expresión molesta, pero al cabo de unos segundos soltó un largo suspiro y se apartó de la entrada, dando espacio al moreno para entrar.
Daichi agradeció repetidas veces, pero fue ignorado por el albino.
Solo iba a escuchar lo que tenía que decir para que se fuera, después de eso, se aseguraría de cortar toda relación con el moreno.
Eso era lo que Sugawara creía.
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