Moonlight.

Advertencias: Ninguna.

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Cuando Naoko Kimura pensaba en Akiko, solo venían dos cosas a su cabeza: Cuidarla, y no dejar que algo bueno se desperdiciará.

Su primera impresión fue que ella era una de esas niñas ricas en la hechicería, que tenía su vida resuelta y a un contacto valioso que la recomendaría para obtener el puesto que deseará. La odio inmediatamente. Él nunca tuvo eso, lo rechazaron en el clan Zenin desde que nació, solo por el hecho de ser hijo de una extranjera.

Naoko odiaba a la mayoría de hechiceros, los detestaba por tener privilegios que gente como él no tenían. Rápidamente se dió cuenta que ella tampoco era así. Si bien estuvo en el clan Katō, no era para nada como sonaba, ella le contó tantas anécdotas que lo hicieron apretar los dientes de coraje y lo vió en su segundo mes viviendo juntos, cuando por accidente entró a su dormitorio y su camisa estaba levantada: Una cicatriz en su hombro.

Fue solo cuestión de hablar con ella para ver que Akiko no solo fue una rechazada, también habían convertido a la niña en un imán de abusos.

Naoko nunca se consideró alguien protector, claro que cuidaba de sus amigos y parientes, pero por primera vez sintió el deseo de darle cada cosa que ella le pidiera, sin importar lo imposible que fuera. Era su mejor amiga, en poco tiempo tomó un lugar importante en su mente y corazón.

Si ella lo lastimaba de cualquier forma, él estaba de acuerdo.

Claro que aún se asustaba por esas ideas, no debería ser tan sumiso con nadie, por Dios, el chico era un rompecorazones rebelde que hasta hace poco usaba sus mejores encantos para salir con chicas lindas. Pero Akiko no era su novia, ni un amorío, solo era Akiko, su bella Akiko, a quién protegería de otras personas que no comprenden la belleza y delicadeza que se ocultaba en esos ojos zafiro.

Por otro lado, realmente amaba ser cercano a ella. Cocinar, ver televisión y entrenar juntos era su rutina de todos los días, además que había descubierto una faceta más risueña de la menor. Le tomó casi un año para que ella se abriera completamente a él.

“Esa canción es hermosa, mi madre la cantaba cuando me recogía de mis prácticas de fútbol” dijo el de cabellos negros subiendo el volumen “La conoces ¿cierto?”

La rubia asintió divertida “and ever since that night, we've been together” cantó desafinadamente un pedazo “A Shima le gustaba cantarla cuando me peinaba, y claro, cuando no había nadie más”.

“Cantas horrible, pensé que tendrías una voz angelical” dijo entre carcajadas y sus ojos oscuros se llenaron de brillo “Propongo que sea nuestra canción, así si muere uno de los dos, el otro debe ponerla en su funeral”.

Akiko soltó una risa “De acuerdo, pero no pienses que la cantaré otra vez”.

Bueno, él quería cuidar esos momentos, deseaba aferrarse a cada actitud de Akiko y cuidarla. “Es mi mejor amiga, es mi deber” pensaba.

El muchacho terminó de ponerse la camisa negra de mangas largas que era parte del conjunto que les dieron para usar en el torneo. Escuchó algunas quejas de Akiko pues le dieron una camisa de tirantes—. Te daré la mía si quieres.

La rubia lo miró sorprendida—. Eres una talla m, no creo que te quede una s de mujer.

—Así podré seducir a los chicos de Kioto, con una camisa ajustada —dijo con una mueca—. El secreto es mostrar los pechos.

—Eso no serviría de nada…pero intentalo.

Akiko tragó saliva preocupada, frente a ella estaban los cuatro varones de Kioto mirándola divertidos, a su lado estaba su profesor y compañeros. “¿Por qué me siento tan incómoda?” pensó antes de saludarse y que los directores conversaran un poco.

Tendrían menos de tres horas para alistarse y terminar de planear la estrategia para ganar. Las reglas eran simples según su profesor: Debían acabar con la mayor cantidad de maldiciones (preferentemente las de mayor puntaje) y de ser necesario pelear con los chicos de Kioto.

Los alumnos de Tokyo entraron a su sala de descanso. Todos parecían un tanto nerviosos.

—Vieron a ese tipo enorme ¿no? —preguntó Naoko desanimado—. Nos va a tirar de un golpe.

Su profesor se quedó en silencio para después darle un golpe en la frente—. Están muy confiados en que ustedes son débiles por ser de segundo, además, por la forma en la que miraron a Akiko-chan, es seguro que vayan por ella, así que eso nos servirá de nueva estrategia.

—¿Dejar que persigan a Akiko? —preguntó Nanami.

—Probablemente se dividan en parejas, por lo que unos irán por las maldiciones y otros a impedir que ustedes exorcicen maldiciones, así que debemos dejarles creer que ustedes irán juntos para proteger a Akiko-chan.

Naoko frunció el ceño—. Pero no podemos dejarla sola, ella no es débil pero sí dos tipos la persiguen le harán daño. No estoy de acuerdo. 

La rubia lo medito unos segundos—. ¿Cómo les haremos creer que voy con ellos? ¿Mediante mi flujo de energía maldita?

El profesor Nakamura asintió feliz—. Así es, tendrás que distribuir tu energía maldita en dos objetos para que sientan tres presencias. Tú irás por las dos maldiciones de grados 3, mientras que Nanami-san y Naoko-kun se enfocarán en las dos de Segundo grado y la de semi primer grado. Pero solo si Akiko-chan está de acuerdo.

Naoko negó rápidamente—. No haremos eso porque es peligroso para tí Aki-chan.

La menor lo vió con una sonrisa gentil—. Pero prometimos ayudar a Nanami-san, y vamos, no es como que vayan a matarme ¿verdad?

Su tutor negó—. Detenemos los enfrentamientos cuando se pone feo, especialmente porque la otra parte del torneo son combates…pero a veces se les permite continuar.

El de cabellos negro se quedó en silencio unos segundos—. De acuerdo, lo haré siempre y cuando Akiko no sea lastimada de verdad…y si no lo detienes, iré de inmediato con ella.

El adulto les entregó comunicadores—. Tienen energía maldita, así no serán interferidos y siempre estarán funcionando.

Akiko recogió su cabello en una coleta ajustada mientras repasaba mentalmente todos los consejos que su profesor les dió, cuando sintió la pesada mirada sobre ella volteó hacía Naoko—. Estaré bien, deberías preocuparte más por tí.

—No importo yo, si te lastiman de gravedad estarás sola en el hospital, ¿Tienes una idea de lo mala que es la soledad? —dijo recordando todos los días que estuvo aburrido en la enfermería por sus lesiones.

La de ojos claros suspiró—. ¿Crees que yo no puedo hacer esto?

—Sabes bien que apostaría por tí siempre, pero quiero que estés sana, a salvo de idiotas como los de Kioto —tomó su botella de agua y le dió un sorbo—. Si algo te pasará, no podría con la culpa, primero mataría al estupido profesor por convencerte.

—No, primero irías por los tipos de Kioto —respondió divertida—. Entonces hagamos un trato, si a alguno le pasa algo, el otro debe ir y golpear a quien lo lastimó…así no tendremos culpa. 

El joven sonrió—. Pero entonces sólo podrás golpear a niños pequeños.

La rubia bajó su mirada a su celular, pronto comenzaría el evento, y Gojo Satoru aún no llegaba. Pues el joven estaba aún en el avión.

Hubiera llegado antes si me iba por mi cuenta—murmuró apretando la caja que guardaba dentro de su bolsillo—. Solo es un torneo, no creo que le moleste si falto.


Me dió risa algo que me comentaron en mi fic de Hanma >Escribes cosas hetero porque te proyectas en las protagonistas<. Nada que ver, yo soy una red flag arrogante que se proyecta en los personajes gay que son la mejor opción.
En fin, me volví loca por Naoko. Por cierto, la canción que cantan es strangers in the night de Frank Sinatra, es muy romántica y preciosa, pero le he dado el significado de amistad/enamoramiento unilateral.
-Honey

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