I Found You
Advertencias: Mención al abuso infantil, y violencia de género, insinuaciones a trastornos de estrés postraumático.
𝑬𝒔𝒕𝒂𝒃𝒂 𝒑𝒆𝒓𝒅𝒊𝒅𝒐 𝒆𝒏 𝒍𝒂 𝒐𝒔𝒄𝒖𝒓𝒊𝒅𝒂𝒅, 𝒑𝒆𝒓𝒐 𝒍𝒂 𝒆𝒏𝒄𝒐𝒏𝒕𝒓é
𝑻𝒆 𝒆𝒏𝒄𝒐𝒏𝒕𝒓é 𝒂 𝒕𝒊
~•~
El albino llevaba toda la noche despierto, desde lo sucedido con Riko su mente escalaba a los lugares más retorcidos de la soledad.
Él mismo reconocía que no fue el afrontamiento más sano, pero era lo único que pudo hacer. Usualmente no estaría tan de mal humor en las mañanas, aunque no era como cualquier día; debía buscar una esposa según viejas tradiciones de su clan y aunque estaba muy alejado de su familia, solo planeaba hacer acto de presencia y así dejar más claro su nulo deseo por casarse.
Se puso un traje de tonos oscuros y sus gafas sin enfocarse mucho más en su apariencia. Una vez el chofer avanzó, se atrevió a platicar con él demostrando su poca vergüenza—. Pensé que el clan Katō desapareció hace una década.
El mayor asintió nervioso—. La técnica de su familia solo residía en cuatro integrantes, uno de ellos desapareció pero al parecer su hija fue bendecida con ella. Actualmente solo la poseen una hija del líder; aunque ella está incapacitada por ceguera, su nieta y el mismo líder.
Gojo ni siquiera prestó atención, prefirió meter una golosina en su boca y divagar en formas para guiar a las nuevas generaciones en contra del matrimonio forzado. Al llegar a las afueras de Tokyo le avisaron de su llegada a la familia, la mansión era apenas más pequeña que la de su clan, pero daba igual, podría percibir poca energía maldita.
—Pase por aquí, enseguida vendrá el líder del clan —una señorita que aparentaba ser mayor que él por unos años señaló la habitación que habían preparado la noche anterior, le habría hecho un chiste sobre el color de las cortinas de no ser por su vientre hinchado, si esa mujer ya esperaba un hijo, no quería imaginar a su pequeña prometida.
Se acomodó en el suelo sobre la delgada alfombra, casi dos minutos después apareció un hombre canoso de barba curiosa, a su lado iba una joven rubia de ojos azules, aunque los de ella eran similares al océano. Usaba un kimono largo, con mangas, desde su asiento podía ver la capa de maquillaje solo podía usar una niña para dos cosas: Imperfecciones, o moretones.
—Es un honor ver al futuro del clan Gojo, la persona que le da equilibrio al mundo —dijo el anciano mientras apretaba el hombro de su nieta.
Akiko apretó sus labios removiendo la tinta roja de los mismos mientras sus puños se cerraron clavando sus uñas recién sanadas en la palma de su mano—. Buenas tardes, es un placer conocerlo. Me alegré mucho cuando me dieron la noticia de su visita, espero llevarnos bien.
El albino sonrió a medias, era cierto que era bella, pero aún no tenía ni idea de su nombre como mínimo—. Dame tus datos.
La menor intercambió una mirada de sorpresa con el líder del clan, al recibir una afirmación se acomodó en el suelo frente al muchacho—. Sé cocinar, también soy buena leyendo, no hago mucho ruido y…Puedo tener bebés sanos, eso dijo el doctor.
—Me refería a tu nombre, tu edad y esas cosas —el de gafas hizo una mueca al ver los nervios de la menor.
Pasando saliva para evitar que su voz temblara pudo formular respuestas—. Cumplí quince años hace dos meses. Me llamo Akiko Aka-...Katō.
Por su forma al tartamudear no tardó mucho en deducir lo que pasaba, suspiró frustrado y acomodó nuevamente sus gafas—. Eres una señorita hermosa, y estoy seguro que cualquier hombre que se case contigo será muy afortunado, pero no está en mis planes tener un matrimonio.
Esperaba que sus palabras la hicieran sentir alivio, pero la femenina comenzó a temblar, sus ojos se cristalizaron con facilidad y una pequeña gota descendió por su barbilla—. Lo siento mucho, es solo que…
El mayor se apresuró a remediar la situación—. Es terrible escuchar eso, estábamos seguros que Akiko sería la compañera ideal para el clan Gojo. Lamentamos quitarle su tiempo, señor Gojo.
—Aún no rechazo su oferta, la verdad es que me gustaría hablar con la señorita a solas, quizá eso me haga cambiar de parecer —cruzó sus brazos y mantuvo esa cara estoica hasta que el anciano salió de la habitación—. Muy bien, tengo una pregunta para tí, ¿Qué quieres hacer?.
—Ser una buena esposa que llene de orgullo a su nueva familia —al ver la mano de Gojo acercarse cerró los ojos asustada—. ¡Seré una buena esposa!.
El suave tacto del más alto la hizo jadear de alivio—. ¿Eso es lo qué realmente quieres hacer toda tu vida? Escuché que tenías una técnica maldita, pero veo que no tienes valentía. No te diré cómo vivir tu vida, pero ambos sabemos que estar aquí no es vida.
Se puso de pie pero al instante la joven se abalanzó sobre su pierna—. ¡Quiero irme!
Gojo no era alguien altruista, en realidad todavía no descifraba una postura real para ayudar a otros seres humanos, pero verla llorando y aferrada a su pierna lo hizo vacilar—. De acuerdo, te sacaré de aquí. Vamos, ponte de pie.
Akiko frunció el ceño—. ¡¿Ahora?! ¡Pero mis cosas y…!
Abrió la puerta cargando a la joven como si fuera un costal de patatas. Todos los ancianos los vieron atónitos, claro que Satoru sonrió arrogante—. La llevaré conmigo con la condición de que una vez sea mía, ustedes no podrán buscarla jamás.
El anciano se sintió tan ofendido que planeaba regañar al muchacho, pero su presencia en sí les causaba terror, sudando estiró la mano para darle un apretón a Gojo, pues sus intenciones siempre fueron enviarla a procrear con otro clan que asegurara su estatus, o de ser necesario usarla de peor manera.
Pese a pasar la fila de personas curiosas, Gojo no la bajó en ningún momento, llegó al auto donde la acomodó en el asiento trasero junto a él—. Detente en una tienda de ropa.
La muchacha asomó la cabeza por la ventana viendo como algunas mujeres juntaban sus manos para rezar por ella. Comenzó a llorar más alto, no de tristeza, eran lágrimas de felicidad, por fin sería libre de esa jaula llamada clan Katō.
El viaje fue silencioso, Akiko ahogó su llanto mordiendo la manga de su kimono y eso incomodaba a Gojo. Aliviado de ver qué ya estaba en la zona conurbada de Tokyo soltó un suspiro de alivió, volvió a repetir su orden anterior "Detente en una tienda de ropa".
Ayudó a la menor a bajar y la guió -empujó- hasta una tienda con aparadores sofisticados, dónde se exhibían vestidos hermosos y por consiguiente costosos. La muchacha no sabía qué hacer, nunca antes le dieron la oportunidad de buscar su vestimenta, y ahora un extraño muy atractivo le ofreció su tarjeta para después irse a sentar y jugar con su celular.
La rubia se quedó estática, incluso permaneció así cuando una empleada le ofreció ayuda. Satoru se percató de eso, por lo que de mala gana terminó a su lado—. ¿Qué te gusta? No tengas pena por pedir algo costoso, de todas formas no es mi dinero.
La de ojos zafiro sintió sus mejillas arder por la vergüenza—. No lo sé.
El más alto se inclinó para verla directo a la cara—. ¿Cómo no lo sabes? Estás aquí, puedes tomar lo que te guste en este momento.
Siendo presionada tomó un par de blusas al azar y una falda blanca—. Es suficiente para mí…
Gojo ya había caminado a otro estante para revisar los vestidos—. Creo que el azul es tu color, podríamos llevar uno de cada uno, ¿O eres más de pantalones?.
Akiko ahogó un chillido de vergüenza cuando se pegó a su lado y observó los precios de las prendas. Al final Gojo fue quién decidió llevar cosas extras que suponía eran del gusto de la muchacha.
El auto se detuvo media hora después frente a un lujoso edificio, la rubia cargó la mayor cantidad de bolsas que su cuerpo le permitió, Satoru soltó una carcajada pero no intentó facilitarle las cosas. Subieron al elevador en silencio, ninguno decía nada porque no sabían qué decir.
El albino abrió la puerta dejándola pasar primero. Era un departamento amplio, casi sin muebles pero eso lo hacía lucir impecable. Akiko lo buscó con la mirada esperando alguna expresión en el hombre. Pero él ya estaba en su mundo sentado enviándole mensajes a Shoko "Creo que necesito ayuda con temas de mujeres".
—Disculpa…Gojo-san —tartamudeó al ver la ceja arqueada del otro—. Bueno, ¿Debería hacer algo?.
Gojo volvió a su posición indeleble de bastardo arrogante—. Me debes muchísimo por la ropa, ¿Cómo me pagarás?.
La joven bajó las bolsas y divagó en sí podría limpiar algo, ciertamente no hallaba un quehacer. Sin decir más, quitó el nudo de su kimono y comenzó a deslizarlo—. No sé qué más darte por sacarme de ahí.
Gojo se levantó del sillón y corrió en su dirección antes de que lo dejará caer, logró cubrirla antes de ver su anatomía—. Demonios niña, no hagas eso nunca mientras estés en mi casa.
Al verla al borde de una crisis de nervios la apartó suavemente. La menor ató nuevamente su prenda y se dió unas palmaditas en el rostro—. ¿Entonces qué debería darte?.
—¡Nada! —gritó con obviedad—. Dios, eres un desastre, ¿Qué hubiera pasado si te dejaba con tu abuelo?.
—También era mi padre —murmuró la niña.
—Tierna forma de llamar a un maltratador —rodó los ojos cruzando ambas manos frente a su pecho, la vió mover sus labios pero al no escucharla se inclinó para obligarla a repetirlo.
—Sí era mi abuelo, pero trató a mi mamá como su esposa y me hicieron —sintió el vómito subir pero pudo contener esas ganas de desmoronarse ante la idea de que Satoru sentiría asco.
El albino apretó su labio inferior como castigo por ser un idiota, carraspeó su garganta desviando el tema—. Debes tener hambre. No quiero cocinar, así que báñate y ponte algo cómodo, vamos a salir —antes de salir leyó la respuesta de Shoko "Tú eres experto con las mujeres ¿O no?".
Notas de la autora:
Ame la forma de relacionar sus vidas. Claramente Gojo no es una alma caritativa por naturaleza, pero hasta él podría ofrecer una oportunidad para cualquier persona que esté dispuesta a tomarla.
Gracias por leer.
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top