#12 Por la paz de Lenin.
Dos días después del secuestro, Jerome estuvo internado. Según la doctora, sus heridas externas eran leves, pero las internas eran las más complicadas. Ella aseguró que, quienes lo atacaron, tenían el conocimiento suficiente para saber dónde y no golpearlo, además de arremeter repetidas veces en el mismo sitio. Tenía varias costillas rotas y un esguince en la muñeca izquierda. Asimismo, sufrió una hemorragia interna grave a causa de las lesiones y, aunque lograron estabilizarlo, necesitaría bastante tiempo de reposo.
Aun así, el joven Duque ordenó que se le diera el alta durante el mediodía del segundo día. Su padre replicó, pero tuvo que acceder cuando su hijo le explicó sus razones.
El objetivo de Jerome era acabar con la Reina, había logrado que, por el momento, todo fluyera a su antojo. Tenía las pruebas, los motivos, todo lo necesario para hacerlo. Eso era justamente lo que buscaba la Corona en su familia; una serie de archivos que contenían suficiente información como para acabar con toda la familia Imperial. ¿Cuál era el punto? Esos papeles no existían ni nunca lo hicieron, fue una mentira de Jerome para enfurecer a la Reina, durante su estadía junto a ella. Ágata se lo creyó, lo cual era chistoso. Pero Jerome podía usar eso a su favor.
¿Qué puedo decir? No saldría de su maldita tortura sin un beneficio.
En la mañana del tercer día de su recuperación, asistió al colegio con normalidad. Claro que Marion le cuestionó su ausencia el día anterior, aunque le fue fácil responder con un "me dormí". Era algo tan típico de él que ella no protestó.
Tal como le prometió su padre, el secuestro no salió a la luz y ninguna otra información que pusiera en peligro su plan.
Por otra parte, Bastian ignoró su ausencia. Para el Conde era más normal que Jerome faltara a que se durmiera. Sin embargo, quien mostró una expresión perdida de desosiego total fue Lenin. Tal parece que no le creía del todo, podría ser por sus movimientos reducidos o su pálida presencia.
Jerome debía mitigar el dolor a como diera lugar y, para eso, se drogaba lo suficiente con calmantes, pero eso también le causaba fatiga y malestar. Y aunque sonriera y se mostrara alegre, su cuerpo le jugaba en contra. Le enfurecía.
Esa misma tarde, decidió irse a casa junto a Lenin, quien se alegró cuando lo invitó. Serían solo ellos, así que Jerome también estaba feliz. Podría conversar mucho tiempo con Lenin, contarle de lo que hizo en su ausencia y enseñarle sus nuevas composiciones. Eso era lo que tanto anhelaba Jerome; la paz para Lenin.
Entendía que, para que Ethan fuera feliz, su madre debía hacerse a un lado. Y, por el momento, esa mujer debía de estar muy al margen de todo.
—Mira, esto compuse en las clases de la semana pasada —comentó Jerome, enseñándole al rubio su cuaderno lleno de partituras—. Pero deberé de cambiar "Mi".
—¿Lo hiciste tú? Eres increíble —musitó Lenin y sonrió dulcemente—. Me gustaría escucharla —susurró a lo que Jerome se sonrojó.
—Podemos ir a la sala del piano —habló el Duque y se puso de pie eufóricamente. Por un momento, se olvidó del dolor, pero su cuerpo no y colapsó. Lenin, en un rápido reflejo, llegó a atraparlo desde el abdomen. Esto le causó más dolor a Jerome, pero quiso ocultarlo, aunque lo tenso que se puso y lo mucho que empezó a sudar, lo delató.
—¿Está bien? Perdón, no quise hacerte daño —alarmó Ethan, tomando delicadamente al chico de los brazos para ayudarlo a sentarse.
—E-estoy bien.
—Espera, buscaré algo de agua. —Ethan salió corriendo y bajó las escaleras. Jerome se puso de pie como pudo y se sacó la camisa. Estaba sudando demasiado, pensó que serían los medicamentos.
Caminó hacia su clóset, pero su cuerpo no respondía bien. Así que, se desplomó sobre la alfombra. Temblaba demasiado y sus ojos estaban cansados. Cada parte de su cuerpo le rogaba por un descanso.
En eso, regresó Lenin y se paralizó al ver los golpes y marcas en Jerome. Se horrorizó y dejó caer el vaso con agua. Quiso decir algo, pero las palabras se le atoraron en la garganta, formándole un nudo gigantesco. Casi no podía respirar al ver aquella escena.
Maldición, no quería que me vieras así. No de esta forma, Lenin.
—N-no es nada, Lenin. Ayer tuve un accidente y por eso las marcas. En serio no pasa nada —aseguró Jerome y sonrió con todas sus fuerzas, rogando que Ethan lo entendiera.
—¿Por qué fuiste al colegio así? Todavía debes hacer reposo —logró decir el rubio y corrió a ayudar al Duque. Lo levantó en sus brazos y lo dejó en la cama.
—Solo quería verte —respondió y se sintió extraño. Al menos fue sincero en eso.
Lenin se sonrojó y Jerome sonrió.
Al final, la tarde siguió tranquila para el Duque, pero no para el Príncipe, quien estaba preocupado. Sabía que Jerome le mentía y lo entendía, no quería decirle por qué ese accidente se relacionaba con él.
De alguna forma, su madre no estaba en casa y ninguno de los guardias lo dejaban moverse por la casa como siempre. Además, uno de ellos había dicho algo que ahora lograba hacerle clic.
Su madre era la responsable del accidente de Jerome. No sabía exactamente cómo, pero después de que ella le confesara saber todo, él se preparó para algo así. Sin embargo, nunca creyó que tomaría represalias en contra de Jerome.
Al regresar a casa, Lenin buscó desesperadamente a su madre, quien estaba en su oficina. Él le exigió hablar y, solo así, ella salió. Estaba molesta, pero se sentó frente al chico y lo escuchó.
—F-fuiste tú, ¿no? —preguntó Lenin—. ¿Qué fue lo que le hiciste a Jerome? —agregó y Ágata soltó una carcajada.
—De seguro intentó ocultarlo, pero no pudo. Sabías desde el comienzo que esto acabaría así, Lenin.
Ya no queda nada para el final jecioqwejeiojq.
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