El joven.
Advertencias: Mención a la guerra.
"in the heart of every man lies a kingdom; our quest, then, is not conquest, but the unveiling of our own majesty"- Maestro Bennedeto.
Ciro había cambiado mucho, lo notaba cada que lo visitaba, o él venía al palacio real. Sus hombros son anchos, su cara más afilada, sus cejas enmarcan el dorado de sus ojos, y su estatura superó la mía. Sus brazos ahora firmes y musculosos resaltan en comparación a mi complexión. Se convirtió en el tipo de hombre que todas las mujeres del reino ansiaban llamar "esposo".
Cuando ví el carruaje acercarse sentí la ansiedad crecer en mi estómago. Siendo una mujer de diecisiete años había dejado atrás los vestidos con moños, y ahora usaba vestimentas más típicas de las mujeres nobles. De un cajón de mi tocador saqué la tinta roja de extracto de remolacha y aplique un poco en mis labios.
"Él ya es un adulto, yo también lo soy" pensé mientras corría por las escaleras y me puse al lado de mi madre.
—¿Qué te pusiste en la cara? te ves como una prostituta —gruñó la mujer a mi lado. Le quitó el pañuelo al traje de mi padre y estiró su mano para limpiar mi rostro—. Las princesas no deben verse como putas.
El rey sostuvo la mano de madre con severidad—. ¡No te atrevas a llamar así a Helena! Solo es un poco de tinte, no está actuando inadecuadamente, ella es una joven decente...tú y tu vocabulario vulgar no tienen cabida cuando se trata de nuestra hija.
Para evitar otra discusión, simplemente comence a quitarme la tinta, pero apenas logré quitar un poco de color manchando mis dedos en el proceso—. Al menos no se nota tanto, ¿Cierto?
Al ver el rostro de mi madre contraído de coraje me sentí aún más inadecuada, como una especie de mancha que todos verían solo para criticarla. Mi mente divagaba en la reacción de Ciro, quizás pensaría igual que madre, quizás le daría asco, y se alejaría de mí. Intente ocultar el rostro cuando el duque y su hijo se acercaron a paso firme. "Debo fingir malestar" antes de que pudiera hablar, Ciro me miraba aturdido.
—Princesa, luces radiante —aún así sus ojos se clavaron en mis labios tintados, su ceño se frunció ligeramente—. Te he traído algunos regalos de mi región, sé que no son lujosos como tus propias cosas, pero por favor acéptalos como muestra de mi lealtad.
Mi rostro estaba caliente, tan avergonzada de los ojos arrogantes de mamá mirándome, diciendo "Te lo dije" sin decirlo—. Gracias por los regalos, es un gran gesto, Ciro —respondí apenas con un hilo de voz.
El duque distraídamente saludó a la reina y a mí, pues inmediatamente dirigió su atención a mi padre, hablando sobre el reciente ataque de bárbaros a su región en el sur. Al verlos a tantos pasos de mí, me sentí aún más pequeña, más como una mácula desagradable. Solté un suspiro y traté de safarme de la situación—. Debo volver con mi criada, si me disculpa.
Ciro todavía me observaba con diligencia—. Helena, sé que eres mi princesa, pero ¿puedo hacerte una pregunta personal? —asentí lentamente, y pude ver una expresión que él nunca me mostró. Posó su mano enguantada sobre mi mejilla—. ¿Para quién te arreglaste así? Todavía no somos esposos, lo sé, pero saber que otras personas te verán así, me hace querer arrancarles los ojos.
Incluso mi cuello ahora estaba tan sonrojado, mis labios temblaron un poco—. B-bueno ya que tú has crecido tanto, yo quería verme un poco más adulta...espero no haberte ofendido ni a nuestro compromiso.
Sus precioso ojos dorados me colmaban de una calidez ajena a cualquier cosa que antes sentí—. Debo admitir que me ha costado no ceder a mis impulsos. Al verte he querido abrazarte para que nadie viera esto, te ves tan hermosa, mi princesa.
Retrocedí un paso, mi risa nerviosa provocó la sonrisa de Ciro—. Es un placer tenerte aquí nuevamente, las cartas que enviaste eran tan delicadas —traté de cambiar el tema apenas pude.
—Las batallas con los bárbaros me han forzado a descuidar mis atenciones contigo, así que expresé mis sentimientos en cartas, un gesto insignificante, pero sincero —sus manos tomaron las mías con gentileza—. ¿Podrías invitarme a tomar el té?
Su pregunta me hizo sentir tan tonta, como si todas mis clases de etiqueta no sirvieran para nada—. Claro, por favor acompáñame al jardín —él siempre tan caballeroso tomó mi mano y me escoltó hasta la pequeña mesa del jardín donde solía tomar el té con mi padre y madre de niña. Suspiré enamorada, amaba a ese hombre con todas mis fuerzas, cada gramo de mi ser era devoto a él.
Desde que nos comprometimos ambos tuvimos una relación sólida, no solo por la presión del matrimonio, genuinamente me preocupaba por él y él por mí. Ciro me cuidaba, veía cosas de mí que los demás ignoraban. Él me protegía de los pretendientes cuyas intenciones eran llegar a la corona mediante un matrimonio conmigo. Él era la idealización de un gran amor, todo eso y más.
Las sirvientas llevaron el té, yo lo miraba fijamente, con adoración—. Me alegra saber que estás bien. ¿La guerra contra los bárbaros ha sido dura?
—No, simplemente la falta de apoyo del rey ha hecho más difícil ganar —sus palabras se volvían menos propias cuando hablábamos tanto, era porque en el fondo de nuestros corazones éramos amigos.
—Lamento oír eso, mi padre ha sido aconsejado por la corte, seguramente si el duque Cesar habla nuevamente con él, logrará disuadirlo —vertí un poco de azúcar en su té negro, sabiendo cantidades por nuestros muchos encuentros anteriores—. Mi padre hará lo correcto por el reino —Ciro me miró fijamente, hizo una mueca y luego sonrió.
—Hablar contigo es como recibir una caricia —cerró los ojos un momento, como si tratará de encontrar palabras que no había—. Ojalá el rey entendiera que eres tú la razón por la que yo peleo contra los bárbaros, que eres tú lo que ansío proteger.
Mi rostro pasó del pálido al rojo en segundos. Ciro era considerado frío por su propia gente, nunca lo vieron darle una sonrisa a su madre, mucho menos a su padre, pero ahí estaba frente a mí, diciendo esas frases tan cargadas de pasión, tan colmadas de paciencia. Ví en sus ojos un amor puro, contrastado por su semblante imperturbable. Solté algo similar a un ruido. Ciro corroboró que estuviéramos solos y tomó mi mano entre las suyas.
—Te amo, Helena. No importa lo que veas, lo que digan, lo que yo mismo haga. Siempre te protegeré —sus labios besaron mi muñeca, fue un contacto húmedo y de ensueño.
Mis palabras temblaron ligeramente—. Ciro, eres tan deslumbrante —lo escuché reírse contra mi piel—. Espero poder verte cada día, por el resto de mi vida.
Después de aquella íntima conversación en el jardín, Ciro fue a sus habitaciones, y se alistó para la cena. Yo convencí a mis sirvientas a que alistaran mi vestido nuevo, traído en barco a través del océano, con detalles de seda blanca. Mi rostro está vez sin maquillaje fue cuidadosamente lavado al igual que todo mi cuerpo.
El tacto de Ciro seguía tallado sobre mi muñeca, frotaba mi mano contra ese lugar suavemente "Él sabe cómo hacerme débil" pensé de camino al salón principal. El ambiente normalmente ameno, lleno de risas escandalosas de mi padre, o de palabras del duque Cesar en ese momento no era así. El duque miraba a mi padre con recelo, enfadado, lo notaba en su mandíbula tensa, estaba tratando de guardar el veneno.
—Buenas noches —murmuré sin entender qué pasaba. Todos los varones se pusieron de pie. Me acomodé en la silla, mirando a mi madre con interrogantes, ella me hizo una seña "Solo come". En silencio comenzamos a cenar. Ciro desde unos lugares lejanos me miraba, preocupado, cada tanto tocaba su espada.
Mi padre rompió el hielo—. Cesar, como te dije hace un rato, me niego a ayudarte con tu guerra contra los bárbaros, ya que fuiste tú quien invadió su territorio en primer lugar —bajó su tenedor centrando su atención en el pelirrojo—. Es absoluto.
—¿Su majestad ahora decidirá romper el compromiso de nuestros hijos? ¿Nuestra amistad se verá empañada? —El duque dijo con altanería—. Pregunto esto, ya que el rey parece cambiar de parecer respecto a sus promesas.
Mi padre lo miró intensamente—. No, mi intención es que Ciro siga comprometido con Helena, una cosa no tiene que ver con la otra. No olvides que soy tu rey, antes que tu amigo.
Mi respiración tembló, nunca ví a dos personas mirarse con tanto odio.
Cesar soltó un suspiro y asintió—. Disculpe su majestad, estoy cansado de mi pesado viaje, no pienso con clarida-
—Pondrás a tu ejército a disposición de la corona, quiero que lleguen las tropas aquí en menos de una semana —la oración de mi padre hizo que Ciro frunciera el ceño.
—Su majestad, toma casi dos semanas llegar aquí a pie —Ciro habló, pero mi padre lo ignoró—. Su majestad...
Mi madre posó su mano sobre la del rey, nunca lo hacía, solo cuando él estaba realmente enojado—. Si alguien pone en duda mi palabra, perderán la lengua —no, no solo estaba enojado por eso, había algo más, mi padre estaba profundamente herido—. Si se pone en duda nuestra amistad, te demostraré cómo soy como enemigo.
Actualice aprovechando que tengo los capitulos listos, omg, amo que los dos son unos tonotos y se quieren mucho.
-Honey
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top