xxx. Him & I

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Capítulo treinta| Él y yo

El entumecimiento se disipaba lentamente, dejando paso a una punzada de dolor en cada músculo. Mis ojos ardían al abrirse, como si llevaran demasiado tiempo cerrados, y la sensación de opresión en mis muñecas me hizo contener la respiración.

Ese tacto frío y metálico... Lo conocía.

Un escalofrío me recorrió la espalda mientras luchaba por incorporarme. La vista aún era borrosa, pero cuando logré enfocar, el pánico me golpeó de lleno.

Estaba en una celda.

Las paredes eran de roca oscura, irregulares, cerrándome en un espacio reducido y sofocante. Pero lo peor era la salida: en lugar de barrotes, gruesos cristales afilados como picos bloqueaban cualquier intento de escape.

Moví los brazos con esfuerzo y, al mirar mis manos, el horror me atravesó el pecho.

Las esposas.

Exactamente las mismas que Nomura me había puesto antes.

Negué con dificultad, sintiendo cómo la presión alrededor de mis muñecas aumentaba, como si respondieran a mi miedo. La piel me ardía. Traté de respirar hondo para calmarme, pero el sonido de una voz familiar me hizo detenerme en seco.

—Bree'...

Me tensé, pero apenas procesé el tono preocupado de Jim, me giré de inmediato, acercándome con cautela a los cristales que nos separaban.

Mi celda estaba justo frente a la suya.

—Bree', dime que estás bien —su voz sonaba desesperada, y cuando nuestras miradas se encontraron, vi la preocupación reflejada en sus ojos azules.

Traté de sonreír, aunque apenas pude sostenerla. Jim parecía más angustiado de lo que esperaba, y cuando siguió mi mirada hasta mis muñecas, su expresión se endureció.

—Las esposas... —murmuró con furia contenida.

—Estoy bien, Jim —susurré, aunque la verdad era que no lo estaba.

El cazatroles intentó moverse, pero los grilletes en sus propios brazos lo mantuvieron en su lugar.

—Mierda... —gruñó, probando la resistencia de sus ataduras antes de soltar un suspiro frustrado—. Tenemos que salir de aquí.

Asentí, deslizando mis manos con cuidado sobre los cristales para observar la celda con más detenimiento. No veía puertas ni puntos débiles.

—No creo que podamos forzar la salida... —dije en voz baja—. Estos cristales son diferentes a cualquier otra cosa que haya visto antes.

—Y eso los hace más peligrosos —coincidió, su mirada analizando cada rincón de la prisión.

Un corto tiempo después, tomé varias rocas del suelo y comencé el inútil intento de quitarme las esposas de las muñecas. A unos metros, Jim rasgaba desesperadamente la pared de su celda.

—Eso no servirá —le dije por tercera vez, pero él continuó, ignorándome.

Frustrado, me lanzó una mirada antes de responder con secuencia:

—Tampoco las rocas van a funcionar con las esposas.

—Touché —murmuré, suspirando.

De repente, una voz desconocida rompió el silencio.

—No debían haber venido.

Mi cuerpo se tensó. Jim se puso en guardia al instante, escudriñando la penumbra que nos rodeaba. Solté las rocas y me levanté de un salto, acercándome con cautela a los cristales afilados que nos separaban del resto de la caverna.

— ¿Quién está ahí? —Preguntó a Jim con el ceño fruncido.

Mis ojos se deslizaron instintivamente hacia la celda adyacente a la suya.

—Van a perecer aquí —susurró la voz.

Un verde resplandor brillante destelló en la oscuridad, haciéndome sobresaltar. Antes de que pudiera reaccionar, el suelo bajo mis pies tembló y la celda se abrió de golpe.

Mi aliento se atascó en la garganta.

—¡Alto! ¡No la toquen! —gritó Jim desesperado, cuando dos Gumm-Gumms entraron a mi celda y me sujetaron por los brazos—. ¡ME QUIEREN A MÍ, NO A ELLA!

Los trolls no le prestaron atención.

—¡Suéltame, maldita sangre sucia! —solté entre dientes, sintiendo como el agarre en mis muñecas se hacía más doloroso.

De repente, un saco áspero y polvoriento fue colocado sobre mi cabeza, sumiéndome en una oscuridad total.

—Ay no... se volvió oscuro —murmuré, mi respiración agitada.

Un escalofrío recorrió mi espalda cuando sentí un aliento helado contra mi oído.

—Gunmar quiere verte solo a ti.

Mi cuerpo se tensó al instante.

—¡BRIDGET! —el grito de Jim resonó por toda la caverna mientras los Gumm-Gumms me arrastraban fuera de la celda.

Pataleé, intenté soltarme, pero el agarre se hizo más fuerte, inmovilizándome. Lo último que escuché antes de que la distancia nos separara fue el estruendo de Jim golpeando los barrotes con furia.

—¡NO LA TOQUEN! ¡BRIDGET!.

・ ゚ ゚・ ✧ 。.。.: *

El cuerpo de Bridget fue arrojado el suelo con violencia, arrancándole un quejido ahogado. La dureza de la roca fría se clavó en su piel, mientras sus muñecas dormían bajo la presión de las esposas. Trató de reincorporarse, apenas consiguiendo quedar de rodillas, su respiración agitada y su rostro perlado de sudor por el calor asfixiante que generaba el saco sobre su cabeza.

De un tirón brusco, el saco fue arrancado de su cabeza, obligándola a entrecerrar los ojos por la repentina luz y la visión que la recibió le heló la sangre.

Gunmar, el inflalord oscuro, estaba sentado en su trono de piedra negra, observándola con una sonrisa depredadora. Su único ojo brillaban como una diamante encendido en la penumbra de la caverna. Dictatious, de pie a su lado, la miraba con una mezcla de desprecio y satisfacción.

—Así que esta es la cría de Marion.

Bridget sintió que su cuerpo se paralizaba. No era sorpresa que supiera quién era su madre... pero la forma en la que pronunció su nombre hizo que la culpa se enroscara en su pecho.

Gunmar se levantó con calma, su imponente figura proyecto una sombra sobre ella. Se acercó con pasos pesados, deteniéndose justo frente a ella.

—Levanta la cabeza, humana —ordenó con frialdad.

Ella no se movió.

Un dolor lacerante atravesó su costado cuando uno de los Gumm-Gumms la golpeó sin previo aviso. Gimió, inclinándose sobre sí misma mientras el dolor se expandía en su cuerpo.

—Dije que levantes la cabeza —repitió, esta vez con un tono más peligroso.

Con el corazón martilllándole en el pecho, Bridget alzó la mirada mientras Gunmar la estudiaba con una intensidad escalofriante.

—Marion me arrebató lo más preciado que tenía —su voz era un gruñido profundo—. Mi esposa murió por su culpa.

La pelirroja sintió un nudo en la garganta.

—Y tú... —Gunmar se inclinó, acercándose lo suficiente para que ella sintiera su aliento gélido—. Tú fuiste cómplice de la muerte de mi hijo.

—Yo... —Bridget abrió la boca, pero las palabras se ahogaron en su garganta.

Gunmar dejó escapar una risa grave, burlona.

—Nada que decir, ¿eh? —Se enderezó, y con un movimiento veloz, la sujetó del cuello, levantándola como si no pesara nada.

Bridget pataleó, sus manos atadas luchaban por aferrarse a su agarre mientras sus pulmones ardían al quedarse sin aire.

—Mi hijo murió como un perro porque tú ayudaste a su asesino.

Apretó con mas fuerza su agarre, dejando en su cuello las marcas de sus garras.

—¿Sabes lo que más odio de los humanos? —continuó Gunmar, disfrutando de su agonía—. Que creen que sus acciones no tienen consecuencias.

Bridget sintió como su visión comenzaba a oscurecerse.

Justo cuando pensó que la iba a matar ahí mismo, Gunmar la lanzó al suelo con fuerza. Su cuerpo golpeando la piedra y un espasmo de dolor la recorrió de pies a cabeza. Tosió violentamente, tratando de recuperar el aliento.

—Tráiganme ahora al Cazatroles. 

・ ゚ ゚・ ✧ 。.。.: *

Apenas su cuerpo tocó el suelo, Jim reaccionó. Con un movimiento rápido, blandió la Espada del Eclipse, cortando sus ataduras con un solo tajo. Se arrancó el saco de la cabeza y sus ojos azules recorrieron frenéticamente la caverna, buscando una única persona.

Pero Bridget no estaba allí.

Un nudo helado se formó en su pecho, una mezcla de preocupación y rabia que lo hizo apretar los dientes. Sin perder tiempo, alzó su espada cuando los Gumm-Gumms se lanzaron sobre él.

No, no lo dudó.

Cada tajo preciso convertía en piedra a sus enemigos, reduciéndolos a polvo con la fuerza de su embestida. Su respiración era agitada, su mente gritaba que debía encontrarla, pero su cuerpo accionaba con una ferocidad implacable.

Cuando solo quedaba un Gumm-Gumm, Jim alzó su espada, listo para atravesar su pecho.

Entonces, un grito lo detuvo.

—¡YA BASTA!

Su piel se erizó.

Retrocedió bruscamente, la voz reverberando en su cabeza mientras su mirada volvía a recorrer la caverna con desesperación.

—Qué decepcionante —la voz grave de Gunmar se hizo presente

Jim giró la vista hacia el imponente troll, que permanecía sentado en su trono, con una expresión de burla. Los cristales oscuros que lo rodeaban brillaban con un fulgor siniestro mientras se deslizaban hasta sus manos, como si respondieran a su voluntad.

—Superado por un niño —murmuró con desdén.

Gunmar comenzó a descender de su trono. A su lado, el Gumm-Gumm que había sido derrotado por Jim temblaba, arrodillado y suplicando por su vida.

Pero Gunmar no mostró piedad.

—No volverás a decepcionarte.

Su espada se materializó en su mano con un destello azul eléctrico. La alzó con calma, y, de repente, una serie de aureolas brillantes emergieron de la hoja, disparándose hacia el rostro de Gumm-Gumm.

James observó con horror cómo la criatura se retorcía mientras su alma era arrancada de su cuerpo. Sus gritos desgarradores resonaron en la caverna hasta que, de un momento a otro, el brillo en sus ojos se apagó y quedó de pie, inmóvil... vacío.

El Gumm-Gumm sin alma se giró lentamente, caminando con pasos torpes hasta una de las rejillas metálicas en el suelo, que daba a un túnel oscuro y profundo. Sin dudarlo, abrió la compuerta y se arrojó al vacío.

Lo único que quedó fue el eco de sus gritos mientras caía.

Jim tragó saliva con dificultad, sintiendo el sudor frío resbalar por su espalda.

—El tonto amuleto escogió a un niño humano como sus Cazatroles.

La voz profunda de Gunmar resonó en la caverna, y antes de que Jim pudiera reaccionar, el gigantesco troll apareció frente a él, su imponente presencia lo hizo dar un paso atrás instintivamente.

—¡Cuidado, mi lord! Tiene la Espada del Eclipse —advirtió Dictatious, con un tono precavido.

Gunmar soltó una tumba carcajada, llena de burla.

—Pero ¿acaso puede blandirla?

James apretó los dientes y, sin pensarlo dos veces, lanzó un corte con su espada, pero Gunmar se movió con una rapidez imposible para su tamaño. La hoja no alcanzó a rozarlo antes de que el poder de la Espada del Eclipse se desvaneciera de sus manos como polvo en el viento.

—Para herirme, niño, primero tendrías que tocarme —murmuró el troll con diversión.

El azabache no perdió tiempo. Apretó el mango de su Boomerang y con su otra mano invocó su escudo, preparándose para el siguiente ataque.

Pero Gunmar ya estaba sobre él.

Con un movimiento brutal, usé su cuerno como un ariete y lo golpeé de lleno en el pecho, lanzándolo contra un muro con una fuerza devastadora. El impacto le sacó todo el aire de los pulmones, su espalda ardió de dolor y su cabeza dio vueltas por el mareo.

—Dime, Cazatroles...

Antes de que pudiera moverse, el troll lo agarró por el cuello con una mano descomunal y lo estampó con violencia contra la roca.

— ¿Qué debe hacer un padre con aquellos que mataron a su único hijo?.

Gunmar giró apenas el rostro, y desde la penumbra emergieron dos Gumm-Gumms arrastrando un cuerpo.

El cuerpo de Bridget.

Los ojos de Jim se abrieron de par en par.

—¡Bridget!

Su voz se quebró con desesperación y una furia ardiente explotó en su interior al verla.

La pelirroja apenas se mantenía consciente. Su cuerpo estaba cubierto de heridas, sus muñecas mostraban marcas de ataduras recientes y su respiración era superficial. Pero lo que encendió algo primitivo en Jim no fueron sus heridas...

Fue el miedo en sus ojos.

Un miedo que no pertenecía a alguien como Bridget.

Su sangre hirvió, su visión se tornó roja, y un grito de rabia brotó de su garganta mientras intentaba liberarse del agarre de Gunmar.

Pero el troll solo sonrió.

—Acérquenla.

Los Gumm-Gumms arrastraron el cuerpo maltrecho de Bridget y la arrojaron sin piedad cerca del troll. Su frágil figura cayó con un golpe sordo contra el suelo de piedra.

—¡YO MATÉ A TU HIJO! ¡ELLA NO TIENE NADA QUE VER! —gritó Jim con desesperación, su voz quebrada por la furia y el miedo.

Pero Gunmar no le prestó atención. En su mano libre, la espada oscura cobró vida una vez más, y las mismas aureolas azules comenzaron a bailar alrededor de la hoja antes de lanzarse como serpientes de energía hacia el rostro de Bridget.

—¡Bridget, mírame! —Jim forcejeó contra el agarre del troll, su corazón martillando en su pecho—. ¡Lucha contra ello, Bridget! ¡Concéntrate en mi voz!

La pelirroja tembló. Sus músculos se contrajeron en un intento de resistirse. Pero la magia de Gunmar era poderosa, una influencia oscura que intentaba arrastrarla a un abismo sin fondo.

Sus ojos se abrieron de golpe, brillando con un rojo intenso. Una chispa de fuego titiló en sus brazos, pequeñas llamas débiles que parpadeaban, como si su propia esencia luchara por no ser devorada por la corrupción.

Jim vio el conflicto reflejado en su mirada: una batalla interna, una tormenta que la arrastraba a la sumisión.

—¡BRIDGET! —su voz se rompió en un grito desgarrador—. ¡DÉJALA EN PAZ!

Gunmar apenas lo miró. Con un gesto brusco, desvaneció su espada y cerró su enorme puño. Antes de que Jim pudiera reaccionar, el golpe descendió con una fuerza brutal.

Pero en el último segundo, un casco emergió de su armadura, cubriendo su cabeza en un resplandor metálico.

Gunmar frunció el ceño cuando su golpe fue detenido por la armadura del Cazatroles. Pero en lugar de retroceder, su agarre en el cuello de Jim se endureció.

—Crees que tu pequeña armadura podrá salvarte?

James sintió la presión asfixiante, su vista se nublaba por la falta de aire, pero su mente solo tenía un pensamiento.

Bridget

No iba a perderla.

No hoy.

—¡Espere! ¡Ellos deben vivir! —exclamó Dictante de repente.

Gunmar gruñó, irritado, y arrojó a Jim al suelo con desprecio.

—¡¿Por qué?! —rugió el Señor de los Gumm-Gumms.

Dictatious se acercó—. Debemos hablarlo en privado, mi señor. Me he dado cuenta de algo...

Gunmar resopló con impaciencia. Primero lanzó a Jim a un lado como si fuera un muñeco de trapo y luego tomó a Bridget por el cuello, elevándola sin esfuerzo.

—Yo mismo seré quien ponga fin a tu vida —le susurró con veneno antes de lanzarla al aire.

Jim, a pesar del dolor que lo estremecía, se impulsó hacia adelante. Logró atraparla justo antes de que impactara contra el suelo, pero el peso y la inercia los hicieron caer juntos.

No le importó.

Sostuvo a Bridget con fuerza, su respiración entrecortada mientras recorría su cuerpo con la mirada. Rasguños, moretones, marcas de tortura cubrían su piel pálida y su ropa estaba destrozada.

La habían torturado.

Desde que la sacaron de su celda, la habían castigado de la forma más cruel.

—¡Que padezcan hambre igual que yo! —ordenó Gunmar con desprecio antes de girarse y desaparecer en la oscuridad.

Jim sintió la rabia encenderse en su pecho, abrasadora, incontenible. Se irguió con dificultad, apretando los puños con tal fuerza que sus nudillos palidecieron.

—¡TE MATARÉ! —rugió con todo su odio—. ¡ACABÉ CON BULAR Y HARÉ LO MISMO CONTIGO!

Los Gumm-Gumms se lanzaron sobre él, sujetándolo de los brazos y los hombros, pero Jim se debatió ferozmente, logrando sacudirse a uno de ellos.

Pero eran demasiados.

Uno de los trolls le asestó un golpe en el estómago que lo hizo doblarse en dos, ahogando un gemido de dolor.

—Basta de jueguecitos —bufó Dictatious, observándolos con desdén—. Llévenlos a la celda.

Bridget apenas tenía fuerzas para resistirse cuando la arrastraron junto a Jim por los pasillos oscuros de la caverna.

Finalmente, los arrojaron a una misma celda, la puerta de hierro chirriando antes de cerrarse con un estruendoso clang .

El silencio que quedó atrás fue sofocante.

Jim se incorporó primero, su cuerpo protestando con cada movimiento.

—Bridget... —susurró con preocupación, arrastrándose hacia ella.

La pelirroja abrió los ojos con esfuerzo, sintiendo su respiración débil.

—Estoy... bien —murmuró, aunque estaba lejos de estarlo.

Jim la tomó con cuidado entre sus brazos, como si fuera lo más frágil del mundo. La acomodó lo mejor que pudo contra su pecho, permitiéndole descansar su cabeza sobre él. Bridget cerró los ojos con dificultad, su respiración aún inestable, pero la calidez del azabache pareció darle algo de consuelo.

Él bajó la mirada, observando cada rasguño en su piel, cada moretón que marcaba su delicado rostro. La culpa se enredó en su pecho como espinas.

—Es mi culpa... todo esto es mi culpa —susurró con la voz rota, fijando la mirada en un punto indefinido de la celda.

Bridget, con un esfuerzo, entreabrió los ojos.

—Jim... no digas eso —murmuró con debilidad.

—Si hubiera sido más fuerte, más rápido... si no te hubiera arrastrado a esto... —su voz tembló—. Ellos te lastimaron por mi culpa.

Bridget alzó una mano temblorosa y la apoyó sobre su mejilla, obligándola a mirarla.

—No me arrastraste a nada —dijo con suavidad—. Yo elegí estar contigo.

James cerró los ojos un momento, sintiendo el leve roce de sus dedos contra su piel. Se inclinó levemente, apoyando su frente contra la de ella, sus respiraciones entrelazándose en el reducido espacio entre ambos.

—No quiero perderte —susurró él.

Bridget esbozó una leve sonrisa, apenas perceptible, y con el poco aliento que le quedaba, murmuró:

—No lo harás.

El azabache sintió un nudo en la garganta. Con ternura, llevó una de sus manos a su cabello, enredando sus dedos en los mechones pelirrojos mientras la acercaba aún más con cuidado de no lastimarla.

—Duele... —susurró Bridget, con una pequeña mueca de incomodidad.

Ella dejó escapar un suspiro tembloroso antes de cerrar los ojos, buscando refugio en la calidez de Jim.

Él, sin pensarlo demasiado, inclinó su rostro y dejó un suave beso en su frente.

—Voy a sacarnos de aquí —prometió en voz baja—. Lo juro.

Bridget, aún con los ojos cerrados, sonrió levemente.

—Lo sé... —susurró antes de quedarse dormida en sus brazos.

Lake la sostuvo con más fuerza, como si con eso pudiera protegerla del mundo.

No importaba cuánto tuviera que luchar.

Harían que Gunmar se arrepintiera de haberlos subestimado.

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