xxii. Who is in control?
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Capítulo veintidós| ¿Quién tiene el control?
—¿¡Logan Daddario te invitó al baile y no nos dijiste?! —exclamó Mary en un murmullo apresurado, sus ojos brillando con sorpresa mientras miraba a su mejor amiga cerraba su casillero.
Bridget apenas reaccionó al comentario manteniendo su expresión indiferente, pero el sonrojo leve en sus mejillas la delató.
—Escúpelo, linda, antes de que Mary y yo te hagamos merengue —bromeó Darci, cruzándose de brazos con una sonrisa maliciosa.
Bridget suspiró, fingiendo desinterés.
—No hay mucho que decirles —respondió encogiéndose de hombros—. Solo iremos como amigos.
—No hay mucho que decirles —respondió encogiéndose de hombros—. Solo iremos como amigos.
—¿Daphne lo sabe? —preguntó Darci con tono más serio, inclinando un poco la cabeza mientras la miraba con cautela.
El estómago de Bridget se revolvió. No, Daphne aún no sabía que Logan la había invitado al baile... y, en el fondo, comenzaba a arrepentirse de haber aceptado.
—Creí que Daphne iría con Steve —intervino Clara, frunciendo el ceño con confusión.
—¿¡Daphne irá con Steve?! —exclamó Mary, abriendo los ojos como platos.
Bridget apenas tuvo tiempo de procesar el comentario cuando notó las señas frenéticas que Clara hacía con las manos. Sus músculos se tensaron y su pulso se aceleró al darse cuenta de que Daphne estaba justo detrás de ellas, observándolas con una expresión de desconcierto.
—¿Irás con Logan? —preguntó la aludida, su voz sonando más suave de lo habitual, pero con un matiz herido que hizo que el corazón de Bridget se encogiera.
La susodicha tragó saliva, sintiendo cómo el aire en su pecho se volvía pesado.
—Yo y mi bocota... —murmuró Mary, pasándose las manos por el rostro con un suspiro de frustración.
—Daphne, yo... —intentó decir Bridget, pero su voz se apagó en cuanto vio la mirada de su amiga.
La castaña bajó la vista, mordiéndose el labio.
—¿Es por eso que no quiso invitarme? —susurró, más para sí misma que para los demás—. Y yo, como una estúpida, pensando que...
Bridget sintió un nudo en la garganta.
—Daphne, no es lo que piensas —insistió, dando un paso hacia ella—. Si tan solo me dejaras explicarte...
Pero ella se limitó a encogerse de hombros, esbozando una sonrisa vacía.
—Olvídalo, Brid'. Ya escuché lo suficiente.
Sus palabras fueron tranquilas, casi indiferentes, pero había algo en su tono que la hizo sonar rota.
—No te culpo, ¿sabes? Eres una chica muy linda... Ojalá ese idiota no lo arruine contigo —añadió en un susurro antes de girarse y alejarse por el pasillo.
Cada paso que Daphne daba lejos de ella se sentía como un golpe directo al estómago. Se apoyó contra su casillero, cerrando los ojos con frustración. No podía creerlo... probablemente había arruinado la relación entre Daphne y Logan.
Clara colocó una mano en su hombro en un gesto silencioso de apoyo. Bridget le desarrolló una sonrisa temblorosa, pero la culpa aún pesaba en su interior. Darci, a su lado, suspiro, cruzndose de brazos.
—Bueno... eso salió mal.
Bridget soltó una risa amarga. Sí, eso era quedarse corto.
・ ゚ ゚・ ✧ 。.。.: *
—Duele mucho, Jim... —lloriqueó Toby, sobándose el brazo después de haber sido golpeado contra el casillero de su mejor amigo.
El susodicho rodó los ojos con una sonrisa divertida mientras lo apartaba del casillero para poder abrirlo.
—El primer día puede pasar eso —comentó con tranquilidad, sacando algunos libros—. Pero fuiste tú quien insistió en llevar el martillo de guerra.
El de frenos resopló, cruzándose de brazos con dramatismo.
—Hey, la próxima vez que un troll asesino tome tu espada, estarás feliz de que Martillo de Guerra, Danza de Sombras y Brillitos de Fuego cubran tu espalda.
Jim parpadeó, alzando una ceja.
— ¿Danza de Sombras y Brillitos de Fuego? Déjame adivinar... no se lo has dicho ni a Clara ni a Bree,' ¿cierto?
Toby chasqueó la lengua, fingiendo indignación.
—¿Qué? ¡Por supuesto que no! Aún no me ha decidido por los nombres oficiales.
James dejó escapar una carcajada cerrando su casillero y echaba a andar hacia los baños con su mejor amigo siguiéndolo de cerca.
—Bueno, Tobes, relájate. Estamos seguros en la escuela. Angor Rot no atacará a la luz del día.
—Sí, sí, lo que digas... pero igual no me fío —masculló, lanzando una mirada furtiva alrededor—. Aunque... espera un momento...
Se detuvo en seco y flexionó el brazo con expresión asombrada.
—¡No puede ser! Creo que siento un músculo bebé creciendo.
—Sí, claro, Hulk, en cualquier momento romperás tu camisa de tanto músculo.
Toby entusiasmado con orgullo, dándole un leve golpe en el hombro a su amigo mientras seguía caminando.
・ ゚ ゚・ ✧ 。.。.: *
Bridget había intentado miles de veces aclarar las cosas con Daphne a lo largo del día, pero esta se las arreglaba para evadirla a ella y a Logan.
Este último, acostumbrado a que Daphne ignorara a medio mundo, no pudo evitar sorprenderse cuando notó que la ley de hielo ahora iba dirigida específicamente hacia él.
—Roja, roja, roja —llamó Logan al verla junto a Jim, ambos distraídos en una conversación.
Bridget levantó la mirada y, en cuanto lo vio, su expresión se transformó.
—¡Tú! —lo señaló con el ceño fruncido y una mirada fulminante.
—¿Yo? —preguntó Logan, confundido.
—¡Eres un verdadero asco, Logan Daddario! —espetó con molestia, avanzando con furia contenida.
Jim, que conocía bien a Bridget, retrocedió instintivamente. Sabía lo peligroso que era enfrentarse a una pelirroja enojada.
—¡Te dije un millón de veces que tuvieras el valor de invitarla, y ahora ella me odia! —continuó Bridget, golpeándolo con su mochila sin piedad.
El pelinegro soltó un quejido, tratando de esquivarla como podía.
—¡Hey, hey! ¡Ya basta, roja, me vas a matar!.
Bridget lo apartó con un empujón y, con la misma intensidad, giró hacia Jim, quien se sobresaltó al verla fijar su mirada en él.
—¿Y mi arco, Jim? —preguntó con la respiración agitada.
—¿Eh?
—¿Y mi arco? —repitió, avanzando hasta acorralarlo contra los casilleros.
—¡No sé! —respondió rápidamente, levantando las manos en señal de rendición.
—¡James Lake Jr., dame mi arco ahora mismo!.
—¡No lo tengo! —exclamó, cerrando los ojos como si esperara un golpe inminente.
Bridget lo observó con molestia antes de bufar y girar nuevamente hacia Logan, quien, al verla acercarse de nuevo, retrocedió de inmediato con los ojos bien abiertos.
—¡No me lastimes! —rogó, alzando las manos en señal de paz.
—¡Arregla las cosas con Daphne o te juro que yo misma te lanzaré un Avada Kedavra! —amenazó, ajustando su mochila antes de marcharse rumbo a su salón.
Jim y Logan se quedaron en un incómodo silencio, intercambiando una mirada de mutuo entendimiento.
Ambos sabían que, por hoy, habían sobrevivido al huracán pelirrojo.
Pero... ¿por cuánto tiempo?.
・ ゚ ゚・ ✧ 。.。.: *
Bridget respiró hondo antes de salir del baño, asegurándose de que había controlado su enojo. Se había lavado el rostro, utilizando el agua fría como una forma de calmarse. No podía permitirse perder el control. No quería, por accidente, reducir la escuela a cenizas.
Sin embargo, justo cuando estaba por cruzar el pasillo hacia su salón, una extraña sensación recorrió su cuerpo. Fue como si algo diminuto hubiera entrado en su oído, un susurro apenas perceptible que le erizó la piel. Sacudió la cabeza, intentando ignorarlo.
Pero en el instante en que dio un paso más, todo cambió.
El mundo a su alrededor se distorsionó, el pasillo se desvaneció en un torbellino de sombras y fuego. Un escalofrío helado recorrió su columna. Parpadeó, y cuando abrió los ojos, ya no estaba en la escuela.
A su alrededor se extendía un vacío oscuro, una inmensidad donde las llamas danzaban como serpientes vivas, devorando el suelo invisible bajo sus pies.
Y frente a ella, flotaba una figura.
Era ella... pero no exactamente. Sus ojos eran pozos de oscuridad insondable, y su mera presencia hacía que el aire a su alrededor vibrara con un calor abrasador. Bajo sus pies, el suelo se carbonizaba con cada movimiento.
Bridget dio un paso atrás, sintiendo su corazón golpeando con fuerza en su pecho.
—¿Quién eres? —preguntó en un susurro.
La figura sonrió, pero era una sonrisa sin alegría, carente de humanidad.
—¿Quién soy? —repitió con una voz que resonó desde todas direcciones—. Soy lo que temes ser. La destrucción que traerás si pierdes el control. La razón por la que nunca serás libre.
Las llamas rugieron con furia, expandiéndose como si respondieran a aquellas palabras. Y entonces, los gritos comenzaron.
Bridget giró la cabeza y su aliento quedó atrapado en la garganta.
Toby, Clara, Jim.
Estaban atrapados entre las llamas, sus rostros desfigurados por el miedo y la desesperación. Y sus voces la llamaban, suplicando ayuda.
—¡Por favor detente, me estás asustando!.
—¡No! —gimió, corriendo hacia ellos.
Pero cuanto más se acercaba, más crecía el fuego, alejándola. Sus pies apenas podían tocar el suelo sin que este se volviera incandescente. Desesperada, alzó su arco, la única cosa que siempre le había dado confianza.
Disparó una flecha.
Y luego otra.
Y otro.
Todas se desintegraron antes de siquiera rozar las llamas.
—¡No! ¡No haría esto! ¡No puedo! —gritó, llevándose las manos a la cabeza mientras su magia chisporroteaba a su alrededor, descontrolada, salvaje.
La sombra inclinó la cabeza, observándola con una burla cruel en los labios.
—¿No puedes? —su voz se deslizó como veneno—. Deberías tenerte miedo.
El peso de esas palabras la golpe como una ola. Bridget cayó de rodillas, sintiendo cómo su propia incertidumbre la aplastaba. Sus puños temblaron sobre sus muslos.
Una lágrima rodó por su mejilla, brillando como una chispa ardiente. Pero antes de tocar el suelo, se evaporó en el calor implacable que la rodeaba.
Y entonces, comprendió el verdadero miedo.
El miedo era ella misma.
—¿Quién tiene el control?.
・ ゚ ゚・ ✧ 。.。.: *
—¿Qué? ¿Cómo que el Dino-Parque está fuera de línea? ¡No! —la voz desesperada de Shannon resonó por el pasillo, llena de incredulidad.
James intercambió una mirada preocupada con Toby mientras observaban el caos desatarse a su alrededor.
—Esto es malo —murmuró, sintiendo un escalofrío recorrerle la espalda.
—Y no es por los exámenes de admisión —coincidió el de frenos, apretando los labios.
El instituto era un completo desastre. Algunos estudiantes corrían entre gritos, otros se arrastraban por el suelo como si estuvieran atrapados en una pesadilla, sus ojos abiertos pero perdidos en el vacío.
—¡Auxilio, auxilio! ¿Quién se llevó mi ropa? —gimió Mary.
—Tal vez somos invisibles —balbuceó el ojiverde.
—No, no somos invisibles —interrumpió Jim, con el ceño fruncido—. Ellos... son sonámbulos. Como terrores nocturnos, pero de día.
Un nudo de preocupación se formó en su estómago. Solo una persona vino a su mente en ese momento.
—Toby, ¿has visto a Bridget?
El castaño negó con la cabeza, alzando los hombros.
—No.
—Esto no es normal... ¿Quién pudo haber hecho esto?
Jim no tenía la respuesta, pero una sospecha le recorrió la mente como una chispa.
—No lo sé, pero apuesto a que Strickler está involucrado.
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—No es sorpresa que no esté —dijo Jim con sarcasmo, al encontrar la oficina completamente vacía.
—Se supone que aquí estaríamos a salvo, Jim. ¿Qué está pasando? ¿Por qué todo el mundo está actuando como si se les hubiera ido el avión? —divagó Toby, su voz elevándose con el pánico.
—No lo sé, pero definitivamente no me gusta —respondió, encogiéndose de hombros—. Necesito tiempo para pensar.
—Tal vez no estén Brillitos de Fuego ni Danza de Sombras, pero Martillo de Guerra no te dejará solo, amigo —declaró con dramatismo, golpeándose el pecho.
Antes de que el azabache pudiera responder, algo dorado flotó hasta posarse en la nariz de Toby.
—Toby, no te muevas. Hay... algo brillante en ti —advirtió, retrocediendo levemente.
El susodicho se quedó inmóvil, pero el miedo comenzó a apoderarse de él. Jim, con reflejos rápidos, tomó un libro.
—Quédate muy... muy quieto —pidió, levantando el libro con la intención de aplastar lo que fuera esa cosa.
Sin embargo, Toby entró en pánico.
—¡Quítamela, quítamela, quítamela! —gritó, retorciéndose y sacudiendo los brazos.
La esfera dorada chocó contra el libro de James y, en un movimiento demasiado rápido para reaccionar, se deslizó directamente dentro de la nariz de Toby.
—¡Está en mi nariz! ¡Está en mi nariz! —chilló, sacudiendo la cabeza con desesperación.
—¡Sopla por la nariz! —ordenó—. ¡Rápido, Tobes!
—¡No hay venta! —se quejó, frotándose la cara—. Oh, no... es lo que les está pasando a todos... —balbuceó antes de tambalearse hasta el escritorio de Strickler y desplomarse tras él.
—No lo sabemos, Toby. ¡Cálmate!
Pero él no estaba escuchando. De repente, se irguió con una expresión de extrema seriedad y lo tomó por los hombros.
—Jim, tienes que estudiarme.
—¿Qué?
—Como en las películas —explicó Toby, sus ojos desorbitados—. ¡Soy el sujeto de prueba! El conejillo de indias. Tienes que analizarme, aprender cómo pelear contra estos malditos alienígenas.
—¿Alienígenas?
—No importa lo que pase después, tienes que prestar mucha atención —continuó, cada vez más errático, lanzando teorías descabelladas sin sentido.
Lake estaba a punto de responder cuando Toby se quedó completamente en silencio. Sus ojos se ablandaron y su expresión cambió de repente... a una de total enamoramiento.
—Oh, no... —murmuró el ojiazul, sacando su teléfono para marcar rápidamente.
Jim tuvo que contactar a Blinky para que lo ayudara a lidiar con aquellas criaturas. Su mentor le explicó que eran pixies, potentes alucinógenos utilizados como distracción para confundir la mente de un enemigo. Ambos dedujeron que Angor Rot estaba en la escuela, por lo que Jim debía evitar que los pixies invadieran su mente y localizar la corrupción causada por Angor.
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Bridget miró a su alrededor, confundida y aterrada, cuando el paisaje volvió a transformarse. Ya no estaba en el vacío de llamas. Ahora se encontraba en una parte remota, un lugar que parecía ser de Mercado Troll.
Grandes cristales de diamante emergían del suelo, reflejando la luz en patrones inquietantes que danzaban y se retorcían a su alrededor, creando sombras grotescas.
En el centro de la caverna, un cristal gigantesco se alzaba como un trono, y dentro de él, una figura permanente atrapada: una mujer que vestía una extraña armadura dorada.
Un escalofrío recorrió la espalda de Bridget cuando el cristal comenzó a vibrar. De repente, los ojos de la mujer se abrieron, y un resplandor oscuro surgió de ellos, atravesando el diamante como si fuera aire.
La menor intentó dar un paso atrás, pero sus pies permanecieron clavados al suelo, como si un poder invisible los atara.
—Finalmente... una mente dispuesta a escuchar. —La voz de la mujer resonó, distorsionada y etérea.
Bridget sintió un empujón, como si algo se enredara en su mente, penetrando en sus pensamientos, buscando en sus recuerdos más profundos.
Luchó por resistir, pero su magia chisporroteó débilmente, agotada aún por la ilusión anterior.
—¿Quién eres? —murmuró, su voz quebrada.
—Tengo muchos nombres... —respondió la mujer, su voz sonando como un eco lejano y penetrante—. Tú, pequeña avecilla, necesitas mi ayuda.
Bridget apretó los puños con fuerza, tratando de reunir todas sus fuerzas. —No necesito ayuda. Yo controlo mi magia.
La mujer en el cristal soltó una risa baja, que reverberó en las paredes de la caverna, haciendo que el aire se espesara. —¿De verdad? Entonces, ¿por qué estás aquí, atrapada en tus propios miedos?.
Antes de que Bridget pudiera replicar, el cristal que contenía la mujer comenzó a agrietarse con un sonido agudo, como si se estuviera partiendo por dentro. De las grietas surgieron aureolas doradas, que se deslizaron hacia ella.
—Eres fuerte, avecilla, pero estás sola. Y siempre lo estarás, a menos que aceptes mi poder. Libérame, y juntas dominaremos tus miedos... y el mundo que tanto te teme.
Bridget sintió un escalofrío recorrer su cuerpo, algo invisible se aferraba a su mente, invadiéndola. La voz de la mujer ya no era solo un eco, sino una presencia dentro de su cabeza.
Las imágenes de sus amigos en peligro se desplegaron ante ella, junto con la visión de su magia descontrolada, destruyendo todo a su paso. La culpa y la desesperación la golpearon, debilitándola aún más.
Sus pies comenzaron a moverse por sí mismos, acercándola al cristal. —No... yo no quiero esto... —susurró, pero una de sus manos ya se alzaba hacia las grietas.
"Solo un toque... y ambas seremos libres."
・ ゚ ゚・ ✧ 。.。.: *
—Por la gloria de Merlín... —recitó Lake, corriendo a toda velocidad por los pasillos.
De repente, una sombra oscura emergió entre las paredes, la presencia de Angor Rot se sintió como un hielo cortante que se apoderó del aire. Su mera existencia hizo que el corazón del azabache Latiera fuera más rápido.
—La luz del día... —empezó a decir, levantando su espada, preparándose para enfrentarlo.
—La luz del día está bajo mi mando —interrumpió Angor con una sonrisa malévola.
Con un movimiento ágil, el troll desarmó a Jim, arrancando la Espada de la Luz de sus manos con una facilidad aterradora, como si fuera solo un juguete. Ahora, la espada brillaba con malicia en las garras de su enemigo.
—Conserva la razón, cazador. Veamos si puedes conservar la cabeza —se burló Angor, avanzando hacia él.
—Perfecto... Plan B —se dijo Jim, mientras invocaba sus boomerangs con rapidez.
En ese preciso momento, Steve apareció corriendo por el pasillo, murmurando las mismas palabras que había repetido sin cesar desde hacía rato.
Angor Rot lo sujetó con una facilidad sorprendente, levantándolo como si fuera un muñeco de trapo.
—Genial... —murmuró el de armadura con sarcasmo, viendo cómo la situación se complicaba aún más.
Steve, atrapado en su trance, no veía a Angor como un troll monstruoso; en su mente, el ser parecía un chico más, igual que él. —No debo matarme, no debo matarme, soy especial...
Angor Rot, perdiendo todo interés en el rubio, lo dejó caer al suelo con desdén y centró su atención nuevamente en Jim.
El susodicho luchaba con todas sus fuerzas, pero sus boomerangs no tenían la potencia de la Espada de la Luz. A pesar de ello, los manejaban con destreza, esperando encontrar una brecha. Sin embargo, Angor era un adversario imparable, y cada golpe lo empujaba más cerca del límite.
En un descubierto, el troll lanzó al chico contra la pared con un brutal golpe. La armadura absorbió parte del impacto, pero el dolor recorrió su cuerpo como un fuego helado.
Al levantarse, Jim arrojó una de sus dagas directamente a Angor, logrando que el troll rugiera de dolor y retrocediera un paso.
—Vamos, ¿cómo funcionan estas cosas? —se quejó, al ver que sus bumeranes seguían incrustados en las paredes, fuera de su alcance.
Angor, recuperándose rápidamente, aprovechó el momento para golpearlo con fuerza en el estómago usando la Espada. Jim cayó de rodillas, jadeando, mientras el troll lo sujetaba del cuello con una fuerza imparable.
—Pobre iluso. Ningún juguete es rival para mí —dijo Angor con una sonrisa cruel, apretando su agarre con más fuerza.
Con dificultad, Janes levantó la vista, mirando al troll a los ojos. —Tal vez no lo soy... pero ellos sí.
En ese instante, los boomerangs que había lanzado previamente se activaron con un zumbido eléctrico, impactando contra el frasco de pixies que Angor Rot llevaba en su espalda.
El cristal estalló en mil pedazos, y un enjambre de pequeñas criaturas brillantes salió disparado hacia él, como estrellas fugaces.
Los pixies se lanzaron sin piedad sobre Angor Rot, picoteando y mordiendo, atacándolo de forma incansable. El troll rugió furioso y soltó al joven, agitando sus enormes brazos para intentar ahuyentarlas.
Sin perder un segundo, Lake se puso de pie, ignorando el dolor en su cuerpo, y corrió con rapidez por el pasillo.
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Toby corrió a toda velocidad por los pasillos, el eco de sus pasos resonando en la penumbra, hasta llegar al gimnasio. Una densa niebla cubría el lugar, envolviéndolo en un aire de misterio que hacía que cada paso suyo estuviera cargado de una creciente inquietud.
—¡Dale a Nana unos besos! —retumbó de repente una voz familiar, rompiendo el silencio.
Toby se detuvo en seco, con los ojos desorbitados. Frente a él estaba Nancy, su nana, sosteniendo una pelota de baloncesto como si estuviera lista para un campeonato.
—¡O si no...! —exclamó Nancy, lanzándole la pelota con fuerza. Antes de que pudiera reaccionar, más balones comenzaron a volar hacia él desde todas las direcciones como si estuviera atrapado en un frenético juego de quemados.
El de frenos, completamente desorientado, intentaba esquivar los proyectiles mientras su respiración se volvía errática. De repente, el bombardeo cesó. El silencio volvió, pero la amenaza seguía latente.
—¡Dale a Nana unos besos! —repitió la voz, esta vez más cercana.
—¡No! —gritó, presa del pánico. En un impulso desesperado, se dio la vuelta y salió corriendo a toda velocidad. Miró brevemente hacia atrás, esperando haber dejado atrás a su implacable nana. Pero, en su distracción, no vio lo que tenía frente a él y chocó de lleno contra la pared del gimnasio.
El impacto fue tan fuerte que un zumbido agudo le llenó los oídos. Un extraño cosquilleo recorrió su nariz, y, de repente, algo brillante y diminuto salió disparado de ella. Toby observó con incredulidad cómo un pixie, resplandeciente y alado, flotaba ante él.
Sin pensarlo demasiado, levantó la mano y aplastó al pixie como si fuera una simple mosca.
—El sujeto de prueba encontró la cura —murmuró para sí mismo con una sonrisa de satisfacción. Entonces, alzó la voz, lleno de entusiasmo—. ¡Jim! ¡Bridget! ¡Clara! ¡Encontré la cura! —gritó mientras salía corriendo del gimnasio, dejando atrás el eco de sus palabras y la niebla que aún envolvía el lugar.
・ ゚ ゚・ ✧ 。.。.: *
Jim corrió desesperado por los pasillos, intentando dejar atrás a su perseguidor. Creyó haberlo logrado, y justo cuando se permitió un respiro, un pixie apareció de la nada, volando a toda velocidad. Antes de que pudiera reaccionar, la criatura se coló por su oído.
El chico se tambaleó, llevándose una mano a la cabeza mientras un zumbido extraño se propagaba por su mente. Sus ojos comenzaron a brillar con un amarillo intenso, y un calor desconocido lo envolvió por completo.
Cuando abrió los ojos nuevamente, el entorno había cambiado. Ahora estaba frente al Puente Muerte Enfrente, completamente abierto y cubierto por una densa niebla que parecía devorar el paisaje.
Su instinto fue retroceder, pero al hacerlo chocó contra algo sólido. Se giró, esperando encontrar a un aliado, pero lo que vio lo dejó sin aliento: Toby estaba petrificado, su rostro congelado en un grito de desesperación.
—¡Toby! —gritó, sacudiendo el hombro de su mejor amigo, pero no obtuvo respuesta.
Su mirada se desplazó rápidamente por el lugar, y el horror creció en su interior. Clara, e incluso su madre, estaban allí, convertidas en estatuas de piedra.
—No... no puede ser... —susurró, acariciando el rostro frío de su madre, sintiendo cómo la desesperación lo consumía.
De repente, un movimiento llamó su atención. A pocos metros del puente distinguió una cabellera pelirroja que reconoció al instante: Bridget.
Sin embargo, no era la Bridget que conocía. Estaba arrodillada, su cuerpo envuelto en un tenue resplandor pálido que se desvanecía lentamente. Su atuendo estaba rasgado y descolorido, y de su espalda colgaban unas alas que parecían hechas de vidrio quebrado, inertes y frágiles.
—Jim... —susurró ella, con una voz apenas audible.
El cazatroles se acercó rápidamente, notando que gruesas cadenas negras la rodeaban. Estas se hundían en el suelo, como si drenaran algo esencial de la pelirroja.
—Bree', ¿qué te hicieron? —preguntó con desesperación, tirando de una de las cadenas. Pero estas no se movieron, como si estuvieran fusionadas con la tierra misma.
Bridget levantó lentamente la mirada, y el azabache sintió un escalofrío al ver sus ojos. Habían perdido toda chispa de alegría, apagados y grises, como si su alma hubiera sido arrancada.
—Tú me dejaste aquí... —susurró ella, su voz cargada de dolor.
Él negó con la cabeza, confundido. —No, yo nunca te dejaría...
Ella alzó una mano temblorosa y señaló hacia el horizonte. James giró la cabeza y lo que vio lo dejó sin palabras: era él, corriendo, dejando atrás a Bridget mientras Gunmar la rodeaba.
—No... eso no pasó. Bridget, ¡Yo nunca te dejaría!. ¡Solo quiero salvarte! —protestó, pero su propia voz sonó hueca, carente de convicción.
—¿Salvarme? —repitió ella con una risa amarga que lo hizo estremecer—. No me salvaste, Jim. Me dejaste luchar sola. Y aunque mi cuerpo está aquí, mi alma se quedó allí, atrapada entre las tierras oscuras.
Las cadenas comenzaron a brillar, y la pelirroja alzó sus brazos, permitiendo que estas la envolvieran aún más. El suelo tembló bajo los pies del chico, y de las grietas emergieron raíces negras que comenzaron a rodearlo, intentando arrastrarlo también.
—¿Qué estás haciendo? —gritó él, luchando por liberarse.
—No quiero estar sola... —murmuró ella.
Con un último esfuerzo, Jim tiró con fuerza, logrando liberarse antes de que las raíces lo atraparan por completo.
—¡No eres tú, Bridget! Esto es una ilusión. No voy a dejar que te hagan esto —exclamó, retrocediendo mientras su corazón latía con fuerza.
La pelirroja lo miró una última vez, con una expresión de dolor y resignación. —Tal vez no sea una ilusión... tal vez solo estés viendo la verdad que siempre intentaste ignorar.
Antes de que pudiera reaccionar, la figura de la chica se desvaneció como un susurro en el viento, pero su voz persistió, resonando en su mente.
—¿De qué sirve ser un héroe si siempre fallas a quienes más te necesitan?
Lake retrocedió tambaleándose, con el corazón golpeándole el pecho como un tambor desbocado.
—Esto no es real... No es real... ¡Despierta, Jim! —gritó, llevándose las manos a la cabeza en un gesto desesperado.
・ ゚ ゚・ ✧ 。.。.: *
El escenario de Bridget volvió a transformarse, y esta vez, se encontró en un bosque oscuro. Los árboles torcidos, cubiertos de espinas, parecían moverse por voluntad propia, como si estuvieran vivos y conscientes de su presencia. Un escalofrío recorrió su espalda mientras avanzaba lentamente, el suelo bajo sus pies estaban cubierto por una capa de cenizas grises. La luna, ausente, dejaba el cielo completamente negro, como si todo estuviera envuelto en una oscuridad.
—¿Dónde estoy...?
Frente a ella, una figura comenzó a formarse entre la bruma, emergiendo de las sombras. Bridget la reconoció al instante. Era Faradonga. Pero algo estaba terriblemente mal. La figura de su maestra estaba de rodillas, con los brazos extendidos hacia ella como si pidiera ayuda. Su cabello dorado estaba opaco, su piel palidecía, cubriéndose de grietas como porcelana rota, y su expresión estaba vacía de vida.
—¡Farah! —gritó, corriendo hacia ella con desesperación.
Cuando intentó tocarla, sus manos atravesaron el cuerpo de la mujer como si fuera un espectro, una ilusión sin consistencia. La risa fría de alguien más llenó el aire, y Bridget se giró rápidamente. De entre los árboles surgió una sombra que se materializó con la forma de una mujer con armadura dorada.
—Oh, mi pequeña avecilla... ¿De verdad creíste que podrías proteger a los que amas? —se burló la mujer.
—¡Esto no es real! —exclamó Bridget, retrocediendo con fuerza.
La mujer levantó una mano, y las cenizas que cubrían el suelo comenzaron a levantarse, girando alrededor de Bridget en una tormenta de polvo y oscuridad. La hada cayó de rodillas mientras una serie de imágenes comenzaban a proyectarse frente a ella. Vio a sus amigos atrapados entre las llamas, vio a Jim enfrentándose solo a Gunmar, vio a Rafaella, petrificada como una estatua, mientras la mujer de armadura dorada se reía desde el fondo.
Vio el mundo arder ante la magia de esa figura sombría.
—Es tu destino destruir el mundo —dijo la mujer, acercándose a Bridget—. ¿Quién tiene el control ahora Bridget?.
-¡No! —gritó, intentando levantarse, pero las cenizas la empujaban hacia abajo como si fueran manos invisibles que la intentaban sumergir en el suelo, aprisionándola.
De repente, sintió una chispa dentro de ella. Su magia, aunque débil, seguía allí. Cerró los ojos, ignorando las palabras de la mujer, y se concentró en el calor que brotaba de su pecho, esa energía interior que se negaba a extinguir.
—¡Esto es una mentira! —gritó. Extendió sus brazos con fuerza, y un destello rojizo emergió de sus manos, disipando las cenizas y deteniendo la tormenta.
La visión se rompió como un espejo, fragmentándose en pedazos brillantes. La figura de la mujer retrocedió, su rostro se distorsionó mientras gritaba furiosa, intentando recuperar el control.
Cuando la ilusión desapareció por completo, Bridget se encontró de nuevo en los pasillos oscuros. Respiro hondo y levantó la mirada. El pixie flotaba cerca de su cabeza, observándola con una mezcla de desconcierto y frustración por su resistencia.
—Tú... ¡tú eres el causante de esto! —gruñó Bridget, extendiendo una mano. Una ráfaga de magia escarlata desintegro al pixie en un destello cegador de luz.
La chica se tambaleó ligeramente, recuperando el equilibrio mientras procesaba lo ocurrido. Ahora lo entendía: aquella hechicera no solo había invadido su mente, sino que esperaba el momento adecuado para atraparla en cualquier forma posible. Con una respiración profunda Bridget miró hacia los pasillos.
—No dejaré que tengas el control —murmuró, decidida, mientras comenzaba a correr en busca del resto.
・ ゚ ゚・ ✧ 。.。.: *
En el camino, Bridget se reencontró con Toby y Clara, quienes forcejeaban con las puertas del gimnasio.
—¡Brid'! ¡Jimbo está atrapado con Angor! —exclamó Toby al verla llegar apresurada.
El corazón de Bridget dio un vuelco. Temiendo lo peor, dejó escapar un bufido antes de extender su mano. Unas aureolas escarlatas surgieron de sus palmas, impactando contra las puertas y derribándolas con fuerza. Al menos algo útil había aprendido durante su estado de frenesí.
—¡Jim! —gritó al verlo.
—¡Estás vivo!.
Sin pensarlo, Bridget corrió hacia él y lo envolvió en un abrazo. James, aún algo aturdido, esbozó una leve sonrisa mientras correspondía el gesto. Sin embargo, en su mente seguían rondando las imágenes de aquella horrible pesadilla que había tenido con ella.
En ese instante, se juró a sí mismo protegerla con todas sus fuerzas. No podía permitir que ese oscuro sueño se convirtiera en realidad. No podía perderla.
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—¿Tú qué viste, Daphne? —preguntó Darci, aún intentando salir de su estado de shock.
—No preguntes —respondió ella, con las mejillas todavía empapadas por las lágrimas que había derramado.
—Ella... estará bien —suspiró Logan, quien la sostenía entre sus brazos, intentando calmar el cuerpo tembloroso de la castaña.
—Llegué tan pronto como me avisaron. Por favor, dígame que nadie salió herido —dijo Strickler al acercarse al oficial de policía frente a la escuela.
—Todos están ilesos. Parece que fue una fuga en el laboratorio de química —respondió el oficial—. Esas cosas pueden descontrolarte, pero por suerte no hubo heridos.
Esa respuesta desanimó por completo al hombre mayor, quien murmuró casi para sí mismo:
—Mucha suerte, de hecho.
Su mirada se desvió hacia el grupo que se encontraba a cierta distancia de ellos.
—¡Por la gracia de Deya! —exclamó Blinky al llegar con la respiración entrecortada—. ¡Maese Jim está vivo! Tuve que correr todo el camino... bueno, con una o dos paradas en el baño.
Los cuatro adolescentes lo miraron con una mueca de disgusto.
—¿Cómo sobrevivió a Angor Rot? —preguntó Blinky, sujetando al azabache por los hombros.
—Es una larga historia —respondió este con una mueca—. ¿Has oído hablar de la Inferna Copula?.
—Sé algo al respecto —asintió Blinky.
Mientras tanto, Bridget permanecía algo distante. El eco de la voz de aquella mujer resonaba aún en su mente:
"Nos volveremos a encontrar, mi pequeña avecilla. Y la próxima vez, no escaparás."
EDITADO
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