iii. Romeo and Juliet

╔════════════════════╗

Capítulo tres| Romeo y Julieta

Cada vez que terminaba el bimestre, solían cambiar de asientos. Esta vez, me tocó al final de la segunda fila, justo detrás de Daphne. Esto representaba un problema para mí, ya que no tenía buena visión, pero afortunadamente contaba con mis lentes. La primera clase fue tan aburrida que me pasé el tiempo acostada sobre mis brazos.

De repente, sentí que una cabeza se reposaba en mi escritorio. Alcé la mirada y me froté un poco los ojos, quitándome los lentes. Al recuperar la visión, noté que era Jim, quien me miraba con una pequeña sonrisa, apoyado en sus manos.

—¿No dormiste bien?—me preguntó, y yo solo asentí, enderezándome como pude.

—¿Y tú?—inquirí, notando cómo se ponía nervioso.

Esa reacción me hizo sonreír. Él alzó los hombros, como si no le importara, y se volvió a acostar.

—Tuve una noche larga—respondió. Yo me acosté también, acortando un poco la distancia entre ambos. Cualquiera que nos viera pensaría que estábamos saliendo juntos.

En realidad, había compañeros que creían que éramos más que amigos, incluso algunos profesores. El que más nos molestaba era el profesor de Ciencias Sociales, quien constantemente hacía bromas sobre nosotros. Tratábamos de ignorarlo, dejándole claro que solo éramos amigos.

Y eso éramos: tan solo amigos que compartían los mismos gustos.

—Creí que tu asiento era al lado de Eli—dije en voz baja, frunciendo el ceño.

—Lo era. Le pagué diez dólares a Daphne para cambiar de asiento—Jim suspiró, alzando los hombros—. Ahora en cada clase le deberé de pagar diez dólares si quiero sentarme aquí.

—Ya te dije que dejaras de hacerlo—lo miré cansada, sobando mis ojos—. En verdad no es necesario...

—Pero quiero hacerlo—me interrumpió, sonriéndome despreocupado—. Además, me gusta estar cerca de ti.

Sentí que mis mejillas se sonrojaban. No podía evitarlo, su sonrisa tenía ese efecto en mí.

—No tienes que gastar tu dinero solo por eso—respondí, intentando sonar indiferente, aunque en el fondo me alegraba su decisión.

—¿Y qué más haría con esos diez dólares?—replicó, mientras se acomodaba mejor en su asiento—. ¿Comprarme un café que no me gusta? No, gracias.

Reí suavemente, disfrutando de nuestra conversación. La clase continuaba, pero en ese momento, el ruido de fondo se desvaneció. Era como si estuviéramos en nuestra propia burbuja.

—¿Sabes?—dijo Jim con tono juguetón—. Si sigues así, voy a tener que empezar a cobrarte por mi compañía.

—¿Y cuánto sería eso?—pregunté, entre risas.

—Un café y una bolsa de papas fritas—respondió con una sonrisa traviesa—. Eso es lo mínimo que merezco.

—Trato hecho—dije, sintiéndome más ligera. La idea de compartir un café con él me hacía sonreír. A veces, las pequeñas cosas son las que más cuentan.

El profesor de literatura entró al salón, y eso me recordó el proyecto que teníamos pendiente. Saqué mi iPad y abrí la presentación sobre los famosos escritores del periodo del "Boom".

Daphne había terminado su parte, al igual que Seamus, pero al parecer Jim no había avanzado mucho. Le mostré la presentación, indicándole que se apurara a completar su sección mientras los primeros grupos comenzaban a exponer.

Nosotros éramos el penúltimo grupo, y como nuestro trabajo fue un poco improvisado, el profesor nos permitió leer durante la exposición. Sin embargo, yo no lo necesitaba. Tenía memoria fotográfica, y de alguna manera lograba recordar casi todo lo que leía.

Mientras esperaba mi turno, no podía evitar sentir un ligero nerviosismo. La idea de hablar frente a toda la clase siempre me ponía un poco ansiosa, pero la emoción de compartir lo que había aprendido me ayudaba a calmarme.

Finalmente llegó nuestro turno. Me levanté, respiré hondo y avancé hacia el proyector. La presentación comenzó a brillar en la pantalla.

Primero habló Daphne, quien se limitó a leer su parte de la presentación. Seamus hizo lo mismo, y cuando llegó mi turno, me posicione frente a la clase y empecé a explicar sobre algunos escritores destacados, como Gabriel García Márquez y Julio Cortázar. Jim intentó seguir mi ejemplo, pero de vez en cuando se volteaba para leer su propia sección.

El profesor nos felicitó por la presentación y comenzó a profundizar en algunos de los puntos que habíamos abordado.

—Solo hay algo que no me quedó muy claro—dijo, frunciendo el ceño mientras miraba a nuestro grupo—. Por lo que tengo entendido, Eli es parte de tu grupo, Bridget, y el señor James es del grupo de Madison. ¿Cierto, Madison?—preguntó, dirigiéndose a ella, quien asintió nerviosa—. Entonces, ¿Quién les dio permiso para cambiarse?.

Suspiré nerviosa, mirando a Jim y a Eli, esperando que alguno de ellos ofreciera una excusa. Algunos de nuestros compañeros se rieron en voz baja, y el ambiente se volvió tenso. Ninguno de los dos se atrevió a contestar; solo agacharon la mirada, evitando el contacto visual.

—Ya—dijo el profesor, anotando algo en su libreta con una expresión seria—. Ojo, que esto tendrá consecuencias en la nota grupal de estos dos grupos.

La sala se llenó de murmullos, y sentí un nudo en el estómago. La idea de que nuestra calificación se viera afectada por un simple cambio me parecía injusta.

—Ya pueden sentarse—concluyó el profesor, y todos regresamos a nuestros lugares.

Mientras me sentaba, miré a Jim, quien me devolvió la mirada con algo de culpa. Era evidente que ambos estábamos pensando en lo mismo.

—Lo siento—me susurró Jim.

—No es tu culpa—respondí, tratando de calmarlo con una sonrisa.

Después de la primera clase, me dirigí al auditorio donde se llevarían a cabo las audiciones de Romeo y Julieta. Por suerte, conocía algunos de los diálogos más célebres de Julieta. La primera en audicionar fue Claire, y tengo que decir que lo hizo realmente bien.

Traté de buscar con mi mirada a Jim o a Toby pero estos habían desaparecido, no le di mucha importancia y solo me alce de hombros.

Intenté encontrar a Jim o a Toby con la mirada, pero ya no estaban a la vista. No le di demasiada importancia y simplemente me encogí de hombros.

—Bridget Amber Hart.

Con un suspiro, me aproximé al telón y me presenté antes de iniciar con mi interpretación:

"¡Oh Romeo, Romeo! ¿Por qué eres tú Romeo?"—empecé—"Niega a tu padre y rehúsa tu nombre; o, si no quieres, júrame que me amas, y dejaré de ser una Capuleto."—tomé un poco de aire tronando mis dedos—"Solo tu nombre es mi enemigo. Tú eres tú, aunque no fueras un Montesco"—añadí entrando en un poco mas de confianza—"¿Qué es un Montesco? No es mano, ni pie, ni brazo, ni cara, ni ninguna otra parte de un hombre"—eleve un poco mas mi tono mientras mi mirada se enfocaba en el suelo—"¡Oh, toma otro nombre! ¿Qué hay en un nombre? Lo que llamamos rosa, con cualquier otro nombre, olería igual de dulce."—tomé una pausa larga caminando alrededor del escenario—"Así también Romeo, si no se llamara Romeo, conservaría su perfección sin ese título"—susurre—"Romeo, quítate ese nombre, que no es parte de ti, y a cambio de eso, toma todo de mí."

—Eso estuvo magnifico señorita Bridget—me felicito la señorita Janeth. Yo le sonreí y me baje del escenario soltando un suspiro.

Aliviada, me dirigí hacia mis dos amigos que me esperaban. Pero mi mirada se detuvo al notar la armadura que llevaba Jim. ¿De dónde la había sacado? ¿Y por qué... se me hacía tan familiar?.

—¿Tu hiciste el vestuario?—pregunté, cruzándome de brazos confusa.

—No, encontró un amuleto mágico que lo aparece—respondió Toby, con una sonrisa traviesa. Alcé una ceja, más confundida que antes.

—Ignóralo, es todo un comediante, ¿cierto?—susurró Jim entre dientes, fulminando a Toby con la mirada antes de sonreírme nervioso.

A lo lejos, se oyó la voz de la señorita Janeth. Era el turno de Jim para audicionar. Espera, ¿iba a adicionar? ¿Desde cuándo?.

—Creo que es tu turno. Rómpete una pierna—dije con una sonrisa, decidiendo no preguntar más. Le sonreí y me dirigí a los asientos de enfrente.

Saludé a Daphne y a Clara de paso, y me acomodé en mi asiento, mirando a Jim posicionarse en el centro del escenario.

—Destino.

Su mirada cayó con la mía, yo le sonreí en forma de apoyo y creo que eso lo alivio, ya que soltó un suspiro para después continuar.

Su mirada se cruzó con la mía, y le sonreí en señal de apoyo. Creo que eso lo alivió, ya que soltó un suspiro antes de continuar.

El destino es un obsequio, algunos pasan toda su vida llevando existencias de desesperación silenciosa no descubren que en verdad lo que se siente como... un pesoque hace presión sobre nuestros hombros—empuño su espada—. Es en realidad el sentido de propósito que nos eleva a mayores alturas—siguió—. Nunca olvide que el miedo es solo el precursor del valor.

—Tu puedes Romeo.

Y que luchar y triunfar al estar ante el miedo es lo que significa ser un héroe—siguió hablando elevando su espada hacía arriba—. No piense—hizo una pausa comenzando a blandirla—. Séalo—termino la presentación, colocando la espada en la parte trasera de la armadura—Gracias..

Aplaudí emocionada por la presentación. No fui la única; los demás que estaban presentes también aplaudieron con entusiasmo. Excepto Eli, que tiró su espada de cartón al suelo y se retiró con enfado. La verdad es que me sentí un poco mal por él.

Reuniendo algo de valor, me acerqué a Jim. El cual tuvo que agacharse para poder quedar a mi altura

—Me sorprendió tu actuación.

—¿En serio? Ni siquiera lo pensé—confeso nervioso, encogiéndose de hombros—Solo lo dije.

—Eso es actuar—reí un poco, colocando una de mis manos en su hombro

No sé por cuántos segundos nos quedamos viendo, pero para mí fueron mucho más que dos simples minutos. Me encantaba el azul de sus ojos; me recordaban al océano, profundo e hipnotizante. Y su cabello, había veces en que solo deseaba acariciarlo. Todo en este chico parecía perfecto.

No crean que me estoy enamorando, no, para nada. No conozco mucho el sentimiento del amor; mis padres no me dieron el ejemplo adecuado. Siempre creí que el sentimiento del amor solo te haría daño, los únicos verdaderos amores se encontraban en los libros de fantasía o ficción aunque habían algunos libros que no suelen demostrarlo mucho.

Con un carraspeo, me separé, dando la excusa de que llegaba tarde a mi siguiente clase. Ambos nos despedimos y yo salí del auditorio, camino hacia mi casillero. Estaba algo distraída, absorta en mis pensamientos, y no me percaté de la persona que iba delante de mí. Terminamos chocando.

Me quise disculpar, pero de repente, un fuerte mareo me invadió la cabeza. Sentí que el mundo giraba a mi alrededor y tuve que apoyarme en la pared para no caer. La persona con quien había chocado no pareció importarle y termino yéndose de ahí, dejándome completamente sola.

Las imágenes irrumpieron repentinamente en mi mente, mostrando un extraño reino que nunca había visto antes. Dos personas desconocidas aparecieron en la visión. El primero era un hombre con cabellera castaña y ojos de un azul profundo. La segunda era una mujer, tan hermosa que me dejó sin aliento, con una melena pelirroja como la mía y unos ojos verdes resplandecientes. En sus brazos, ella sostenía a una pequeña bebé con ternura y amor. La visión era tan vívida y real que me sentí transportada a ese lugar, aunque no tenía idea de quiénes eran esas personas ni qué significaban para mí.

Bloom.

El dolor seguía intensificándose, sentí un ardor abrasador en mis dedos. Cuando abrí los ojos, vi que se estaban incendiando. Esto debía ser una broma. El pánico se apoderó de mí y salí corriendo hacia un aula vacía. Cerré el pestillo con manos temblorosas y traté de calmar mi respiración. Pero las llamas no dejaban de aumentar, creciendo hasta envolver por completo mis brazos. Me quedé allí, con el corazón latiendo descontroladamente, preguntándome cómo era posible lo que estaba ocurriendo.

Quería que se detuviera, pero parecía que no tenía ningún control sobre lo que estaba ocurriendo. La manija de la puerta comenzó a moverse, y no pude evitar pensar en lo peor. ¿Qué iba a hacer cuando me descubrieran? solo pude imaginar las consecuencias de ser atrapada en esta situación tan inexplicable y aterradora.

—¿Señorita Hart?.

La maestra Faradonga estaba de pie frente a mí, con una expresión que mezclaba sorpresa y temor. Yo, sintiendo el pánico creciente, negué con la cabeza, asustada, y le pedí que retrocediera. Le advertí que, si no lo hacía, terminaría lastimándola sin querer.

—Debe tranquilizarse.

Me sorprendió que no se hubiera ido corriendo. Cada vez que se acercaba, yo retrocedía, dominada por el miedo que sentía. Sin embargo, lo que realmente me dejó sin aliento fue cuando sus ojos cambiaron a un tono plateado. Dejé de retroceder y mi cuerpo se quedó paralizado.

El fuego en mis brazos comenzó a disminuir, y cuando finalmente desapareció, la miré con los ojos bien abiertos, asombrada por lo que acababa de suceder.

—¿Cómo es que usted...?.

—Se que estás asustada Bridget, pero no tienes por que temer—me respondió, soltando un suspiro—. Creí que nunca mas volvería a usar este tipo de magia.

Espera. Acaba de decir ¿¡Magia?!.

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top