ⅸ. Caring for a baby
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Capítulo nueve| Cuidando a un bebé
Lo único que alcanzaban a contemplar mis ojos era el techo de la forja, lo que inevitablemente me hacía recordar el techo decorado de mi habitación. Estaba lleno de pegatinas que coloqué de niña junto a mi abuela, pequeñas estrellas que brillaban suavemente en la oscuridad y llenaban mis noches de magia. Mi madre solía insistir en que las quitara, pero yo siempre me negué, aferrándome a ese pequeño rincón de mi infancia. Un gemido escapó de mis labios mientras me incorporaba nuevamente, dirigiendo la mirada a mi mentora. Llevábamos casi media hora entrenando, poniendo a prueba mi habilidad para manejar la magia en combate, y, para ser sincera, ya me estaban dando una buena paliza.
—Estas dudando de ti misma Bridget, esto no es un examen de calculo o una tarea que debes calcular—dijo caminando alrededor de la forja—Otra vez—repitió con sus ojos volviéndose en un tono plateado
Sentí otro golpe telequinético en el brazo, seguido de otro en el estómago que me obligó a soltar el aire retenido. Intenté defenderme varias veces, pero siempre terminaba cayendo al suelo. La rabia recorría mis venas mientras apretaba los nudillos con fuerza. Con un bufido, me levanté de nuevo, sintiendo cómo las llamas de las antorchas de la forja se alzaban cada vez más, como si respondieran a mi furia.
El último impacto fue el detonante: las llamas envolvieron mis brazos y mis ojos adquirieron un intenso brillo anaranjado, reflejo del fuego que ardía en mi interior.
Faradonga alzó una ceja, su expresión se transformó en una sonrisa enigmática. Extendió una mano hacia mí, y antes de que pudiera reaccionar, sentí otra ola de energía telequinética golpeándome, esta vez con más fuerza, empujándome hacia atrás. Sin embargo, las llamas amortiguaron el impacto, formando un escudo alrededor de mi cuerpo.
—Tienes que controlar...
—Mi enojo ya lo sé—la interrumpí soltando un suspiro. Mis ojos volvieron a la normalidad y el fuego en mis brazos se desvanecieron—. ¿Pero quien no estaría molesto luego de recibir esos golpes?.
—Tenías que bloquearlo Bridget, el enemigo no va a esperar que te concentres para que puedas atacar—respondió Faradonga—. Debes canalizar esa ira y usarla como tu propia arma—agrego haciendo un ademan con sus manos—. La magia de las hadas se maneja con las emociones, responde a tu estado de animó, si no lo controlas las consecuencias serán graves—dijo dejando de caminar
Bajé la mirada mientras hacía una mueca, cerrando los ojos por unos segundos. Al abrirlos, mis brazos se incendiaron nuevamente, pero esta vez logré dominar las llamas con precisión. Farah lanzó otro golpe, pero una barrera de fuego que creé justo a tiempo desvió su ataque.
Un nuevo embate se dirigía hacia mí, pero lo detuve atrapando su energía dentro de un campo llameante que la desintegró al instante. Farah sonrió con orgullo, y sus ojos volvieron lentamente a la normalidad.
—Bien hecho Bridget.
Esbocé una media sonrisa antes de caminar hacia donde estaba mi mochila. A lo lejos, podía ver a Jim entrenando con Blinky, AAARRRGGHH y Toby. Al pobre lo obligaban a escalar el precipicio de la forja, aunque estaba sujeto por una cuerda para evitar accidentes. Durante casi todo el entrenamiento, habían estado hablando de lo que él y Toby habían presenciado esa mañana: un goblin robando a un bebé. Algo irónico, si me preguntan. Quería creerles, pero sonaba demasiado absurdo, aunque Blinky mencionó que existían goblins que se llevaban bebés para llevarlos a las tierras oscuras y luego intercambiarlos por cambiantes.
Hice una mueca mientras me sentaba en el pavimento por unos segundos y tomaba un sorbo de mi botella de agua. —Señorita —llamé antes de que se retirara. Ella se detuvo y me hizo un gesto para que continuara—. Sobre el libro que habla de la Llamarada...
—¿Sucede algo? —preguntó, colocando las manos en los bolsillos de su saco.
—¿Sabe usted dónde podría estar encerrada esa magia? —fruncí el ceño, intrigada. Desde que había leído sobre ella en la biblioteca, la curiosidad me había consumido. Incluso había noches en las que no podía dormir debido a las preguntas que invadían mi mente.
Ella me observó por unos segundos antes de suspirar y mirar hacia donde estaba mi grupo. Luego se acercó, me ayudó a levantarme y recogió mi mochila.
—Existen varias leyendas que narran el destino de ese poder —dijo finalmente—. Una de las más antiguas y temidas cuenta que, tras Muerte Enfrente, la Llamarada fue sellada dentro de un hada de fuego especial, una que pertenecía a la realeza.
—¿Un hada de fuego real? —pregunté, intentando asimilar lo que decía.
Asintió ante mi pregunta mientras ambas nos dirigíamos hacia la salida de la forja. —Aquel que poseyera esta magia tendría el poder de destruir a todos los troles si así lo deseaba —dijo con un tono irónico—. Por eso Gunmar inició una cacería implacable hace siglos —continuó con un suspiro triste—. Estaba obsesionado con encontrar a esa hada de fuego, con arrancarle la Llamarada y usarla para sus propios fines. Sabía que, si lograba controlar ese poder, nada podría detenerlo. Fue una época oscura... cazó a todas las hadas de fuego que pudo encontrar, sin importar si eran inocentes o no.
Sentí un nudo formándose en mi estómago mientras la idea de todo ese sufrimiento me invadía. La imagen de aquellas criaturas siendo perseguidas y destruidas me resultaba insoportable. Entonces, un pensamiento cruzó mi mente: recordé que, en algunos de mis sueños, solía escuchar gritos desconocidos que me atormentaban por las noches.
De hecho, esos gritos eran los responsables de las ojeras que marcaban mis ojos. Ahora, con la información que la señorita Faradonga me había dado, no podía evitar preguntarme si esos gritos que escuchaba en mis sueños eran los mismos de las hadas que fueron cazadas.
—¿Y qué pasó? ¿La encontró?.
—No, nunca la encontró, la Llamarada desapareció de los registros y la cacería se convirtió en un mito.
Finalmente se marchó, dejándome con más preguntas que respuestas. Había mencionado que la magia de la llamarada estaba sellada en un hada de linaje real. El primer nombre que cruzó por mi mente fue Bloom. Sin embargo, la idea me parecía absurda. ¿Cómo podría un bebé guardar un poder así? Pero cuanto más lo pensaba, más sentido tenía.
"Aún existe la teoría de que tú...".
"No. Es imposible, no".
・ ゚ ゚・ ✧ 。.。.: *
—¿Sigues cargado esas cosa infestada de gérmenes?.
—Voy a descubrir a quién le pertenece y cuando lo haga...
—Tal vez no viste lo que creíste ver —intervino Toby mientras terminaba de estacionar su bicicleta—. Has pasado tanto tiempo en el Mercado Troll que quizá tu mente te está jugando una mala pasada.
—Odio admitirlo, pero puede que el cabeza de carnero tenga razón —opinó la chica, recostada contra su casillero, casi al lado de ellos.
Ignoró la mirada ofendida que le lanzó el castaño, su atención se desvió al notar cómo Clara se acercaba al reconocer el peluche que James había encontrado esa mañana. Era el mismo peluche que, según él, se le había caído al supuesto goblin que había secuestrado a un bebé.
—¿Cómo lo encontraste?.
—¿Cómo que no es el mismo? ¿Cómo ha estado actuando? —preguntó el azabache, acercándose con una actitud claramente desesperada.
Bridget se interpuso, colocándose entre ambos para separarlos.
—Lo que Jim intenta decir es: ¿estás segura de que es suyo?.
"Si este peluche le pertenece al hermano de Clara, significa que lo que vio Jim no era un pájaro"
"Y tu dudando de el"
"Yo que iba a saber que esos goblins también se roban bebés"
—Creo que conozco el conejito con el que crecí.
La pecosa soltó un suspiro, observando a sus dos amigos. No podían asegurarlo con certeza, pero tanto ella como Lake empezaron a considerar seriamente la posibilidad de que el hermano de Clara pudiera ser un cambiante. Bridget se apartó un poco al notar la llegada de Mary, quien se disculpó con Clara porque no podría cuidar a su hermano ese día; la habían invitado al cine y a comer helado.
—¿Acaso puedes creer esto?.
—Lo sé, ¿Mary Wang es vampiresa? —susurró el chico de los frenos, completamente ajeno a los pensamientos de sus mejores amigos—. ¿Tú lo sabías, Brid'?
—Nop.
—El hermano de Clara es un cambiante—intervino el de chaqueta azul, afirmando la teoría de la pelirroja—. ¡Clara lo puedo cuidar!.
—¿¡Qué?!.
El de ojos azules le hizo una discreta seña a su mejor amiga para que simplemente disimulara y le siguiera el juego. Ella soltó un bufido, cruzándose de brazos. Las ideas que tanto él como Toby solían tener siempre terminaban mal, causándoles problemas a los tres. Por eso era evidente que no estaba en absoluto de acuerdo con este plan. Sin embargo, ya no había vuelta atrás: Clara había aceptado que él fuera el nuevo niñero de su hermano.
—Llega a mi casa a las siete, no antes—indico—. ¡Gracias Jim!—agradeció mientras se iba junto a Mary
"Tanto como tu y yo sabemos que esto no saldrá bien"
・ ゚ ゚・ ✧ 。.。.: *
Las calles de Arcadia, bañadas por la cálida luz del atardecer, se iluminaban con los faroles que empezaban a encenderse. Bridget sonrió, encantada por la belleza que ofrecía el paisaje nocturno; la iluminación no solo embellecía el entorno, sino que también transmitía una sensación de seguridad. Algunos vecinos la saludaban con amabilidad al pasar, y ella respondía con la misma cortesía. Consultó su celular, donde aparecía la dirección de la casa del mejor amigo de Daphne. Él le había pedido ayuda con álgebra, y ella, con gusto, había aceptado brindarle su apoyo.
Al llegar a la casa indicada, tocó suavemente la puerta. Unos segundos después, un joven alto y con una sonrisa tímida abrió. Era Logan, el mejor amigo de Daphne.
—¡Hola, Bridget! Gracias por venir, de verdad lo aprecio —dijo, apartándose para dejarla pasar.
—No te preocupes, me alegra poder ayudarte —respondió ella, entrando al acogedor salón.
La mesa del comedor estaba cubierta con libros, cuadernos y hojas llenas de ecuaciones. Logan se rascó la cabeza con una mezcla de nerviosismo y vergüenza.
—Lo siento por el desorden. Estuve intentando resolver algunos ejercicios, pero creo que solo logré confundirme más.
Bridget sonrió de manera tranquilizadora mientras se quitaba el abrigo y lo colgaba en una silla.
—No te preocupes, para eso estoy aquí. Vamos a empezar desde lo básico y verás cómo todo comienza a tener sentido.
Él le dedicó una sonrisa mientras la pelirroja tomaba asiento. Acto seguido, sirvió un par de vasos con jugo y colocó sobre la mesa unos sándwiches que su madre había preparado para ambos. Ella le devolvió la sonrisa con gratitud antes de beber un sorbo de su vaso.
—Estuve revisando algunos de tus ejercicios. El desarrollo está bien, pero creo que solo tienes problemas con los signos —comentó, mostrándole su cuaderno—. Tranquilo, no es nada grave —añadió con una sonrisa al notar su expresión preocupada.
—Gracias por esto —respondió él, encogiéndose de hombros con una mueca—. Mi madre cree que, si sigo con estas notas, no podré entrar a una buena universidad —suspiró mientras desviaba la mirada.
Bridget lo observó en silencio por unos segundos antes de posar una mano en su hombro en un gesto de apoyo.
—Entrarás, y yo te ayudaré —afirmó con determinación. Logan le devolvió una sonrisa llena de esperanza.
Logan sintió el calor de la mano de Bridget en su hombro, y por un momento, el peso de sus preocupaciones pareció desvanecerse. Miró hacia ella, y sus ojos se encontraron en un instante que pareció eterno
—¿De verdad crees que puedo mejorar? —preguntó en voz baja, la pecosa asintió sin quitar su sonrisa
—Por supuesto. Solo necesitas un poco de práctica y, bueno, un poco de ayuda de tu amiga —dijo, guiñándole un ojo.
Él le sonrió, sintiendo un ligero rubor en sus mejillas. La forma en que ella lo miraba le daba fuerzas. Se inclinó un poco hacia adelante, como si cada palabra de ella fuera un impulso que lo acercaba más a sus sueños.
—¿Y si hacemos un trato? —propuso Bridget, cruzando los brazos sobre la mesa—. Por cada ejercicio que completes, haremos una pausa para un sándwich. Así, tendrás más motivos para estudiar.
Logan soltó una risa suave, sintiendo que la tensión en su pecho se aliviaba.
—Me parece un trato justo —respondió, sintiéndose más ligero.
—Y si necesitas un descanso, siempre podemos salir a caminar. El aire fresco ayuda a aclarar la mente —sugirió, con una chispa en sus ojos que hizo que el corazón de Logan latiera un poco más rápido.
—Eso suena perfecto —dijo él, sintiendo que la idea de pasar tiempo con ella era tan atractiva como mejorar en sus estudios.
Pasaron un buen rato estudiando, aunque de vez en cuando hacían pausas para conocerse un poco más. A pesar de sus diferencias, ambos admitieron que se llevaban bien. Logan aprovechaba esos momentos para contarle chistes y anécdotas que lograban arrancarle una que otra risa a la pelirroja, una risa que le erizaba la piel. No podía negarlo: ella le parecía increíblemente linda. Sus ojos eran un abismo en el que podía perderse, y su sonrisa tenía el poder de hipnotizar a cualquiera. Más de una vez se sorprendió mirándola fijamente, algo que jamás le había pasado con ninguna otra chica, ni siquiera con Daphne.
Por su parte, ella notaba esas miradas y no podía evitar ponerse nerviosa. Sin embargo, nada de eso se comparaba con lo que sentía cuando los ojos de Jim se posaban en ella. Esa mirada suya siempre lograba que sus mejillas se sonrojaran y que su respiración se volviera errática. Eran emociones desconocidas, intensas, que la desbordaban. Logan era un chico amable y encantador, pero no era Jim. No era James Lake.
A pesar de todo, Logan no se daba por vencido. Cada vez que lograba hacerla reír, sentía que estaba ganando pequeñas batallas en un campo que no comprendía del todo. Por otro lado, ella intentaba mantener la compostura, aunque en el fondo sabía que su corazón ya tenía dueño. No podía ignorar lo que sentía cada vez que pensaba en Jim, y eso la atormentaba más de lo que estaba dispuesta a admitir.
El timbre del celular los sacó a ambos de sus pensamientos. Bridget frunció los labios al ver que se trataba del azabache. Apartándose un mechón de cabello, decidió contestar.
—Estoy algo ocupada.
—¡Bree, en serio te necesito ahora! —se apartó el teléfono del oído al escuchar su grito.
—¿Tan malo es cuidar a un bebé? —preguntó mientras hacía una seña a Logan para levantarse y alejarse un poco—. Yo cuidé a mi sobrino cuando tenía un año, y no era tan complicado.
—¡Sí, pero tu sobrino no era un cambiante! —exclamó desde el otro lado de la línea—. ¡Y su puerta! ¿¡Qué hicieron con su puerta?!.
—Por favor, no me digas que Blinky y AAARRRGGH están ahí —suspiró, llevándose una mano a la sien con frustración—. ¡Lake, si no tenías idea de cómo cuidar a un bebé cambiante, no te hubieras ofrecido!.
—¡Te necesito, Bridget!.
Sin más, ella colgó de inmediato. Se acercó a la mesa y comenzó a recoger sus cosas apresuradamente.
—Lo siento, pero debo irme —se disculpó, avergonzada, mientras colocaba la mochila sobre sus hombros.
—¿Está todo bien?.
—Sí, solo... problemas con mis amigos —rió nerviosa, retrocediendo un paso—. Nada que no pueda solucionarse. Gracias por la comida. ¡Nos vemos después, Logan! —exclamó antes de salir corriendo, sin darle tiempo al chico de despedirse.
¿Estaba enojada? Sí. ¿Preocupada? Por supuesto que sí. Soltó un bufido mientras comenzaba a pedalear rumbo a casa de Clara. Al llegar, su expresión se tornó de horror al ver el auto de los Nuñez estacionado frente a la casa.
—Ay, no.
Dejó caer su bicicleta y, aprovechando que la puerta estaba abierta, entró apresuradamente. Sus ojos se abrieron más de lo normal, y un jadeo escapó de sus labios. Los muebles estaban desordenados por toda la sala, comida esparcida en techos y paredes; en el centro de todo, Jim sostenía a Enrique con una sonrisa nerviosa.
"¡Te lo dije!".
"Odio darte la razón siempre".
Clara entró apenas unos segundos después, imitando la misma expresión de horror que Bridget.—Tengan, yo sí soy una buena niñera —dijo la chica de cabello rojizo, entregando a los mayores una nota con su número—. Diez dólares la hora —añadió con una sonrisa triunfante.
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—¿¡En qué rayos pensabas?! —exclamó Bridget, abriendo de golpe la puerta de su casa. Jim la sostuvo antes de que esta le golpeara el rostro—. ¡Una cosa es cuidar a un bebé cambiante, pero otra es destruir la casa de Clara! —añadió, extendiendo los brazos mientras le daba la espalda.
Lake apagaba el pequeño incendio que, por error, la pelirroja había provocado en las cortinas.
—¡Ay, pero cuando tenga a ese cambiante en las manos, juro que lo voy a quemar y convertir en cenizas! —amenazó mientras caminaba de un lado a otro en la cocina, sirviéndose un vaso de agua.
Cuanto más se quejaba, más incendios pequeños surgían, y Jim, con paciencia, los apagaba usando el extintor que la familia Hart tenía por precaución. Lo admitía: verla enojada la hacía aún más hermosa. Por eso, había ocasiones en las que la hacía enfadar a propósito. Sin embargo, al observar el caos que estaba causando su furia, decidió pensárselo mejor. Se acercó a ella y, con cuidado, apagó con sus dedos una llama que había aparecido en un mechón de su cabello.
—Tal vez deberías relajarte un poco —sugirió, apartando con delicadeza un mechón que cubría su rostro.
—Estoy relajada —aseguró entre dientes, apretando el vaso con fuerza. Soltó un quejido al sentir lo caliente que estaba.
—Sí, claro, relajadísima —dijo Jim con sarcasmo, rodando los ojos. Tomó unas manoplas, agarró el vaso con precaución y lo dejó en el fregadero—. No sé cuántas veces tuve que usar el extintor para apagar el fuego que estabas causando —añadió, quitándose las manoplas.
Bridget frunció el ceño, confundida. Al volverse, notó que una parte de las cortinas se había quemado, al igual que un pedazo del piso de madera y el respaldo de un sillón.
—Oh... —fue lo único que dijo, haciendo una mueca.
—No creo que tu madre se dé cuenta —comentó, encogiéndose de hombros mientras se recostaba en el umbral de la puerta.
—Babushka se enojará conmigo —admitió Bridget, soltando un suspiro mientras se acercaba a las cortinas para quitarlas con cuidado
—¿Babushka?.
—Mi abuelita. Tenía raíces rusas, así que por eso le decíamos Babushka —respondió con una leve sonrisa, mirando una fotografía de su abuela—. Bueno, solo yo lo hacía. Mi mamá siempre la llamaba "suegra", y mi papá... —su voz se apagó, y su expresión cambió.
Jim frunció ligeramente el ceño al notar el repentino silencio de Bridget. Ahora se encontraba intentando cubrir las partes quemadas del sillón, con el rostro serio. La única vez que la había visto así fue durante la pequeña olimpiada organizada por la escuela para padres.
Recordó cómo Shannon había estado preguntando en el salón qué padres asistirían. Cuando llegó el turno de Bridget, esta solo se encogió de hombros con la mirada perdida. No habló en todo el día y tampoco se presentó en la olimpiada. Toby se había decepcionado un poco, ya que habían planeado reunirse para disfrutar de las comidas que ofrecería la escuela.
Al día siguiente, Bridget se disculpó, diciendo que había sufrido una fuerte alergia y que su madre no le permitió ir. Sin embargo, esa misma noche, Jim la había visto en su terraza, leyendo como siempre. No mostraba ningún signo de alergia o enfermedad.
Les había mentido, y Jim tenía una idea del porqué.
Editado
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