5 | GÉMINIS























Era bastante tarde por la noche, aunque demasiado joven al mismo tiempo. Las personas continuaban en dentro del Yellow Jack, compartiendo una buena noche con sus conocidos y amigos. Para luego volver a sus casas en tanto el sol se asomara por las montañas y edificios de la ciudad.

Reven había decidido llevar a casa a Greco, aunque debiera aparentar que no sabía dónde vivía realmente. Él le explicó con torpeza y atropellando sus palabras, y Reven fingió entenderle aunque realmente pareciera que le castaño había creado un idioma propio donde él y sus neuronas eran las únicas en entender lo que estaba diciendo. 

A ella le pareció gracioso la forma en la que, de repente, su momento de tristeza y dolor se esfumó en tanto entró al Hyundai Génesis G70* blanco, donde comenzó a soltar bromas y chistes totalmente incapaces de hacer reír a alguien, pero al parecer para Greco eran suficiente para carcajear y perder un pulmón en el intento. Para Reven le era suficiente escuchar la risa sonora del chico a su lado retorciéndose de la risa para que ella también terminara riéndose, y no por el chiste, sino por la forma en la que Greco estallaba en carcajadas y se removía en su asiento.

La carretera era demasiado silenciosa, muy pocas veces se había cruzado con otro coche en la otra mano o delante de ella. No podía evitar sentirse extrañada por la repentina desaparición de vida humana por la zona, aunque su razonamiento lógico le dijese que era normal debido ser el Norte y naturalmente no hay muchas personas circulando por esas zonas o la carretera nacional que entra a la ciudad de Los Santos. Las estrellas se veían intensamente hermosas sobre el manto negro del cielo, brillando con fuerza sobre todas las personas. Sumado a la luna detrás de ellos que, con lentitud apaciguada, estaba cayendo para dejarle paso al sol y el nuevo día. 

—Tú... —comenzó hablar Greco, mientras se acomodaba mejor en el asiento y quitaba el cinturón de seguridad de su cuello, pues estaba a nada por acabar suelo del auto. Giró la mirada hacia Reven que poseía una sonrisa de punta a punta donde su hoyuelo derecho resaltaba con dulzura.—Tú tienes un hoyuelo.

Reven rió nuevamente. Pues era evidente, se veía con facilidad ante las personas. Volteó la mirada unos segundos hacia Greco, que le miraba con curiosidad y al mismo tiempo con un toque de expectación silenciosa. Como si buscara algo en ella que le fuese demasiado familiar y debido a ello se diese cuenta de algo, algo que Reven notó y desvió la mirada hacia el frente donde los faros del auto iluminaban su camino por la carretera. A lo lejos podía divisar unas cuantas luces del pueblo, indicándole que estaban muy cerca.

—Reven Ge... Revenge... ¿Venganza? ¿Qué clase de gilipollas le pone a su hijo venganza de nombre? —reflexionó, como si aquel nombre de Eva le molestara.—Es como si yo le pusiera tortilla de papa a mi hijo, ¿Sabes?

—Bueno, Grecorromano. —le contestó, siguiéndole la corriente con broma. Sus labios se torcieron en una sonrisa inminente tratando de tragársela. De pronto, su rostro se torció en seriedad y sus ojos se abrieron en demasía al darse cuenta de lo que acababa de decir.

Mierda.

Así llamaba Eva a Greco para molestarlo cuando eran niños.

Como resultado solamente escuchó la risa de Greco retumbar dentro del vehículo y entonces Reven sintió como si su cuerpo fuese invadido nuevamente por su alma, la cual había abandonado la Tierra después de percibir lo que acababa de hacer. Se golpeó mentalmente por el despiste que acababa de tener, y el cual no debía—por nada en el mundo—volver a repetir si quería seguir con vida y Greco completo y no desaparecido de la ciudad.

Agradecía con mucha fuerza que el castaño con barba se encontrara en un estado de ebriedad incalculable. Reven estaba segura que él no recordaría absolutamente nada de lo ocurrido en el bar y esa noche, debido a su estado. Aunque, también existía la mínima posibilidad de que realmente Greco recordara todo y por el día, en un momento de reflexión sospechara de lo ocurrido con ella.

El auto dejó de moverse en tanto Reven notó que se encontraban enfrente de la casa de Greco. La castaña observó por sus alrededores con desinterés, notando lo increíblemente desierto que estaba el pueblo a estas horas. Sumado a su silencio y alejado de todo el estrés y vida acelerada de la ciudad, donde él trabajaba como Comisario junto a Reven.

El celular de Reven comenzó a sonar, y entonces lo tomó revisando el nombre y número de quién estaba llamándole. Notó que se trataba de Francisco, por lo que, sin dudarlo, atendió la llamada llevando su celular a su oreja derecha. 

—¿Fran? —interrogó por el altavoz, mientras desviaba la mirada a su lado, en tanto notó que Greco abría la puerta del auto para salir al exterior con la peor dificultad del mundo.

—Reven, no salgáis el auto. —le aconsejó, y Reven tomó por el brazo a Greco con fuerza desde su camisa blanca.—Código hiena.

El castaño volteó la mirada con confusión, y pudo ver el rostro fruncido en desconcierto de la contraria quien poseía su mirada clavada en un punto fijo al final de la cuadra. Observó el agarre de la mano izquierda de ella, notando la forma intensa en la que sostenía su prenda como si se negase a soltarlo por nada en el mundo. Sin saber por qué no dejaba que saliese al exterior, estaba su casa a unos cuantos metros delante de él. No es como si se perdiera en el intento, tal vez tropezaría y caería un par de veces pero estaba seguro que llegaría con calma a la entrada de su casa.

—No me jodas, Francisco. —respondió con un tono alterado en su voz.—Ahora no, joder.

—Iros de ahí, lo más rápido que podáis. —le aconsejó Escorpio, tratando sonar calmado cuando el realidad estaba igual de alterado que ella.—Seguid la ruta que ahora Sagitario os va a marcar en el GPS.

—Es imprudente. Ahora no puedo. —le recalcó Reven. Tratando se hacerle saber que no iba a llevar a Greco hacia la zona que habían marcado en el GPS siendo Reven.—Piensa otra cosa.

Tampoco tenía una forma de explicarle o camuflar aquello de alguna manera sin que sonara demasiado sospechoso o extraño. Puede que Greco estuviera ebrio pero no significaba que fuera idiota también. Se daría cuenta de que algo raro estaba pasando a su alrededor. Y lo menos que quería Reven ahora era sembrar una semilla de desconfianza en él, y que esto afectara de una u otra forma su relación con él o su investigación. 

—Joder, que no hay tiempo, Géminis. ¿Quieres que Greco esté vivo o no? —le interrogó con los nervios escapando en su voz. Y este al no oír ninguna palabra por parte de Reven sabía que ella estaba teniendo mil debates mentales y que por ello, no sabía qué hacer.—Hazme caso.

—Vale, ehm... ¿Me puedes soltar? —le preguntó Greco. Y Reven cortó la llamada en tanto suspiraba para calmar en nivel de nervios que crecía dentro de ella.

Volteó hacia el castaño que le observaba no solo confundido, sino que se veía hasta asustado por la repentina y extraña acción que había hecho ella.

—Cierra la puerta. —le pidió con tranquilidad y Greco desconfió más de ella, sintiendo que ahora, no estaba ni siquiera cerca de sentirse seguro estando en el mismo vehículo que Reven. Había una extraña energía de tensión y nervios dentro del auto y aquello no estaba gustándole en lo más mínimo.

—¿Estás de coña? Me bajo aquí. —le respondió, incrédulo y confundido. Como si de pronto, el alcohol que había ingerido no estuviese haciéndole efecto en lo más mínimo y ahora se encontrara en sus totales sentidos. Movió su brazo con brusquedad, logrando quitarse el agarre de Reven en su camisa.

Apoyó su mano derecha sobre la puerta semi-abierta mientras le observaba en silencio con las cejas fruncidas en total desconfianza y confusión al mismo tiempo. Observando con atención cualquier tipo de acción extraña o mínima que ella llegara hacer hacia él.

—Confía en mí. Por favor.

—Dirección confirmada. —la voz femenina del GPS interrumpió los pensamientos desconfiados de Greco, y desvió sus ojos hacia la pequeña pantalla notando una ruta pintada por una línea violeta que le guiaría hacia quién sabe dónde. Ver aquello no le dio más confianza ni tampoco lo calmó. ¿Quién era el chico con el que acababa de hablar? ¿Por qué no quería dejarlo en su casa? ¿Dónde quería llevarlo?

—No, ni de coña. No sé si quieres violarme, asesinarme o no sé coño, pero yo me bajo aquí. —le respondió y con rapidez bajó del asiento escuchando el grito de Reven ante su acción imprudente. 

Bajó del vehículo observando hacia el interior.

—Muchas gracias por traerme, ¿Vale? Pero aquí me quedo. —cerró la puerta del auto, y le observó por la ventanilla abierta.—Buenas noches.

Se volteó sobre sus talones, y caminó hacia unos cinco pasos contados hacia la entrada de su casa y en tanto sus ojos enfocaron la puerta principal; se congeló allí como si le hubiesen puesto pausa al tiempo. Notó en la entrada una persona apoyada contra la puerta, estaba vestida de negro en toda su totalidad, con un cuchillo demasiado cuidado a su gusto que solamente se veía ante la luz de la farola a de la calle. Lo observaba en silencio con tranquilidad, como si estuviese viéndole los hermosos detalles a una flor.

Los pelos de su piel se erizaron casi al instante que notó aquella persona perturbadora esperándola paciente en la puerta de su casa, como si fuese algún conocido suyo de toda la vida. Su corazón se detuvo casi al instante que notó esa figura y el terror se sembró de verdad en su cuerpo, y entonces a paso lento comenzó a retroceder en sus pasos. Como si tratase de no llamar la atención de un animal salvaje que estaba esperando apaciguado para cazar a su siguiente presa.

—Greco. —oyó la voz de Reven a sus espaldas, dentro del coche.—Vámonos. Joder, es que eres más terco que una piedra.

El castaño se apresuró a la puerta que Reven había abierto desde dentro y facilitarle la subida al coche a Greco. Con una velocidad desesperada subió al vehículo cerrando al mismo tiempo. Reven aceleró con prisa, pisando el pedal con fuerza como si hacer más presión de la necesaria forzaría al coche ir más rápido. La persona con el cuchillo de cuarenta centímetros lo lazó hacia ello, rompiendo la ventana trasera. El grito sumado a un insulto de Greco retumbó por los oídos de Reven. Dobló en una equina, tratando de perderlo de vista.

—Toma al puto cuchillo. —le dijo Reven, mientras no parecía apartar la mirada del camino. Greco volteó hacia ella, con los ojos desencajados del miedo.

—¿Qué cojones? ¡Ni de coña agarro yo eso! —le espetó con fuerza, alterado.

—¡Si quieres vivir hazme caso, joder! ¡Estaban esperando en tu jodida casa para hacerte picadillo!

—¡Y tú como coño sabes que querían hacer eso! —le volvió a preguntar en gritos, estaba totalmente alterado y asustado.

Reven no respondió.

Greco suspiró y se movió en el asiento hasta la parte trasera del auto, tomando el cuchillo que se encontraba en el suelo del mismo junto a varios cristales de la ventana partida a su lado. Lo tomó con cuidado, apartando unos vidrios del camino y volvió a sentarse nuevamente en su lugar, observando el cuchillo de mango plateado y hoja afilada. 

—Lánzalo por la ventana.

—¿Qué?

—¡Qué lo lances por la jodida puta ventana, joder! —le gritó alterada. Y Greco se sintió intimidado ante el grito ensordecedor de ella, por lo que decidió obedecerle antes de perder un oído.

—Vale. Ya está. —le respondió y volteó la mirada hacia Reven en silencio.—¿Qué es lo que acaba de pasar? ¿Quiénes eran ellos? 

—No puedo responderte a tus preguntas de mierda, Greco. Estamos huyendo de un puto loco que quería clavarte el puto cuchillo en el cuello. —le respondió, tratando de calmarse.—¿Crees coherente hacer preguntas cuando acabamos de escapar de un maniático?

Reven rebuscó algo entre los huequecitos del auto, encontrando pequeños papeles, monedas e incluso envoltorios de dulces. Tomó el pinganillo, el cual era un teléfono de manos libres y se lo colocó en la oreja derecha bajo la intensa mirada desconfiada de Greco. Esta vez sí que su cuerpo había abandonado cualquier estado de ebriedad en el que se encontrase.

Después de unos segundos, una llamada entrante llegó y Reven no dudó en contestar.

—Vale. Iré allí. ¿Tenéis todo no?

Greco volteó la mirada hacia ella, notando el semblante de seriedad y tranquilidad que estaba demostrando. Sin apartar en ningún momento los ojos de la carretera, siguiendo el camino marcado del GPS. 

—Aries ya tiene las pastillas. Se supone que esto lo dormirá y haría olvidar todo lo que vio.

—¿Y qué habéis hecho?

—Se escapó el muy hijo de puta. El cuchillo lo tiraste, ¿No?

—Sí. Lo lanzó Greco por la ventana. Seguramente tenía un rastreador metido. —habló Reven nuevamente, y la cara de Greco era digna de una fotografía para un cuadro y exhibirlo en museo.—¿Sabéis quién era?

—No. Pero creemos que puede ser parte de los otros, ya sabes...

—Vale. Estaré en el punto en diez minutos. —finalizó la llamada Reven, y luego suspiró con demasiada fuerza. 

Los ojos de Greco estaban clavados en ella como si fuesen estacas, tratando de asimilar lo que había estado diciendo y hablando la castaña con la persona del otro lado del altavoz. Lo único que pudo percibir en todo lo que había escuchado y deducido era que Reven sabía qué es lo que estaba pasando y quién era esa persona que estaba esperándole en su casa. Y que, en consecuencia estaba involucrada con aquello. 

Greco a pesar de sus miles de interrogantes y preguntas dentro de su mente, no dijo ni formuló nada en todo el camino y trayecto al misterioso punto al que Reven estaba llevándolo. 

La castaña solamente fijaba sus ojos en la carretera silenciosa y desierta mientras los faros del auto iluminaban su camino. Solamente podía oírse el sonido del viento entrando por la ventana trasera partida y chiflando en el interior, sumado al sonido de las ruedas del vehículo sobre el asfalto.

El sol estaba asomándose lentamente por los horizontes, solamente podías ver los rayos naranjos y amarillos de luz anunciando la mañana y la pronta salida del gran amarillo. 

Pronto llegaron al punto, era la cima de una montaña. Greco pudo ver tres camionetas negras del mismo modelo aparcadas una detrás de otra con dos personas vestidas de negro con un pasamontañas del mismo color sobre su cabeza, no portaban armas desde su simple vista. Sin embargo, no quería decir que no tuviese ningún tipo incertidumbre y miedo reinando en su sistema, obviamente ver aquello le transmitía demasiadas emociones encontradas y ninguna era buena.

El auto en el que iba se detuvo y Reven apagó el motor. Greco volteó hacia ella, quien le devolvió la mirada con tranquilidad. Hizo un ademán con la cabeza, indicándole que saliese del coche después de salir ella. Bajando del auto y cerrando la puerta. Greco inhaló una gran cantidad de aire y se armó de valor para salir del interior posando los pies sobre la tierra polvorienta del suelo.

Caminó, siguiendo los pasos de Reven bastante de cerca. Quien se posó frente a una chica con pasamontañas negro con el símbolo de Aries en la frente. La chica le extendió algo en la mano, y la castaña lo tomó con rapidez para girarse hacia Greco que miraba todas las personas a su alrededor para después posar su mirada desconcertada en ella.

Reven suspiró, bajando la mirada hacia sus pies. Como si se arrepintiera de lo que iba a suceder luego.

Los ojos de Greco percibieron tres personas son subfusiles en las manos, saliendo de su escondite detrás de las camionetas. Caminaron hacia él a paso lento, apuntándole directamente a la cabeza. Los ojos asustados del castaño de fijaron en Reven, quien apretó sus labios entre sí y extendió su mano hacia él, dejándole ver una pastilla.

—Tómate esto. —le pidió, y Greco observó la pastilla y luego los ojos avellanas de la chica a su frente.—No pongas resistencia, por favor. Sólo tómala.

—¿Qué? ¿Por qué?

—Órdenes. —le respondió, para luego suspirar.—Colabora, o van a tener que matarte. Y no quiero matarte. —le pidió, con calma y un sentimiento de dolor clavado en su pecho y garganta.

Greco la tomó con dos de sus dedos. Y Reven le miró con calma y tranquilidad, tratando de analizar los ojos marrones de Greco que el miraban en silencio y al mismo tiempo llenados de desconcierto. Era totalmente normal, pues no entendía nada de lo que estaba sucediendo. Lo único que sabía era que esa pastilla iba hacerle perder el conocimiento y la memoria de lo último que había presenciado en la noche.

Greco tomó la pastilla y la ingirió, tragándola sin más. Reven apoyó sus manos alrededor de su rostro con delicadeza, y por muy extraño que le fuese a él; aquel tacto fue lo más similar y familiar que había sentido en años. Tanto que su corazón hizo dar un vuelco dentro de sí mismo y dejó de latir por un microsegundo.

—Soy Eva, Grequito. —le dijo, sonriendo con tranquilidad y paz.

—¿Q-qué? 

Fue lo único que pudo decir, lo único que pudo escuchar y pudo entender antes de sentir como su cuerpo pesaba con fuerza al mismo tiempo que sus párpados se cerraban ante el repentino insomnio para dejarle presenciar un gran manto negro lleno de oscuridad mientras sus oídos dejaban de presenciar el sonido del cantar de las aves ante el amanecer y reinaba el silencio.

  





Ajhfoskdsoosd perdón pero el drama siempre estará en mis libros 👀🔥

¿Que estará pasando? ¿Ustedes saben? Yo si y no les voy a decir JA

Espero que les haya gustado este capítulo de ser así no olviden dejar una estrellita o comentario. Me ayudaría muchísimo a continuar escribiendo. 

Me di cuenta que siempre hay un capítulo de 2K y luego viene uno de +3K/4K akdjoala por qué soy así? 😔

Nos vemos.

—Homicida_Bloody

🔥 ESTOY MUY ENOJADA 🔥

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