Siete.
¿Cuánto tiempo había pasado? Ya ni siquiera sentía sus dedos por la heladez del lugar.
Por supuesto, todos los vikingos estaban bien tapados con sus pieles de animales, pero él, como foráneo, no tenía esos privilegios; tenía que soportar los vientos despiadados con una ligera vestimenta negra y una capa que apenas lo cubría lo suficiente para mantenerlo caliente.
La competencia de arquería se había prolongado durante horas, con cada flecha lanzada entre la neblina que danzaba en el gélido aire noruego. Ambos habían demostrado su destreza en el arte de la arquería, pero la tensión en el campo era palpable, ya que la victoria pendía de un hilo invisible.
Entre temblores, las manos de Roier trataban de no dejar caer el arco. Parecía como si pequeñas hormigas caminaran al rojo vivo sobre su piel.
Parpadeaba con lentitud, centrado en la flecha que estaba siendo apuntada directamente a la diana. Y a pesar de saber que estaba apostando su propia vida, no podía evitar sentir una indescriptible furia.
Las miradas de todos estaban posadas en él y en Cellbit, el sentimiento de inferioridad, la traición de Philza... Todo estaba estallando en su cabeza como fuertes pulsaciones.
—¡Roier!
La voz de Philza sobre las rústicas gradas lo sacó de su ensimismamiento.
Cellbit ni siquiera había tenido una mínima dificultad en disparar justo en el blanco a pesar de la neblina y los vientos fuertes. El sonido cayó como un estruendo fuerte tras la flecha que se disparó en el punto donde el vikingo buscaba.
Y, por supuesto, hubo una emoción en la gente del pueblo.
—Una flecha, solo eso Roier, tú puedes... —murmuró para sí mismo. Sus ojos pasaron de estar sobre el rubio a la diana, restándole importancia a la completa atención de Cellbit una vez retrocedió.
Este era el tiro definitivo. El único que importaba para el desempate.
Llegados a ese punto ya ni siquiera sentía la certeza que el coraje le proporcionaba para enfrentarse al líder, reemplazada por el intenso sonido de su corazón latiendo a la par que la nieve caía del nublado cielo.
Sus pasos se dieron por sí solos, acercándose un poco. Acomodó su arco a la altura adecuada, preparándose para disparar.
—¿Cómo sabías con quién estaba comprometido? —preguntó sin pensar dos veces. No fue necesario mirar al líder, sabía que él entendería perfectamente.
Pero no hubo una respuesta. Sentía su presencia y mirada, sin embargo, nada más que eso.
Su agarre se tensó más alrededor del arco que mantenía en el aire, apuntó y...
Una flecha envuelta en llamas cayó desde el cielo, atravesando la neblina y clavándose directamente en la diana. Las llamas danzaron en el blanco, determinando a Roier como ganador, incluso si se trataba de una "trampa".
Ni siquiera pudo disparar.
Su corazón saldría de su garganta en cualquier momento, abriendo los ojos con total impresión, dejando caer sus rodillas a la nieve.
Su padre, su reino y su prometido, todo lo que una vez creyó seguro, lo abandonó en la primera oportunidad.
¿Qué jodida mierda estaba pasando ahora? A esa altura ya no sabía distinguir lo real de lo falso.
La victoria no había sabido tan bien como esperaba, específicamente porque no era él quien había disparado. Aunque realmente poco le podía importar; ganó.
Era impresionante la sorpresa escuchada por los habitantes.
Silencio total.
Su arco y flecha estaban en el suelo, pero aún así había una flecha clavada en su objetivo.
Pronto a él comenzaron a venirle memorias.
"Son vikingos, son mentirosos" su voz interna le llamaba en un susurro. No terminaba de creerse la carta que había visto con sus propios ojos.
Yacía ahí, apostando su vida, ganando como si de un pacto divino se tratase.
Tal vez esta era la señal que necesitaba. Era el mismo destino diciéndole que Cellbit le había mentido sobre la carta.
—Cellbit. —lo llamó cerrando los ojos, aspirando un poco del frío aire.
Permaneció unos segundos en la nieve, procesando sus opciones para esta jugada.
Tenía claro una sola cosa; que no tenía claro nada.
No tenía absolutamente nada.
Nada que perder.
Ni nada que ganar si es que resultaba que su reino sí vino por él.
Si era su reino, tendría que casarse igualmente, y si no lo era, tendría que aliarse con Cellbit para asegurar la supervivencia de todos.
Suspiró el aire que retenía en sus pulmones, abriendo los ojos para tratar de ver la diana a la que tenía que disparar momentos atrás.
—Gané esto de la manera que haya sido. —le declaró con coraje. Tomando el arco y la flecha nuevamente, se levantó.— Así que escucha bien.
Volteó para encarar al hombre que se mostraba frente a él tan sorprendido como los demás en las gradas. El fuego se seguía expandiendo por toda la diana al igual que el inconfundible sonido de pisadas en la nieve a lo lejos.
—Tú me ayudarás a derrocar el imperio de mi reino.
La cara del líder se deformó en una mueca con desagrado, frunciendo sus labios en el proceso, sin parecer ceder ni un momento ante la intensa mirada de un Roier lleno de determinación.
—Dette er utsatt! Jeg erklærer umiddelbar unntakstilstand! —el castaño giró brevemente su cabeza sin quitarle la mirada de encima al príncipe.
Con una simple llamada del líder vikingo fue suficiente para hacer mover a todos, incluido a Philza, mismo que se había quedado mirando por momentos el extraño momento entre los enemigos naturales.
—Natalan me ha pagado desde antes para asesinarte.
—respondió el líder sin quitar su seria mirada sobre el príncipe.— Posiblemente viene a por ti.
—¿Qué? —la inseguridad se hacía presente sobre él.
—Príncipe, pareces no entender... —murmuró Cellbit tomando a Roier de la camisa para forzar un acercamiento.— Las intenciones de tu futuro esposo desde un inicio fue matarte para quedarse con el reino, y posiblemente, haya llegado a un acuerdo con tu padre para hacerlo ahora.
Por momentos se vieron sin decir nada, sin agregar algo interesante. Simplemente eran Roier y Cellbit, dos hombres orillados a hacer diferentes cosas con las cartas que tenían para su jugada.
—El plan siempre fue asesinarte. —volvió a hablarle con frialdad el líder.— ¿Qué harás ahora con mi breve ayuda?
—¿Breve ayuda? Pero si yo-
—No has ganado aún nada, tú no lanzaste esa flecha... Pero te ayudaré por esta ocasión, solo porque mi gente corre riesgo también.
—Solo quiero decirle que yo tampoco confío en ti, menos en las cosas que me dices sobre la traición de mi reino. —aclaró Roier antes de empujar a Cellbit para poder liberarse de su agarre.— Eres un vikingo... Y desafortunadamente, mi única opción a la que recurrir por ayuda.
—No me interesa si confías en mí o no, voy a seguir intentando matarte después de esto, eso te lo puedo prometer. —se cruzó de brazos.— Pero por ahora no, ¡así que mueve ese trasero y sé útil!
No le dio oportunidad para responder. El líder se esfumó del lugar tan rápido como todos los demás.
—Maldito vikingo... —murmuró para sí mismo.
Con ello, se puso en marcha al campo de batalla.
VAMOOOS ROIER, ERES MI GALLO PARA MADREARTE A TODOS ESOS MENTIROSOS Y ABANDONADORES.
YA TENÍA GANAS DE ACTUALIZAR. Pero no podía por la universidad y el ligero bloqueo escritor que me dio.
Lo que pasa es que ya tengo todo lo que va a pasar en la historia, menos los pequeños eventos como estos, que me los saco de la cola para que la historia continúe.
¡Tengan paciencia! Voy de poco en poco.
Aparte que la verdad en este tiempo me pasaron muchas cosas; reprobé un examen, choqué un carro, me quemé el brazo... Siento que es el karma por lo que les tengo preparado.
Pero bueno. ¿Ustedes creen en lo que dice Cellbit sobre Natalan? ¿Será él quien vino a asesinar o salvar a Roier? Tal vez pueda ser alguien más, ayyy.
En fin, ¡nos vemos en la siguiente!
PD: en la próxima actu no me voy a tardar tanto, LO JURO.
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