Cinco.
Capitulo ambientado en el pasado.
—¿Roier? ¿Qué tienes?
A pesar de que trataba de no llorar, sus ojos le picaban y las traicioneras lágrimas seguían cayendo.
—Nada.
—Roier.
Retiró las manos de sus ojos, tratando de parecer fuerte ante el mayor. Pero las lágrimas cayendo exponían su mentira.
—No tengo nada.—volvió a insistir.— Estoy perfectamente bien.
El mayor no dijo nada. Simplemente extendió los brazos hacia el niño y esperó pacientemente.
El momento no demoró demasiado. Pronto tenía al pequeño Roier en sus brazos, dándole un fuerte abrazo y dejando fluir el llanto.
—¿Qué te hicieron?—Philza pasó sus manos por las hebras castañas en un suave mimo.
El menor negó aferrándose a la ropa del contrario.
—Sabes que puedes contarme lo que sea.—murmuró sin dejar de acariciar el cabello del niño.— Prometo no decírselo a tu papá.
El pobre príncipe solo podía llorar y temblar. Pero, a pesar de no decir nada, Philza sabía perfectamente que podría ser la pena que estuviera lastimando al niño.
Solo pensar en eso le partía el corazón.
Extrañamente Roier no era un niño muy hablador. Únicamente merodeaba por todo el castillo y saludaba con la manita a toda la servidumbre.
Se suponía que en esos casos debía regañarlo por hacer tal acto. Pero no podía permitirse reprimir al chiquillo cuando no estaban los reyes presentes.
Además, sabía que nadie diría nada.
Todos querían mucho a Roier.
Desde que había llegado al castillo años atrás, había sido encargado de proteger y cuidar del príncipe heredero. Al inicio había sido una tarea dura, hasta fastidiosa, pero con el tiempo comenzó a observar al príncipe de otra manera que jamás había experimentado.
El sentimiento no podía explicarse, no tenía palabras suficientes para comunicar lo mucho que se había encariñado con el niño. Pero podía compararlo con una calidez en su pecho cada vez que Roier corría a él en busca de ayuda, o simplemente para enseñarle nuevos dibujos, jugar a las escondidas o para hacerle compañía mientras horneaba.
A pesar de estar prohibido decirlo, quería a Roier como un hijo suyo.
Y aunque el príncipe no dijera mucho por las prohibiciones de sus padres, sabía bien que él también lo quería. En sus pequeños actos le demostraba qué habían desarrollado una extraña relación familiar que era difícil de romper.
Donde él estuviera, Roier estaba. Y donde Roier estaba, él estaba.
En todos y cada uno de los momentos más importantes para el menor. Desde celebraciones, lecciones privadas con sus profesores hasta el último momento del día donde él se iba directo a la cama.
Incluso en los momentos dolorosos qué con el pasar del tiempo terminaban por afectarlo también a él.
Compartía de alguna forma el dolor del príncipe. Como una yaga en su pecho qué nunca dejaba de doler.
Desde que había conocido a Roier, había tenido la tarea de prepararlo a su vez para ser comprometido con el hijo del reino vecino. Y en un inicio había sido difícil poder comunicarle a un pobre niño que su infancia se vería arrebatada por clases durante toda su vida para prepararlo al momento indicado.
Observar como la mirada de inocencia del niño cambiaba, provocaba un ápice de dolor en él.
A pesar de desear con todas sus fuerzas cambiar su destino, no podía hacer absolutamente nada. Pronto se dio cuenta de la inevitable verdad; Roier siempre estuvo destinado a ese final.
Y, a decir verdad, no sabía que le dolía más.
Si tener que ver a Roier crecer para ser usado como un simple objeto o tener que asesinarlo como estaba planeado desde el inicio.
Simplemente no podía evitar sentirse como la mierda.
Había aceptado esa tarea de Cellbit para poder ayudar a su pueblo, a su gente. Pero jamás hubiera esperado sentirse tan desesperado por ocultar la verdad durante tanto tiempo.
Cartas llegaban y cartas salían.
Todas eran para comunicarle a Cellbit lo que sucedía en el reino. Así fue durante años, cada mes, sin falta.
Incluso para informarle de que Roier había resultado ser un omega. Y Cellbit únicamente vio eso como una oportunidad para darle al rey donde más le podría doler.
Asesinar al omega heredero del reino era un golpe muy bajo para cualquier reino. Eso significaba caos y desesperanza, algo perfecto para seguir de acuerdo a su plan de hacer un golpe de estado.
Pero... No podía hacerlo.
Cuando llegó el día de asesinar al príncipe al presentar su segundo género, no pudo hacerlo.
Apretando el cuchillo entre sus manos y las lágrimas cayendo de sus mejillas, observaba atento a Roier dormir tranquilamente.
—Tú puedes hacerlo Philza.—murmuraba para sí mismo.— Una apuñalada y es todo...
"Ignora a tu traicionero corazón, eso es todo lo que necesitas" se decía a sí mismo. Pero, entre más trataba de empujar el cuchillo, más imágenes pasaban en su mente.
¿Dejar vivir al chico o terminar su trabajo?
La respuesta fue clara en todo momento.
Guardó el cuchillo con la misma rapidez con la que lo había sacado y dio la media vuelta. A pesar de estar traicionando a su patria, eso era lo que se sentía correcto en su corazón.
"No puedo asesinar a este niño.
Sé que nuestro plan era para el bien de nuestra gente, pero, lo que me pediste en ese momento a lo que me pides ahora, me resulta imposible.
Asesinar a Roier significa asesinar una parte de mi mismo que jamás voy a poder recuperar. No puedo simplemente ir y deshacerme de una persona con la que viví tantas cosas.
No puedo asesinar a mi propio hijo.
Perdóname.
Pero no puedo hacerlo.
Es difícil estar entre la espada y la pared; estoy traicionando a la propia nación qué me vio crecer. Pero este niño... Este niño no merece morir por fantasías absurdas qué honestamente no sé si podamos cumplir".
Con las manos temblorosas firmó al final de la carta. Y con cuidado dobló el papel, tratando de darle la forma adecuada para meterlo al sobre.
—Joder.—las lágrimas se le escapaban.
No estaba listo para enviar la carta.
OIGAN SE ME OLVIDÓ DECIRLO. Cellbit no es más mayor que Roier.
Quiero creer que tienen una edad similar en este fanfic. Cuando Roier era un niño, Cellbit apenitas estaba entrando en la adolescencia.
Como tal no tengo una edad especifica para ambos, pero podemos decir que Roier tiene entre 18-22 y Cellbit 23-25. Así ustedes pueden darles un rango de edad a su gusto, también para no hacernos bolas entre todxs.
Luego voy a escribir más acerca del pasado de Cellbit y del porque planeaba cosas todas diabólicas siendo adolescente, todo tiene una explicación.
Cambiando de tema. Me siento mal por Philza, alguien dele un abrazo al pobre:(.
ÉL NO ERA MALO, ÉL NO ES MALO Y NO LE QUIERE HACER DAÑO A ROIER. ES TODO CULPA DE CELLBIT POR PONERLE TAREAS TODAS FEAS.
Ya.
Me voy a llorar en un rincón.
En fin, ¡nos vemos en la siguiente!
Pd: aprovechen, mi cerebro saca capítulos como pan caliente.
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top