Cuatro✺

La alfa se quedó boquiabierta. ¡No era posible! Estilizada, alta, serena, elegante, esa omega parecía haber escapado de las páginas de una revista de modas. No podía ser Yoo Jeongyeon. Quizá era una hermana o prima, pero ciertamente no la omega que había conocido en la tienda de comestibles.

Rei ya había salido del auto. Se detuvo como si hubiese olvidado algo, luego corrió hacia el lado del coche donde estaba su madre. Cuando Momo abrió la ventana para atender al llamado de los nudillos de la doceañera, esta se inclinó hacia ella y le dió uno de sus fuertes abrazos afectuosos y un sonoro beso en la mejilla que la hicieron sonreír.

—Adiós, mami.

—Hasta pronto, mi pequeña. ¿Tienes el número de teléfono de mi hotel para dárselo a la señora Yoo?

Rei se palmeó el bolsillo de sus jeans.

—Sí, aquí está.

—Pórtate bien, bebé.

—Sí, mami.

Cuando alzó la mirada, vio que Jeongyeon estaba parada detrás de Yujin, con las manos sobre los hombros de la niña. Ojos oscuros fríos y reprobadores, la escudriñaban. Pues sí, era la misma mujer, después de todo. La mirada de Yoo Jeongyeon podrían congelar la sandía en un almuerzo campestre primaveral, decidió mientras sacaba el auto de su entrada para tomar su vuelo.

Por la noche en casa de las Yoo, dos jovencitas y una omega pensativa estaban a punto de terminar de cenar.

—¿Quieres más spaghettis Rei? —preguntó Jeongyeon, por segunda vez.

—No, gracias, Jeongyeon unnie... —Se apresuró a responder la jovencita.

—Ya se lo habías preguntado, ma... —Le regañó Yujin a su madre con extrañeza —Después que lavemos los platos, Rei y yo vamos a practicar nuestra coreo. —Notificó la pequeña menor y Jeongyeon sonrió de lado.

—Buena idea, pero primero harán su tarea escolar, eh... —Les advirtió con los ojos entrecerrados.

Yujin intercambió una mirada de inteligencia con su amiga y las dos sonrieron.

—Me alegra de verdad que me haya permitido pasar la noche aquí, Jeongyeon unnie —Habló la pequeña japonesa, mientras llevaba su plato vacío al fregadero —La cena estuvo deliciosa. Mi mami lo intenta, pero no es tan buena cocinera. Casi siempre comemos alimentos preparados de algún restaurante, dice ella que es más importante que me alimente bien o algo así... —Comentó arrugando su pequeña nariz.

—Gracias. En realidad me gusta cocinar y no se me da tan mal... —Comentó la omega, alardeando.

—La mayoría de las veces ayudo a mi mamá a cocinar. —Comentó la pequeña Yoo, sonriente.

—¿En serio? —Los ojos de la pequeña japonesa brillaron por demás.

—Sí —Asintió, terminando de masticar el pedazo de pan. Jeongyeon admiró como los ojos de Yujin brillaban con orgullo —Cocinamos desde una sencilla tortilla hasta una lasagna juntas. —admitió tomando la mano de su madre. Jeongyeon besó el dorso de la pequeña mano haciendo sonreír a su niña.

—¡Qué suerte tienes Yujinnie! —Expresó la pequeña Hirai, sonriente.

Por la forma en que Rei la miró, Jeongyeon se sintió ya la ganadora al premio de Mamá del Año. Mas no pudo evitar sentir una punzada de compasión por la jovencita que parecía tener tanta necesidad de una figura sensible, evidenciando su falta de madre omega. 

—Y lo mejor es que me está enseñando a coser, así que yo misma podré hacer los disfraces para el próximo festival de talento. Aunque ya le dije que quiero ser modelo —Yujin desvió la mirada de su amiga hacia su madre y luego otra vez miró a Rei —Estoy segura de que mamá te enseñaría a coser también, ¿Verdad, mami? —Señaló ahora con entusiasmo de compartir otra actividad con su mejor amiga.

—Bueno... —Susurró Jeongyeon, sorprendida por las palabras de Yujin.

—¿De verdad? ¿Si me enseñaría, Jeongyeon unnie? —preguntó la pequeña emocionada, uniendo las manos en su pecho, encantada con la idea.

Sin saber qué otra cosa decir, la omega mayor asintió con un movimiento de cabeza.

—¿Por qué no? Nos divertiremos al aprender juntas —Musitó más convencida, ofreciendo a ambas jovencitas una sonrisa estimulante aunque se preguntó con cierta ansiedad si estaba lista para un proyecto semejante.

—¡Será fantástico! —Yujin rodeó con un brazo los hombros a Rei, quien sonrió en grande como agradecimiento. 

Un momento después, una sombra de vacilación cruzó el rostro de Rei al divisar a Jeongyeon nuevamente.

—Unnie, am... ¿Sería un abuso si le pido la receta de la salsa de spaghettis? —Musitó la jovencita, nerviosamente.

—En absoluto Rei. Esta noche te la escribiré con lujo de detalles. —Señaló la rubia omega, amablemente.

—¡Oh, muchas gracias unnie! Me siento tan a gusto aquí. Ojalá mamá me dejara quedar con ustedes cada vez que sale de la ciudad. Usted y Yujinnie hacen tantas cosas juntas y además comen riquísimo. —Admiró la pequeña pelicorta, con una sonrisa que parecía no alcanzar su mirada.

Jeongyeon pudo imaginar el tipo de comidas a las que Hirai Momo sometía a su pobre hija. Sin duda, la mayor parte provenía de la sección de comida congelada del supermercado. A menos que tuviera una corte de omegas ansiosas por prepararle de comer. Algunas como la tal Becky, con quien debía de estar disfrutando en ese momento de su reunión "de trabajo".

—Aunque mami hace unas pizzas muy buenas —añade Rei —Son su especialidad. —Comentó, buscando nuevamente la atención de su amiga —¿Sabes Yujin? Mi mamá dijo que podía celebrar una fiesta en pijamas para el día de mi cumpleaños, y quiero que haga pizza esa noche. Pero podría pedirle que mejor haga spaghettis... si entiende bien la receta. —Comentó la menor, sabiendo que su madre y los libros de cocina habían sido todo un caos.

—¿Tendrás una fiesta en pijamas? —Exclamó Yujin, ensanchando los ojos con entusiasmo —¡Vaya! Mi mamá me dijo que solo podía invitar dos amigas a mi cumpleaños, porque eso es lo máximo que puede soportar sin sufrir una crisis de nervios, o algo así... —Lamentó la pequeña.

Jeongyeon fingió interés en los restos de la ensalada, revolviendo con el tenedor el aderezo que se había asentado en el fondo de la ensaladera. Era cierto, sus habilidades maternales tenían un límite, y una casa llena de ruidosas chiquillas adolescentes, era más de lo que podía soportar.

Mientras Rei terminaba de limpiar la mesa, Yujin puso los platos a remojar en agua jabonosa. Trabajando juntas, las dos terminaron en pocos minutos.

—Bien, ahora nos iremos a mi habitación. ¿Está bien, mami? —consultó la menor, con entusiasmo por huir.

—Seguro bebé, está bien —Habló, mientras guardaba los restos de comida en el refrigerador. Aunque sin olvidar de hacer una pausa, para advertir una vez más —¡La tarea antes que nada, Yujin!

—¡Sí, mami!

—¡Por supuesto! —Añadió la pequeña a su lado.

Las dos jovencitas desaparecieron por el pasillo que llevaba a la habitación de Yujin. 

Jeongyeon sonrió, observándolas. La amistad de Rei había sido beneficiosa para Yujin, y estaba dispuesta a derrochar su amor y su atención en aquella pequeña omega para compensar su irregular vida familiar.

Cuando terminó de asear la cocina, Jeongyeon fue a la habitación de Yujin, y luego de llamar a la puerta, pues era muy respetuosa de la intimidad de su hija, entró. Las dos jóvenes estaban sentadas sobre la cama con las piernas cruzadas, con libros de gramática sobre el regazo.

—¿Necesitan alguna ayuda? —Consultó la mayor, apareciendo por allí.

—No, gracias, mami.

Pero Jeongyeon permaneció allí, buscando algún pretexto para quedarse y platicar con las jovencitas.

—Cuando yo tenía su edad obtuve el primer lugar en ortografía. —Yujin dirigió una mirada de extrañeza a su amiga.

—Qué bien...

—Yo tenía mejor ortografía que todos los niños del grupo.

Yujin cerró el libro de texto.

—La señorita Kim, nuestra nueva maestra, dijo que este año no habría concurso de ortografía.

Jeongyeon se adentró en el cuarto y fue a sentarse al borde de la cama de su hija.

—Es una lástima. Estoy segura de que saldrías muy bien... —Comentó, muy segura.

—No creas, mami. La ortografía no es mi fuerte. 

Un breve silencio engorroso siguió mientras las dos jovencitas estudiaban a Jeongyeon, como esperando que se fuera o hiciera algún anuncio formal.

—¿Qué tal, si luego hacemos palomitas de maíz? —propuso la rubia, con la mejor de sus sonrisas.

—Bien —Accedió Yujin sin excesivo entusiasmo y bajó con intención la mirada a su libro escolar. Esto fue seguido por otro momento de silencio.

—Mami, dijiste que querías que hiciéramos nuestra tarea.

—Sí...

—Pues no vamos a poder hacerla si estás allí mirándonos... —Bramó la menor de la casa, hundiendo el entrecejo.

—Oh... —Jeongyeon se levantó de la cama —Claro, lo siento.

—No importa.

—Avísenme cuando hayan terminado.

—¿Para qué? —Yujin quiso saber, algo desconcertada por la actitud de su madre. Jeongyeon se alzó de hombros como respuesta.

—Pues... me pareció que podríamos hablar un rato, las tres. Una conversación entre amigas... —Sin ser obvia al respecto, quería ofrecer a Rei consejos maternales y el afecto que tanto se notaba que necesitaba.

—Pero ma, Rei y yo vamos a ensayar nuestra coreografía cuando terminemos nuestra tarea escolar. ¿Lo recuerdas? 

—Oh, sí tienes razón bebé. Lo había olvidado. —Sonrió Jeongyeon, entendiendo la negativa de parte de su hija.

—Realmente le agradezco que haya hecho mi vestido para el festival, Jeongyeon unnie... —Expresó la jovencita, cuando Jeongyeon se encaminaba a la puerta.

—No tienes nada que agradecer, Rei. Me gusta coser. —Sonrió la mayor, con amabilidad.

—Y hablando de los trajes —Murmuró —¿No dijiste algo de terminarlos antes del fin de semana?

—¿Sí? Pues, sí es posible que lo haya dicho...

Las jovencitas, en especial su hija, mostraron alivio cuando Jeongyeon abandonó la habitación. Esto no iba bien. Jeongyeon había planeado dedicar tiempo y atención a las jovencitas, pero era evidente que ellas no recibían de buen grado su presencia. 

Respiró profundamente y se encaminó a la sala, un poco resentida. Su ego debería ser lo bastante fuerte para aguantar el rechazo de dos mocosillas, se dirigió al cuarto de costura a trabajar con los trajes rojos para el festival de talentos casi terminados. 

Pasó la mano sobre la tela de algodón y se dejó llevar por sus pensamientos. Ella y Yujin se habían mudado a esa casa hace ya varios años. Ella había tomado la decisión de mudarse de la mansión de su familia para ofrecerle la oportunidad a su hija de un ambiente de menos ostentosidad y enseñarle los verdaderos valores de la vida misma. 

Jeongyeon, al tener el respaldo absoluto de su familia en la crianza de la pequeña Yujin, sentía que pasaban los años y su relación con su hija no era la mejor, mientras aún vivían en casa de su madre junto a su hermana mayor. Por esa razón decidió independizarse y convertirse en dueña de una pequeña casa. Fue un paso enorme para ella y estaba orgullosa del tiempo y el cuidado dedicado a escoger su pequeña residencia de un piso cerca de, lo que en ese instante, era un sencillo emprendimiento con mucho potencial. 

La casa había requerido varios arreglos, pero nada importante, y el sentimiento de logro que ella experimentó cuando firmó los documentos de compraventa valió por todos los años de convivencia junto a su gran tesoro. La casa sólo tenía tres dormitorios, pero había suficiente espacio para un jardín en el patio trasero, algo en lo que la omega insistió.

Jeongyeon era una mujer en cierto sentido contradictoria. Por una parte era una mujer de empresa dispuesta a triunfar en un mundo dominado por la competitividad, pero por el otro, era una madre tradicional que le gustaba cuidar con esmero su jardín y podía convertir un trozo de tela en unos fantásticos trajes para el festival artístico escolar de su pequeña hija.

Una hora después, cuando Jeongyeon estaba viendo televisión mientras terminaba de coser a mano los vestidos, Yujin y Rei entraron sonrientes y satisfechas a la sala, como un par de torbellinos.

—¿Están listas para las palomitas, niñas? —Consultó Jeongyeon con entusiasmo.

—Yo no... —Gimió Rei, llevándose las manos al estómago —Todavía estoy llena de la cena.

Jeongyeon asintió. Era obvio que la niña no estaba acostumbrada a comidas nutritivas y balanceadas.

—Queremos que nos veas hacer nuestro número. —Señaló su niña, con emoción.

—Genial... —Se sentó más al borde del sofá, esperando con interés el espectáculo.

Yujin conectó su IPod al equipo electrónico y corrió a pararse al lado de Rei, en pose hasta que la música comenzó.

—Puedo darme cuenta desde ya, que va a ser un éxito —Musitó la omega, aplaudiendo con entusiasmo al vivaz ritmo de la música.

Tenía razón. Las dos jovencitas actuaban de manera excelente y cuando terminaron Jeongyeon aplaudió con más fuerza.

—¿Estuvo bien? —preguntó la pequeña, jadeante.

—¡Estupendo, serán unas hermosas bailarinas!

Yujin y Rei sonrieron muy complacidas. Pero cuando regresaron a la habitación de Yujin, Jeongyeon las siguió, provocando que la menor de la casa se voltee y la encuentre con asombro de verla allí.

—Mami... —Habló Yujin, con cierta irritación —¿Qué te sucede esta noche? Te has portado muy rara desde que llegó Rei.

—¿De veras? —Ambas la miraron y Jeongyeon se ruborizó.

—Sí, te la pasas siguiéndonos a todas partes, ¿Hicimos algo mal?

—¿Sí? ¡No! —Se apresuró la rubia omega, a comentar.

—De verdad, mami, te queremos y todo eso, pero Rei y yo queremos hablar de alfas y esas cosas, y no podemos hacerlo si estás aquí... —Musitó la pequeña, haciendo a su madre abrir la boca al hallarse atrapada por su hija.

—Oh, unnie, se me había olvidado decirle —intervino Rei, ante la tensión —Le comenté a mi mamá que hizo usted los vestidos para el festival artístico y me dijo que quiere pagarle por su tiempo y sus gastos. —Señaló la jovencita, con esa mirada encantadora. Jeongyeon sonrió por su tierno aroma, se sentía apenada.

—¿Le dijiste a tu mamá? —Volviéndose a mirar a su amiga —Pensé que no se lo dirías porque te sentías culpable. ¡Ah, ya entiendo! ¿Fue así como lograste que te dejara pasar la noche aquí? ¡Qué gran idea! —Señaló Yujin con esa expresión socarrona que llevó a su madre a fruncir el entrecejo.

—¿Quieres explicarme de qué están hablando?

Las dos chicas intercambiaron miradas significativas y Rei pareció muy incómoda.

—Es mi culpa, Jeongyeon unnie. Yo quería pasar la noche aquí en lugar de en casa de la señora Lee, de modo que le dije a mi mamá que Yujin me había invitado...

—Mami, tienes que entender. La señora Lee no deja a Rei ver en la televisión otra cosa que no sean programas educativos, y ya sabes cuáles son los programas especiales que nos gusta ver... —Comentó la jovencita, justificándose.

—No me refiero a eso. —Meció la cabeza —Me refiero a eso de no decirle a la señora Hirai sobre el festival porque te sentirías culpable.

—Ah... eso —Las dos jovencitas se miraron una vez más, como decidiendo en silencio quién de las dos contestaría. Rei miró a Jeongyeon apenada y suspiró.

—Mi mami no podrá asistir al festival porque tiene una reunión de negocios en Tokio y yo sabía que se sentiría muy mal por eso. Le gusta mucho cuando yo hago presentaciones, tiene algo que comentar con mis abuelitos, como que voy a ser la próxima idol que destaque o algo así... —Musitó con una sonrisa apenada y Jeongyeon sintió que su corazón se apresuraba en su pecho.

—Momo unnie tiene que hacer muchos viajes de negocios... —Interviene su niña en su búsqueda.

—¿De negocios?

—Como el que tenía planeado hoy. —Asintió Yujin.

—Ese día mami tiene que viajar a Tokio con el señor Becky, que es dueño junto a mi madre de la compañía. Mi mami es la dueña mayoritaria. Me dijo que se trataba de conseguir un buen contrato, pero yo no entiendo mucho y casi no me intereso en esas cosas... —admitió Rei con reproche por, lo que era en su pequeña cabeza, los motivos por los cuales su madre estaba tan ocupada últimamente.

Jeongyeon sintió una extraña sensación recorrerle la espina dorsal.

—Hirai... —Susurró sabiendo que conocía ese apellido de alguna parte —Cariño, ¿Tu madre es dueña de cuál compañía?

—Extreme Sports en Corea, es la razón por la que nos mudamos aquí, a Seúl... —Susurró ignorando que la omega a su frente le veía como si fuera un fantasma.

—¿Extreme Sports? —La voz de Jeongyeon se elevó media octava —¿Tu madre es la dueña de Extreme Sports? 

Esa, era una de las compañías de mayor crecimiento de Corea. Jeongyeon sintió un peso en el estómago que casi la ahoga. La madre de Rei no sólo era rica, sino socialmente prominente, y todo el tiempo ella había pensado que esa alfa... ¡Oh, Luna!

—De modo que tu madre salió de la ciudad esta noche, ¿eh? —Comentó la omega, con algunos dedos sobre sus labios, intentando no entrar en pánico.

—Ya lo sabías, mamá... —Yujin dirigió a su madre otra de esas miradas de extrañeza.

—Yo... pensé que... —La rubia omega se tragó abruptamente sus palabras.

Cuando Yujin le dijo que Momo estaría con Becky, ella dedujo que se trataría de una mujer. Pero por supuesto era John Becky, cuyo nombre era conocido en el mundo de los negocios, por su facilidad para ir esparciendo sus franquicias exitosas. 

Jeongyeon recordó haber leído en la Revista Business Review de Corea que Becky se había asociado con alguien para crear una compañía de accesorios deportivos aquí. Quizás ella se había equivocado respecto a Momo, tuvo que admitir con renuencia.

—Antes que viniéramos a Seúl... —Continuó diciendo Rei —Mami y yo hablamos mucho sobre los cambios que la mudanza podría traer a nuestra vida. Hicimos una lista de las cosas buenas y bonitas, y otra de cosas malas y las discutimos. —La pequeña suspiró con nostalgia —Una cosa mala fue que mamá tendría que viajar mucho. No le gusta dejarme con extraños, ella se preocupa mucho. Cuando regresa, me abraza por alrededor de veinte minutos... —Musitó la pequeña Hirai, recibiendo el abrazó de su amiga, haciendo que se formara un nudo en la garganta de Jeongyeon.

La opinión que la omega mayor se había formado de la madre alfa de esa niña, comenzaba a desmoronarse. Era obvio que no se trataba de la madre irresponsable que se había imaginado.

—Rei me dijo que conociste a su mamá en la tienda, cuando fuiste a comprar la harina preparada para las galletas de chocolate... —Comentó Yujin, viendo a su madre con reproche. Jeongyeon se ruborizó de solo recordar aquel instante.

—Yo le dije a mi mami que usted no se viste así siempre... —Agregó la pequeña nipona con media sonrisa —Pero creo que no me creyó hasta que me vino a dejar esta tarde.

Jeongyeon comenzó a caminar hacia la puerta.

—Parece que tu madre y yo nos conocimos en un mal momento —Señaló la rubia, con voz débil. Rei se mordió el labio, deduciendo si decir lo que deseaba, al final cedió.

—Lo sé. No estaba muy entusiasmada con la idea de que pasara la noche aquí, pero la convencí. —admitió apenada.

—¡Mami! —Regañó Yujin, cuando arrugó el ceño —¿Qué le dijiste a Momo unnie cuando la conociste en la tienda? —Se acomodó contra su cadera, en posición de reproche. 

—Nada. —respondió Jeongyeon, acercándose más a la puerta, dispuesta a huir.

—Sí dijo unnie. Le preguntó a mi mamá que '¿qué estaba haciendo yo levantada tan tarde cuando tenía que ir a la escuela al día siguiente?' y mi mami comentó después, que no le gustó su actitud —Explicó la pequeña pelicorta —No tuve oportunidad de explicarle, Jeongyeon unnie, que casi siempre me acuesto a las nueve y media, a más tardar. Pero esa noche era especial, porque mamá acababa de llegar de uno de sus viajes y me había desvelado esperándola... —Señaló la jovencita, para más remordimiento de la omega mayor.

—Entiendo —Tragó Jeongyeon, al analizar toda la situación en su mente.

—Tranquila mami, tendrás oportunidad de aclarar las cosas con unnie, cuando venga a recoger a Rei mañana por la noche —La tranquilizó Yujin, notando su incomodidad. 

Jeongyeon carcajeó nerviosamente ante las palabras de su hija, esa niña no tenía remedio.

Pero Yujin tenía un punto, lamentablemente tendría que aclarar algunas cosas con esa alfa.

Hola, más tarde publico uno más Ü

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