˚。⋆⌛01┊❝𝘛𝘏𝘌 𝘔𝘈𝘍𝘐𝘈 𝘊𝘈𝘛 ❞
͙۪۪̥˚┊❛𝐅𝐎𝐑𝐄𝐕𝐄𝐑 𝐘𝐎𝐔𝐍𝐆 ❜┊˚ ͙۪۪̥◌
⊹ 🐙 ┆𝗰𝗵𝗮𝗽𝘁𝗲𝗿 𝗼𝗻𝗲: 𝖾𝗅 𝗀𝖺𝗍𝗈 𝘮𝘢𝘧𝘪𝘰𝘴𝘰 ‹𝟥
❪ original story by river ❫
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Matthew corría como si su vida dependiera de ello, esquivando a los pocos transeúntes que había en las calles de Solstice City. Su respiración era pesada, sus piernas ardían, pero no podía detenerse. Los ecos de las botas de los policías retumbaban detrás de él, persiguiéndolo implacablemente. Giró bruscamente por un callejón estrecho, su corazón latiendo como un tambor en su pecho. Saltó por encima de un contenedor de basura, tropezó, pero logró mantenerse en pie. Por un momento pensó que los había perdido.
"Solo un poco más, Matthew. Solo un poco más", se repetía mientras miraba hacia atrás.
Pero su suerte se acabó cuando dobló la esquina de una calle poco iluminada. Allí, frente a él, estaba el aprendiz del jefe de policía, un joven rubio con un uniforme que parecía sacado de un catálogo de ropa barata.
-¡Te tengo! -gritó el aprendiz mientras se lanzaba sobre él como un linebacker amateur.
El impacto fue suficiente para derribar a Matthew al suelo. Rodó un par de veces antes de quedar boca arriba, jadeando. Apenas tuvo tiempo de reaccionar cuando una bota firme presionó su espalda, inmovilizándolo.
-Miren lo que tenemos aquí, un pequeño rufián -dijo el jefe de policía Ellis, apareciendo detrás de su aprendiz.
Su voz era grave, y su tono, cargado de burla, combinaba perfectamente con la sonrisa irónica que llevaba en el rostro.
Con movimientos rápidos, Ellis metió la mano en el bolsillo de Matthew y sacó una pequeña bolsita de hierba. La sostuvo frente a su rostro como si fuera un trofeo.
-¿Y esto qué es? -preguntó, alzando una ceja mientras la bolsita se balanceaba en sus dedos.
-Eso no es mío -reclamó Matthew, su voz temblando entre indignación y miedo.
Ellis soltó una carcajada seca, mientras su aprendiz, con una expresión de satisfacción maliciosa, le soltó una patada al costado.
-¡Cállate, maldito mentiroso! -gruñó el joven oficial-. ¿Quién más podría poner esa hierba ahí? ¿Un hada madrina?
Matthew gimió de dolor, apretando los dientes.
-¡Es en serio! ¡Ni siquiera sé de dónde salió esa cosa!
Ellis lo miró como si estuviera observando a un ratón atrapado en una trampa.
-Oh, claro, déjame adivinar -dijo el jefe con fingida seriedad-. ¿Alguien mágicamente plantó esto en tu bolsillo mientras huías de la ley?
-Sí, algo así... -murmuró Matthew, sintiendo que no tenía sentido tratar de convencerlos.
El aprendiz bufó, cruzándose de brazos mientras se inclinaba sobre él.
-Vaya, jefe, este tiene la imaginación de un guionista barato. ¿Qué sigue, que diga que es para su abuelita enferma?
Ellis negó con la cabeza, claramente disfrutando la situación.
-A veces me pregunto cómo estos chicos creen que somos tan tontos... Pero, bueno, será una buena historia para el informe.
Mientras hablaban, Matthew miró alrededor, buscando una forma de salir de este desastre. Entonces vio algo: un gato callejero que lo observaba desde la cerca cercana.
-Oye, ¿puedo al menos explicarlo? -dijo Matthew, intentando ganar algo de tiempo.
Ellis suspiró, como si estuviera lidiando con un adolescente obstinado.
-De acuerdo, chico. Sorpréndeme.
Matthew no lo pensó dos veces. Con un movimiento rápido, agitó el brazo y levantó una nube de polvo del suelo, cegando temporalmente a sus captores.
-¡Maldito sea, Matthew! -gritó Ellis, tosiendo mientras intentaba limpiarse los ojos.
Matthew aprovechó el momento, rodó hacia un lado y corrió hacia el callejón una vez más, dejando atrás al jefe y al aprendiz, quienes gritaban maldiciones mientras tropezaban entre ellos.
El gato callejero lo miró por un instante, como si aprobara su astucia, antes de desaparecer en la oscuridad.
-¡Este chico va a darme una úlcera! -rugió Ellis mientras empezaba la persecución de nuevo.
Pero Matthew, a pesar del dolor en sus costillas y el sudor empapando su camisa, no podía evitar esbozar una sonrisa. Quizá aún tenía una oportunidad.
Matthew ya no sabía si sus piernas seguían corriendo por voluntad propia o por puro instinto de supervivencia. A cada paso, los gritos de Ellis y su aprendiz se hacían más fuertes. La adrenalina lo impulsaba, pero su mente trabajaba a toda máquina buscando una salida que no involucrara otra cerca imposible de escalar.
Se metió en un callejón oscuro y al doblar la esquina, sintió el corazón caerle al estómago. Allí, iluminado por la tenue luz de un poste parpadeante, estaba Ellis, jadeando, con las manos en las caderas.
-¿De verdad pensaste que podrías escapar, Matthew? -dijo el jefe, con una sonrisa que mezclaba cansancio y satisfacción.
Antes de que pudiera responder, el aprendiz llegó corriendo por detrás, cubierto de sudor pero con una expresión de triunfo.
-¡Lo rodeamos, jefe! Sabía que este callejón era un punto muerto.
Matthew levantó las manos como si ya estuviera esposado.
-Okay, okay. Me atraparon. ¿Podemos tomarnos un momento para apreciar su esfuerzo? No todos los días los adultos mayores logran esta hazaña.
Ellis alzó una ceja, claramente irritado.
-¿Adultos mayores? ¡Tengo mejor condición física que tú, mocoso!
-¿Ah, sí? -replicó Matthew, apuntando al estómago de Ellis-. Entonces, ¿qué es eso? ¿Músculo camuflado?
El aprendiz se rió entre dientes, pero rápidamente se corrigió al ver la mirada que le lanzó Ellis.
-¡Silencio! -ordenó Ellis, señalando a Matthew con el dedo-. Estás en serios problemas, chico.
-¿Por correr? ¡Eso debería ser recompensado, no castigado! Este sistema está roto -respondió Matthew, con una sonrisa traviesa.
Ellis se llevó una mano a la frente, intentando mantener la calma.
-¿Qué tal por la bolsita de hierba que encontramos en tu bolsillo?
-¡No es mía! -insistió Matthew, mirando al aprendiz-. ¿Por qué no interrogan al gato callejero que me estaba siguiendo? Seguro él la plantó.
-¡¿El gato otra vez?! -exclamó el aprendiz, señalándolo con frustración-. ¿Cuántas veces vas a usar esa excusa?
Matthew se encogió de hombros.
-Es un gato muy astuto. Seguro tiene un historial delictivo más largo que el mío.
Ellis negó con la cabeza mientras sacaba un par de esposas.
-Listo, suficiente. Ahora vienes con nosotros.
-¿A dónde? ¿A la cárcel? -preguntó Matthew, con una chispa de preocupación en su voz.
Ellis sonrió de lado.
-Oh, no, chico. Vamos a llevarte a tu madre.
-¡¿Mi mamá?! ¡Espera, podemos hablar sobre esto! La cárcel no suena tan mal ahora que lo pienso.
El camino hacia la casa de Yolanda fue incómodo, al menos para Matthew. En el asiento trasero de la patrulla, el chico intentaba hacer un caso convincente para evitar lo inevitable.
-Escuchen, chicos. Mi mamá está pasando por mucho estrés. No creo que necesite enterarse de esto. ¿Qué tal si lo resolvemos entre nosotros?
Ellis lo miró por el espejo retrovisor.
-Tu madre necesita saber en qué andas metido, Matthew.
-¿En qué ando metido? ¡Ni siquiera es mi hierba! Ya se los dije.
El aprendiz bufó desde el asiento del copiloto.
-Claro, y seguro tampoco era tuya la vez que encontramos un encendedor en tu mochila.
-¡Era para un proyecto de ciencias!
Ellis suspiró, ignorando la discusión, mientras aparcaba frente a una casa modesta con un jardín un poco descuidado.
-Hora de enfrentar a la jefa -murmuró, bajando del auto.
Yolanda salió antes de que tocaran la puerta. Vestía un batón de flores y sandalias desgastadas, con una taza de café en la mano. Al ver a su hijo escoltado por dos policías, soltó un suspiro de resignación.
-Matthew... ¿qué hiciste esta vez?
-¡Nada! -exclamó el chico, mientras lo bajaban de la patrulla.
Ellis se adelantó, con su característico aire autoritario.
-Señora Yolanda, encontramos a su hijo huyendo de nosotros con una bolsita de hierba en el bolsillo.
Yolanda lo miró de arriba abajo, sin sorpresa alguna.
-¿Huyendo, eh? ¿Y lograron alcanzarlo? Eso sí es impresionante.
-¡Gracias! -dijo Matthew, sonriendo ampliamente.
Ellis frunció el ceño.
-No estoy seguro de si eso era un cumplido...
Yolanda bebió un sorbo de café antes de cruzarse de brazos.
-Matthew, ¿tienes algo que decir antes de que pierda la paciencia?
El chico levantó un dedo, como si estuviera a punto de dar una gran revelación.
-Mamá, lo juro por mi vida que un gato me plantó esa bolsita.
Ellis resopló, y el aprendiz prácticamente se atragantó de la risa.
-¿Un gato? ¿De verdad, Matthew? -preguntó Yolanda, apretándose el puente de la nariz.
-Es un gato muy sospechoso -insistió el chico-. Tiene mirada de mafioso.
Yolanda dejó escapar una risa involuntaria antes de ponerse seria de nuevo.
-Está bien, oficiales. Gracias por traerlo. Ahora me encargo yo.
Ellis parecía satisfecho.
-Nos aseguraremos de hacer un informe, señora.
Mientras los oficiales se retiraban, Matthew miró a su madre con cautela.
-¿Qué tan enojada estás?
Yolanda lo miró fijamente por unos segundos antes de señalar la puerta de la casa.
-Adentro. Y prepárate para explicarme cómo un gato logró incriminarte.
Matthew suspiró y entró, murmurando para sí mismo:
-Debería haberme mudado cuando tuve la oportunidad.
Desde la patrulla, Ellis y su aprendiz miraban la escena.
-Ese chico tiene talento para inventar historias, jefe -dijo el aprendiz.
-Lástima que no lo use para algo más útil -respondió Ellis, arrancando el auto.
Dentro de la casa, Yolanda cerró la puerta y se sentó frente a su hijo, aún con la taza de café en la mano.
-Bien, empieza desde el principio. Pero si mencionas al gato una vez más, dormirás en el sofá hasta el próximo año.
Matthew tragó saliva, preguntándose cómo iba a salir de esta.
-Bien, Mateo Tucker Ramos, dame una buena explicación -dijo Yolanda, cruzándose de brazos y clavándole una mirada que mezclaba cansancio y desaprobación.
Matthew suspiró como si estuviera cargando el peso del mundo en los hombros, pero con un gesto dramático sacó de su mochila una bolsa llena de billetes de diez dólares. La dejó caer sobre la mesa como si fuera un tesoro perdido, levantando las manos como señal de paz.
-Ahí está, mamá. El dinero de la renta. Y para que conste, esa hierba era solo para mí. ¿Ves? No soy un genio criminal ni nada por el estilo.
Se dejó caer en el sofá, cruzando los brazos como si la conversación ya estuviera cerrada.
Yolanda miró primero la bolsa, luego a su hijo. Su expresión pasó de incredulidad a preocupación en un abrir y cerrar de ojos.
-Matthew... no debiste.
Su voz era baja, casi un susurro, y el peso de su tristeza era palpable.
El chico se encogió de hombros, con un leve destello de desafío en los ojos.
-¿Y qué querías que hiciera? ¿Ver cómo te rompes la espalda para intentar mantener este lugar? No podía quedarme de brazos cruzados.
-Eso no justifica nada -dijo Yolanda, con el ceño fruncido-. ¿Te das cuenta del riesgo que tomaste? ¿De lo que podría haberte pasado?
Matthew soltó una carcajada amarga, levantándose del sofá para caminar por la sala.
-¡¿Qué me iba a pasar?! ¿Que Ellis me atrapara y me hiciera pasar la vergüenza de mi vida? Ya lo hizo. Hasta envió a su monigote a raptarme como si yo fuera el próximo Al Capone.
Yolanda lo observó en silencio por un momento antes de soltar un largo suspiro.
-Hijo, aunque tus intenciones son buenas, tu forma de ejecutarlas está mal. No puedes seguir actuando como si el mundo estuviera en tu contra y como si tuvieras que salvarnos tú solo.
Matthew se detuvo en seco, apretando los puños. Se giró hacia su madre, su voz temblando entre frustración y tristeza.
-¿Y qué se supone que haga, mamá? ¿Quedarme sentado mientras tú trabajas horas extras, mientras nos cortan la luz, mientras el casero te deja notas en la puerta? ¡No puedo!
Yolanda sintió cómo el corazón se le encogía. Sabía que Matthew estaba cargando mucho más de lo que debería a su edad, y no había sido su intención que él se sintiera responsable de todo.
-Matthew... yo soy la adulta aquí. Es mi trabajo mantenernos a flote. Tú deberías estar preocupándote por la escuela, por tus amigos, por... no sé, cualquier cosa que no sea cómo pagar la renta.
-¿Y cómo puedo preocuparme por esas cosas cuando sé que estamos al límite? -replicó Matthew, con la voz quebrándose ligeramente-. No puedo hacerme el ciego, mamá. No soy un niño.
El silencio se apoderó de la habitación por unos segundos, roto únicamente por el sonido del reloj en la pared. Yolanda finalmente se acercó a él, tomando sus manos entre las suyas.
-Hijo, escúchame. Entiendo por qué hiciste lo que hiciste, pero hay otras maneras. No estás solo en esto, ¿de acuerdo? No tienes que cargar con todo.
Matthew apartó la mirada, sintiendo que las palabras de su madre empezaban a calmar el torbellino en su pecho.
-Solo quería ayudar -dijo en voz baja.
-Y lo aprecio, más de lo que puedes imaginarte -respondió Yolanda, apretando suavemente sus manos-. Pero esta no es la forma. Prométeme que no volverás a meterte en cosas que puedan ponerte en peligro.
Matthew la miró a los ojos, su expresión todavía cargada de dudas.
-¿Y si no funciona? ¿Si no logramos salir adelante?
Yolanda le dedicó una sonrisa cansada pero llena de determinación.
-Encontraremos una manera. Siempre lo hacemos.
El chico soltó un suspiro pesado, pero finalmente asintió.
-Está bien. Lo prometo. Pero solo si me dejas ayudar más, de manera legal.
Yolanda rió suavemente, acariciándole el cabello como cuando era más pequeño.
-Trato hecho. Pero nada de hierba, ¿entendido?
Matthew sonrió por primera vez en lo que parecía una eternidad.
-Entendido. Aunque todavía creo que deberíamos considerar venderle algo al gato. Ese tipo tiene mercado asegurado.
Yolanda se echó a reír, dándole un leve golpe en el brazo.
-Anda, ve a lavarte la cara antes de que sigas diciendo tonterías.
Matthew obedeció, pero no sin antes murmurar:
-O al menos conseguir un gato que se vea menos culpable...
Yolanda negó con la cabeza mientras lo veía desaparecer por el pasillo. Sabía que las cosas no serían fáciles, pero también sabía que mientras estuvieran juntos, encontrarían la forma de salir adelante.
ˑ ִ ֗ 𓏲 💿 𓄹 ࣪ ˖ 𓂃
Otis inhalaba profundamente del cigarrillo de Matthew, pasándoselo entre caladas con el aire despreocupado de alguien que, al menos en apariencia, nunca se tomaba nada en serio. Los dos chicos estaban sentados en la acera, apoyados contra una pared de ladrillo algo descascarada, observando cómo un grupo de adolescentes adinerados pasaban por la acera de enfrente. Los chicos ricos llevaban ropa impecable, caminaban con confianza y reían como si el mundo entero estuviera hecho a su medida.
Otis dejó escapar una nube de humo, mirándolos con una mezcla de envidia y diversión.
-Así que otra vez te atraparon, ¿eh? -dijo con una sonrisa burlona-. Dios, Matthew, no eres muy listo.
Le pasó el cigarrillo, mientras reía entre dientes.
Matthew lo tomó, rodando los ojos con cansancio.
-Fue tu culpa, idiota. Me dijiste que estaba despejado. ¿Recuerdas? "No hay nadie por aquí, tranquilo, Matt. Todo bajo control". Y ahora Ellis me tiene en la mira más que nunca.
Otis se encogió de hombros con una sonrisa tan amplia que resultaba irritante.
-Bueno, el viejo Ellis necesita a alguien a quien culpar para sentirse útil. ¿Qué esperabas? Si no eres tú, será otro pobre diablo. Al menos lo haces entretenido.
Matthew frunció el ceño mientras le daba una larga calada al cigarrillo, dejando que el humo saliera lentamente por su boca antes de responder.
-No es divertido, Otis. No puedo seguir haciendo esa mierda.
Otis lo miró con una ceja levantada, sorprendido por el tono más serio de su amigo.
-¿Ah, no? ¿Y qué pasó con el "gran plan" de Matthew Tucker para dominar el bajo mundo? ¿Te cansaste antes de empezar?
Matthew apretó los labios, sacudiendo la cabeza.
-Se lo prometí a mi mamá -dijo finalmente, apagando el cigarrillo contra el suelo con un gesto decidido.
Otis bufó, arrebatándole el cigarrillo antes de que pudiera tirarlo.
-¡Oh, por favor! ¿Tu mamá? Vamos, Matthew, fue solo mala suerte. La próxima vez será diferente. Además, ¿de qué otra forma piensas hacerte rico? ¿Trabajando?
Matthew soltó una carcajada seca, levantando la vista para mirar al grupo de chicos ricos que ya se habían alejado.
-¿Rico? Hermano, ni siquiera puedo mantenerme fuera del radar de un policía mediocre. ¿De verdad crees que voy a llegar a algo en esta ciudad?
Otis soltó una risa sarcástica, llevándose el cigarrillo a los labios.
-Pues no lo sé, pero quedarte sentado aquí no va a ayudarte tampoco. Si quieres cambiar tu vida, necesitas arriesgarte. Eso es lo que hacen los grandes, ¿no?
Matthew lo miró con los ojos entrecerrados, como si estuviera tratando de decidir si Otis realmente creía en lo que decía o si solo estaba buscando una excusa para seguir haciendo tonterías.
-No necesito ser uno de "los grandes". Solo quiero que mi mamá deje de preocuparse por si termino en la cárcel o algo peor.
Otis sopló el humo con exageración, mirando a su amigo con fingida seriedad.
-¡Ay, pero qué noble! Ahora resulta que Matthew Tucker es un santo. ¿Qué sigue? ¿Unirte a la iglesia?
-Quizás -respondió Matthew con un encogimiento de hombros-. Aunque probablemente me rechacen. Creo que "mentirle al jefe de policía y culpar a un gato callejero" no está en la lista de virtudes.
Otis estalló en risas, inclinándose hacia adelante mientras intentaba recuperar el aliento.
-Eso fue lo mejor, hermano. "El gato tenía cara de culpable". ¡Dios, Ellis casi explota!
Matthew sonrió a regañadientes, recordando la absurda escena del día anterior.
-Sí, bueno, no creo que funcione otra vez. Ellis ya me tiene fichado, y estoy seguro de que ese gato también me odia ahora.
Otis se rió aún más fuerte, dándole una palmada en el hombro.
-Sabes, si dejaras de meterte en problemas, mi vida sería mucho más aburrida.
Matthew lo miró de reojo, su sonrisa desapareciendo lentamente.
-Tal vez es hora de que seas tú el que se meta en problemas por una vez. Yo ya estoy cansado.
Otis levantó una ceja, sorprendido por el cambio de tono en su amigo.
-¿Cansado? ¿De qué?
Matthew suspiró, dejando caer los hombros.
-De todo, Otis. De preocuparme por cómo pagar la renta, de ver a mi mamá romperse el lomo en el restaurante, de sentir que nunca saldremos de este agujero.
Otis se quedó en silencio por un momento, mirando a su amigo con una expresión que mezclaba confusión y algo de empatía. Finalmente, le pasó el cigarrillo una vez más.
-Bueno, Tucker, si te sirve de consuelo, todos estamos en el mismo barco. Algunos simplemente aprendemos a remar con estilo.
Matthew tomó el cigarrillo, soltando una pequeña risa mientras lo apagaba de nuevo.
-Lo tuyo no es remar, Otis. Es saltar al agua y esperar no ahogarte.
Otis se quedó en silencio por un momento, algo inusual en él. Su mirada se clavó en dos chicas que caminaban al otro lado de la calle. Una de ellas, con cabello oscuro y un estilo impecable, hablaba con energía, sus manos gesticulaban enérgicamente. La otra, aunque igual de llamativa, tenía un aire distinto. Su cabello rubio rizado estaba suelto y algo despeinado, llevaba un vestido suelto con estampado floral y un par de botas gastadas que contrastaban con la elegancia de su compañera.
Otis le dio un codazo a Matthew, interrumpiendo su distracción.
-Ahí están, míralas bien. Esa es la chica de la que te hablé.
Matthew levantó la vista, algo desinteresado al principio.
-¿Cuál?
Otis rodó los ojos y señaló con un gesto a la morena de andar confiado.
-Daisy Donovan.
Matthew la miró, reconociendo su presencia llamativa y la forma en que parecía dominar la conversación.
-¿Y qué pasa con ella?
Otis sonrió como si estuviera a punto de contar el mayor logro de su vida.
-Me besé con ella en la biblioteca, ¿qué más necesitas saber?
Matthew dejó escapar una carcajada breve y escéptica.
-Eso no puede ser cierto.
-Es completamente cierto -insistió Otis, con esa mezcla de arrogancia y encanto que a veces funcionaba con Matthew-. Ella lo negará, porque claro, niña rica y todo eso, pero hermano, besa increíble.
Matthew no estaba convencido, pero antes de responder, sus ojos se posaron en la otra chica. Había algo en la manera relajada y despreocupada en que caminaba. Clara Rosenberg. No seguía el ritmo rápido de Daisy ni parecía interesada en impresionar a nadie. Llevaba unos pendientes largos que se balanceaban con cada paso, y sus manos estaban ocupadas girando un anillo en uno de sus dedos.
-¿Y quién es la otra? -preguntó Matthew, su tono de voz cambiando ligeramente.
Otis le lanzó una mirada rápida, como si la respuesta no valiera mucho su tiempo.
-Clara Rosenberg. Es una bohemia rara, siempre hablando de libros o cosas profundas. Créeme, no es tu tipo.
-¿Rara? -repitió Matthew con una sonrisa. Su mirada seguía fija en Clara, quien en ese momento se inclinó hacia Daisy para decir algo. Aunque su expresión parecía tranquila, sus ojos brillaban con curiosidad.
Otis resopló, como si el tema ya le aburriera.
-Es de esas que creen que el mundo puede cambiar con poesía y flores. Te aburriría en cinco minutos.
Matthew lo ignoró. Había algo magnético en Clara, algo diferente de cualquier otra chica que hubiera conocido. Mientras las chicas pasaban frente a ellos, Daisy notó las miradas de los chicos y levantó una ceja, dedicándoles una sonrisa juguetona antes de seguir caminando.
Clara, en cambio, se tomó un segundo para observarlos. Su mirada se posó en Matthew, y en lugar de apartarla rápidamente, como otras chicas harían, lo miró con una mezcla de interés y desafío, como si estuviera evaluándolo. Matthew sintió un ligero nudo en el estómago cuando sus labios se curvaron en una pequeña sonrisa, casi imperceptible, antes de que ella siguiera caminando.
-¿Viste eso? -murmuró Matthew, sin apartar la vista.
Otis bufó, encendiéndose otro cigarrillo.
-¿Qué? ¿La cara de superioridad de Daisy? Sí, siempre lo hace.
-No, no Daisy. Clara.
Otis lo miró con incredulidad.
-¿Clara? ¿De verdad? Hermano, ¿estás bien? No me digas que te llamó la atención esa hippie con botas viejas.
Matthew no respondió de inmediato. Seguía mirando en dirección a donde las chicas habían desaparecido. Finalmente, sonrió de lado.
-No sé, Otis. Hay algo en ella.
Otis rodó los ojos con exageración.
-Hermano, te lo digo en serio: no es tu tipo. Esa chica probablemente lee poesía en voz alta en los parques o algo así.
Matthew se levantó del bordillo, sacudiéndose el polvo de los jeans.
-Tal vez eso no sea tan malo.
Otis lo miró, atónito, mientras Matthew empezaba a caminar en la misma dirección en la que las chicas habían desaparecido.
-¡Espera, Tucker! ¿Qué haces?
Matthew se giró, con una sonrisa que mezclaba diversión y desafío.
-Solo voy a ver si estoy equivocado.
Otis negó con la cabeza, pero no pudo evitar soltar una carcajada.
-Estás perdido, amigo. Perdido.
Mientras Matthew se alejaba, no podía dejar de pensar en la mirada de Clara, en esa sonrisa apenas visible que había dejado una impresión inesperadamente fuerte. Quizás Otis tenía razón y ella no era su tipo. Pero algo en él le decía que valía la pena averiguarlo.
Matthew la había estado esperando. No era su estilo quedarse dando vueltas por la misma esquina, pero algo en Clara Rosenberg lo intrigaba, y él nunca había sido bueno ignorando su curiosidad. Cuando finalmente la vio cruzar la calle junto a Daisy, se enderezó, intentando parecer casual, aunque la sonrisa en su rostro delataba sus intenciones.
-¡Ey, Rosenberg! -llamó, con un tono exageradamente despreocupado.
Clara giró la cabeza hacia él, pero en lugar de detenerse, simplemente frunció ligeramente el ceño y siguió caminando. Daisy, al reconocer a Matthew, puso los ojos en blanco y murmuró algo a su amiga.
-Déjalo, Clara. Seguro quiere venderte una historia para que compres hierba.
Clara soltó un resoplido breve, pero no ralentizó el paso.
-No tengo tiempo para tonterías, Daisy. Vámonos.
Pero Matthew no se dio por vencido. Caminó unos pasos para alcanzarlas, manteniendo su sonrisa torcida.
-Espera, espera. ¿Ni siquiera me das un "hola"? Eso es frío, Rosenberg.
Clara se detuvo abruptamente, girándose para enfrentarlo con una mirada seria.
-No creo que seamos amigos, así que no veo por qué debería saludarte.
Matthew levantó las manos, fingiendo rendirse.
-Vale, eso es justo. Pero, ¿qué tal si empezamos ahora? Ya sabes, construimos una amistad sólida, intercambiamos ideas... ¿tú me enseñas de poesía y yo te enseño... no sé, cómo escapar de Ellis?
Daisy bufó y cruzó los brazos.
-Qué romántico, Tucker. Ya puedes escribir eso en una tarjeta de San Valentín.
Clara, sin embargo, no sonrió. Su mirada se mantuvo fija en Matthew, evaluándolo como si estuviera decidiendo si valía la pena gastar más tiempo con él.
-No estoy interesada en aprender tus... habilidades cuestionables.
Matthew se rascó la nuca, claramente nervioso pero decidido.
-¿Y qué tal si dejamos las habilidades cuestionables de lado? Podemos hablar de... no sé, ¿arte? ¿Pintura? He oído que los colores tienen significado o algo así.
Clara arqueó una ceja.
-¿Colores?
-Sí, como el azul. Es... melancólico, ¿no? O relajante. Y luego está el rojo... peligroso, apasionado.
Daisy soltó una carcajada.
-¿De dónde sacaste eso? ¿De un paquete de crayones?
Clara miró a Matthew, que ahora parecía más nervioso que antes, y negó con la cabeza.
-Aprecio el intento, pero no estoy buscando conversación contigo. Ahora, si nos disculpas...
Se giró para seguir caminando, pero Matthew se adelantó y dio un par de pasos hacia atrás frente a ella, intentando mantener el contacto visual.
-Vale, lo entiendo. No confías en mí. Pero, ¿qué tal si hacemos una tregua? Tú no me juzgas por lo que has oído, y yo no... bueno, no te molesto demasiado.
Clara suspiró, claramente perdiendo la paciencia.
-Matthew, no se trata de juzgarte. Simplemente no tengo interés en entablar una relación con alguien que no respeta las reglas básicas de convivencia.
Eso lo detuvo por un momento. Su sonrisa habitual titubeó, pero se recuperó rápido.
-¿Qué tal una excepción? Una conversación. Diez minutos. Si no cambio tu opinión, me voy.
Daisy soltó una risa sarcástica.
-¡Diez minutos contigo son diez minutos perdidos para cualquiera!
Clara, sin embargo, miró a Matthew con una seriedad que lo dejó sin palabras por un instante.
-Si realmente quisieras cambiar mi opinión, empezarías por demostrar que puedes ser alguien en quien confiar. Las palabras no significan mucho si las acciones no las respaldan.
Con eso, se giró de nuevo y siguió caminando, dejando a Matthew parado allí, completamente fuera de su elemento.
Daisy miró por encima del hombro, disfrutando de la cara de desconcierto de Matthew.
-Buena suerte con eso, Tucker. Vas a necesitarla.
Otis apareció entonces, como siempre, en el momento menos oportuno.
-¿Qué pasó, hermano? ¿Ya te rechazó?
Matthew suspiró, dejando caer los hombros.
-No me rechazó... técnicamente.
Otis soltó una carcajada.
-Claro, claro. Déjame adivinar, ¿te dijo que podrías empezar a demostrar tu valía recogiendo basura o algo así?
Matthew sonrió con cansancio, mirando en dirección a Clara.
-No sé, Otis. Creo que esta vez podría valer la pena intentarlo.
Otis lo miró como si acabara de perder la cabeza.
-¿Intentarlo? ¡Hermano, ella sigue las reglas! Es como intentar atrapar un pez con un palo.
Matthew se encogió de hombros, su sonrisa volviendo a su rostro.
-Bueno, siempre me han gustado los retos.
Y con eso, empezó a caminar en la misma dirección que Clara había tomado, dejando a Otis detrás, riéndose y sacudiendo la cabeza.
▬▬▬▬RIVER NOTE'S
holaaaa acá esta el primer capitulo, se que es simple y entiendo que la historia no sea llamativa pero espero puedan darle una oportunidad, esta historia será super cliché y melosa por que esta inspirada en las películas de los 80 jaja, bueno aun así espero que le den
la oportunidad.
les prometo que Matthew y Clara son lo más lindo que existe y que serán sus padres si los leen, denme la oportunidad por la cresta les pago
❪ DEDICATORIAS ! ❫
folbooks sassenxch drearygwen -twilxght arixpeves pepsy-cola Eli_fanfic nwgthlover RealMary76 gracias por sus comentarios me motivaron a publicar el primer capitulo por favor compartan POR FAVOR, es muy importante para mi :(
Con amor River <3
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