ÚNICO

CAPÍTULO TREINTA Y DOS

Único,

Kyomi se sentó en el sofá de aquella enorme sala de estar, mirando la taza de té en sus manos fijamente. Haruchiyo frunció su ceño, desde que habían vuelto de aquel sitio la mujer había estado demasiado pensativa.

El hombre creyó que la castaña no estaba demasiado afectada por haber asesinado a aquel sujeto, después de todo su comportamiento no indicaba eso, pero definitivamente algo en ella estaba atormentándola.

— Kyomi. — La mujer elevó la mirada, encontrándose con los ojos curiosos del peli-rosa. — ¿En qué tanto piensas?

— No es nada. — La castaña negó, mirando un punto fijo en la nada. — Es solo... Aún es complicado procesar todo.

— ¿Te refieres a aquel hombre que asesinaste? — La mujer asintió. — Olvídalo, no fue tu culpa volarle los sesos.

— No es sentido de culpa. — La mujer soltó un largo suspiro. — No me siento culpable de haberlo asesinado, él intentó hacerlo primero, es solo que... Fue una escena algo... Fuera de lo usual.

— ¿Mucha sangre?

— Sí. — Watanabe elevó la mirada, posando sus orbes sobre Haruchiyo. — Realmente no me importaría asesinar si se trata de proteger tu vida.

Kyomi habría esperado una respuesta verbal del hombre frente a ella, no esperó jamás que el hombre se abalanzara sobre ella. A penas pudo dejar la taza de té en el suelo antes de ser volcada en el sofá con el hombre uniéndose a ella una vez más en un desesperado beso recorriendo con sus manos cada parte de su cuerpo.

— Cada día me vuelves más loco. — Susurró Sanzu a su oído, Kyomi suspiró sintiendo una de sus manos descendiendo hasta llegar a su intimidad, frotando por encima de sus pantalones.

— Sanzu... — Watanabe mordió su labio inferior con fuerza antes de mirar al hombre y sonreír. — ¿Qué esperas?

— Absolutamente nada.

Ambos volvieron a unirse en otro beso, sus manos deshaciéndose de sus prendas de vestir con rapidez hasta encontrarse ambos completamente desnudos sobre aquel sofá. Kyomi observó como el hombre bajaba hasta encontrarse entre sus piernas, mirándole con una sonrisa malvada, un escalofrío recorrió su cuerpo entero al sentir su húmeda lengua presionarse contra sus pliegues, logrando sacarle un gemido que dio paso a cientos más.

Como un maestro en las artes del sexo, así describiría la castaña al hombre entre sus piernas, moviendo su lengua de maravillosa manera, logrando hacerle retorcerse bajo sus toques.
Kyomi cerró sus ojos con fuerza, sus piernas temblando y sus manos tomando la cabeza del mayor para acercarle más a sí misma, sintiendo la presión en su centro deseando liberarse.

Con un ruidoso gemido logró llegar a su orgasmo, Haruchiyo sonrió victorioso, limpiando cada rastro de aquellos jugos con su lengua antes de volver a subir, uniendo sus labios con los de la mujer.

— Apuesto que ninguno de esos dos imbéciles te hace gemir así ¿No?

— Rindo sí. — Bromeó Kyomi. Un quejido de sorpresa escapó de sus labios al ser repentinamente girada, quedando en cuatro sobre aquel sofá. — Hace dos días fuimos a un motel y me hizo gritar hasta perder la voz.

— Entonces te haré gritar hasta que no puedas volver a hablar por una semana, perra desgraciada. — Kyomi gimió escandalosamente al ser embestida con fuerza, sintiéndose totalmente llena. — Le dejaré claro a Rindo quien es el hijo de puta que te hace sentir mejor.

— Hazlo. — Watanabe sonrió antes de sentir como sus cabellos eran tomados con fuerza por el mayor.

Estocadas fuertes y agresivas era lo único que recibía, nada de caricias ni roces delicado, cada movimiento del hombre era rudo y sin piedad. Kyomi sentía que sería destrozada en pedazos en cualquier momento.

Haruchiyo bajó su otra mano, posándola sobre el vientre de la mujer. Watanabe sintió sus piernas temblar cuando él hombre presionó el punto en donde la cabeza de su longitud golpeaba con cada embestida, volviéndola loca.
Sus ojos se cerraron con fuerza y sus manos tomaron la tela del sofá, gimiendo sin pudor, sintiéndose cada vez más cerca de ese maravilloso orgasmo.

Sanzu sonrió, continuando con cada embestida más fuerte que la anterior, y cuando la mujer se retorció avisando de su cercano orgasmo, sus movimientos se detuvieron de golpe.

— ¿Qué demonios haces?

— ¿Me dirás todavía que Rindo te hace gritar más que yo? — Kyomi sonrió.

— Nadie me hace gritar como tú, Haru. — La castaña mordió su labio inferior. — Podría hacerlo tantas veces y jamás cansarme.

— Buena chica.

Sus muñecas fueron tomadas de golpe, llevándolas hacia su espalda y obligándole a apoyar su cabeza contra el sillón, Kyomi se retorció una vez más al sentir los movimientos del hombre iniciar nuevamente.
Sanzu tiró su cabeza hacia atrás, sintiendo cada centímetro de la mujer apretarle hasta hacerle llegar a su ansiado orgasmo junto a la castaña quien, sin vergüenza alguna, gimió su nombre.

Era como música para sus oídos.

Watanabe se desplomó sobre el sofá, sintiendo su respiración irregular y agitada, su corazón palpitando frenéticamente y el hormigueo en su cuerpo que se mantenía gracias al reciente orgasmo.
Sanzu sonrió satisfecho, colocándose de pie para tomar sus prendas de vestir.

— ¿Puedes caminar, nena?

— Desearía poder hacerlo.

Kyomi soltó un gritillo al sentir como el hombre la cargaba fácilmente sobre su hombro como costal de papas, llevándola hacia su habitación.

— Duchémonos, después iremos a cenar.

— ¿Volveremos al restaurante de aquel camarero? — Rio burlona la castaña, Sanzu sonrió.

— Ese hombre ni siquiera existe ahora. — Las risas desaparecieron de Kyomi dando paso a una expresión de sorpresa.

— ¡Sanzu! ¿¡Lo mataste!?

— No fui yo. — Sonrió con inocencia. — Fue Rindo.

— Ustedes realmente están locos.

— Lo que digas, linda.

Haruchiyo entró a su habitación, dirigiéndose directamente al baño en donde dejó a su mujer en la tina, la cual comenzó a llenar de agua tibia.

— Vuelvo en un minuto, no creas que te librarás de mí tan fácilmente.

— Te estaré esperando.

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Sanzu escúpeme, xfa. 

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