TRAJE Y VESTIDO
CAPÍTULO CINCUENTA Y OCHO
Traje y vestido,
< Final Alternativo 3/5 >
Unas cuantas lágrimas se acumularon en los ojos de Narumi, recreando el típico cliché de la mejor amiga orgullosa y sentimental al ver a su amiga vistiendo ese hermoso vestido tradicional blanco.
A pesar de intentar siempre verse como la ruda del grupo, la mujer de cortos cabellos no podía evitar sentirse igual de feliz que la futura novia.
— Te ves hermosa. — Reiko sonrió, mirando a su mejor amiga con detalle. — Por dios, Sanzu morirá cuando te vea.
— ¿Eso crees? — Kyomi rio. — No puedo esperar más.
— Mira el lado bueno. — Mika sonrió. — Solo falta una semana para tu boda.
— ¿Qué sucedió con Ryo? — Mika y Narumi miraron a Reiko alertadas, se suponía que no debían hablar de eso frente a la novia.
— Ryo... Él no ha hablado conmigo desde hace semanas. — Kyomi suspiró. — Da igual, respeto su decisión si no quiere presentarse... Buscaré a alguien más.
— Cuentas con nosotras para lo que seas, lo sabes ¿No? — Watanabe asintió. — Bien... ¿Este es el indicado?
— Sí, me gusta este.
Kyomi volvió a los vestidores, cambiando el vestido por su ropa original. Juntas fueron a la caja, pagando por la prenda, pidiendo Watanabe que lo guardaran, pues en la tarde Rindo iría a recogerlo para así llevarlo a la casa de la pareja y evitar que la prenda se dañara.
— Gracias por acompañarme. — Kyomi se despidió de las tres mujeres restantes. — Les avisaré si sucede cualquier cosa.
— Bien, cuidado la volver. — Reiko se despidió con la mano, mirando a la castaña irse del sitio.
Las tres mujeres se miraron entre sí.
— Tendrán un hijo.
— Dos. — Apostó Mika.
— Kyomi detesta pensar en embarazos. — Recordó Narumi, las otras dos mujeres hicieron una mueca. — Pero con suerte podría realmente quedar embarazada de ese hombre... Ningún método es cien por ciento seguro.
— Tan intelectual como siempre. — Bromeó Reiko. — Bien. Vamos a casa.
Watanabe bajó del automóvil cuando este se detuvo frente a su casa, una sonrisa de estiró en su rostro al observar a Haruchiyo en la entrada, parecía hablar con alguien así que evitó ser muy ruidosa con su llegada.
— Quiero todo listo para mañana. — Ordenó el peli-rosa, el hombre de buen vestir a su lado asintió, retirándose.
— ¿Por qué no te tomas un descanso de esto? Falta poco para la boda. — Sanzu giró su rostro, mirando a la castaña. — Yo me encargaré del resto.
— No lo harás. — Haruchiyo se acercó a la mujer, uniendo sus labios en un lento beso. — Acompáñame.
Kyomi asintió tomando de la mano del mayor. Juntos entraron a la residencia, caminando hasta la sala de estar en donde Sanzu tomó asiento, sentando a la mujer momentos después sobre su regazo.
— ¿Cuál te gusta?
La castaña observó las fotografías sobre la mesa, eran diferentes tipos de pasteles de bodas. El ceño de Watanabe se frunció.
— Me gustan todos. — Kyomi hizo una mueca mientras pensaba. — ¿Podríamos mezclar estos dos?
— Podemos. — Haruchiyo tomó su teléfono, marcando a un número. La menor se inclinó a dejar suaves besos en el cuello del contrario mientras este hablaba con la persona del otro lado de la línea y no podía evitar sonreír al sentir las vibraciones de la garganta del mayor contra sus labios debido a su hablar. — Eso es todo.
Watanabe se alejó de la piel de Haruchiyo, notando los ojos brillantes del hombre.
— Está hecho.
— Eso fue rápido. — Kyomi se acomodó mejor sobre el regazo del mayor, colocando una pierna a cada lado de la cadera del peli-rosa. — Dejemos eso para después ¿Si?
— Me parece bien. — Sanzu sonrió, apretando el trasero de la mujer suavemente.
Sus labios se unieron en un suave toque, el cual comenzó a volverse más desesperado con el paso de los segundos. Kyomi desató la corbata del contrario, desabrochando los botones de su camisa hasta dejar esta abierta.
El resonar de unos pasos les hizo alejarse del otro, girando sus rostros para notar como cierto castaño se acercaba por el pasillo.
— ¿Ryo? — El hermano de la mujer les miró con seriedad.
— ¿Qué haces aquí? — Haruchiyo frunció su ceño.
— Quiero hablar con mi hermana. — El castaño miró a Kyomi. — A solas de ser posible.
— Yo... Bien. — Kyomi se puso de pie, Sanzu le tomó de la muñeca, deteniéndole.
— Estaré aquí por si sucede algo.
— No debes preocuparte. — Watanabe depositó un corto beso en los labios de Sanzu, alejándose después de unos segundos para ir con su hermano.
Los dos hermanos se alejaron un poco de la sala de estar para comenzar con su diálogo, la mayor esperando a que el menor comenzara.
— Lo siento. — Se disculpó Ryo, inclinándose en una reventencia frente a su hermana, Kyomi le miró confundida. — No debí de actuar de esa manera, he reflexionado bien sobre mis acciones y estoy consciente de que hice mal.
— ¿No estás molesto? — Ryo negó.
— Kyomi... Quiero ser yo quien te lleve al altar. — El menor sonrió. — No soy quien para impedir tu felicidad, por eso no tengo palabra en tu decisión.
— Gracias, Ryo. — Agradeció la mayor, abrazando a su hermano.
El castaño correspondió al abrazo, cerrando sus ojos antes de alejarse nuevamente.
— Pero evita reproducirte con ese cabrón.
— Por dios, Ryo. — Kyomi rio. — No quiero hacerlo, no quiero tener hijos.
— Alabado sea el de arriba que me escuchó. — Dramatizó el menor. — Hablaré más tarde con Sanzu.
— No causes problemas.
Juntos, los dos hermanos volvieron al living en donde Haruchiyo se encontraba, sus ojos cerrados mientras esperaba por el regreso de su mujer.
— Te veo después, Omi.
— Cuídate.
Sanzu abrió sus ojos al escuchar al menor alejarse y retirarse de su residencia. Una pequeña sonrisa se estiró en su rostro al notar la felicidad en los ojos de su mujer.
— Por supuesto que tendremos hijos. — Watanabe miró al mayor con sorpresa.
— Oye, oye. — La mujer negó. — Yo soy quien dará a luz, mientras no seas tú quien deba parir no tienes derecho a exigirme algo como tener hijos.
Haruchiyo elevó una ceja.
— ¿Entonces no tendremos hijos? — Kyomi se sentó sobre el regazo contrario.
— Podría pensarlo un poco, pero por ahora no, no los quiero, quiero desperdiciar mi tiempo contigo y disfrutar la mejor etapa de mi vida.
— Qué mujer inteligente.
Ambos sonrieron, uniéndose en un beso.
[...]
Sanzu se cruzó de brazos mientras observaba al castaño quien hacía muecas viéndose al espejo.
— ¿Por qué te complicas tanto, tarado? — Haruchiyo caminó a una estantería tomando un traje en específico de color rojo vino. — Toma, ponte esto.
— Es una boda ¿No se supone que debo ir de negro?
— Es mi puta boda, no me importa que vayas de este color, a Kyomi le gustará.
Ryo soltó un largo suspiro asintiendo, el menor tomó la prenda y volvió al vestidor, cambiándose y saliendo unos minutos después. Sanzu sonrió, realmente tenía buen gusto con los trajes.
— ¿Y bien? — El peli-rosa notó al castaño asentir.
— Me gusta.
— Por supuesto, lo elegí yo. — Sanzu sacó una tarjeta de su bolsillo. — Andando, iré a pagar.
— Te dije que no era necesario.
— Cierra la boca, Watanabe. — El hombre de hebras castañas rodó los ojos.
Faltaban solamente cinco días para el especial día de la castaña y el peli-rosa, todo mundo corría de un lado a otro intentando que las cosas salieran bien, pero Sanzu y Kyomi eran la excepción, ellos simplemente se relajaban y observaban todo, a final de cuentas ellos solo tenían que escoger y ordenar.
Ryo y Haruchiyo salieron del local, subieron juntos al vehículo el cual comenzó a desplazarse hacia la casa del mayor rápidamente.
— ¿Por qué Kyomi? — Sanzu miró al castaño mientras encendía un cigarro.
— ¿A qué te refieres, idiota? — Ryo hizo una mueca.
— Entre tantas mujeres hermosas más que hay ¿Por qué elegiste a mi hermana? — Haruchiyo sonrió con arrogancia.
— Porque podía y porque quería. — El castaño le miró con obviedad. — No me preguntes algo como eso, no lo sé, simplemente se me salió todo de las manos y me enamoré de ella.
— Romántico. — Bromeó el menor. Su sonrisa desapareció segundos después. — Kyomi solía hablarme de ti algunas veces, teníamos la manía de subir al techo de nuestra casa y ver el atardecer o el amanecer juntos, siempre fuimos demasiado unidos y nos confiábamos todo... Hasta que llegaste tú y ella comenzó a pasar más tiempo contigo.
— ¿Celoso? — Ryo negó.
— Solo... Es difícil ver como mi hermana crece y hace su vida. — Sanzu soltó el aire retenido en sus pulmones, llenando el sitio de humo.
— Harás tu vida también, déjate de sentimentalismos. — El castaño asintió. — Que Kyomi se case lo significa que dejará de verte.
— Te quiero pedir algo. — Haruchiyo elevó una ceja. — No embaraces a mi hermana.
Sanzu soltó una carcajada.
[...]
Kyomi suspiró mientras observaba las fotografías sobre su cama. Todas eran de diferentes peinados que podría hacerse para ese día y no sabía realmente qué o cuál elegir.
Un par de manos se deslizaron por su cintura, y unos suaves labios depositaron un corto beso en su cuello.
— Me gusta el último. — Susurró Haruchiyo mientras apegaba el cuerpo de la menor a su pecho. — ¿Por qué no te relajas un poco?
— ¿Con relajarme te refieres a tener sexo? — Watanabe se giró notando la sonrisa coqueta en los labios del mayor. — Es una buena idea.
— Siempre tengo buenas ideas. — Kyomi se sobresaltó al sentir como su trasero era fuertemente palmeado. — Quita todo eso de la cama y desnúdate.
— ¿Por qué no mejor me desnudas tú? — El peli-rosa sonrió.
La menor observó como el hombre tiraba todas las fotografías al suelo y después le lanzaba a ella a la cama, acomodándose entre sus piernas para comenzar un desesperado beso. Kyomi gimió al sentir las manos contrarias recorrer su cuerpo y terminar en sus caderas, apretándolas con fuerza antes de comenzar a deshacerse de sus prendas de vestir, dejándole en pocos segundos sin nada cubriéndole.
— Espera. — La castaña alejó al mayor. — Han sucedido un par de cosas y debí de retirar mi tratamiento anticonceptivo por un tiempo... ¿Puedes utilizar preservativo?
— ¿Debo hacerlo? — Kyomi notó al hombre hacer una mueca. — Detesto usar globitos.
La castaña rio mirando al hombre alejarse y entrar al baño, volviendo momentos después con una caja de preservativos en sus manos.
— Acomódate.
Watanabe cumplió con la orden, acomodándose en el centro de la cama en la espera del hombre quien se desnudó y acercó a ella, uniéndose nuevamente en un beso. Kyomi sintió la lengua del contrario empujar algo a su boca, y no fue necesario preguntar el qué era para tragarlo, después de todo se había vuelto realmente común estar ingiriendo drogas junto al peli-rosa durante las últimas semanas cada vez que tenían relaciones sexuales.
La castaña se retorció al sentir dos fríos dedos deslizarse entre sus pliegues, subiendo y bajando antes de adentrarse en su cavidad y comenzar a complacerle. Sanzu le observó con una sonrisa.
— Recuerdo la primera vez que te tuve así. — Watanabe mordió su labio intentando retener sus quejas. — En ese auto fue cuando finalmente pude tenerte y sentirte.
— Cállate. — Haruchiyo rio, acelerando sus movimientos.
— ¿Por qué te callas, tesoro? — La menor tembló sintiendo su orgasmo acercarse. — Nadie te escuchará, déjalos salir.
— Haru. — Watanabe estiró su mano, Sanzu se sorprendió al sentir su longitud ser tomada repentinamente, comenzando la menor a complacerle.
— Espera, no quiero venirme aún. — Kyomi sonrió con malicia, acelerando sus movimientos.
Sus piernas temblaron al sentir al hombre inclinarse y unir sus labios en un desesperado beso mientras ambos se complacían entre sí, sintiéndose cerca del primer clímax de esa noche.
Sanzu tembló, gimiendo contra los labios contrarios al correrse, siendo seguido por su mujer quien gimió ruidosamente, logrando hacer que una sonrisa se satisfacción se estirara en el rostro del mayor.
— Estoy cansado de esto. — Haruchiyo tomó un preservativo, colocándoselo antes de tomar las piernas de la mujer y separarlas más, hundiéndose en ella sin aviso alguno.
Kyomi ahogó un gemido, cerrando sus ojos con fuerza al sentir las fuertes y rápidas embestidas que el peli-rosa comenzó a darle.
Definitivamente iba con todo.
La mujer se sentó sin alejarse del mayor, enredando sus brazos en el cuello del contrario para unir sus labios en un deseoso beso sintiendo las estocadas del peli-rosa volverse más agresivas.
— Carajo, Nena. — Sanzu jadeó. — Me vuelves loco.
Watanabe sonrió tirando del labio del mayor, sintiendo como la presión en su centro finalmente se liberaba en un maravilloso orgasmo.
Kyomi se dejó caer a la cama, sintiendo su pecho subir y bajar agitado, mirando al hombre frente a ella quien sonrió tirando sus cabellos mojados por el sudor hacia atrás.
Los ojos de Watanabe descendieron notando las gotas de sudor bajando por el abdomen del peli-rosa, y al bajar más no pudo evitar que sus mejillas se pintaran de un suave rosa.
— Qué mujer obscena. — Haruchiyo sacó el preservativo, haciéndole un nudo y tirándolo por ahí. — No hemos terminado, date la vuelta.
Con una enorme sonrisa Kyomi obedeció.
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