NORMALIZAR

CAPÍTULO CUARENTA

Normalizar,

Una fuerte bofetada en su mejilla le hizo quejarse mientras era duramente embestida.

Vaya manera de comenzar el día.

Kyomi se retorció, intentando soltarse del agarre de sus manos en vano. Haruchiyo le miraba desde arriba mientras golpeaba su punto más placentero una y otra vez, logrando que la mujer temblara en una explosión de sensaciones, llegando a otro orgasmo, perdiendo la cuenta de cuantos iban por aquella mañana.

— No seas egoísta, Sanzu. — Ran se puso de pie, acercándose a la mujer, tomando uno de sus pechos sin pudor alguno y llevándolo a su boca para morderlo y lamerlo a su gusto. — Yo también quiero hacerle gemir de esa manera.

Haruchiyo tiró sus cabellos mojados por el sudor hacia atrás, mirando al hombre de cabellos cortos antes de soltar una carcajada.

— ¿Te crees capaz de hacer gemir a mi mujer de igual forma? — Watanabe sintió como el peli-rosa se inclinaba, desatando finalmente sus manos. — Vuelve al mundo de los sueños, imbécil.

— ¿Por qué no dejamos que ella lo decida? — Ran miró a la castaña quien se sentó en la cama con su ayuda, quitándose finalmente la corbata que cubría sus ojos. — ¿O acaso ya no aguantas otra ronda, nena?

— Estoy cansada.

— El descanso puede esperar. — Ran aprovechó la lejanía de su superior para tomar las caderas de la fémina y girarle, dejándole apoyada una vez más sobre sus palmas y rodillas. — Levanta ese culo para mí.

Kyomi obedeció, mordiendo su labio con fuerza al sentir al mayor jugando un poco con sus dedos antes de sacar su extensión de sus pantalones y acercarla a su sexo.

— Ten. — Ran miró a Sanzu, segundos más tarde atrapó con una de sus manos una pequeña caja.

— No necesito drogarme para disfrutar de esto. — Ran miró por unos segundos la caja, después sonrió, sacando una píldora que llevó a su boca, tragándola. — Pero lo intentaré.

Watanabe dejó caer su cabeza contra el colchón, deseando no haber vuelto esa mañana a casa, quizá de esa forma habría evitado todo ese lío.

[...]

Un disparo resonó por todo el sitio, Kyomi se cruzó de brazos, mirando como el hombre caía al suelo, muerto.
Sanzu se giró, guardando el arma en su bolsillo antes de tomar de la cintura a su mujer, dejando un corto beso en su mejilla.

— Vámonos. — La castaña se giró, tomando de la mano del mayor, saliendo de aquel sitio juntos.

Comenzaba a volverse extrañamente normal para la castaña verse involucrada en "inesperados trabajos" que le eran asignados al mayor cuando estaba a su lado, después de todo Sanzu solía llevarle y traerle a todos sitios al igual que los hermanos y no sería de extrañar que debiera de interrumpir por un momento su viaje para arreglar algunos asuntos con topos de la organización.

— Haruchiyo. — El hombre le miró. — Saldré esta tarde con Rindo.

Watanabe prestó atención a las expresiones del peli-rosa. La mujer sabía que quizá aquella relación entre los cuatro no duraría para siempre, es decir ¿Podría realmente funcionar algo entre los cuatro? Sanzu solía ser realmente celoso cuando se trataba de ella saliendo con alguno de los hermanos, y con los dos mayores realmente no parecía haber mucho problema, desde su punto de vista, Kyomi creía que todo iba bien hasta ese momento, pero ¿Seguiría así?

Ambos subieron al vehículo que les esperaba afuera, Haruchiyo pasó uno de sus brazos sobre los hombros de la castaña, rozando su nariz contra la sensible piel del cuello contrario, disfrutando del dulce aroma que desprendía el cuello de la fémina.
Una pequeña sonrisa se estiró en el rostro de Watanabe antes de girar su cabeza y encontrarse con la nariz del peli-rosa, quien le observó cuidadosamente.

— Haru. — Kyomi suspiró al sentir una de las manos del hombre posarse sobre uno de sus pechos, masajeándolo a su placer.

— Olvida a Rindo. — Una sonrisa se estiró en el rostro del hombre. — Quédate conmigo.

— No haré eso.

— Qué desobediente que eres. — Watanabe se quejó al sentir su pecho ser tomado con más fuerza por el mayor, quien sonrió disfrutando de las expresiones dolorosas en el rostro de la castaña. — Ya que no quieres quedarte conmigo... Supongo que disfrutaré este tiempo contigo a mi manera.

Una pequeña sonrisa de estiró en el rostro de la castaña antes de empujar al peli-rosa, tomando asiento sobre su regazo segundos después. Sanzu le observó por unos instantes con sorpresa, dejando salir después una carcajada.

— ¿Qué diablos haces?

— Cierra la boca. — Haruchiyo elevó una ceja, notando a la mujer inclinarse y unir sus labios en un desesperado beso.

El mayor no dudó en llevar sus manos al trasero de la menor, apretándolo con fuerza, escuchando a la castaña gemir ante su actuar.

— Me molesta tanto hacerlo en el auto y que tu chófer nos observe. — Susurró Watanabe, estirando una mano para presionar aquel botón que elevaría una ventanilla entre el conductor y ellos.

Sanzu sonrió, aprovechando la distracción contraria para pegar sus labios al cuello de la mujer tal cual sanguijuela, succionando, chupando, besando y mordiendo cada área que deseara.
Kyomi enredó los dedos de una de sus manos entre las hebras rosadas contrarias, tirando segundos más tarde de los cabellos del mayor para separarle de su cuerpo.

— Qué perra sucia eres. — Sanzu soltó una fuerte nalgada. — Un día eres sumisa y dócil, obedeciendo cada una de mis órdenes, gimiendo cuando te follo duro... Al otro te vuelves una maldita controladora que intenta dominarme.

Haruchiyo estiró su mano, tomando esta vez él de los cabellos de la mujer.

— No olvides quien manda aquí. — La castaña sonrió, sintiendo la erección que bajo ella yacía.

— Haruchiyo. — Kyomi intentó unir sus labios nuevamente, recibiendo por respuesta una fuerte bofetada.

— Desnúdate. Ahora mismo.

Qué poco duraban sus intenciones dominantes cuando del peli-rosa se trataba, un par de palabras y ya le tenía en su totalidad para él, deshaciéndose de sus prendas hasta encontrarse totalmente desnuda bajo la mirada del hombre frente a ella quien no dudó en recorrer sus curvas con sus grandes manos.

— Buena chica. — Sanzu se inclinó hacia el frente, rozando sus labios con los de la menor. — ¿Lo ves? Es mejor cuando haces lo que yo digo, no cuando lo que tú dices.

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