MATRIMONIO
CAPÍTULO CINCUENTA Y NUEVE
Matrimonio,
< Final Alternativo 4/5 >
Kyomi se observó una última vez en el espejo antes de soltar un largo suspiro en un intento por mantener la calma y no desmayarse.
— ¿Lista? — La mayor se sobresaltó, Ryo soltó una risilla. — No estés tan nerviosa, solo... Te vas a casar con un idiota criminal que te hace ingerir drogas y probablemente te embarace en poco tiempo.
— No ayudas, Ryo. — La mujer se giró, caminando hacia él, Ryo le miró por unos pocos segundos, apretando sus labios al observar a su hermana mayor vistiendo aquel precioso traje blanco decorado por unas pocas rosas rojas al final.
— Voy a llorar.
— No lo harás, me harás llorar a mí y arruinaré mi maquillaje. — El menor sonrió acercándose a su hermana y darle un fuerte abrazo.
— Kyomi, sé feliz ¿Sí? — Ryo suspiró. — Siempre estaré para ti, probablemente siga cocinando para el infeliz así que no podrás deshacerse fácilmente de mí.
— No podría deshacerme de ti de cualquier manera, eres mi querido hermano menor. — La castaña se alejó, acomodando los cabellos de su hermano. — ¿Ellos vinieron?
Ryo asintió.
— Fue algo complicado que aceptaran, pero están aquí. — Kyomi tomó el ramo de flores y junto a su hermano caminó hasta la entrada al gran salón en donde se llevaría a cabo la boda. — No te dejaré caer.
— Promételo.
— Lo prometo.
Kyomi se sujetó al brazo de su hermano, haciendo una señal a los dos hombres encargados de abrir y cerrar las puertas.
Estas se abrieron lentamente al mismo tiempo en que la tradicional música matrimonial sonaba.
Todos los presentes de pusieron de pie al ver a la novia entrando.
Kyomi sintió su corazón latir fuertemente al observar al hombre vestido de blanco al final del largo recorrido hasta el altar. Unas pocas lágrimas de felicidad se acumularon en sus ojos.
— No llores. — Susurró Ryo, comenzando a caminar juntos a paso lento.
Detrás de ellos dos iban las damas y sus acompañantes, por supuesto las afortunadas habían sido las mejores amigas de la castaña quien no dudó en elegirlas a ellas.
Pero lo que le sorprendió fue saber quiénes serían los acompañantes de ellas.
Rindo, Ran y Kakucho.
Todas unas conquistadoras, aunque la mujer realmente conocía de la atracción mutua entre la menor del grupo y su hermano.
— Kyomi... ¿Sanzu está llorando?
La castaña salió de su mundo de pensamientos mirando al peli-rosa frente al altar que ahora se había girado y parecía estar limpiando algo en su rostro.
— No... Solo se le metió algo al ojo... Igual que a mí. — La mayor sorbió la nariz, llegando finalmente al altar en donde Sanzu se giró para recibirle.
— Jefe. — Ryo miró al mayor. — Por favor cuida de mi hermana.
— La protegeré como la joya más valiosa de este mundo. — Kyomi sonrió estirando su mano la cual fue tomada por el mayor, ayudándole a subir a su lado mientras escuchaban a los presentes aplaudir y volver a sentarse.
La ceremonia comenzó, pero Sanzu no pudo hacer nada más que observar a la mujer a su lado mientras ignoraba las palabras del sacerdote, lo hizo hasta la hora de dar sus votos, los cuales pronunció con orgullo y valor notando la sonrisa en el rostro de la novia. Kyomi le imitó, haciendo el juramento hacia su pareja dando paso a las palabras finalmente.
— Por el poder que se me confiere, yo los declaro marido y mujer. Puede besar a la novia.
Por supuesto Haruchiyo no dudó en tomar a la mujer por la cintura y unir sus labios en un largo beso, sintiendo finalmente las lágrimas de la castaña descender a causa de la emoción. Los aplausos inundaron el sitio al igual que las exclamaciones deseando un feliz matrimonio a la pareja.
Kyomi se alejó de los labios contrarios, mirando a Sanzu por unos segundos antes de sonreír.
— ¿Qué sucede, señora Akashi?
— Haruchiyo... Te amo. — Las mejillas del hombre se pintaron de un suave rosa.
— Yo... Yo también te amo. — Susurró avergonzado el peli-rosa, la castaña rio, abrazando al hombre con fuerza. — Acabemos con esto para poder irnos.
— No seas desesperado.
Juntos bajaron del altar, preparándose para la fiesta que continuaría pronto.
— Podríamos intentar hacerlo sobre el altar. — Susurró Sanzu.
— ¡Haruchiyo! — Kyomi le miró con sorpresa escuchando al hombre soltar una fuerte carcajada.
— ¿De qué hablan ustedes dos? — Ran y Rindo se acercaron a ellos, el mayor de los hermanos palmeando la espalda del peli-rosa. — Felicidades a ambos.
— ¿Cómo se siente la novia? — La menor se giró al escuchar a Rindo detrás suyo, una sonrisa se estiró en su rostro.
— Más feliz que nunca. — El hermano menor sonrió.
— Lo imaginé. — Ambos miraron a Sanzu y Ran quienes bromeaban entre ellos soltándose uno que otro golpe. — Él parece igual de feliz.
— Nunca había visto a Haru llorar.
— Yo menos. — Rindo estiró su brazo, tomando dos copas de champagne, pasando una a la mujer. — Un pequeño brindis por la novia.
Kyomi rio haciendo chocar sus copas, bebiendo el contenido después.
— ¡Kyomi! — La mujer se giró, mirando a sus amigas acercarse a ella, dándole las tres un fuerte abrazo. — Mi pequeña mejor amiga ha crecido tan rápido. — Dramatizó Reiko.
— Tengo veintiséis.
— Y cumplirás los veintisiete pronto. — Narumi sonrió. — Tengo veintisiete y aún no me he casado, eres rápida.
— Bueno... No podía negarme si él lo pedía. — Las cuatro miraron a Sanzu quien bebía de una copa.
— Eres muy afortunada por poder casarte con alguien como él ¿No? — Kyomi asintió.
— Podría decirse. — La castaña negó. — Nah. Él es el afortunado por poder casarse conmigo.
Las mujeres y Rindo rieron.
— Oye. — Rindo señaló a una pareja que les observaba a unos metros. — ¿No son tus padres? — Kyomi soltó un suspiro, asintiendo. — No debes ir si no te sientes cómoda.
— Quiero enfrentarlos. — Rindo asintió.
El hermano menor silbó llamando la atención de Haruchiyo quien se acercó al ver las señas que el hombre de hebras violeta le hizo.
— ¿Sucedió algo? — Preguntó el peli-rosa al notar el rostro preocupado de su esposa.
— Mis padres. — Haruchiyo giró su rostro, notando dos pares de orbes sobre ellos.
— Te acompaño. — Kyomi sonrió tomando la mano de su esposo, caminando juntos hasta la pareja.
— Mamá, papá. — Los dos llamados les miraron, Sanzu apretó la mandíbula al notar el rostro serio y sin expresión que la madre de su mujer mostró al ser llamada por ella.
Sabía que algo sucedería en ese momento, y ahora que el sacerdote no estaba presente no le importaría volar un par de cabezas de un tiro.
— Él es mi esposo, Akashi Haruchiyo. — Presentó la castaña, sus padres observaron al hombre.
— ¿Cabello rosado? — Preguntó el hombre mayor, mirando a Sanzu quien sonrió forzadamente.
— Los tiempos cambian. — Respondió Haruchiyo. — Es un placer conocerlos finalmente, señor y señora Watanabe.
— Sí... — Respondió la mujer, estirando su mano para estrecharla con el esposo de su hija. — Kyomi, queremos hablar un momento contigo.
— Si deben decirme algo, díganlo. — La castaña miró a Sanzu quien le sonrió. — No mantengo secretos con él.
— ¿Por qué haces esto? — Su madre frunció el ceño. — Si te enviamos a estudiar al extranjero fue para que consiguieras una vida fuera del país, no aquí.
— ¿Dicen que me querían lejos de Japón? — La mujer le miró obvia. — Por todos los cielos.
— ¿Qué pasa aquí? — Ryo se acercó, mirando a sus padres, después a su hermana y su esposo.
— No es asunto tuyo, Ryo. — El padre negó. — Lo mejor para ti es divorciarte y volver al extranjero.
— Alto. — Interrumpió Sanzu. — ¿Por qué creen que pueden venir y darle órdenes a mi mujer?
— ¿Disculpa? — La madre de Kyomi rio con ironía. — No eres más que un extraño en esta familia.
— No. — La castaña negó. — Ustedes son los extraños en esta familia... Nunca estuvieron para mí o para Ryo y ahora creen poder venir y darme órdenes en mi boda.
— Te dije que no debías invitarlos. — Ambos padres observaron al menor con sorpresa. — Que sea su hijo favorito no significa que los aprecio, es todo lo contrario, no quiero saber nada de ustedes... Desde pequeños han hecho la vida de Kyomi imposible.
— No nos faltes el respeto, Ryo. — Reclamó el padre.
Kyomi se preocupó al escuchar un 'clic' venir de detrás de su esposo y al mirar de cerca notó el arma que en la mano libre del hombre había.
— Haru. — El peli-rosa le miró. — Está bien, no es necesario hacer esto.
— No permitiré que denigren de ninguna manera a mi mujer. — Kyomi se interpuso entre sus padres y su esposo, tomando con ambas de sus manos las mejillas del último para que le mirara a los ojos.
— Ellos no son nadie en mi vida ahora. — La castaña giró su rostro, mirando a sus padres. — Pueden retirarse, no creo que sea sitio para un par de desconocidos.
— Kyomi, detén esto.
— No. — La castaña señaló la salida. — Fuera de aquí, deberían de hacer caso si no quieren terminar en un par de ataúdes.
Ambos mayores observaron con sorpresa a la castaña quien les sonrió.
— Ya no tienen poder sobre mí. — En un rápido movimiento la recién casada arrebató el arma de manos de Haruchiyo, apuntando a sus padres. — Ahora yo lo tengo sobre ustedes.
Los padres de la mujer retrocedieron con terror.
— Bien, bien... Nos vamos. — Kyomi bajó el arma mirando a la pareja retirarse del sitio.
— Estuviste increíble. — Susurró Ryo, riendo con su hermana.
Kyomi giró su rostro al escuchar a su esposo maldecir y quejarse.
— ¿Qué pasa? — Sanzu le miró.
— Estoy duro.
— ¡Haruchiyo, aquí no!
Ryo rodó los ojos, alejándose de la pareja, no dudaba que estos se desaparecieran por unos minutos para ir a arreglar ese pequeño problema que tenía su jefe.
— Ryo. — El hombre bajó la mirada encontrándose con Mika quien le sonrió. Las mejillas del castaño se pintaron de un suave rojo.
— Hola, Mik-
Los ojos de Ryo se abrieron con sorpresa al sentir a la mujer abalanzarse sobre él y unir sus labios en un beso. La sorpresa le hizo reaccionar tarde, pero al hacerlo no pudo evitar tomar la cintura de la menor y acercarle a su pecho, escuchando de fondo los chillidos y aplausos de las dos mejores amigas de su hermana y Ran, quienes apoyaban a Yasuda desde su sitio.
Ryo se alejó mirando a la mujer frente a él, notando el tono rojo que comenzaba a tomar su rostro.
— ¿Eso por qué fue?
— Yo... No lo sé. — Ambos rieron. — Me gustas, Ryo.
— Mika... — El mayor sonrió. — También me gustas.
[...]
Kyomi tomó la mano de Haruchiyo, subiendo juntos al vehículo que les llevaría al aeropuerto, desde donde tomarían un vuelo que los llevaría al destino sorpresa que el hombre de cabellos rosados tenía para su esposa.
— ¿Alguna vez subiste a un avión privado? — Preguntó Sanzu, Kyomi le miró con sorpresa.
— ¿Tienes uno?
— La pregunta es ¿Por qué no tendría uno? — La mujer rio.
— Nunca he subido a uno.
Sanzu se inclinó, uniendo sus labios en un lento beso que dio paso a algunos toques atrevidos y juegos entre sus lenguas.
La menor se alejó del peli-rosa.
— Espera a nuestra Luna de miel.
— No dijiste eso cuando te estabas atragantando con mi polla ahí dentro. — El rostro de Kyomi se pintó de rojo.
— Para la próxima dejaré que te vea todo mundo con una erección mal atendida.
— Oh, vamos. No puedes resistirte a chuparla.
— ¡Ya basta! — Sanzu rio abrazando a su mujer.
El resto del viaje fue corto, y ambos bajaron del vehículo al llegar al aeropuerto.
El proceso para subir al transporte fue rápido, y para cuando Haruchiyo se dio cuenta ya se encontraban en el avión con su mujer descansando la cabeza sobre su regazo.
Haruchiyo apartó unos pocos mechones del rostro de Kyomi, analizando su rostro. El mayor tomó la mano de su esposa, observando el anillo que decoraba su dedo anular de manera hermosa.
Una sonrisa se estiró en su rostro mientras mentalmente se burlaba de los hermanos, después de todo él había ganado esa pelea por quien conquistaría a la castaña.
Ran era un perro imbécil y Rindo no sabía esforzarse por lo que quería.
Pero aún si las cosas hubiesen sido diferentes, Haruchiyo sabía que él habría sido el ganador al final del día.
Había logrado ganar el corazón de la mujer a su lado.
Su siguiente objetivo estaba claro, el peli-rosa quería formar una familia con la menor.
Era un caprichoso, sí, pero deseaba vivir ese sueño que había tenido de adolescente en donde hacía su vida junto a su esposa e hijos.
Y Sanzu sabía que Kyomi aceptaría en algún punto, no debido a su insistencia, sino por su anhelo de también formar su vida junto al albino.
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