LEALTAD EXCESIVA

Les recomendaría escuchar alguna playlist con canciones dramáticas para este y el siguiente capítulo.

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CAPÍTULO VEINTITRÉS

Lealtad excesiva,

— Entonces dime, linda. — Dina tomó asiento a su lado, Kyomi le observó por unos segundos con clara incomodidad. — ¿Acaso tienes una fábrica de guapos?

La castaña soltó un largo suspiro de cansancio. Estaba sentada en una banca fuera de su trabajo, allí esperaba a que alguno de los tres hombres fuera por ella, por supuesto cierta pelinegra no pudo aguantarse e ir a su lado para también ver qué nueva sorpresa iría ese día por su compañera.

— No tengo ninguna fábrica de guapos. — Watanabe sonrió con falsedad. — Ellos vienen a mí, yo no los busco.

Una limusina se acercó al sitio para después detenerse frente a las dos mujeres, Kyomi elevó una ceja, Sanzu y los hermanos tenían la costumbre que llegar en un automóvil lujoso y negro, no en una limusina, solo conocía a un hombre que solía andar en ella.

— Buenos días, señoritas. — Un hombre de cabellos blancos descendió del vehículo, acercándose a las dos mujeres.

Los ojos de Tanaka brillaron, parecía ser el hombre perfecto para ella.

— Kyomi, Sanzu me envió por ti, sígueme. — Hajime estiró su mano la cual la castaña tomó.

— ¿Otro de tus amigos? — Kokonoi miró a la mujer. — Un placer, soy-

— Lo siento, llevo prisa. — El hombre se giró, llevándose consigo a la castaña, dejando a una pelinegra con las palabras en la boca.

Watanabe esta vez no pudo evitar reír, despidiéndose con diversión de su compañera antes de subir al vehículo.
Se sorprendió al encontrarse allí con los hermanos y Haruchiyo, todos parecían bastante serios.

— Muchachos. — Kyomi no escogió en donde sentarse, pues fue tirada de un brazo hasta el regazo de Sanzu quien sonrió, uniendo sus labios en un beso.

— Hola, nena. — Saludó Ran. — ¿Te gusta la sorpresa?

— ¿Sorpresa?

— No le hagas caso. — Sanzu acomodó un par de sus mechones de cabello mientras le miraba. — Espero que no te moleste pasar antes por otro sitio, tengo unos asuntos qué resolver.

— No hay problema. — Watanabe se abrazó al hombre, apoyando su cabeza sobre el hombro del peli-rosa.

— Mikey quería que nos viéramos todos por un momento en donde siempre. — Informó Haruchiyo mientras miraba algo en su teléfono.

— ¿Es correcto que vaya Kyomi? — Cuestionó Rindo, mirándole.

— A eso voy. — Sanzu suspiró. — Mikey quiere conocer a Kyomi.

La sorpresa de todos los hombres fue evidente, Watanabe frunció su ceño mirando a quien le cargaba.

— ¿Mikey es tu jefe? — Sanzu asintió. — ¿Por qué quiere él verme?

— No lo sé.

Ran negó antes de sacar un arma de su bolsillo, Sanzu frunció su ceño.

— No la lleves. — Ordenó el hermano mayor.

— Lo haré de cualquier forma. — Rindo también pareció molestarse.

— Sanzu, tú mejor que nadie debes saber de lo que serás capaz si Mikey te ordena algo como eliminar a Kyomi. — Rindo se inclinó, apoyando sus codos sobre sus rodillas. — También debes saber que nosotros vamos a intervenir si se sale de control.

— No pasará.

— Sanzu. — Kyomi miró al hombre, preocupada. — ¿A qué se refieren exactamente con eliminarme?

— No te preocupes, eso no importa.

— ¡Claro que importa! — Ran interrumpió. — Estamos hablando de que asesinarías a Kyomi si el jefe te lo ordena ¿O me equivoco?

Watanabe tembló, Haruchiyo pudo sentirlo.

— Dejemos el tema de lado.

— Sanzu. — El peli-rosa miró a la única mujer en el sitio. — ¿Me asesinarías si tu jefe te lo pide?

— Kyomi, debes entenderlo. — El ceño de la castaña se frunció.

— Me asesinarías ¿Si o no?

— No te responderá a esa pregunta. — Interrumpió Kokonoi desde su sitio, este parecía muy tranquilo mientras tecleaba en su computadora. — Sanzu siempre cumple con las órdenes del jefe, por supuesto que te volaría los sesos si él se lo pide.

La menor soltó un largo suspiro antes de bajar del regazo de Haruchiyo y sentarse al lado de Ran, este solamente pasó un brazo sobre sus hombros. Sanzu frunció su ceño, había hecho enojar a su reina y aquello le desagradaba.

— Kyomi.

— No me hables, Sanzu. — Kyomi le miró. — Por favor, no lo hagas.

Haruchiyo bufó, tirando de sus cabellos hacia atrás.

El viaje no tardó demasiado desde ese punto, los cinco descendieron del vehículo al llegar y se encaminaron hasta un lujoso edificio, subiendo al ascensor y presionando el botón que los llevaría hasta la azotea.

Kyomi se mantuvo al lado de Rindo, tomando de su mano con fuerza mientras temblaba levemente, no le agradaba ni le hacía sentir cómoda la idea de saber que la persona que creía que le quería podía asesinarla en cualquier momento. Rindo lo comprendió, por lo que devolvió el apretón a la castaña al bajar del ascensor. En la azotea se encontraba un hombre de cabellos blancos con un tatuaje en su nuca, Kyomi le miró con curiosidad cuando estuvieron a unos metros de él y Sanzu le llamó, avisando de su llegada.

Los cuatro hombres se inclinaron en señal de respeto. Mikey se giró, notando a todos sus peones en una reverencia, todos excepto la mujer de en medio quien le miraba fijamente.
Una de sus cejas de elevó, esperando por que la mujer imitara la acción de los demás, pero esto no sucedió nunca.

Le restó importancia y se acercó a su perro fiel una vez todos volvieron a la normalidad.

— Quería hablar con ustedes, también con ella. — Sanzu miró a la castaña quien miraba fijamente al suelo, pensando en alguna cosa.

— Su nombre es Watanabe Kyomi, veintiséis años, japonesa y amiga de mi adolescencia.

La mujer miró a Haruchiyo con molestia ¿Por qué diablos le presentaba como un producto? La situación no parecía mejorar para nada y Sanzu estaba consciente de ello.

— Espero que no sea un estorbo. — Mikey señaló con su índice la cabeza del peli-rosa. — O te volaré la cabeza al igual que a ella.

— No lo será, puedes estar seguro de eso. — Manjiro asintió, mirando una vez más a la mujer.

— Sígueme.

Watanabe se acercó al hombre, quien caminó hasta llegar al borde de la azotea, mirando ambos los veinte pisos que había bajo sus pies.

Los cuatro hombres restantes sintieron como el aire escapaba repentinamente de sus pulmones cuando su jefe tomó la muñeca de la mujer y la empujó por la orilla, escuchándose un fuerte grito de horror de la fémina.

— ¡Mikey!

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Quiero saber algo.

¿Prefieren que continúe subiendo un capítulo por día o prefieren dos?

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