INACEPTABLE
CAPÍTULO VEINTICUATRO
Inaceptable,
Nunca había sentido un exagerado miedo a morir, en realidad, la castaña estaba consciente de que a todos les llegaría la muerte en algún momento, fuese natural o accidental, pero jamás esperó estar en esa situación, aferrándose a ese delicado y débil hilo que le mantenía aún en ese mundo.
- ¡Estúpido imbécil! - Exclamó la mujer, tomando con fuerza la mano de aquel hombre mientras intentaba no mirar hacia abajo. - Por todos los cielos, no quiero morir aún... ¡Por favor!
- ¿Qué eres de esos hombres? - Preguntó con tranquilidad el contrario. - No creo que estés solo con Sanzu.
- ¡No lo sé! ¡No lo sé! - Kyomi miró al jefe de su pareja a los ojos. - Por favor, no me dejes caer.
Mikey le observó por unos segundos más antes de estirar su otra mano y ayudar a la mujer a subir nuevamente. Kyomi se dejó caer al suelo, sintiendo su corazón palpitar con desesperación.
- Kyomi. - Ran se acercaba a paso rápido hacia ella, un arma apuntando a su cabeza le detuvo.
- Quédate ahí. - Watanabe miró a Mikey ¿Realmente ese hombre estaba bien de la cabeza?
- Deja a Kyomi.
- ¿Estás dándome órdenes? - Ran apretó su mandíbula con molestia. - Vuelve con ellos.
Watanabe soltó un suspiro de alivio poniéndose de pie y volviendo con los cuatro hombres. Ran no dudó en abrazar a la mujer, sintiendo su pequeño cuerpo temblar entre sus brazos.
- Sanzu, te quedas. - Mikey se giró, dándoles la espalda. - Los demás, largo.
Kyomi le dio una última mirada a Haruchiyo antes de marcharse con los otros tres hombres.
- ¿Estás bien? - Preguntó Rindo, la mujer negó.
- Creo que estar por caer veinte pisos no es muy divertido, Rindo. - Bromeó Kokonoi.
- Cierra la boca.
- ¿Pueden llevarme a casa?
- Por supuesto. - Ran guio a la mujer al vehículo al bajar del ascensor y pronto se pusieron en marcha. Watanabe cerró sus ojos sintiéndose aún mal, estar colgando desde la azotea de un edificio tan grande como ese era una pesadilla, ese hombre debía de estar loco.
Todos debían de estar locos.
Sanzu, Ran, Rindo, Kokonoi, Mikey.
Todos podían irse al carajo.
[...]
Una tortura, de esa manera podía describirlo Haruchiyo. Habían pasado por lo menos quince días desde que Kyomi conoció a Mikey, quince días desde la última vez que le había visto, y el tiempo le estaba volviendo aún más loco de lo que ya estaba.
Había llamado a la mujer, a su hermano, hablado con los hermanos. La primera jamás contestó, y los otros no tenían la menor idea de donde la castaña podía estar, aunque no creía del todo en las palabras del cocinero, por supuesto que él sabría en donde se encontraba la mujer, y si era necesario Sanzu iría a preguntárselo personalmente a su casa acompañado de un arma.
Sabía que todo era culpa de su error, jamás debió permitir que Mikey se acercara tanto a la mujer, todos ellos se encontraban en un mundo totalmente distinto al mundo de Watanabe, ella vivía como una civil normal mientras ellos se encargaban de dirigir el mundo nocturno del país por medio del dinero y el asesinato.
Por supuesto que había sido su culpa.
Una vez más, Haruchiyo tomó su teléfono y marcó al número de la castaña, el tono sonó varias veces para finalmente enviarlo al buzón de voz.
- ¡Maldita sea, Kyomi! - Gritó el peli-rosa, lanzando su teléfono con ira, impactando este contra una pared para terminar hecho pedazos.
Haruchiyo tiró de sus cabellos antes de tomar sus llaves y salir del sitio, subiendo a su vehículo.
No necesitó de un chófer en ese momento, él mismo condujo hasta la casa de la castaña, y al llegar tocó varias veces la puerta, sin recibir respuesta. Era sábado, por supuesto que la mujer debía de estar en casa.
- Kyomi... Kyomi abre la puerta, por favor. - Rogó Haruchiyo, apoyando su cabeza contra la madera. - Necesito hablar contigo, déjame explicarte las cosas... Ábreme.
Desde la cocina, Watanabe se mantenía en silencio, sin moverse para que sus pasos no fueran escuchados por el agudo oído del peli-rosa, estaba segura de que el hombre sabía que ella se encontraba en casa en ese momento, pero intentaría todo lo posible porque este creyera lo contrario y se marchara.
Después de la situación vivida, Kyomi se había alejado de los tres hombres totalmente, cuando estos iban a su trabajo y le esperaban por media hora afuera, se tomaba su tiempo allí hasta que se marchaban y podía volver a su hogar en bus, cuando estos iban a su hogar a buscarle, se mantenía en silencio absoluto hasta escucharlos irse para no volver, cuando llamaban a su teléfono no contestaba, y cuando le enviaban mensajes ni siquiera los abría.
Kyomi estaba realmente molesta con ellos, su vida estuvo en riesgo desde que los conoció, y sabía que continuar a su lado significaría estar en peligro de morir con cada día que pasara.
Pero, de cierta manera aún deseaba escuchar lo que el hombre le diría ¿Qué excusa pondría? ¿Se disculparía? ¿Le rogaría por volver con él? Watanabe no se sentía del todo preparada para llevar una relación con un criminal, eso pondría en juego su libertad, su vida como ciudadana normal, todo sería totalmente diferente.
El tocar de la puerta y la voz del hombre cesaron finalmente, Kyomi soltó un suspiro, aliviada, saliendo de la cocina para ir a su habitación. Un grito escapó de su garganta al escuchar la puerta ser forzada y golpeada, Sanzu la había botado.
¿De qué mierda estaban hechas esas puertas?
Sus ojos se encontraron con los orbes azules del mayor, quien le observó por unos segundos antes de correr hacia Watanabe, quien intentaba huir de él.
Kyomi subió corriendo las escaleras y entró a su habitación, intentando cerrar la puerta, su fuerza contra la de Haruchiyo, era imposible, no lo lograría.
- ¡Para con esto, Kyomi! ¡Solo quiero hablar contigo!
- ¡Vete a la puta mierda, Sanzu!
Sus pies tropezaron ante el empuje de la fuerza contraria, logrando hacerle caer al suelo sentada. Sanzu entró a la habitación, colocándose sobre la mujer para así acorralarla y evitar que se marchara.
- ¡Escúchame, mierda!
- ¡No voy a escucharte! ¡Largat-
Su boca fue cubierta por la mano contraria, Haruchiyo le observó antes de soltar un largo suspiro y unir sus frentes, cerrando sus ojos.
- No. No dejaría que Mikey te asesinara. - El ceño de Watanabe se frunció. - Aunque haría lo que sea que él me ordene, no podría asesinarte, Kyomi. Antes de que te fueras del país, hice una promesa ¿Lo recuerdas?
La mente de la mujer le llevó once años al pasado, recordando cada momento junto al entonces albino, cada una de sus palabras y acciones, y por supuesto aquella promesa.
"Te protegería con mi vida de ser necesario, así como lo hiciste conmigo cuando nos conocimos".
- Esa promesa sigue en pie ¿Lo entiendes? - Haruchiyo se alejó un poco de la mujer, quitando su mano de la boca contraria.
- Sanzu... No puedo.
- ¿A qué te refieres? - Kyomi negó.
- No puedo lidiar con ser tu pareja, es demasiado para mí... No puedo con esto, no puedo. - Haruchiyo le miró antes de suspirar e inclinarse, uniendo sus labios con los de la mujer en un lento beso.
- Yo... Te protegeré de cualquier mal... Con mi vida. - Susurró el hombre entre besos, sintiendo las manos de la fémina deslizarse por sus hombros, abrazándole.
- No quiero salir herida si estoy a tu lado.
- Antes deberán de pasar por mi cadáver. - Haruchiyo sonrió. - Recuerda que quieras o no, eres mía, nadie tocará ni dañará lo que me pertenece... Todo de ti es mío... Incluso tu vida es mía.
Kyomi notó los ojos decididos del peli-rosa, una pequeña sonrisa se estiró en sus labios.
¿En dónde demonios había tirado su dignidad para aceptar volver con ese sujeto una vez más?
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El próximo capítulo es smut. [hot]
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