FIESTA

CAPÍTULO CUARENTA Y CUATRO

Fiesta,

Dos semanas más tarde

La mujer de castaños cabellos se detuvo mientras soltaba un largo suspiro rendida, fue entonces que Rindo le alcanzó, colocándose frente a ella y tomando las manos contrarias. Kyomi le miró a los ojos.

Parecía un cachorro arrepentido.

— Kyomi... Escúchame.

— Te estoy escuchando. — El hermano menor tomó una bocanada de aire.

— Sé que no debí de ser tan cortante esa vez, fue mi error, deja de ignorarme. — La mujer le miró por unos segundos más, soltándose del agarre contrario.

— Bien. — La menor rodeó a Rindo, continuando con su camino.

Por supuesto que Rindo no aceptaría eso como respuesta, así que a Watanabe no le sorprendió ver al hombre volver a colocarse frente a ella, impidiendo continuar con su camino.

— ¿Ahora qué?

— Te digo que lo siento.

— Ya te escuché. — Rindo le miró con obviedad. — ¿Qué más quieres? ¿Qué vuelva contigo como si nada hubiera pasado y nos revolquemos en la cama? Después de todo solo me buscas para tener sexo ¿O me equivoco?

— No te busco solo para tener sexo, Kyomi. — El hombre de hebras violeta se acercó a la mujer, acariciando delicadamente su mejilla. — Juro que ya la he superado.

— Rindo, respóndeme algo. — El mayor asintió. — Cuando estás conmigo... ¿Me ves a mí o la ves a ella?

El hombre se mantuvo en silencio, mirando a la menor fijamente, Watanabe suspiró, antes de poder irse el contrario volvió a detenerle.

— Te veo a ti. — Aseguró. — Admito que al principio la veía a ella en ti, pero ahora... Ahora te veo a ti y solo a ti.

— Cursi. — Kyomi volvió a rodearle, continuando con su camino a su habitación. — Si quieres mi perdón tendrás que ganártelo. Adiós, Rindo.

La puerta de la habitación principal se cerró, Rindo soltó un largo suspiro frustrado tirando de sus cabellos hacia atrás.

Una risilla detrás de él le hizo girarse, frunciendo su ceño al notar a Haruchiyo allí, cruzado de brazos.

— Qué mujer difícil. — Sanzu caminó hacia la misma habitación a la que había entrado la menor segundos atrás. — Piensa bien lo que harás, Kyomi se ha vuelto realmente dura de convencer.

El peli-rosa abrió la puerta, entrando a la habitación con una enorme sonrisa.

Rindo se giró, caminando a la salida mientras creaba en su cabeza cientos de escenarios diferentes posibles para lograr contentar a la mujer de castaños cabellos.

[...]

— Abre. — Kyomi obedeció, observando como una píldora caía a su boca. No dudó en tragarla.

Sanzu tomó su mano, moviéndose juntos hasta una mesa con sillones acolchonados en la zona VIP. La menor observó a las personas que bailaban abajo con una sonrisa, deseosa de bajar allí y hacerle un poco la vida imposible al hombre a su lado.

Después de un poco de insistencia, Haruchiyo había aceptado ir con ella a una fiesta, no una tan elegante y formal como a la que había asistido un mes atrás, sino una más alegre y relajada como en la que se encontraban ahora.

— ¿No quieres ir a bailar? — Sanzu me miró, negando después. — Bueno, yo sí quiero.

Antes de poder tomar siquiera la muñeca de la mujer para detenerla, Haruchiyo observó a la menor levantarse e irse, bajando al enorme salón y uniéndose a las demás personas de su edad para bailar un poco.

— Uh. — Sanzu giró su rostro, notando a Kokonoi dejarse caer a su lado mientras observaba también a la mujer de su superior bailando alegremente. — Jamás imaginé que alguien como tú estaría con una mujer tan difícil como Kyomi.

— Es porque eres un idiota. — Haruchiyo sacó algo de su bolsillo, Hajime elevó una ceja al notar al peli-rosa dejar caer sobre la mesa un peculiar polvo blanco, acomodando este en filas con una de sus tantas tarjetas.

— ¿Te drogarás teniendo a tu chica allí abajo bailando con desconocidos?

— Que me drogue no significa que no pueda volarle la cabeza a cualquier hijo de puta que quiera pasarse de listo con mi mujer. — El hombre de cabellos blancos rio mirando a Sanzu inclinarse e inspirar una de las tantas filas de aquella sustancia ilícita. — Al contrario, me emociona pensar en darle un tiro a alguien.

— Normal. — Bromeó Kokonoi, notando a dos hermanos acercarse a ellos, dejándose caer en el sofá de en frente.

Watanabe por su parte disfrutaba felizmente de aquella salida, bailar era una de sus cosas favoritas, amaba sentir el ritmo de la música, especialmente cuando estaba en un grupo de personas de su edad divirtiéndose.
Para la castaña no era complicado hacer fácilmente un grupo de amigos en ese sitio, así que a nadie le sorprendería verla en ese momento bailando con otras tres personas mientras reían.

— Iré por cerveza ¿Quieres?

— Tráeme una. — Pidió la castaña, el hombre elevó su pulgar, alejándose del grupo.

La música cambió momentos después, volviéndose más lenta y romántica. Kyomi pensó que sería estúpido bailar algo así sola, y le hacía ilusión danzar algo así con alguno de los hombres que desde la segunda planta del sitio le observaban fijamente.

Una mano deslizándose en su cintura llamó su atención, notando al chico de las cervezas volver, entregándole una lata nueva.

— ¿Quieres bailar? — La castaña lo pensó por unos segundos, después simplemente asintió, enrollando sus brazos alrededor del cuello del más alto, uniéndose así en un danzar lento. — ¿Viniste sola?

— No realmente. — Kyomi sonrió. — Pero mis acompañantes son muy aburridos y no querían bailar así que vine aquí sola, ellos están sentados por ahí.

— Qué aburridos. — El chico se inclinó un poco, mirando a la mujer de cerca. — Aún no sé tu nombre.

— Llámame Watanabe. — El pelinegro asintió.

— Un gusto, Watanabe. Soy Ryuu, Takahiro Ryuu.

— También en un gusto, Takahiro.

La conversación se cortó, ambos continuaron con su danzar, Kyomi manteniendo sus ojos cerrados mientras seguía el ritmo de la música. Los ojos de la mujer volvieron a abrirse mientras una maliciosa sonrisa se estiraba en su rostro, elevando su mirada y encontrándose con varios orbes posados sobre ella, mirándole atentamente.

— Ryuu. — El hombre le miró. — ¿Ves a ese hombre de allá arriba?

El pelinegro elevó la mirada, notando a un peli-rosa mirándole con molestia mientras danzaba con la castaña frente a él.

— Lo veo... ¿Es tu novio?

— Lo es. — Kyomi sonrió. — Es un aburrido, lo invité a bailar y no quiso venir conmigo.

La castaña frunció el ceño al notar al hombre frente a ella soltar su cintura.

— Debo de ir al baño, ya vuelvo.

El pelinegro desapareció en cuestión de segundos.
Watanabe no se sorprendió al notar a Haruchiyo bajando las escaleras, acercándose rápidamente a ella para tomarle de la cintura y apegarle a su pecho, mirándole directo a los ojos.

— ¿Te divertías?

— Para qué negártelo.

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Les dejé un nuevo libro sorpresa (que por cierto está completo) en mi perfil [Senju x Oc].

Espero que les guste y me tengan paciencia, jamás de los jamaces había escrito un Fem x Fem.

<3

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💦 Un voto y un comentario se agradece.

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