DOS PARA UNA

CAPÍTULO CINCUENTA Y UNO

Dos para una,

Kyomi clavó sus uñas con fuerza en los hombros contrarios al sentir la longitud contraria adentrarse y abrirse paso entre sus paredes.
Un quejido escapó de sus labios ante la incómoda y desagradable sensación.

— Hijos de puta. — Maldijo la castaña.

— Shh, shh, shh. — Sanzu sonrió, inclinándose a depositar un corto beso en el hombro de la menor. — Pronto se sentirá bien, tesoro.

— Cierra la boca y termina. — Ordenó Rindo, Haruchiyo le miró con molestia. — ¿Acaso no ves que le molesta?

— Cállense. — Kyomi gimió al sentir los brazos de Rindo rodear su cintura, su pelvis moviéndose lentamente en suaves embestidas en un intento de distracción ante la nueva experiencia de la menor.

Sanzu maldijo por lo bajo al retroceder y volver a enterarse en la mujer escuchando a esta susurrar su nombre, sintiéndose poco a poco más llena y necesitada.

— ¿Lista? — Preguntó Rindo, Watanabe asintió.

Kyomi no supo cómo expresarlo o describirlo, ambas sensaciones diferentes, pero placenteras, sus labios no podían hacer nada más que separarse y permitir que ruidosos gemidos escaparan de entre estos dando a entender a ambos hombres que lo estaba disfrutando en demasía.

Rindo sonrió notando las lágrimas en los ojos de su mujer, no dudó en inclinarse y unirse en un lento beso, intercambiando fluidos y gimiendo en los belfos del otro.
Un quejido escapó de los labios del hombre frente a ella al sentir las uñas de la mujer rasguñar la piel de su espalda, Haruchiyo rio por lo bajo.

— ¿Acaso es nuevo para ti? — El peli-rosa se inclinó, aumentando el ritmo de sus embestidas. — No sabes la cantidad de veces que mi espalda ha quedado bañada en sangre.

— Cállate. — Rindo sintió a la mujer temblar sobre su cuerpo.

— No puedo más. — Susurró Kyomi, apenas logrando sostenerse del cuerpo ajeno.

Ambos mayores aumentaron el ritmo que llevaban, logrando hacer a la castaña pasar de gemidos a gritos, haciéndola delirar y aferrarse a ambos cuerpos, sus ojos derramando lágrimas mientras por fin lograba llegar a su liberación en un maravilloso y perfecto orgasmo.

Los dos hombres le siguieron momentos después, siendo Sanzu el primero, seguido por Rindo.
Watanabe colapsó sobre el pecho del hermano menor, sus ojos se cerraron debido al cansancio intentando recuperar el aliento mientras los contrarios se retiraban de su interior.

— Nena. — Rindo movió suavemente a Kyomi, notando los ojos de la mujer abrirse lentamente para verle. — Vamos a limpiarte.

— Yo lo haré. — Haruchiyo se puso de pie tomando a la castaña en sus brazos. — Tu limpia este desastre.

— No piensas dormir en mi cama ¿Cierto?

— ¿Prefieres que me lleve a Kyomi y termine lo que comencé en mi casa? — Rindo chasqueó la lengua, el peli-rosa sonrió victorioso.

Kyomi rodeó el cuello del hombre que le cargaba, mirándole por unos segundos. Sanzu bajó la mirada, encontrándose con esos orbes miel que le volvían tan loco.

— ¿Duele? — Watanabe no pudo evitar soltar una risilla.

— Cómo el carajo. — Haruchiyo le dejó en el suelo, tomándole de la cintura para que la castaña no llegara a caer.

— Te compensaré después por esto.

— ¿Con más sexo? — Kyomi sonrió. — Me interesa.

[...]

— Así que... — Los dos mayores y la castaña observaron a Ran, notando una vena hincharse en su frente. — ¿Se acostaron ustedes tres y ni siquiera me invitaron?

— No seas dramático. — Sanzu dejó caer una píldora a su boca, momentos después se inclinó a depositar un corto beso en los labios de la mujer. — Debo de irme por un momento, si estos imbéciles te hacen algo, llámame.

— Bien, ve con cuidado. — El peli-rosa se retiró de su residencia dejando a los hermanos y su mujer a solas.

— ¿Entonces?

— ¿Entonces qué? — Watanabe notó los ojos de ambos hermanos sobre ella.

— ¿Cómo continuaremos con esto? — Ran sacó su teléfono, enviando un par de mensajes. — ¿Seguiremos siendo cuatro en una misma relación?

— ¿Quieren terminar con esto? — Kyomi se encogió en su sitio ante las intensas miradas de los dos hombres que cayeron sobre ella.

— Será imposible que te cases con uno sin que otro se moleste, no pareces querer tener hijos así que no es problema... ¿Pero te imaginas continuar en un futuro con esto? ¿Qué pasará si ocurre una desgracia y terminas con una criatura en brazos? — Rindo se puso en pie, acercándose a la mujer.

— Hasta que sea posible y siga funcionando, sí. — Ran también se acercó. — ¿Qué intentan?

— Absolutamente nada. — El hermano mayor sonrió. — Solamente intento pensar en alguna manera de tenerte para mí.

— En tus sueños. — Respondió Rindo.

— Chicos, no comiencen con esto, por favor. — Ran se encogió de hombros.

— Bien, lo tengo. — La menor observó al hermano mayor. — Me da igual qué es lo quieran mi hermano o el idiota tocado de la cabeza, seguiré contigo.

— Estoy de acuerdo. — Rindo sonrió. — No te librarás fácilmente de mí.

Kyomi se sorprendió al ser repentinamente alzada sobre el hombro de Rindo quien comenzó a caminar hacia afuera.

— ¡Oye! ¿Qué haces?

— Vamos a cenar. — Ran los alcanzó, los tres subieron juntos al vehículo. — Conduce al restaurant más cercano.

— Chicos, se supone que debía de esperar a Haruchiyo par-

— Shh. — Ran silenció sus palabras. — Hoy eres de nosotros, no más.

— Ustedes no son los que terminan con la cadera destrozada. — Watanabe se cruzó de brazos. Rindo aprovechó, inclinándose a pegar sus labios en el cuello de la menor en un corto beso.

— Entonces, nena. — Ran se inclinó rozando sus narices. — ¿Qué te parece si antes de ir a comer disfrutamos un poco nosotros tres? Aún no he hecho un trío contigo... Aunque preferiría que no fuera con mi hermano.

— Tampoco quiero ver tu polla, Ran. — Kyomi soltó una risilla.

— Intentaba ser menos explícito. — El hermano mayor bajó una de sus manos, colándose rápidamente por debajo de los pantalones de la mujer.

— Ran, espera... No, aquí no. — La castaña se quejó al sentir los dedos del mayor deslizándose sobre su punto nervioso.

— Detente ahí. — Ordenó Rindo, Kyomi mordió su labio con fuerza al sentir los labios de Ran pegarse a su cuello y comenzar a dejar una fila de marcas mientras continuaba con sus movimientos allá abajo. — Para con eso y bájate.

Ran se alejó de la mujer, notando el edificio en el cual se habían detenido.

Kyomi pidió por un poco de compasión al notar el gran letrero de aquel motel.

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D - 2

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