DOLOR DE TRASERO
CAPÍTULO DIECISIETE
Dolor de trasero,
— ¿Tienes que ir a trabajar? — Rindo se apoyó en su tocador mirando a la mujer vistiéndose para ir al trabajo.
— Debo hacerlo o sino quedaré desempleada. — Kyomi tomó sus cosas bajando a la sala de estar, siendo seguida por el hermano menor. — No me convencerán esta vez de faltar, ayer lo hice.
— ¿Tardarás mucho?
— Solo debo atender dos grupos, uno ahora y otro al medio día. — Watanabe se giró, mirando a Rindo. — ¿Irán a recogerme?
— No puedo hacerlo, pero seguramente Sanzu lo hará. — El hombre se encogió de hombros. — ¿Tienes algo que hacer por la noche?
— Si a Sanzu no se le ocurre nada de camino, no tengo ningún plan.
— Excelente. — Rindo se acercó a Kyomi, uniéndose ambos en un lento y largo beso que involucró claros toqueteos y juegos de lenguas. Los tres hombres parecían desconocer lo que era un beso corto y sin otras intenciones. — Vendré por ti a las seis y media.
— ¿Vendrá Ran?
— Si logro sacármelo de encima, no. — Watanabe rio. Los dos salieron juntos de su casa subiendo al vehículo negro en el cual el hermano menor había llegado esa mañana ofreciéndose a llevarle a su trabajo. — Envíame un mensaje cuando vuelvas a casa.
— Lo haré, no te preocupes.
[...]
— Excelente, chicos. Eso es todo por hoy.
— Muchas gracias, profesora. — Despidieron los estudiantes.
Kyomi recogió sus pertenencias y salió del salón mirando la hora, seguramente fuera de la escuela estaría ya Sanzu esperando por ella. Sus pasos se detuvieron al escuchar su nombre ser mencionado, una de sus profesoras compañeras le llamó.
— Watanabe. — La castaña se giró mirando a la otra profesora de negros cabellos quien se acercó a ella.
Tanaka Dina, era la profesora de ciencias naturales y personalmente para Kyomi no era una persona agradable, por eso sospechó de inmediato cuando esta se acercó con una enorme sonrisa a ella. Kyomi solía ser amable y saludar a todos con una sonrisa, pero ese momento fue una gran excepción.
La mujer no era tonta, sabía que Dina siempre buscaba como conquistar a cualquier hombre atractivo que pasara frente a ella, un ejemplo de ello era el profesor de biología, el pobre hombre casado siempre debía de huir de la profesora de ciencias cuando la veía acercarse o seguramente terminaría siendo víctima de las palabras endulzadas de Tanaka.
— Te acompaño a la salida.
— No es necesario, Tanaka. — La castaña comenzó a caminar, para su mala suerte no fue la forma de deshacerse de la pelinegra quien claramente le siguió.
No hubo más intercambio de palabras, al salir de la construcción, Kyomi caminó hasta el vehículo notando a Haruchiyo salir de este mientras fumaba un cigarrillo.
Los ojos de Dina brillaron, el hombre era hermoso, pero en su cabeza aquellas feas cicatrices arruinaban su atractivo, aunque no era del todo un problema para ella.
— Va a intentar coquetearte.
— ¿Quién? — Watanabe no respondió antes de que una voz se escuchara detrás de ella.
— Buenas tardes, nunca lo había visto por aquí, no sabía que mi querida Kyomi tenía amigos tan apuestos. — Rio la mujer estirando su mano para saludar al peli-rosa. — Mucho gusto, soy Tanaka Dina.
— Un placer. Sanzu Haruchiyo. — Kyomi rodó sus ojos, habría entrado al automóvil para ignorar a aquellos dos de no ser porque el hombre le tomó de la cintura y le obligó a permanecer a su lado.
— Y dime ¿Desde cuándo conoces a Kyomi?
— Desde que era un mocoso. — Sanzu sonrió mirando a la castaña quien posó sus ojos sobre él, sonriendo también. — Es una relación bastante larga.
— Increíble. Yo la conozco desde hace muy poco tiempo, es una persona maravillosa. — Watanabe quiso vomitar. — Y... ¿Estás soltero? Me sorprendería que un hombre como tú no estuviera en una relación, de seguro la misma Kyomi está encantada contigo.
— Pues tienes razón. — Dina elevó una ceja. — Kyomi es mi mujer.
— ¿Tu mujer? — Las dos mujeres mostraron sorpresa, Kyomi se encontraba sorprendida y emocionada, por otro lado, Dina se encontraba sorprendida y decepcionada.
— Así es. — Haruchiyo se inclinó a depositar un beso en los labios de la castaña. — Es mi mujer.
Sanzu abrió la puerta para Kyomi, invitándola a entrar mientras tomaba su mano ayudándole.
— Debemos irnos, fue un gusto. — Una vez ambos entraron al vehículo, la sonrisa de Haruchiyo desapareció. — Me duelen los oídos.
Watanabe soltó una carcajada ganando la atención del peli-rosa quien le miró confundido.
— Creí que harías cualquier otra cosa menos eso.
— ¿Por qué lo haría? — Kyomi negó dejando sus cosas a un lado.
— No lo sé, pensaba que le seguirías el juego a Dina. — La mujer sintió como su mandíbula era tomaba con firmeza, siendo obligada a ver al mayor.
— Te dije que eres mía, por lo tanto, yo soy tuyo ¿Entendido?
— ¿No es muy pronto para decir algo tan fuerte? — El ceño de Sanzu se frunció. — Entendido.
— Así me gusta.
— ¿Me llevarás a casa? — Haruchiyo negó.
— Iremos a comer algo primero, estoy seguro de que no has almorzado. — Kyomi asintió, inclinándose para apoyar su cabeza sobre el hombro del mayor. Sanzu sonrió pasando un brazo por la cintura de la menor.
El viaje hasta el restaurant más cercano no duró demasiado, en el camino la pareja se mantuvo hablando sobre su día, lo que habían hecho y lo que planeaban hacer más tarde. Por supuesto Kyomi omitió el detalle de que saldría con Rindo por la noche, estaba segura de que si mencionaba aquello Haruchiyo haría lo imposible por retrasar su cita y hacer molestar al menor de los hermanos.
Finalmente llegaron a su destino, ambos bajaron y tomados de la mano entraron al sitio pidiendo una mesa, y al tenerla el mayor ayudó a la mujer a tomar asiento, haciendo él lo mismo después.
— Pide lo que desees.
— Gracias. — Sanzu bajó la carta del menú, mirando a la castaña quien estaba concentrada buscando qué pedir.
— ¿Por qué no vienes a vivir conmigo? — Watanabe subió la mirada, encontrándose con los ojos azules del mayor.
— Porque tengo mi casa. — Recordó Kyomi. — Además puedo listarte otras razones, por ejemplo: recién comenzamos a salir, no sabemos si esto funcionará, compré la casa hace poco y no quiero perder el dinero, etcétera, etcétera.
— ¿Solo eso? — Kyomi se encogió de hombros. — Esto funcionará y puedo pedirle fácilmente a Kokonoi que venda esa casa de pitufos.
— Oye, no insultes mi casa, realmente me gusta. — Haruchiyo sonrió. — Solo deja que el tiempo pase, Sanzu, después podemos hablar de esto.
— Bien, no insistiré.
— De cualquier forma, si fuera a vivir contigo los hermanos seguramente harían un escándalo.
— ¿Y eso qué importa? Eres mi chica ¿Lo olvidaste?
— Creí haberte dicho que no era tu chica. — Sanzu le miró fijamente, Kyomi comenzó a removerse en su sitio sintiendo como los nervios invadían su ser. Tener aquellos hipnotizantes ojos azules mirándole de esa manera le podían volver loca fácilmente. — Soy tu chica.
— No he dicho nada. — Haruchiyo sonrió victorioso. — Pero me alegra que sepas lo que eres.
— Idiota.
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Voten y comenten, por la tarde subiré un nuevo capítulo si veo apoyo.
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